miércoles, 30 de junio de 2021

Oración - Adoración

 

Dice Dios a los que le buscan: "Escucha hija, mira, inclina el oído... prendado está el rey de tu belleza, póstrate ante Él, que es tu Señor" (Sl 45,11-12). Es un requerimiento del Señor al alma que le ansía; le está indicando lo que podríamos llamar el punto de encuentro: tener el oído inclinado a su Palabra. El oído inclinado apunta al corazón inclinado como el de María, la hermana de Marta, que a los pies de Jesús escuchaba su Palabra (Lc 10,39).

Es una inclinación del corazón con la intención de hacer suyas las palabras dichas por Jesús. Volvemos al Salmo; su autor inspirado por Dios está indicando al alma el camino para alcanzar la Intimidad divina que la lleva a la Adoración perfecta de la que habla Jesús (Jn 4,23-24).

Recordemos...  “póstrate ante Él, que es tu Señor…". Es pues la Adoración que engendra en nosotros el amor incondicional a Dios propuesto en el Shema: "Escucha Israel… amarás al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas…" (Dt 6,4-5...).

 P. Antonio Pavía

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martes, 29 de junio de 2021

La tarea del Pacto Educativo Global

 

El Papa Francisco nos llama y alienta a construir un nuevo Pacto Educativo Global. Es el que se hace y se da entre la familia, la escuela, la patria, el mundo, la cultura y las culturas… Cada uno en su lugar y sin evadir responsabilidades, juntos hemos de construir una «aldea de la educación». El pacto está roto y hace falta generosidad, que no busquemos solo lo nuestro.

Educar no es solo transmitir conceptos. El Papa Francisco nos ha recordado que, para educar de verdad, hay que integrar el lenguaje de la cabeza con el lenguaje del corazón y de las manos. Se trata de que un educando tenga presente lo que piensa (cabeza), lo que siente (corazón) y lo que hace (manos). Y ninguna institución puede apropiarse en exclusiva de esta tarea tan trascendente para el futuro de la sociedad. Para empezar, la familia tiene una responsabilidad singular y, por ello, hay que darle protagonismo. La razón es clara: cuando nacemos, a través de la relación con nuestros padres, comenzamos a formar parte de una tradición que tiene unas raíces muy antiguas. Con el don de la vida recibimos todo un patrimonio de experiencias que los padres no solo tienen el derecho, sino también el deber de transmitir a sus hijos. Así los ayudan a descubrir su identidad, los inician en la vida social y en el ejercicio de su libertad, les enseñan a amar mediante la experiencia de ser amados y el encuentro con Dios. Las familias tienen que ser valoradas de forma especial en el pacto educativo y es fundamental conseguir su participación.

Por otra parte, están los educadores que, con la implicación de sus vidas, valentía, paciencia y tesón, realizan ese arte de las artes que es educar. En mi carta de la semana pasada ya os decía que nadie puede educar si amor; hacen falta el testimonio, la persuasión, la gracia de la amabilidad… ¡Qué hondura tienen las palabras del Papa Francisco cuando nos dice que «educar implica enseñar a los jóvenes a iniciar procesos y no ocupar espacios»!

Una educación bien entendida no se limita a lo meramente técnico y profesional, sino que comprende y entiende que todos los aspectos y dimensiones de la persona han de abrirse. Una educación integral se manifiesta hoy como una necesidad primordial, clave para construir hombres y mujeres responsables, con confianza en sí mismos y preocupados por todos sus hermanos. Necesitamos ese pacto global. No podemos consentir que se apodere de nuestros niños y jóvenes ese relativismo invasor y agresivo que elimina certezas, valores y esperanzas que son las que dan sentido a la vida: amor, verdad, libertad… No dejemos que nuestro mundo se convierta para ellos en un circo en el que, como en los circos romanos, dejamos que entren fieras que se comen lo mejor de su existencia. Trabajemos para capacitar a los niños y jóvenes para que den lo mejor de sí mismos y para vivir un amor auténtico que les haga felices a ellos y felices a quienes se encuentren en sus vidas. No silenciemos ese deseo de saber y comprender que manifiestan con sus preguntas; no nos limitemos a dar nociones e informaciones; regalémosles libertad y una formación para que la usen correctamente, con las reglas de comportamiento y de vida que son necesarias para formar su carácter y para afrontar las pruebas que vengan.

Necesitamos del pacto educativo en el que la familia, la escuela, la sociedad, los niños y jóvenes se encuentren. Es necesario el diálogo, urge no estar de espaldas unos a otros y dar a la persona un lugar central, en toda su realidad. Hay que asumir su realidad integral; que se conozca a sí misma, tal y como nos decía san Juan Pablo II en la encíclica Redemptor hominis; que conozca la casa en la que vivimos, como nos ha dicho el Papa Francisco en la encíclica Laudato si, y que redescubra la belleza de la fraternidad, como pide el Papa en Fratelli tutti.

Necesitamos un pacto educativo que elimine colonizaciones ideológicas que tanto dañan a los niños y jóvenes. Para ello, las familias nunca renunciéis a ocuparos de quienes entran en la vida de vuestros hijos; que ellos sientan que tienen guías que los acompañan en todas las situaciones, que no renuncian a vivir la responsabilidad de educarlos, que saben a quiénes entregan la tarea de educarlos y tienen contacto con ellos de modos diversos, que saben de sus diversiones, de los amigos con los que andan, de quiénes entran en sus vidas a través de las pantallas…

En esta línea, necesariamente tengo que hacer una alusión a la educación en la fe y en las costumbres. No hay duda de que en nuestra sociedad del bienestar han calado el relativismo y un consumo exacerbado, que generan un indiferentismo religioso y también un permisivismo moral. Y se advierte una necesidad de más hondura: los niños y los jóvenes tienen derecho a ser educados en la fe, a que su vida se abra más allá de sí mismos. Hace falta una educación integral, con todo lo que ello implica, y ahí me vienen a la cabeza tres palabras:

1. Testigo. En la educación es central la figura del testigo porque nunca remite a sí mismo y, entre otras cosas, sabe dar razón de aquello o de Aquel que sostiene su vida.

2. Amor. En la educación el arma más importante es el amor. Cuidar y educar a quienes inician la vida o se preparan para vivir una tarea próxima requiere conocimientos, pero sobre todo requiere amor.

3. Libertad. Implicarnos en la libertad del otro es capital. Hemos de impulsarlo a que tome decisiones, pero ha de ser él quien las tome; no podemos sustituirlo, sea niño, adolescente o joven.

Con gran afecto, os bendice,

+Carlos, Cardenal Osoro Sierra

Arzobispo de Madrid

lunes, 28 de junio de 2021

Palabras engañosas, indulto interesado

 

Se habla de Cataluña y sus vaivenes como un problema político que ha mutado en un problema social. No es sólo cuestión de pretensiones políticas y de sus correctivos parlamentarios, sino que ha trascendido a la calle, se ha adentrado en las familias, ha invadido los círculos de amigos y la entera sociedad. Pero lo que ocurre allí, no sólo afecta a aquella bella región y a sus buenas gentes, sino que inevitablemente repercute en el resto de España. Y la posición de la Iglesia al respecto tiene también ambas derivas: la regional catalana y la nacional de toda España. Así entramos en cuestiones que nos tienen perplejos, y que nos dejan un trasfondo de extrañeza cuando con palabras que expresan realidades de gran nobleza, vemos que pueden ser utilizadas de muchas maneras, incluso torticeras. Porque los indultos que un gobierno puede estudiar y, eventualmente, conceder, tienen un itinerario que es claro en nuestro ordenamiento jurídico dentro de un Estado de derecho como es España. No se pueden arbitrariamente conceder o negar desde un caprichoso uso y un interesado cálculo que no tiene que ver con las palabras manidas en este festival de una extraña piedad, apelando a sentimientos sagrados y enormemente delicados, para venir a la postre a tapar los verdaderos motivos que se exhiben impudorosamente desde una pretendida magnanimidad.

Es extraño invocar el diálogo con los que no quieren hablar, o tener magnanimidad con quienes la van a usar y tirar, o empeñarse en la reconciliación con los que siguen insidiando con saña y dividiendo sin rubor, o abogar por la tolerancia con quienes no renuncian a la violencia, o apelar a medidas de gracia para beneficio de los que ni las piden ni las merecen por su amenazante actitud de reincidencia. Digo que es extraño y también culpable, porque no resulta un atrevimiento ingenuo, ni una bondadosa inocencia. Más difícil resulta calificar la actitud y la aptitud cuando no hay siglas políticas detrás, sino simplemente un buenismo irresponsable que se alinea con ellas sin más, repitiendo los argumentos prestados y asumidos en canal.

Desde una óptica cristiana más bien cabría esperar un discurso desde la rica doctrina social de la Iglesia que con logros y fallos hemos ido escribiendo como preciosa aportación serena a la sociedad. También un amor a la verdad que descarta la ambigüedad engañosa, una audacia templada que sabe medir bien los tiempos sin precipitarse y sin fugarse cuando hay que hablar y actuar ponderando las consecuencias para todos y no sólo para una parte. Esto sería un buen testimonio desde una conciencia ética cristiana y desde una pedagogía paciente que no hace extraña su responsabilidad dentro de la Iglesia.

Porque parece que se indultan solamente las mascarillas que nos embozaban, cuando a alguien se le ha ocurrido distraernos con tamaña concesión de gracia. Se indultan los oscuros derroteros para perpetuarse en unas poltronas desde las que seguir construyendo una pompa llena de la nada que tiene en la mentira su recurrente herramienta política más esmerada. Se indultan los intereses egoístas e insolidarios de quien se aprovecha tan sólo de su propia causa engañando, forzando, manipulando, insidiando y dividiendo. Pero no se indulta la vida del no nacido a cuyo asesinato en el seno de su madre se aspira a que sea un derecho, ni la vida del enfermo o anciano terminal al que se permite acabar con su vida eutanásicamente en lugar de cuidarla con respeto, cariño y consuelo con medidas paliativas y espirituales, ni la educación de nuestros más jóvenes sustrayendo ideológicamente la responsabilidad de sus padres.

Nosotros seguiremos clamando y defendiendo la vida en todos sus tramos, la verdad que nos hace libres, la convivencia plural y pacífica, la comunión fraterna que nos une y complementa, la educación que no manipula. Todo eso que responde a las promesas de Dios y a los anhelos de los hombres, a nuestras preguntas que encuentran correspondencia en sus respuestas.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm

Arzobispo de Oviedo

 

 

La Oración que agrada a Dios

 

Leemos está intuición espiritual sobre la oración que Dios suscitó a este salmista: "Como están los ojos de los siervos fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos fijos en el Señor esperando su misericordia" (Sl 123, 2b).

Dios, se sirve de este israelita para decirnos cómo es la oración que le agrada, que no tiene nada que ver con la mucha palabrería como dice el mismo Jesús (Mt 6, 7). Este salmista nos muestra la forma de orar de los verdaderos buscadores de Dios; hablamos de la oración que ardiendo primero en el alma sale como chispas de fuego por nuestros labios.

Es un contactar con Dios esperando su misericordia; es la oración por la que, como decían los primeros cristianos, conectamos con Dios quien a su vez nos llena de su Espíritu partiéndonos sus palabras... por ejemplo de un Salmo. Al partirnos así, amorosamente, su Palabra vivimos un anticipo de las alegrías eternas prometidas por Jesús ya que como dice Juan en su primera carta vemos, oímos, tocamos y palpamos ya en este mundo, la Palabra de Vida (1 Jn 1,1…).

Es así como Jesús nos introduce paulatinamente en su Misterio… es decir en la Intimidad por excelencia… y los es porque no tiene fin.

 P. Antonio Pavía

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domingo, 27 de junio de 2021

San Ramón obispo, el gran desconocido (y II)

 

 En los conflictos con Urgel y Huesca, san Ramón consiguió por la vía jurídica el reconocimiento de sus derechos por el Papa, aunque la obediencia de los obispos contrincantes brilló por su ausencia. Tras su salida forzosa de Barbastro –según la tradición se despidió de la ciudad desde el montículo en que está construida actualmente su ermita, erigida por el obispo Miguel de Cercito–, se fue a Roda donde residió un año con la esperanza de recuperar Barbastro. El Papa Pascual II ordenó la devolución inmediata de Barbastro a san Ramón, denunciando a Esteban y al rey pero murió el Papa sin haber sido escuchado; el Papa Calixto II, no tuvo más suerte pese a haber excomulgado al prelado oscense. Tras la muerte de san Ramón se restituyeron los bienes personales pero no los territoriales.

Fue nombrado canónigo del cabildo de Zaragoza y a partir de ese momento la relación entre los cabildos de Zaragoza y Roda será estrecha.

Se reconcilió con el rey Alfonso y le acompañó en sus campañas por el sur –para entre otras cosas ofrecer apoyo moral con su oración tanto al rey como a sus tropas–, a la vuelta de una de ellas, la de Almería, murió en Huesca, en el monasterio de san Pedro el Viejo, en 1126 y los canónigos de Roda trasladaron su cuerpo a la catedral de la Sede ribagorzana. En un primer momento fue colocado en tierra; en 1143, el obispo Gaufrido lo trasladó a un túmulo de mármol. En 1170, en presencia del rey Alfonso II –hijo de Petronila– los restos son trasladados al magnífico sarcófago de la segunda mitad del siglo XII. No sería este el destino final del santo puesto que en numerosas ocasiones sus restos fueron trasladados, al menos a dos urnas distintas y finalmente, en 1990, volvieron a reposar en dicho sarcófago.

Muchos son los milagros que obró tras su muerte. Su fama de santidad creció rápidamente y en 1134 ya era tenido y venerado por santo en la Diócesis de Roda-Barbastro. Fue Miguel de Cercito, natural de Ejea de los Caballeros, segundo obispo de Barbastro tras la restauración de la sede en 1571 quién promovió el culto al Santo en Barbastro y toda la Diócesis, consiguió el permiso de los canónigos de Roda, gracias a la ayuda del rey Felipe II y previa autorización pontificia, se trasladaron parte de las reliquias del santo a Barbastro –dicho traslado de las reliquias se narra escultóricamente en el retablo de san Ramón de la catedral de Barbastro– y lo elevó a patrón de la Diócesis y de la ciudad de Barbastro.

Orgullosos podemos estar todos los hijos del Alto Aragón oriental de pertenecer a esta Diócesis misionera y martirial, cuna de tantos santos y fundadores y de tan insignes pastores. Pidámosle que, por su intercesión, el Señor le conceda al segundo pastor de esta Iglesia las vocaciones sacerdotales que necesite en esta nueva era.

Con mi afecto y bendición,

+ Ángel Pérez Pueyo

Obispo de Barbastro-Monzón

 

 

sábado, 26 de junio de 2021

Domingo 13º del Tiempo Ordinario

 

                 Se acercó a Jesús y le tocó el Manto

 Entendemos mejor este pasaje adelantando que en Israel la sangre simboliza la vida.

 Vamos adelante. Una mujer sufre hemorragias profundas;  ha gastado sus bienes a fin de curarse pero va de mal en peor. En esta situación límite, oye hablar de Jesús y va a su encuentro, da con Él y lo que nos dice Marcos nos sobrecoge: se le acerca por detrás toca su manto y se cura instantáneamente. ¿Milagrazo? ¡Mucho más que eso!

 Esta mujer representa al verdadero buscador de Dios. En la Escritura tocar el manto de alguien es atraer su alma hacia la suya. Al tocar el manto de Jesús atrajo hacia sus entrañas su Espíritu presente en su Evangelio... y esto es lo que esta mujer buscaba de Él. No fue a su encuentro por satisfacer una curiosidad  ni por sensacionalismo o algo espectacular. Va buscando el Alma de su alma… pues su ausencia la deja huérfana de Vida. Bien sabía lo que quería de Jesús: la Vida que toda su fortuna no pudo comprar y que Jesús se la dio gratis.

 Bien podía ella escribir lo mismo que Juan: "En el principio existía la Palabra, la Palabra estaba con Dios... en ella estaba la Vida" (Jn 1, 1…).

 P. Antonio Pavía

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viernes, 25 de junio de 2021

María, causa de nuestra alegría

 

Esta es una de las letanías del rosario más querida de nuestro pueblo, de nuestras gentes. Llamar a la Virgen causa de nuestra alegría es una jaculatoria hermosa y un piropo de lo más bonito que se puede decir a una madre. Últimamente me viene llamando la atención que el Papa Francisco, a propósito de la pandemia, haga referencia a las bodas de Caná, para pedirle a la Virgen que al igual que en aquel momento consiguió de su Hijo Jesús que volviera la alegría y la fiesta a aquella familia, hoy también vuelva a nosotros esa misma alegría y esa misma fiesta.

María es la causa de nuestra alegría porque ella llevó en su seno, durante nueve meses, al mismo Dios que se hizo hombre verdadero. Y también llevó la alegría y la fiesta a Isabel en la Visitación, cuando el niño Juan dio saltos de alegría en el seno de su madre por la presencia del Niño Dios. De un modo u otro, todos nuestros pueblos al celebrar las fiestas patronales – y María es la ocasión de muchas de ellas – también quieren volver a “la alegría y a la fiesta” que el año pasado apenas pudimos disfrutar. Seguimos con restricciones para los actos multitudinarios pero las celebraciones litúrgicas en honor a Jesucristo, a la Virgen y a los Santos son para los cristianos los momentos fundamentales de la fiesta.

Qué escena tan entrañable, cuando el Papa San Juan Pablo II, al concluir su estancia tan provechosa en España en noviembre de 1982, y al despedirse en el avión que desde Santiago lo devolvería a Roma, dijo aquello tan bonito y tan decisivo que nos conmovió a todos: “¡Hasta siempre, España, hasta siempre, tierra de María!”.

Es cierto que Andalucía pasa por ser la “tierra de María Santísima”, pero el resto de las regiones de España no se quedan atrás. Y desde luego la tierra soriana brilla por su amor a María. Buena muestra de ello es el Año Jubilar mariano concedido por el Papa Francisco con motivo del 75 aniversario de la Coronación canónica de la Virgen de los Milagros de la Villa de Ágreda y Tierra (el 7 de junio de 1947) y del 25 aniversario de la Coronación de la Virgen de Inodejo de Las Fraguas (14 de septiembre de 1997). Este Año Santo se extenderá desde el 5 de junio de 2021 hasta el 11 de septiembre de 2022, con la esperanza de que renovemos nuestra vida cristiana meditando con frecuencia y profundidad la Palabra de Dios, celebremos los sacramentos de la Eucaristía y del Perdón y demos frutos de buenas obras como signo de conversión del corazón.

Hoy quiero invitar a las familias a que viváis en casa el cariño a la Virgen bajo la advocación que más os llegue al corazón. El caso es que María os haga llegar a todos – esposos, abuelos, hijos – la ternura del amor manifestado por la Virgen y su disposición a hacer en todo momento la voluntad de Dios. Hay dos manifestaciones de piedad mariana que son el Rosario y el Ángelus. ¡Enseñad a vuestros hijos a tratar a la Virgen rezando el rosario! El Papa Francisco durante todo este mes de mayo lo ha hecho trasladándose de manera virtual a los principales santuarios marianos del mundo. Y lo ha hecho pidiendo al Señor que por intercesión de María, “salud de los enfermos”, pase ya de una vez este mal tan detestable como es la Covid-19. Y San Juan Pablo II, en la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, escrita en el marco del Año dedicado al Rosario (2002-2003) animaba encarecidamente al rezo de esta oración porque “El rosario, en efecto, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología. En la sobriedad de sus partes, concentra en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico, del cual es como un compendio. En él resuena la oración de María, su perenne Magníficat por la obra de la Encarnación redentora en su seno virginal. Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor”.

No quiero dejar de recordar la figura tan nuestra como fue santo Domingo de Guzmán, patrono secundario de la Diócesis cuyo 800 aniversario de su muerte estamos celebrando. Con qué fervor y emoción hemos cantado de niños esa canción tan simpática: “Viva María, viva el rosario; viva santo Domingo que lo ha fundado”. El objetivo de recordar a Santo Domingo de Guzmán es dar a conocer su figura e incrementar la devoción a nuestra Madre la Virgen. No te importe si a menudo crees que a María le repites siempre lo mismo. ¿No hacemos esto – repetir siempre lo mismo – los hijos para con nuestra madre de la tierra? ¿No repiten siempre lo mismo las madres cuando piden algo a sus hijos?

María es Madre de la Iglesia. En lo más alto de los edificios del Vaticano, dando a la Plaza de San Pedro, hay un icono de la Virgen María, Madre de la Iglesia. Encomiéndate a ella, pon muchas ilusiones en su regazo, y pídele con el Avemaría, a Ella bienaventurada entre todas las mujeres, que “ruegue por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”.

Con mi bendición y mi afecto,

Abilio Martínez Varea

Obispo de Osma-Soria

 

 

jueves, 24 de junio de 2021

Querido Juan

 

                                                                 

 Hoy pensaba en ti y quise escribirte ¿Sabes? Me duele tu vida. Sé que tu nacimiento fue la “cuna” de nuestra salvación; que no debías vivir como nosotros, que tu paso por la tierra era fugaz y serías asesinado… Me pregunto ¿Por qué Dios?

Solo, encadenado en una mazmorra fría y nauseabunda, sin nadie que te consolara… Decapitado a espada en el más oscuro silencio por orden de Herodes y, en su fiesta servir tu cabeza con gesto aterrador en una bandeja de plata.  

No sé qué significa y tantas veces lo he pensado. Eres el enviado de Dios, el hijo deseado de tus padres santos, fuiste tanto y en tan poco desapareciste.   

Porteador amado de designios y victima odiada de nuestros caprichos; una vida entregada al hombre en plena juventud, pero por grande ante Dios eliminado del mundo.

Tu legado es preciosísimo, humildad personificada en tu amor por las almas, fuiste un antecesor al Bautismo con Espíritu para Bautizar con agua.

Juan querido, joven muchacho, tu muerte fuera como fuere, convierte mis lágrimas en amor por ti. Si algún día estamos juntos, dime que fuiste feliz, que tu labor había terminado, que no sentiste dolor, que querías irte con tu Padre, que naciste para que yo te imitara porque yo, Juan, no soy nada y solo puedo aprender de ti.

Gracias por tus Santos bautismos, por tu Santa vida y pide a Dios por mí.

Emma Díez Lobo

        

miércoles, 23 de junio de 2021

La Palabra… y palabras

 


  Los discípulos de Jesús crecemos como tales, no por las palabras de los hombres sino por la Fuerza de su Santo Evangelio. Nuestras palabras, recomendaciones, consejos, etc.… aun siendo recomendables se muestran ineficaces ante el poder seductor del pecado, como dice San Pablo (Rm 7, 14). No es que los consejos, avisos, etc... estén de más, la cuestión es que sólo podemos hacer frente a la astucia demoledora de Satanás con la "Fuerza de Dios", que se yergue majestuosa en el Santo Evangelio como dice Pablo (Rm 1, 16).

 El Apóstol no expone una teoría, él mismo confiesa que la ley le dejó tirado, vendido ante el poder del pecado como vimos antes. Hasta tal punto es así que los fariseos en su necedad no se percataban de las cloacas inmundas que inundaban su corazón: odios, rencores, murmuraciones, soberbia…

 Seguimos con Pablo y oímos su testimonio acerca de la Fuerza Operante de la Palabra en el corazón de quienes le escuchaban: "… no cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir su Palabra, la acogisteis no como palabra de hombre sino como Palabra de Dios que *permanece operante en vosotros*" (1Tes 2, 13).

P. Antonio Pavía

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martes, 22 de junio de 2021

Semilla versus cielo

 

 Imposible de entender la comparación... O sea ¿Qué el cielo es diminuto y después se infla como un globo? No, esto no puede ser, Dios explícame porque no entiendo...

-El cielo es inimaginable, hasta que “riegas” esa diminuta fe y crece tanto como tu entendimiento de lo trascendental, de Mí, de la inmensa felicidad que te procura esa virtud teologal para llegar a vislumbrar mi Reino.    

La Fe te hace sentir una felicidad indescriptible donde anida toda clase de esperanza, paz y confianza suceda lo que suceda en tu vida, incluso si te dicen el tiempo que te queda por vivir.

- Ya, pero esa Fe es de Santos y a los “normales” no nos crece mucho más que un albaricoque... Estamos tristes con frecuencia.  

- ¿No crees que estoy a tu lado?, si lo creyeras todo se resolvería sin angustia a pesar del dolor.    

No es fácil sentirse acompañado por Alguien que no ves, se te olvida y, a llorar por todo.

- Una vez dije: “Dichosos aquellos que creen sin ver”, porque lo fácil es creer viéndoMe ¿Verdad?, pues que sepáis que por ese motivo, sois más valiosos para Mí. También hubo  muchos que  aún viendo no creyeron ¡Gran pena tuve!

Ni me aparté entonces ni Me aparto ahora de nadie aunque Me dé la espalda. Rezad por aumentar el tamaño de vuestra Fe, por los incrédulos, y os sentiréis compensados.   

Pues a ver si nos crece como las Sequoias (árboles más altos del mundo) y lloraremos bastante menos. Gracias Padre, Amigo, Hermano.    

 Emma Díez Lobo

 

 

lunes, 21 de junio de 2021

Aullidos del corazón

 


Dice el autor del Deuteronomio que cuando Dios decidió liberar a Israel de la esclavitud de Egipto lo encontró en una soledad poblada de aullidos (Dt 32,10).

 Dios creó nuestra alma y corazón con una puerta de entrada que sólo Él puede traspasar previa llamada y, por supuesto, si el que la escucha se la abre (Ap 3,20). Es entonces cuando el alma y el corazón son habitados; la Presencia se hace Fiesta perenne. San Agustín, que vivió en sus entrañas esos aullidos ensordecedores de la soledad nos legó su testimonio: "Nos hiciste Señor para Ti y nuestra alma sólo descansará cuando te encuentre a Ti".  Un corazón sin Dios, sin su Presencia, es un corazón huérfano.

 Por más que el hombre se empeñe en acallar su insatisfacción con sus consiguientes aullidos estos se abren camino entre guirnaldas y bambalinas hasta hacerse oír. Los aullidos no son un castigo de Dios, son como el termómetro que marca nuestra fiebre. Jesús que por encima de todo nos ama, nos dice cómo llenar nuestro interior de su Presencia: "El que me ama guardará mi Palabra y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos morada en el" (Jn 14,23).

 El problema es que hay personas, incluso rezadoras, que no conocen está promesa de Jesús... quizás porque dan más importancia a rezos devocionales que a las Palabras del Hijo de Dios.

 

P. Antonio Pavía

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sábado, 19 de junio de 2021

Domingo XII del Tiempo Ordinario

 

 En la otra orilla... Dios

 Hoy vemos que Jesús dice a sus discípulos que preparen  la barca para ir a la otra orilla, sin especificar pueblo o lugar alguno que sería lo más lógico. Inician el recorrido cuando de pronto se levanta una tempestad tan violenta que parece que va a  hacer trizas la barca;  entretanto Jesús duerme. Los apóstoles aun siendo hombres de mar se ven desbordados por el miedo por lo que despertándole le dicen: “¿No te importa que perezcamos?”. Jesús se pone en pie y con su Palabra somete la furia de las olas.

 Sus discípulos pasan del miedo al mar al temor que sintieron tantos patriarcas, gobernadores y profetas de Israel ante Yahvé que se les presentaba. El miedo a morir ante Dios Santo y Omnipotente. Pasado el estupor se dicen: ¿Quién es este que hasta el mar y los vientos obedecen?... Sólo Dios tiene este poder. Jesús les dice y nos dice a todos que sufrimos tantas tormentas en la vida: ¿Aún no tenéis fe?  Ahora se nos aclara lo de "ir a la otra orilla".

 Jesús, nuestro Buen Pastor está con nosotros en nuestro camino de fe que culmina en el Padre; en la otra orilla de la vida, traspasado el umbral de la muerte. En esta orilla están sus brazos de Padre para acogernos en su abrazo eterno.

 P. Antonio Pavía

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viernes, 18 de junio de 2021

Una ley para la muerte

 


La ley orgánica 3/2021 de 24 de marzo de 2021 legaliza la eutanasia en nuestro país. Su entrada en vigor, a los tres meses de su promulgación, será el 25 de junio próximo. En la justificación de motivos para aprobarla, el texto habla de demanda social, de derecho a elegir sobre la propia vida y la propia muerte, al tiempo que la Constitución garantiza el derecho a la vida y la defensa de la vida de toda persona. Esta ley supone un paso atrás en la defensa de la vida, y constituye una derrota del hombre de nuestro tiempo.

Se presenta con tintes de libertad: yo decido sobre mi vida y sobre mi muerte, pero esconde un egoísmo acumulado en nuestra sociedad, en la que no se acepta el sufrimiento porque no se le encuentra ningún sentido y se exalta la propia libertad para dominar la vida y la muerte, la propia y la ajena. Con esta ley, en la práctica, podrán ser eliminados los que estorban, o a petición propia o a petición de sus familiares, o incluso de oficio por parte del personal sanitario, al que le cabe siempre la objeción de conciencia. El hombre asume una vez más el papel de Dios, y se considera dueño absoluto de su vida.

El sufrimiento se nos presenta siempre como absurdo. Sólo Jesucristo ha iluminado esta realidad de la persona, porque él mismo ha recorrido ese camino voluntariamente, decididamente, con ansiedad incluso de que llegara. El sufrimiento, algo repelente por su propia naturaleza, Jesucristo lo ha convertido en lenguaje para expresar el amor hasta el extremo. Mirando a Cristo crucificado, millones de cristianos a lo largo de toda la historia han encontrado paz, fuerza y esperanza, han encontrado sentido a sus propios sufrimientos.

“Amó más que padeció”, recuerda san Juan de Ávila. La religión cristiana no es por tanto la religión del dolor, sino la religión del amor. Es la luz de Cristo que ilumina el sufrimiento humano y le da sentido, porque puede ser vivido como expresión de un amor más grande, y adquiere así un valor cuasinfinito, si lo vivimos unidos a Cristo redentor.

Este sentido del sufrimiento se ha ido perdiendo en las sociedades cristianas. Más aún, ha ido creciendo el sentido hedonista de la vida; es decir, estamos aquí para disfrutar de la vida, para sacarle todo el jugo de placer que podamos. Si a esto, además, nos incitan desde fuera con el consumismo que nos invade, no necesitamos más. La vida se convierte en una carrera hacia el placer, para conseguirlo a cualquier precio. He aquí un motor de la economía.

Pero llegan momentos en la vida que no tienen explicación ninguna, en los que el placer desaparece y las energías vienen a menos. Qué sentido tiene entonces sufrir. Viene entonces el planteamiento del suicidio, realizado por sí mismo o con la ayuda de otros, “para dejar de sufrir”.´

Jesucristo es capaz de iluminar el corazón del hombre, incluso en esas situaciones extremas, para decirnos: tu vida es muy valiosa, porque puede convertirse en una ofrenda de amor más limpio, y con tu vida, por muy limitada que esté, podemos arreglar el mundo.

Para eso, hemos de salir al encuentro de los que sufren: un familiar, un amigo, un enfermo en el hospital, cualquier otra persona. He encontrado en mi vida verdaderos testimonios heroicos en este campo, que son fruto del amor y por nada del mundo hubieran pedido nunca la muerte. Se necesita un rearme moral en nuestra sociedad para que a nadie le apetezca morir, sino que quiera siempre vivir, porque se siente amado y alentado continuamente. Hoy, con los avances de la ciencia, se puede controlar el dolor para no sufrir por encima de la propia capacidad. La solución no es la muerte, sino los cuidados paliativos, que habrá que desarrollar para que lleguen a todos. La solución sigue siendo Jesucristo, el único que da sentido al dolor y a la muerte.

 

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández,

Obispo de Córdoba

 

jueves, 17 de junio de 2021

Las virtudes de la honradez y la integridad

 

Lo propio de la sabiduría de este mundo es ocultar con artificios lo que siente el corazón, velar con las palabras lo que uno piensa, presentar lo falso como verdadero y lo verdadero como falso. La sabiduría de los hombres honrados, por el contrario, consiste en evitar la ostentación y el fingimiento, en manifestar con las palabras su interior, en amar lo verdadero tal cual es, en evitar lo falso, en hacer el bien gratuitamente, en tolerar el mal de buena gana, antes que hacerlo; en quererse vengar de la injurias, en tener como ganancia los ultrajes sufridos por causa de la justicia. Pero esta honradez es el hazmerreír, porque los sabios de este mundo consideran una tontería la virtud de la integridad. Ellos tienen por una necedad el obrar con rectitud, y la sabiduría según la carne juzga una insensatez toda obra conforme a la verdad. Esta narración moral tan acertada lo expresó siglos atrás San Gregorio Magno profundizando en el libro de Job y afirmó que de ahí parten los tratados morales.

Es sintomático que todas las épocas de la historia se han caracterizado por los mismos sesgos en confundir lo noble como algo que nada tiene que ver con las situaciones ambientales dónde el más pillo y más inmoral parece que impera y, aún más, se le considera en la avanzadilla de la mejor ideología. Hoy se tapa la boca a quien se salga del guion y cuya marca es la progresía envalentonada y orgullosa. Me hace gracia observar muchas manifestaciones públicas donde la palabrería oculta el vacío de los contenidos que no existen. Por otra parte la nobleza del corazón bien orientado y con valentía exponiendo los contenidos que se albergan en la razón y en el sentido de la verdad, llegan como semilla que se siembra y un día florecerá. Sin embargo los apoyos vacíos y aparentemente victoriosos al final se quedan en “agua de borrajas”.

Recuerdo cuando yo era un sacerdote recién salido del Seminario que un día me encontré con un compañero que había dejado, años antes, el mismo. Con la furia de las ideologías imperantes y con las nuevas formas de vida basadas en el liberalismo más absurdo, me visitó un día y me narró su estilo de comportamiento y con la euforia exaltada me presenta su estilo de vida totalmente al margen de cualquier vivencia moral. Para él era lo mejor que había encontrado en su vida. Después el tiempo -que no perdona- le pasó factura. Todos los falsos ídolos que le habían fascinado se quedaron en traumas y en un vacío existencial. Al final por una serie de circunstancias le sobrevino una enfermedad muy agresiva. Cuando fui al Hospital a visitarlo me confesó: “Me he equivocado en la vida. La mentira la tenía como verdad y la fascinación de lo superficial como signo de libertad. Quise formar una familia y se derrumbó porque quise construir una familia pero sin cimientos. Recordé el Evangelio que habla de la casa construida sobre roca o construida sobre arena. Yo la he construido sobre arena y todo se me ha derrumbado”. Murió en paz porque sabía que Dios es compasivo y misericordioso. Tuve la oportunidad de ejercer mi ministerio con la gracia de mediar con el sacramento del perdón.

Las falsas ilusiones hacen que los sabios de este mundo consideren una tontería la virtud de la integridad. Y la honradez es lo que ayuda a crecer en justicia, verdad, amor y misericordia. La honradez depende a menudo de la honestidad que busca y manifiesta la verdad. A esto lo llamamos también rectitud, dado que en la vida elegimos el camino recto y directo y no el camino serpenteante, sinuoso y que se oculta. La honradez es considerada una virtud. De una persona honrada se espera que actúe de forma clara, transparente, sin engaños y sin tapujos. “A los justos los guía su integridad, a los falsos los destruye su hipocresía” (Pr 11, 3). La persona honrada lleva consigo el mejor bagaje que, por sí mismo, se convierte en la mejor recompensa.

+ Francisco Pérez González

Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

 

 

miércoles, 16 de junio de 2021

Oscuridad, Voz y Luz

 


Partimos, como se parte un pan esta profecía: "El que de entre vosotros tema al Señor, oiga la voz de su Siervo, el que ande a oscuras y carezca de luz, confíe en el nombre de Yahvé, que se apoye en Él” (Is 50,10).

 Alentadora profecía para aquellos que incluso a oscuras siguen buscando a Dios. Partimos estas Palabras de Vida. Isaías habla del temor a Dios que apunta, bíblicamente, a la íntima piedad filial con Él; un  temor arropado por la Sabiduría (Pr 1,7).

 Isaías invita a estos que buscan a Dios a "escuchar la voz de su Siervo, el Mesías". Jesús recoge esta profecía y de hecho comienza su Anuncio del Evangelio así: "¡Convertíos y creed en el Evangelio!” (Mc 1,15), y así lo proclama porque el Evangelio que anuncia nace de la Voz del Padre que resuena en su corazón (Jn 12,49).

 Sí, es el Evangelio lo que permite a los buscadores de Dios, encontrarle y por supuesto convertirse... de corazón.

 P. Antonio Pavía  

 https://comunidadmariama.blogspot.com/

 

 

martes, 15 de junio de 2021

El Estremecimiento de María

 

"Los cielos son mi trono y la tierra el estrado de mis pies: ¿Qué templo pues vais a construirme... en quién voy a fijar mi mirada? En el humilde y abatido que se estremece ante mis palabras" (Is 66, 1-2).

 Bellísima esta profecía que se cumple en los discípulos de Jesús por el amor con el que acogen el Evangelio. Pablo dice que son templos del Dios Vivo (I Co 3,16). María Madre de la Iglesia fue el primer Templo del Señor Jesús, la Gracia de Dios la envolvió por completo... ¡¡Llena de Gracia!!, le dijo el Ángel al tiempo que le hizo saber que Dios quería encarnarse en su seno.

 Nos dice Lucas que María se turbó, que toda ella se estremeció y no por miedo sino por esa especie de movimiento sísmico interior que experimentó ante esta Teofanía -La Voz de Dios- que se le aparecía..., manifestaba en su Palabra. Bien sabía Dios en quien quería encarnarse... en Ella la humilde capaz de estremecerse ante sus palabras.

 Jesús nos enseña por medio de sus palabras a estremecernos ante su Presencia... como nuestra Madre. ¡¡Cuándo abriremos nuestro corazón de par en par al Evangelio de Jesús para vivir la turbación, el estremecimiento profetizado por Isaías y vivido por Ella, nuestra Madre!! 

 P. Antonio Pavía

https://comunidadmariama.blogspot.com/

 

 

 

lunes, 14 de junio de 2021

El colibrí y nuestros incendios

 

 Ha sido una novela galardonada con uno de los premios literarios más importantes en Italia, como es el premio Strega. La he disfrutado mucho con todo el mensaje humano lleno de concreción y realismo. Son los registros que se dan en nuestra humana condición entre el amor y el temor, el desencanto escéptico y la ilusión enamorada. El título apunta quizás a lo más original y creativo del mensaje provocador que deja su largo relato. La novela se titula “El colibrí”, y su autor es Sandro Veronesi. Parece escrita para este tiempo de pandemia y otros estragos, donde mil desafíos nos retan a diario sin que tengamos recursos para solventar el agobio, la soledad, el miedo. Entonces aparece ese hilo de superación que anida en el corazón humano, y con titubeos, lentitud y fatiga, vamos encaramando el túnel oscuro mientras nos allegamos poco a poco a la puerta de salida.

 El colibrí es un pájaro diminuto que es capaz de mantenerse quieto en el aire con su batir de alas increíblemente rápido, casi supersónico, como si quedara suspendido en un espacio sin tierra en el que él se yergue seguro. Desde allí otea, vislumbra, se fija y luego actúa. Tantos escenarios variopintos en la vida vistos al vuelo desde la pequeñez de este pajarillo vivaracho que tiene mirada aguda y concreta como su pico afilado.

 Se cuenta una hermosa parábola en esta novela que vale por todo un discurso de bondad humana llena de realismo y de esperanza. Ante un incendio uno siempre se queda impávido y sobrecogido. ¿Quién puede gestionar tanta llama? ¿Y cómo controlar su voracidad devoradora que nos deja todo en ascuas? Es una verdadera metáfora de cuanto en la vida se puede destruir en un instante, sin cita previa, al albur de un pispás que nos encoge con el santiamén que nos hiela el alma.

 El colibrí, de pronto, baja hasta el arroyo y se eleva luego cargando el sorbo de agua que cabe en su pico. Dos, tres, cuatro gotas mal contadas. Y así sucesivamente, yendo y viniendo desde el regato hasta las copas de los árboles incendiados. Ante ese rito de emergencia agotador, alguien le llama la atención recriminando tanto esfuerzo aparentemente baldío y desproporcionado. ¿Vale la pena el sinvivir del pequeño colibrí cuando su aportación es más diminuta que él? ¿El desgaste que supone tanta entrega denodada tendrá una aportación significativa en el desastre chamuscado de un bosque en llamas? Esta es la provocación y la paradójica enseñanza.

 Entonces, el pequeño colibrí responderá a sus fisgones observadores que empezaban a sentir mala conciencia en una clara incomodidad por el agravio comparativo con el que ellos veían al pajarillo dejándose las plumas y la vida, mientras ellos no hacían nada. Su respuesta será todo un alegato de sensatez, de brillante y humilde compromiso con lo que cada uno puede hacer en un momento dado. No se le pedía al colibrí que fuera un potente hidroavión capaz de volcar toneladas de agua en cada viaje sobre tantas llamas. Ni siquiera que fuera un avispado bombero capaz de sofocar paulatinamente el incendio en el círculo que controlaban sus mangueras, sus pericias, sus experiencias largamente acumuladas. Al colibrí sólo se le pedía eso: que fuera lo que era, y como tal, que actuara.

 Esta fue la preciosa respuesta: yo hago mi parte, la mía. Lo que otros deban hacer que lo hagan. La suma de todas las entregas es lo que señala el milagro cotidiano de salvar lo que tan fácilmente se derrumba, tan distraídamente se olvida y traiciona, tan torpemente dejamos que se destruya y se muera aquello que se soñó que para siempre durara. Yo hago lo mío, mi parte. Aunque sean tres o cuatro gotas frente a un incendio que nos asola. Pero sin mis pocas gotas derramadas, el incendio o sus cenizas no serán ya lo mismo, y no podrán imputarme el desprecio, la sospecha o el reproche por no haber hecho lo que debía. El colibrí tiene esa dulce y comprometida enseñanza, que reflejaban los versos de Pemán: “no hay virtud más eminente que hacer sencillamente lo que tenemos que hacer”.

Jesús Sanz Montes, ofm

Arzobispo de Oviedo