DEL QUIRÓFANO A LA
CLAUSURA
Testimonio de una cirujano que hoy entra en el Carmelo de Zarauz, publicado hoy en el Diario Vasco en la pag. 7
Si hace tres años alguien le hubiera dicho a a Akiko Tamura que iba a dejar su carrera de cirujana por convertirse en monja de clausura le hubiera contestado que si estaba «loco». Después de hacer prácticas en un laboratorio en
Creía que esa vida de clausura no iba con ella: «Soy una
persona muy activa, he hecho esquí con parapente, he viajado, era feliz con mi
trabajo. No era precisamente el prototipo de persona cuyo futuro fuera a estar
en un convento». Pero pese a las dudas de que su futuro fuera a estar en un
monasterio seguía preguntándose si Dios tendría ese «plan» para ella. «No se me
iba del corazón lo que había sentido y consulté con mi sacerdote y mi director
espiritual y me decían que cuando Dios quisiera me lo haría ver claro. Me
dijeron que siguiera siendo una cristiana coherente».
Y así lo hizo hasta el pasado jueves santo. «En ese día
que dicen que la llamada no existe, lo vi. nítidamente en mi conciencia. Sabía
que Dios me pedía que ingresara en un convento de clausura y que iba a estar
conmigo cuando fuera carmelita descalza», recuerda. Después de tener claro que,
efectivamente, su destino estaba en el monasterio zarauztarra, Akiko caminaba
de otra manera: «Me sentía como si fuera un pez fuera del agua y me tuviera que
ir. Y que Dios iba a estar conmigo. Noté una paz que si se me metía en la
cabeza hacer otra cosa se iría».
Apoyo familiar «doloroso»
Apoyo familiar «doloroso»
Con la decisión tomada llegó el momento de anunciar la noticia a su familia, amigos, compañeros de trabajo y pacientes. La primera reacción en sus amigos fue quedarse con la boca abierta, aunque los que más la conocen se lo esperaban. Su familia le apoya pero «con dolor». Al comienzo fue difícil para ellos encajar la noticia: «Me decían si lo había pensado, me preguntaban: «¿Qué vas a hacer allí? ¿Perder todos tus talentos?». Una pregunta que le ha tocado responder a Akiko en más de una ocasión. Pero tras ese escepticismo inicial sus más queridos comprueban «la paz y armonía que sentía».
Al comunicar su ingreso en el monasterio también se sorprendió de la espiritualidad de la gente, especialmente de sus pacientes, algunos de los cuales se emocionaron al conocer el nuevo rumbo de su doctora.
Akiko admite que no se enfrentará sola a esta nueva aventura «ni de broma». Pero la doctora tiene compañía: «Cojo las fuerzas del Espíritu Santo. Esto es idea de Dios y yo no sé como se hace, pero voy a fiarme y obedecer». Lejos quedarán sus largas operaciones en el convento de Zarautz, donde piensa rezar mucho, formarse, aprender las reglas de las carmelitas y hacer «lo que Dios quiera».
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