Hoy hablamos de una mujer, presentada por Lucas, como pecadora pública.
Está alejada de Dios, y en cuanto tal nos representa a todos. Ha oído hablar de
Jesús y sabe que está comiendo en casa de un fariseo. Aun así, desafiando
rechazos e incluso insultos por parte de los comensales, decide, pase lo que
pase, ir a su encuentro. Es consciente de que es su ocasión para encontrar la
Vida, y no quiere desaprovecharla. Entra pues en la casa; sus ojos encuentran a
Jesús y acercándose, se arrodilla a sus pies y se los lava con sus lágrimas.
Para entender mejor el gesto de esta mujer, es necesario saber que los pies, en
la Espiritualidad de la Palabra, simbolizan el Evangelio del que emana la Vida.
Está mujer probablemente oyó, de niña en la sinagoga profecías mesiánicas, como
por ejemplo esta: "Que hermosos son los pies de los que anuncian la Buena
Nueva ..." (Is 52,7) Ninguno de los comensales reparó en que está profecía
se cumplía en Jesús; ella sí; por eso se abrazó a sus pies...a Él,
como estaba profetizado en el Cantar de los Cantares: "Encontré el amor de
mi alma, lo he abrazado y jamás lo soltaré..." (Ct 3,4a) Así hizo: se
acercó a Jesús y con sus besos y lágrimas y lo retuvo en el regazo de su
corazón. Jesús la perdonó todo porque en su audaz búsqueda demostró que le
amaba "con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas."
(Dt 6,4).
P. Antonio Pavía
Comunidadmariamadreapostoles.com
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