Dios se da a conocer a los humildes de Corazón
En este Evangelio, Marcos relata la enésima inclinación de sus discípulos
hacia el sórdido mundo de sus vanidades. Santiago y Juan expresan a Jesús, el
infame deseo que, ya que han dejado todo por seguirle, merecen ocupar un lugar,
junto a Él, en su Reino. El enfrentamiento en el grupo está servido y las voces
de protesta volaron como puñales.
Este hecho, nos ilumina a todos. ¿Cómo pudieron Santiago y Juan, presumir
de que lo habían dejado todo, si sus corazones, ahí estamos todos, era una
caverna de ambiciones por ser los primeros avasallando a los demás?
Nos preguntamos si Jesús, no podía haber escogido para el Discipulado, a
personas menos ambiciosas, sin vanidades. Pues no, porque Jesús vino al mundo
justamente porque el pecado original, que tanto nos atrae, nos deja a todos así
de tarados. No había otra solución que la de encarnarse y morir; dejarse clavar
en la Cruz, anulando así, nuestros sueños y taras de grandeza.
Miramos a Jesús y oímos que nos dice: "Aprended de mí, ¡¡que soy manso
y humilde de corazón” (Mt 11,29) !!Aprender viene del verbo prender!! Dejemos
hablar a Jesús: Si, prended, guardad mis palabras en vuestro corazón, reducen a
la nada vuestras ambiciones y vanidades.
Llevemos hacia nuestro corazón, con amor y humildad, el Evangelio de Jesús.
Ese amor y humildad que no tuvieron ni tienen los fariseos a quienes Jesús dijo
y dice: "Mis palabras no prenden en vosotros" (Jn 8,37b).
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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