domingo, 31 de octubre de 2021

¡Sé santo y serás feliz!

 

Hoy  lunes celebramos la fiesta de Todos los Santos, y mañana    martes recordamos a los difuntos y rogamos por ellos.

Estas dos celebraciones nos pueden ayudar a creer en el destino de las personas que han constituido nuestra humanidad, y también nuestro destino y el término de la vida humana. El término no es la muerte, sino la vida. Y a la vida sin limitaciones y para siempre la denominamos “la vida eterna”, que es la felicidad en plenitud en Dios, la salvación que ya podemos empezar a experimentar durante nuestra existencia humana.

Por eso la Iglesia, en esta fiesta, nos propone la proclamación de las bienaventuranzas, de la verdadera felicidad según Jesús.

“Felices los pobres, los humildes, los que lloran, los compasivos, los limpios de corazón, los perseguidos…”

Aun así, constatamos a menudo que la experiencia inmediata y la opinión de la mayoría parecen quedar lejos de las bienaventuranzas. La felicidad, la realización personal… están condicionadas a poseer bienes, a ser famoso, a tener poder, a reír y disfrutar… al precio que sea y sin consideraciones, porque si no es así no se podrá conseguir todo eso. Los débiles, los que juegan limpio, los compasivos, los perseguidos, los humildes… ¿qué consiguen? Este es el pensar del mundo.

He oído esta opinión muchas veces. Recuerdo reuniones con jóvenes para quienes la primera reacción al sentir las bienaventuranzas era decir: “Esto no es verdad. Esto es el mundo al revés”. Y había que ayudarles a descubrir que puede parecer el mundo al revés, pero que en realidad es el mundo desde el punto de vista de Dios. Es la experiencia de Jesús.

Se nos invita a contemplar las bienaventuranzas como compromiso de Dios con la humanidad.

ü  Las bienaventuranzas, en primer lugar, manifiestan la experiencia de Jesús mismo. Él es el pobre, Él es el compasivo, el limpio de corazón, el que ofrece consuelo, el humilde, el perseguido… el feliz.

 ü  Las bienaventuranzas manifiestan el compromiso de Dios para con quienes viven en situaciones que humanamente, por sí mismas, quizás no son motivo de felicidad. Pero si Dios se hace presente con su amor se pueden “sentir” y “vivir” desde la felicidad que Dios ofrece, que es mucho más de lo que podemos definir.

 ü  Las bienaventuranzas proponen a la vez una dimensión que hay que subrayar: la recompensa de quienes ejercen misericordia con todos los que se mencionan en ellas.

Concretando:

No hace falta disfrutar de grandes riquezas ni de todos los bienes para ser feliz.

No hay que dominar ni imponerse por la fuerza para ser feliz.

No hay que “pasar” de todo el mundo y cerrarse en el caparazón del propio yo para ser feliz.

No hay que ser duro o adoptar este papel pensando evitar así todos los posibles sustos y sufrimientos para ser feliz.

No hay que ser un experto en todas las “trampas” y ennegrecer el corazón para ser feliz.

No hay que triunfar ni salir en las noticias ni en las redes sociales para ser feliz.

Incluso cuando te miren como si fueras de una especie extraña y de alguna manera te marginen por ser de Jesús… serás feliz.

Cuando se explica la historia se comentan las grandes gestas, las acciones relevantes, los personajes importantes,… y entonces pensamos que son los protagonistas de la historia. Esto pasa también hoy gracias a los medios de comunicación y en las redes digitales. Pero las bienaventuranzas nos recuerdan que el mejor tesoro de la historia humana, su aspecto más positivo, es la multitud de hombres y mujeres, jóvenes, niños de todas las razas y culturas que, de una manera u otra, las han vivido. Por eso han sido y son felices, bienaventurados, que es precisamente la proclama evangélica de Jesús.

Ah, y ser feliz según Dios… es ser santo. Por eso celebramos Todos los Santos, los del santoral de la Iglesia y los del santoral de Dios.

¡Todos los Santos, rogad por nosotros!

+ Francesc Pardo i Artigas

Obispo de Girona

 

sábado, 30 de octubre de 2021

Domingo XXXI del Tiempo Ordinario

 

 ¡Háblame Señor!

 Un escriba pregunta a Jesús cual es el mayor mandamiento de la Ley. Jesús le dice lo que todo israelita sabe; el primero es: "Escucha Israel, amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”.

 Fijémonos que este amor incondicional viene precedido de una exhortación: ¡Escucha Israel! Es la calidad de la escucha de la Palabra la que mueve y crea en el hombre este amor sin regateos a Dios. El necio piensa que puede amar a Dios con su débil corazón  y hace propósitos, promesas, etc., prescindiendo de la Fuente que es la Palabra de Dios. Palabra que debería de acoger y amar como la acogió y amó María a pesar de que lo que Dios le decía era a todas luces imposibles; sin embargo se fio de Él, de su Palabra y dijo: ¡Hágase en mí!

Al igual que ella, el sabio según Dios, escucha el Evangelio consciente de su impotencia para cumplirlo y por eso no promete nada, sería prepotencia prometer lo que no está a su alcance. Lo que sí hace es escuchar confiadamente la Palabra que le llama e invita al Discipulado, y con un amor diríamos infinito, consciente del poder creador del Evangelio de Jesús espera que Él, vaya cambiando su corazón hasta llegar a ser su discípulo amado.

P. Antonio Pavía

 https://comunidadmariama.blogspot.com/

 

 

viernes, 29 de octubre de 2021

UNIDA A TI

 

Unida a ti, muy dentro, siempre acompañada.

Parte de mí, nunca sola, tú siempre inseparable.

A quien acudo, a quien llamo, a quien suplico y consulto.

Tú mi confidente, mi luz, mi refugio ante el dolor y el miedo.

Tú mi apoyo, mi lugar desde donde miro el mundo.

Tú la distancia para ver con claridad.

Tú que contienes mi ira y mi voz.

Tú maestro de la espera, tú siempre calma y serenidad.

Tú que dibujas mis días y en quien pongo mi mañana.

Tú siempre, Señor, bendita elección, bendito por siempre a tu lado, mi Dios.


Olga Alonso

http://comunidadmariama.blogspot.com/




jueves, 28 de octubre de 2021

El espíritu de Dios y el de la tierra

 

                                        

¡Anda que tienen que ver! Nada en absoluto, Uno es real y eterno, el otro, aunque es visible y le tenemos a todas horas con colores de todas marcas, no sirve más que para un tiempecito y, lo peor, te puede hundir... Ya me decía mi madre “hija no acumules cosas  que tendrás que abandonar”. ¡Cuánta razón!, nada me llevaré de la tierra pero sí muchos disgustos...

El Espíritu de Dios no da disgustos, no tiene colores pero sirve para todo. ¿Os acordáis de Pepito grillo?, pues “parecido” es el Espíritu de Dios, es la Persona que nos envía a nuestra conciencia y en cuanto abres la boca, callas o actúas, se hace visible ¡Se nota cantidad!   

Es mirar más allá del espejo y no decir “¡Uy, un grano gordo, qué horror!”, sino salir del yo y aliviar las heridas de los demás ¡Tenemos tantas! El de la tierra en cambio, te compra espejos, te viste de “luces” y te regala una lengua de serpiente...              

En el Libro que Jesús nos dejó está la solución al espíritu de la tierra, solo tenemos que empaparnos de sus Palabras y hacer lo mismo que Él.       

¡Claro que no siempre somos geniales!, pero recemos para serlo porque si la Tercera Persona de Dios no ocupa el alma, lo ocupará la primera de Satán, tan real como Dios.

Por tanto ¡Cuidado!, no dejemos demasiados huecos libres tal que quesos de Gruyere, que aunque está buenísimo, la mitad son agujeros...          

    Emma Diez lobo

 

miércoles, 27 de octubre de 2021

TODO APRENDIDO POR TI

 

Una nueva vida, un nuevo interior, un nuevo lugar desde donde miro el mundo y donde hablo contigo.

Cada mirada, cada palabra, cada acción contrastada con tu voz que desde dentro invade todo.

Nada se escapa a ese “Tú” que ya soy “Yo” y que apenas distingue entre lo que quiero y lo que quieres.

Soy de ti, ahora más que nunca y habito en este espacio, unida a ti, a tu Palabra.

Difícil imaginar ya una vida sin ese sonido que entreteje mis pensamientos, mis decisiones, la forma en que vivo la vida, la forma en la miro al mundo.

Así eres tú que entras en el corazón e invades todo con tu presencia y regalas luz para caminar por la vida.

Nunca nos equivocamos si seguimos esa luz...

Olga Alonso

martes, 26 de octubre de 2021

En tu Luz vemos la Luz

 

 Hasta el hombre más escéptico que se empecina en negar la existencia de Dios percibe, a pesar suyo, ráfagas de trascendencia que asaltan la fortaleza de su increencia. Ráfagas insinuantes como por ejemplo: ¿Existe Dios? ¿Y si existiera? ¿Cómo encontrarle? Una respuesta a estas preguntas que surgen solapadamente en el corazón de este y todo hombre nos la da este pasaje: "En ti esta la fuente de la vida y en tu luz vemos la luz" (Sl 36, 10).

 No es que la inspiración de este salmista convenza a los escépticos pero sí remueven sus convicciones ateas, sin embargo algunos se asoman entre curiosos y expectantes a la posibilidad de una vida transcendente.

 Juan, en el Prólogo de su Evangelio, nos instruye acerca de la luz a la que se refiere el salmista: "La Palabra es la Luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo…" (Jn 1, 9).

 Es la "Luz Verdadera" porque brilla tanto de día como de noche; es la Luz que se impone a toda tiniebla hasta disiparla; es la Luz que contiene en sí la Vida que todos buscamos consciente o inconscientemente (Jn 1,1-5).

 P. Antonio Pavía

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lunes, 25 de octubre de 2021

BUSCAR

 

Buscar un corazón empapado de la paz de Dios.

Desear descargarse de ataduras, de limitaciones y buscar sin descanso el lugar donde el corazón encuentra su espacio natural, donde no hay ruido y descubrir así que no necesitamos nada, nada más que contemplar la luz de quien nos creó.

Resistir a la  tentación de la voz que, desde dentro, nos intenta convencer que las vanidades y triunfos son comparables con la paz que trae tu Palabra.

Danos Señor fuerza y luz, no permitas que las cosas que sostienen este mundo confundan nuestra visión y traten de convencernos que merece la pena dedicarles nuestro tiempo.

Déjanos vivir en ti, tú como origen, tú nuestro destino.

Llena de sabiduría a este pobre corazón que fue creado por ti y que se equivoca si no te ve.

Olga Alonso

http://comunidadmariama.blogspot.com/

domingo, 24 de octubre de 2021

¿Agenda 2030?

 

                                                                          

¡Buenísimo! En lugar de arreglar el presente -que además vete a saber si a Dios no se Le ocurre venir antes del 30- se dedican a construir una “agenda sobre recursos sostenibles”, tan lejana y romántica que como decía Calderón “los sueños, sueños son”. La realidad sin Evangelio, es la que es...          

Más coherente y creíble sería poner hoy en práctica una “agenda-diario” que clama justicia. Si se pensara como Dios ya estaría funcionando, pero... ¡Vanidad querida, cómo te aprovechas del hombre con poder!, y el pobre despojado, aguanta estupefacto, orando, muriendo o denunciando las soberbias.      

Hay tanto que decir, avisar y enseñar del evangelio que a veces te quedas en blanco sin saber por dónde empezar y cuando se te ocurre... ¡Madre mía qué complicado es integrar solo a uno de los que ahogan el mundo!

Me viene a la mente Teresa de Calcuta que en medio de una India de riqueza suprema y extrema pobreza, daba su vida por aquello que tenía a 1 metro de su sari y a 1 segundo del futuro. Ella luchaba cada día por cada uno que encontraba a cada paso que daba.   

Ni “agendas” ni historias venideras y dediquémonos a paliar las tragedias humanas, desde cerca, desde ayer, desde la justicia innata que el poder de los hombres ha borrado para volverla a escribir con letras ficticias.

¡Qué fácil es hablar, qué "difícil" es Leer el Evangelio!   

Emma Díez Lobo

 

sábado, 23 de octubre de 2021

Domingo XXX del Tiempo Ordinario

 

 Día del Domund

No podemos dejar de hablar acerca de lo que hemos visto y oído, dijeron Pedro y Juan a los miembros del Sanedrín que pretendían impedirles que predicaran el Evangelio que el mismo Jesús les había anunciado (Hch 4, 20).

 Este domingo es el día del Domund; celebramos que desde hace 2000 años, de generación en generación, miles y miles de personas rompieron sus fronteras movidos por amor a Dios y a los hombres más desheredados de la tierra para que pudieran recibir la dignidad de ser hijos de Dios (Jn 1, 12).

 Los misioneros no son unos héroes; son hombres y mujeres muy normales a quienes Jesús, al igual que al ciego de Jericó, abrió sus ojos para que pudieran ver que su vida llegaba a ser Vida gracias a Jesús y a su Santo Evangelio.

 Dueños de la Vida comprendieron que su lugar estaba allí donde Jesús no había sido aún anunciado. No, los misioneros no son unos héroes; son hombres y mujeres tan libres que pueden plantar su tienda allí donde el Señor les lleva. Y tú, si es que has visto y oído lo que oyeron Pedro, Juan e innumerables discípulos de Jesús a lo largo de 2000 años, ¿romperás tus fronteras para anunciar el Evangelio que da la Vida?

 P. Antonio Pavía

 https://comunidadmariama.blogspot.com/

 

 

viernes, 22 de octubre de 2021

La misión es comunicar a Jesucristo con la vida y los gestos

 

Muchas veces hemos oído y conocido a misioneros que se encuentran en diversas partes del mundo. Nos ha atraído y admirado su entrega generosa que manifiestan con su disponibilidad y de modo especial cuando trabajan en ambientes pobres y sufrientes. También nos admiramos de los misioneros que dan tal paso a lo desconocido y además saliendo de su propio entorno familiar, social y cultural. ¡Nos fascinan! No es lo mismo el ambiente social y cultural de Europa que el ambiente de Asia, de África, de América o de Australia. Pero como el amor cristiano no tiene fronteras y el ser humano, con sus respectivas y diversas características raciales, es idéntico en el fondo de su corazón, es por ello que los misioneros no tienen dificultad de exponerse a todos con generosidad y sin distinción. Los misioneros nos invitan a ser, en nuestros ambientes propios, también misioneros. La misión es un don que recibimos en el bautismo y por tanto todos los miembros de la Iglesia somos misioneros por naturaleza y mostramos con nuestra vida y con nuestros gestos a Jesucristo que nos dice: “Así que marchad a los cruces de los caminos y llamad a las bodas a cuántos encontréis” (Mt 22, 9). Nadie es ajeno y todo el género humano es invitado a conocer y a seguir los mandatos del Señor.

El misionero que sigue al Señor no se avergüenza. Comunica con sencillez lo que ha visto y oído: “No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (Act 4, 20). Hay muchas personas que creyéndose dioses, piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos. La fe del misionero ha de ser alternativa para los que han perdido el sentido de su existencia que es algo muy común en nuestra sociedad ávida de éxitos que se esfuman, ansiosa de felicidad que tiene su fuente en lo etéreo y en lo inexistente, buscando recursos en lo material que agobia y hastía… Éste es el mejor momento para llevar el Evangelio de Jesucristo. “El Redentor del hombre, Jesucristo, es el centro del cosmos y de la historia (…) A través de la encarnación, Dios ha dado a la vida humana la dimensión que quería dar al hombre desde sus comienzos…” (Juan Pablo II, Redemptor hominis, n.1). Sin Jesucristo la humanidad se deprecia y devalúa tanto que pierde la esencia propia de su humanismo. La pasión del misionero pone su acento en las palabras del Maestro que vividas con fervor y buen espíritu son medicina y esperanza para la humanidad.

El misionero no pasa de largo ante el sufrimiento humano. Sufre con el que se encuentra en el camino, sufre por amor de la verdad y de la justicia; sufre sin quejarse y se fortalece con un amor que enardece el corazón de los demás. Son los elementos fundamentales que hay en lo más íntimo del ser humano, sea de la condición que sea o de la cultura a la que pertenezca, y por tanto se han de respetar. Por eso, el misionero tiene la facultad, apoyado en el nombre de Jesucristo, de hacer resurgir el auténtico humanismo que tiene como nombre: AMOR. Sin el amor que tiene su fuente en Dios el ser humano se destruye a sí mismo. El amor es aquel que constituye el verdadero humanismo. Tantas realidades que se ponen en duda y que se llegan con petulancia a legislar, como es la vida humana desde sus inicios hasta el final, son modos de actuar que lesionan gravemente lo humano. “La vida no es un problema a resolver sino un misterio a vivir” (Soren Kierkegaard-filósofo danés del s. XIX). Y ese misterio va haciendo posible que se reconozca al ser humano como la creatura más sagrada y respetable que pueda existir.

Estamos en el tiempo de hacer honor y ser agradecidos a los misioneros. Invito a todos los fieles de nuestra diócesis que apoyemos a aquellos que están en otras regiones y países del mundo. Que apoyemos, en nuestra tierra, a todos los agentes de pastoral como son los sacerdotes, los consagrados, los catequistas y los fieles cristianos para que sigamos confiando en la misión que Jesucristo nos ha encomendado a todos. Y no olvidemos de ayudar con nuestra caridad y solidaridad económica a los más pobres y necesitados. Las Obras Misionales Pontificias nos lo agradecerán. ¡FELIZ JORNADA DEL DOMUND! ¡FELIZ JORNADA DE LOS MISIONEROS!

+ Francisco Pérez González

Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

 

jueves, 21 de octubre de 2021

30 AÑOS DE GRACIA

 

El pasado 12 de octubre celebramos los 30 años del nacimiento de nuestra Diócesis de Getafe. Ese día, en 1991, con el comienzo del ministerio pastoral del que fuera el primer obispo, D. Francisco Pérez Fernández-Golfín, nacía una nueva Iglesia particular para atender las necesidades pastorales del cada vez más grande sur de la Comunidad de Madrid. El santo Papa Juan Pablo II erigía esta Diócesis desmembrándola, junto con la de Alcalá, de la de Madrid.

La nueva Diócesis nació con gran impulso misionero, facilitado por una población joven y dinámica –durante años, Getafe ha sido la Diócesis con más jóvenes de Europa–, junto al ardor pastoral del obispo, que fue trazando el camino del presente y del futuro. Hoy, después de 30 años, hemos de reconocer y agradecer esta herencia que recibimos como un don de Dios y que
hemos de continuar en el hoy de nuestra historia.

Al primer obispo le sucedió Mons. Joaquín María López de Andújar, que durante tantos años ha guiado la marcha de esta Iglesia con sabiduría, humildad y entrega, ayudado por sus obispos auxiliares, Mons. Rafael Zornoza y Mons. José Rico Pavés; por el presbiterio diocesano, por los consagrados y por el pueblo santo de Dios. Pero hay que reconocer que la labor ha sido posible no solo gracias a las instituciones exclusivamente vinculadas a la figura del obispo diocesano, sino que estos 30 años ponen de manifiesto la importancia de que el obispo haya confiado y trabajado con asociaciones, movimientos eclesiales e institutos de vida consagrada.

La promoción de la familia y de la vida ha sido uno de los ejes de estas tres décadas. Muchas han sido las iniciativas tanto parroquiales como de diversos movimientos y de familias religiosas y diocesanas para ello. Quiero destacar la creación del Centro de Orientación Familiar (COF).

Las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada han sido otros de los esfuerzos que la Diócesis ha puesto en marcha a lo largo de este tiempo. Hemos sido bendecidos con la llamada al sacerdocio en la vida religiosa de multitud de jóvenes, y también para el clero diocesano. El Seminario Diocesano fue unas de las primeras instituciones que se pusieron en marcha en la Diócesis y cuyos frutos pueden contemplarse con la perspectiva de este tiempo.

No podemos olvidar el despliegue de la caridad en la Diócesis en estos 30 años: Cáritas, hospitales, cárceles, inmigrantes, pastoral obrera, etc.

La caridad cristiana se convierte así en un medio de evangelización y, por consiguiente, de desarrollo de la humanidad entre los más desfavorecidos. Estos, que pueblan nuestras a veces envejecidas poblaciones, ven de esta manera en la Iglesia no solo un lugar donde se sacian las necesidades básicas, sino también un referente para la construcción de una nueva sociedad.

Finalmente, la Diócesis ha cooperado con las diversas instituciones públicas –en especial con los ayuntamientos– y privadas.
En todo momento se ha querido lograr siempre el bien común, que es uno de los servicios que la Iglesia debe prestar a la sociedad.

Esta es nuestra historia, breve pero llena de vida y de perspectivas. Ahora, el Señor ha puesto el presente de la evangelización en nuestras manos y nos invita: “Id también vosotros a mi viña”.

Vivimos un tiempo nuevo con grandes desafíos, y también grandes oportunidades. Unos y otros los asumimos con gran confianza en el Señor, renovando nuestro compromiso para que Jesucristo sea conocido y amado por todos.

Queremos construir una Iglesia que sea hogar para los que se acercan, pero no una Iglesia encerrada en sí misma y en sus problemas, sino una Iglesia abierta, que sale al encuentro del hombre; que quiere ser samaritana para curar las heridas del corazón del humano.

Ahora emprendemos con toda la Iglesia un camino sinodal. Caminamos juntos, somos pueblo en camino hacia el Cielo, que es nuestra meta, nuestra patria definitiva.

Getafe es una Diócesis mariana. Son muchas las advocaciones que se veneran en nuestra geografía, y es la Virgen de los Ángeles su patrona, a la que encomendamos nuestro presente y nuestro futuro.

A todos os saludo con afecto, al tiempo que os bendigo,

+ Ginés García Beltrán

Obispo de Getafe

miércoles, 20 de octubre de 2021

Aprender a caminar juntos

 

Estamos trabajando en toda la Iglesia universal en la preparación del próximo sínodo de obispos, que por deseo del papa Francisco se celebrará en Roma en 2023, y que tendrá como tema el de la “sinodalidad”. El término “sínodo” significa en su etimología griega “hacer un camino juntos”. No nos resulta extraña a nosotros en Asturias esa cuestión, pues todavía tenemos reciente la celebración de nuestro sínodo diocesano que pudimos clausurar felizmente en 2012. Todos recordamos lo que supuso aquel “caminar juntos”: auscultamos la realidad en la que vivimos para descubrir los retos sociales, culturales y también eclesiales, que nos plantea este tramo de la historia en la que vivimos nuestra fe como comunidad cristiana siendo testigos del Evangelio de Jesús.

Pero acertar con el nombre de los desafíos que de toda índole encuadran y condicionan nuestro momento también a los cristianos, supuso ponernos en oración para pedir luz al Señor para no extraviarnos y la gracia de la fortaleza para no desanimarnos. Junto a la plegaria, también la comunión fraterna entre nosotros fue una ayuda determinante al comprender que la Iglesia de Cristo la formamos las tres grandes vocaciones: los pastores con nuestro ministerio, los consagrados con sus carismas y los laicos con su compromiso en el mundo del trabajo, la familia y la sociedad.

Todos reconocimos que nos hizo bien. Y todavía seguimos recibiendo inspiración y empuje de sus frutos para escribir la página que se nos asigna en una Iglesia de comunión, mientras trabajamos a todos los efectos las unidades pastorales. Éstas no sustituyen a las parroquias, pero sí nos permiten coordinar los tiempos y los espacios de otra manera, intentando hacer más y mejor la evangelización, con los recursos humanos y apostólicos con los que contamos en este momento para acompañar a nuestro pueblo y testimoniar a Cristo en el mundo.

El Santo Padre ha querido extender esta misma metodología sinodal a toda la Iglesia, caminando juntos como Iglesia del Señor. Siempre ha sido el horizonte último de la presencia y del quehacer de la comunidad cristiana, pero a veces hemos podido descuidar u olvidar algunos de los aspectos que nos constituyen como Pueblo de Dios, y por eso el papa ha visto necesario volver sobre ellos. Por eso, antes de llegar al sínodo de obispos del año 2023, tendremos en las diócesis un trabajo que nos servirá a todos nosotros en primer lugar, y luego podremos desde ahí aportar algo significativo a la reunión del papa y los padres sinodales que se reunirán en Roma.

En la misa de apertura de la preparación a ese sínodo, recordaba el papa Francisco tres verbos para comprender nuestro momento pre-sinodal. Vale la pena indicarlos, porque ahí se nos dan tres claves para entender nuestra participación. Cito sus palabras: encontrar – escuchar – discernir. Encontrarnos con el Señor y con aquellos que Él ha puesto a nuestro lado. Escuchar con el oído del corazón descubriendo lo que el Espíritu hoy nos está diciendo. Y, discernir, es decir, descubrir lo que en medio de nuestro tiempo y en la sociedad puede estar indicando Dios a su Iglesia.

También nosotros haremos el camino juntos, fraternamente, como Iglesia diocesana en comunión con el Santo Padre y toda la Iglesia universal. De este modo aprovecharemos el momento que vive toda la comunidad cristiana recorriendo al unísono nuestro propio sendero en unidad con ella. Con esta intención celebraremos la santa Misa en la Catedral de Oviedo el próximo domingo 24 de octubre a las 18’30 de la tarde. Allí nos veremos todos los que podáis participar, para dar comienzo como Iglesia diocesana lo que en todas las demás diócesis también se realizarán.

 

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm

Arzobispo de Oviedo

 

lunes, 18 de octubre de 2021

MENSAJE DEL PAPA PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES 2021

 


Queridos hermanos y hermanas:

 1. Cuando experimentamos la fuerza del amor de Dios, cuando reconocemos su presencia de Padre en nuestra vida personal y comunitaria, no podemos dejar de anunciar y compartir lo que hemos visto y oído. La relación de Jesús con sus discípulos, su humanidad que se nos revela en el misterio de la encarnación, en su Evangelio y en su Pascua, nos hacen ver hasta qué punto Dios ama nuestra humanidad y hace suyos nuestros gozos y sufrimientos, nuestros deseos y nuestras angustias (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 22). Todo en Cristo nos recuerda que el mundo en el que vivimos y su necesidad de redención no le es ajena y nos convoca también a sentirnos parte activa de esta misión: “Salgan al cruce de los caminos e inviten a todos los que encuentren” (Mt 22,9). Nadie es ajeno, nadie puede sentirse extraño o lejano a este amor de compasión.

La experiencia de los apóstoles

2. La historia de la evangelización comienza con una búsqueda apasionada del Señor que llama y quiere entablar con cada persona, allí donde se encuentra, un diálogo de amistad (cf. Jn 15,12-17). Los apóstoles son los primeros en dar cuenta de eso, hasta recuerdan el día y la hora en que fueron encontrados: “Era alrededor de las cuatro de la tarde” (Jn 1,39). La amistad con el Señor, verlo curar a los enfermos, comer con los pecadores, alimentar a los hambrientos, acercarse a los excluidos, tocar a los impuros, identificarse con los necesitados, invitar a las bienaventuranzas, enseñar de una manera nueva y llena de autoridad, deja una huella imborrable, capaz de suscitar el asombro, y una alegría expansiva y gratuita que no se puede contener. Como decía el profeta Jeremías, esta experiencia es el fuego ardiente de su presencia activa en nuestro corazón que nos impulsa a la misión, aunque a veces comporte sacrificios e incomprensiones (cf. 20,7-9). El amor siempre está en movimiento y nos pone en movimiento para compartir el anuncio más hermoso y esperanzador: “Hemos encontrado al Mesías” (Jn 1,41).

 3. Con Jesús hemos visto, oído y palpado que las cosas pueden ser diferentes. Él inauguró, ya para hoy, los tiempos por venir recordándonos una característica esencial de nuestro ser humanos, tantas veces olvidada: “Hemos sido hechos para la plenitud que solo se alcanza en el amor” (Carta enc. Fratelli tutti, 68). Tiempos nuevos que suscitan una fe capaz de impulsar iniciativas y forjar comunidades a partir de hombres y mujeres que aprenden a hacerse cargo de la fragilidad propia y la de los demás, promoviendo la fraternidad y la amistad social (cf. ibíd., 67). La comunidad eclesial muestra su belleza cada vez que recuerda con gratitud que el Señor nos amó primero (cf. 1 Jn 4,19). Esa “predilección amorosa del Señor nos sorprende, y el asombro —por su propia naturaleza— no podemos poseerlo por nosotros mismos ni imponerlo. […] Solo así puede florecer el milagro de la gratuidad, el don gratuito de sí. Tampoco el fervor misionero puede obtenerse como consecuencia de un razonamiento o de un cálculo. Ponerse en «estado de misión» es un efecto del agradecimiento” (Mensaje a las Obras Misionales Pontificias, 21-5-2020).

 4. Sin embargo, los tiempos no eran fáciles; los primeros cristianos comenzaron su vida de fe en un ambiente hostil y complicado. Historias de postergaciones y encierros se cruzaban con resistencias internas y externas que parecían contradecir y hasta negar lo que habían visto y oído; pero eso, lejos de ser una dificultad u obstáculo que los llevara a replegarse o ensimismarse, los impulsó a transformar todos los inconvenientes, contradicciones y dificultades en una oportunidad para la misión. Los límites e impedimentos se volvieron también un lugar privilegiado para ungir todo y a todos con el Espíritu del Señor. Nada ni nadie podía quedar ajeno a ese anuncio liberador.

 5. Tenemos el testimonio vivo de todo esto en los Hechos de los Apóstoles, libro de cabecera de los discípulos misioneros. Es el libro que recoge cómo el perfume del Evangelio fue calando a su paso y suscitando la alegría que solo el Espíritu nos puede regalar. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos enseña a vivir las pruebas abrazándonos a Cristo, para madurar la “convicción de que Dios puede actuar en cualquier circunstancia, también en medio de aparentes fracasos”, y la certeza de que “quien se ofrece y entrega a Dios por amor seguramente será fecundo” (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 279).

 6. Así también nosotros: tampoco es fácil el momento actual de nuestra historia. La situación de la pandemia evidenció y amplificó el dolor, la soledad, la pobreza y las injusticias que ya tantos padecían y puso al descubierto nuestras falsas seguridades y las fragmentaciones y polarizaciones que silenciosamente nos laceran. Los más frágiles y vulnerables experimentaron aún más su vulnerabilidad y fragilidad. Hemos experimentado el desánimo, el desencanto, el cansancio, y hasta la amargura conformista y desesperanzadora pudo apoderarse de nuestras miradas. Pero nosotros “no nos anunciamos a nosotros mismos, sino a Jesús como Cristo y Señor, pues no somos más que servidores de ustedes por causa de Jesús” (2 Cor 4,5). Por eso sentimos resonar en nuestras comunidades y hogares la Palabra de vida que se hace eco en nuestros corazones y nos dice: “No está aquí: ¡ha resucitado!” (Lc 24,6); Palabra de esperanza que rompe todo determinismo y, para aquellos que se dejan tocar, regala la libertad y la audacia necesarias para ponerse de pie y buscar creativamente todas las maneras posibles de vivir la compasión, ese “sacramental” de la cercanía de Dios con nosotros que no abandona a nadie al borde del camino. En este tiempo de pandemia, ante la tentación de enmascarar y justificar la indiferencia y la apatía en nombre del sano distanciamiento social, urge la misión de la compasión capaz de hacer de la necesaria distancia un lugar de encuentro, de cuidado y de promoción. “Lo que hemos visto y oído” (Hch 4,20), la misericordia con la que hemos sido tratados, se transforma en el punto de referencia y de credibilidad que nos permite recuperar la pasión compartida por crear “una comunidad de pertenencia y solidaridad, a la cual destinar tiempo, esfuerzo y bienes” (Carta enc. Fratelli tutti, 36). Es su Palabra la que cotidianamente nos redime y nos salva de las excusas que llevan a encerrarnos en el más vil de los escepticismos: “todo da igual, nada va a cambiar”. Y frente a la pregunta “¿para qué me voy a privar de mis seguridades, comodidades y placeres, si no voy a ver ningún resultado importante?”, la respuesta permanece siempre la misma: “Jesucristo ha triunfado sobre el pecado y la muerte y está lleno de poder. Jesucristo verdaderamente vive” (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 275) y nos quiere también vivos, fraternos y capaces de hospedar y compartir esta esperanza. En el contexto actual urgen misioneros de esperanza que, ungidos por el Señor, sean capaces de recordar proféticamente que nadie se salva por sí solo.

7. Al igual que los apóstoles y los primeros cristianos, también nosotros decimos con todas nuestras fuerzas: “No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (Hch 4,20). Todo lo que hemos recibido, todo lo que el Señor nos ha ido concediendo, nos lo ha regalado para que lo pongamos en juego y se lo regalemos gratuitamente a los demás. Como los apóstoles que han visto, oído y tocado la salvación de Jesús (cf. 1 Jn 1,1-4), así nosotros hoy podemos palpar la carne sufriente y gloriosa de Cristo en la historia de cada día y animarnos a compartir con todos un destino de esperanza, esa nota indiscutible que nace de sabernos acompañados por el Señor. Los cristianos no podemos reservar al Señor para nosotros mismos: la misión evangelizadora de la Iglesia expresa su implicación total y pública en la transformación del mundo y en la custodia de la creación.

 Una invitación a cada uno de nosotros

8. El lema de la Jornada Mundial de las Misiones de este año, “No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (Hch 4,20), es una invitación a cada uno de nosotros a “hacernos cargo” y dar a conocer aquello que tenemos en el corazón. Esta misión es y ha sido siempre la identidad de la Iglesia: “Ella existe para evangelizar” (S. Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 14). Nuestra vida de fe se debilita, pierde profecía y capacidad de asombro y gratitud en el aislamiento personal o encerrándose en pequeños grupos; por su propia dinámica exige una creciente apertura capaz de llegar y abrazar a todos. Los primeros cristianos, lejos de ser seducidos para recluirse en una élite, fueron atraídos por el Señor y por la vida nueva que ofrecía para ir entre las gentes y testimoniar lo que habían visto y oído: el Reino de Dios está cerca. Lo hicieron con la generosidad, la gratitud y la nobleza propias de aquellos que siembran sabiendo que otros comerán el fruto de su entrega y sacrificio. Por eso me gusta pensar que “aun los más débiles, limitados y heridos pueden ser misioneros a su manera, porque siempre hay que permitir que el bien se comunique, aunque conviva con muchas fragilidades” (Exhort. ap. postsin. Christus vivit, 239).

 9. En la Jornada Mundial de las Misiones, que se celebra cada año el penúltimo domingo de octubre, recordamos agradecidamente a todas esas personas que, con su testimonio de vida, nos ayudan a renovar nuestro compromiso bautismal de ser apóstoles generosos y alegres del Evangelio. Recordamos especialmente a quienes fueron capaces de ponerse en camino, dejar su tierra y sus hogares para que el Evangelio pueda alcanzar sin demoras y sin miedos esos rincones de pueblos y ciudades donde tantas vidas se encuentran sedientas de bendición.

10. Contemplar su testimonio misionero nos anima a ser valientes y a pedir con insistencia “al dueño que envíe trabajadores para su cosecha” (Lc 10,2), porque somos conscientes de que la vocación a la misión no es algo del pasado o un recuerdo romántico de otros tiempos. Hoy, Jesús necesita corazones que sean capaces de vivir su vocación como una verdadera historia de amor, que les haga salir a las periferias del mundo y convertirse en mensajeros e instrumentos de compasión. Y es un llamado que Él nos hace a todos, aunque no de la misma manera. Recordemos que hay periferias que están cerca de nosotros, en el centro de una ciudad, o en la propia familia. También hay un aspecto de la apertura universal del amor que no es geográfico sino existencial. Siempre, pero especialmente en estos tiempos de pandemia, es importante ampliar la capacidad cotidiana de ensanchar nuestros círculos, de llegar a aquellos que espontáneamente no los sentiríamos parte de “mi mundo de intereses”, aunque estén cerca nuestro (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 97). Vivir la misión es aventurarse a desarrollar los mismos sentimientos de Cristo Jesús y creer con Él que quien está a mi lado es también mi hermano y mi hermana. Que su amor de compasión despierte también nuestro corazón y nos vuelva a todos discípulos misioneros.

 11. Que María, la primera discípula misionera, haga crecer en todos los bautizados el deseo de ser sal y luz en nuestras tierras (cf. Mt 5,13-14).


Francisco