En su caminar, Jesús va instruyendo a sus discípulos acerca de su Pasión; estos no se enteran de nada. ¿Por qué? Porque durante la instrucción, discutían entre si sobre quien era el más importante de ellos. Esto nos parece tan vulgar como inadmisible, les pasó porque jamás habían acogido en sus corazones la Palabra, que oían en la sinagoga desde niños. De esto habló Dios a su pueblo en este Salmo: "Israel no me quiso obedecer y lo abandoné a la dureza de su corazón" (Sl 81,12-13a).
Ante su dureza de corazón, Jesús les invitó a ser como los niños, libres de
vanidades y ambiciones. Nadie puede alcanzar por sí mismo, esta libertad, que,
en el fondo, es dejar que Jesús, con la Fuerza de su Evangelio, cree en
nosotros el vuelo del alma, que es el Discipulado.
La Buena Noticia es que en el (Salmo
131) Dios promete que llegaremos a ser como niños: Sin ambiciones ni vanidades
propias del príncipe de este mundo.
Leemos la profecía que Dios inspiró al salmista: " Señor, mi corazón
no es ambicioso, ni mis ojos altaneros...acallo y modero mis deseos, como un
niño en brazos de su madre... (es decir, en los tuyos mi Dios) Así nos ama
Dios, nuestro Padre y también Madre (Sl 131).
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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