Todavía
existen familias, padres e hijos, que unidos rezan la oración litúrgica de
Laudes.
Todavía se ven en alguna que otra iglesia a padres e hijos participar
en la Misa dominical.
Todavía, algunas comunidades familiares, leen, meditan y
comparten criterios de la Palabra de Dios.
Todavía, la espiritualidad familiar
une y fortalece el amor entre todos.
No es de extrañar que tales familias experimenten el amor mutuo y los vínculos
de paz entre las dos generaciones. ¿Razón? Quienes simultáneamente se
unen-tratan al Dios de la Paz-Amor, reciben gracia, paz y amor. Si juntos, los
unos y los otros, piden amor y la paz; si la base triangular, (los miembros de
familia), se unen con el vértice, Dios, la fe nos dice que Él responde con
generosidad a todos y cada uno de los que le invocan. Y así, la familia que
reza unida no solamente permanece unida sino que fortalece la espiritualidad de
todos. Y encuentra el camino hacia la felicidad y la perfección.
Espiritualidad cristiana
En sentido amplio, por espiritualidad se entiende el camino hacia el
interior. La interioridad es denominador común de toda espiritualidad, pues el
hombre se entiende a sí mismo como espíritu y se define como espíritu. La
espiritualidad incluye la relación con lo trascendente, con el Misterio sin
excluir el camino hacia los otros, hacia la actuación en el mundo. La apertura
del yo al tú surge de la noción de persona cuyo centro es esencialmente
relación, comunión y diálogo.
Para un cristiano, la espiritualidad es la respuesta de quien vive bajo la
acción del Espíritu y se esfuerza en integrar toda su persona desde la fe, la
esperanza y el amor. Será también el modo de estructurar la vida cristiana con
sus objetivos, exigencias, motivaciones, obstáculos y medios.
Lo que pide
una espiritualidad compartida
En primer
lugar, no se concibe una vida comunitaria donde los miembros no se respetan ni
ama. Menos se entiende una vida familiar cristiana que no comparte la fe. Y en
este sentido, se puede afirmar que existe auténtica familia en la medida en que
se comparten las alegrías, la realización personal, las preocupaciones, las
esperanzas y la fe.
Muchos cristianos opinan que la vida espiritual es algo “muy íntimo”, reservado
para la propia persona. Sin embargo no falta quien confiesa que una
espiritualidad compartida en casa dio mayor consistencia a su familia. ¿Es
fácil o difícil compartir la vida espiritual?
Criterios. No se reduce la espiritualidad compartida a la vivencia
del amor como sentimiento, o a la vivencia conjunta de alguna que otra virtud
humana como el servicio, la fraternidad, fidelidad, respeto, responsabilidad,
etc. Ni se limita a recitar ocasionalmente alguna oración o rito sagrado. Es
más bien la vivencia conjunta de padres e hijos de la misma fe con sus
expresiones de piedad, liturgia y compromiso apostólico. Es decir, que se trata
del grupo-familiar convertido en una comunidad cristiana dinámica.
Como ideal, la espiritualidad compartida está presente en la familia que reza
unida, lee y reflexiona sobre la Palabra de Dios. Comunidad donde todos
participan juntos en la Misa y en otros sacramentos, se reúnen para revisar la
respuesta de su fe y para reflexionar sobre los acontecimientos familiares a la
luz de la fe, de la vocación cristiana. Es la comunidad familiar donde sus
miembros se corrigen y animan para seguir testimoniando el compromiso de Cristo
y para alcanzar la santidad. En una espiritualidad compartida entra como factor
importante la colaboración en obras de caridad o de evangelización.
Los fundamentos de la espiritualidad familiar.
Ante todo, están los
“cimientos” que sustentan la vida espiritual personal de cada cristiano. Pero
la espiritualidad añade el matiz “comunitario-familiar” que proviene de su
condición de “pequeña iglesia doméstica” alimentada por el sacramento del
matrimonio. Como fundamentos:
* La
familia es parte del Pueblo sacerdotal...
* Todos llamados a santificarse en la vida familiar
* La familia se alimenta del sacramento del matrimonio. Las gracias del matrimonio-sacramento
influyen en toda la vida familiar para santificar las relaciones
interpersonales, para ayudar a superar los múltiples problemas de la
convivencia, paternidad responsable, castidad conyugal, educación y testimonio
apostólico.
La familia como una comunidad de amor. Es el ámbito apropiado para que sea
realidad el amor fiel a la alianza bautismal: el amor fecundo que ayuda a la
realización de los otros; el amor de cruz que libera al otro con el sacrificio
personal; el amor de resurrección al superar con la gracia y la esperanza las
tribulaciones de la vida; el amor de signo al manifestar a todos la caridad de
Dios-Familia-Amor.
Dificultades
para compartir la espiritualidad
Muchísimas, pues hay que superar los obstáculos
graves contra la convivencia y el testimonio de la fe. Y actualizar las gracias
del sacramento del matrimonio.
Por ello, es muy comprensible el escaso porcentaje de familias cristianas que
compartan su fe y su piedad. A lo sumo, alguno de sus miembros vive
particularmente la espiritualidad cristiana. Pero que todos compartan resulta
más difícil todavía cuando no existe el mínimo de práctica religiosa.
Falta una educación comunitaria de la fe. De hecho cada uno “se las entiende”
particularmente con Dios. No existe confianza para compartir algo tan íntimo
como es la fe o las manifestaciones de la piedad.
Falta la espiritualidad particular. Quien descuida la expresión de su fe o no
la vive...mucho menos podrá compartirla con otros. A lo sumo se contenta con
alguna que otra manifestación de devoción individual.
Y existen otras dificultades. Como son: la falta de tiempo adecuado para
reunirse con tranquilidad; la mentalidad, porque los hijos no comparten las
ideas y costumbres religiosas de sus padres; los choques y conflictos que
enfrían la confianza y alejan a las personas; los malos testimonios que
“restan” autoridad; las tensiones, peleas y hasta odios que convierten la
comunidad de amor en pequeñas islas aisladas; -los criterios y prejuicios sobre
la fe compartida (le parece una hipocresía). Falta de autoridad de los padres
al no dar el testimonio que convenza a los hijos...
Manifestaciones.
La oración, la Misa y la Liturgia de las horas. Manifiesta la espiritualidad
cualquier actividad del espíritu desarrollada en la comunidad familiar como son
las conversaciones sobre la ayuda a la familia.
Orar juntos.
“La familia que reza unida permanece unida”. Se pueden aprovechar
circunstancias familiares que motiven la petición, la gratitud, la alabanza...
O simplemente basta con invocar la presencia de Dios con las oraciones
espontáneas o tradiciones, piadosas o litúrgicas como el rezo en familia del
rosario, la bendición de la mesa, el rezo de alguna parte de la Liturgia de las
Horas, de algún salmo…
Sugerencias para fomentar la espiritualidad en familia
La oración y especialmente la participación de todos juntos en la Misa.
La revisión de la vida familiar a la luz de la fe. ¿Qué nos dice el Señor a
nuestros problemas? ¿Cuál es su voluntad sobre el camino a seguir? ¿Cómo pueden
mejorar nuestras relaciones personales?
La celebración en familia de los acontecimientos litúrgicos. Es toda la familia
quien expresa su fe y su amor en los tiempos litúrgicos (por ejemplo en Navidad
o en Semana Santa).
El diálogo sobre la fe y el compromiso. En la familia se deben comentar con
interés los acontecimientos que afectan a la vida del mundo y de la Iglesia.
La ayuda mutua para madurar en la fe. Son los padres los primeros educadores de
la fe de sus hijos. Pero son también los hijos quienes pueden actualizar muchos
criterios y actitudes religiosas de sus padres.
La reconciliación conyugal y familiar. ¿Se rompió la paz y la caridad? Urge la
reconciliación motivada por la fe, centrada en el diálogo y finalizada con la
penitencia sacramental.
La vivencia de la piedad popular. En el hogar o fuera de él, pueden compartir
los miembros de familia devociones populares que sean típicas y que ayuden a
expresar la fe y el amor a Dios, a la Virgen, a los santos. Muchos miembros de
familia participan juntos en Cofradías con sus actos religiosos.
La espiritualidad, difícil pero necesaria para llegar a la
perfección y la felicidad.
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Digital
Urbano
Sánchez García