miércoles, 16 de diciembre de 2020

En el establo

 

                                      ...Y José quedó extasiado a poca distancia detrás de María sin poderse mover. La luz era cegadora, extraordinaria, ocupando toda la estancia del establo. La Virgen, de rodillas con los brazos cruzados sobre su pecho se elevó del suelo y fue envuelta por seis coros de Ángeles sobre un cielo abierto.   

Un Ángel milagrosamente en medio del fulgor más inconcebible, coloca al Niño delante de María en el suelo sobre un paño. Los ángeles desaparecieron y José se volvió hacia María que recogía al Niño entre sus brazos.

No hubo parto, no hubo sangre, no hubo dolores, solo un Nacimiento milagroso de Dios pues María fue Virgen en todo momento. Ella es la Inmaculada Concepción e Inmaculada desde su elección para ser Madre de Dios. Nacimiento no visible a ojos humanos.  

Es la venida al mundo del Salvador para que el Reino de Dios se hiciera asequible al hombre, por primera vez, desde la Ley antigua. Gracias Familia Sagrada, gracias por vuestros sufrimientos para que todo sucediera al modo de Dios que veía cómo el mundo, en su libertad, se condenaba sin remedio.  

Gracias Juan Bautista precursor de las llaves del cielo; gracias por los Evangelios que han hecho que la humanidad ya no sea esclava del hombre sino hija de Dios. Gracias a todos los que han hecho posible que el Espíritu Santo pueda anidar en nuestros corazones hasta el último día.

Por todo, GRACIAS.    

 Emma Díez Lobo

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