domingo, 29 de diciembre de 2019
Cómo el Hijo de Dios nace espiritualmente en el alma devota
Entonces, comprobaría la verdad de lo que dice
el Salvador: Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi
yugo es suave, y mi carga ligera.
Más aquí has de notar, oh alma
devota, que si te deleita este jubiloso nacimiento, primero debes ser María.
“María”, en efecto, significa mar amargo, iluminadora y señora
Después de esta feliz navidad,
conoce y gusta cuán suave es el Señor Jesús Suave, en verdad,
cuando es nutrido con santas meditaciones, cuando es bañado en la fuente de
devotas y tiernas lágrimas, cuando es envuelto en los pañales de los castos
deseos y cuando es alzado en brazos del santo amor, colmado de besos por los
afectos de devoción y abrigado dentro del seno del propio corazón. Así, pues,
nace el niño espiritualmente.
(San Buenaventura)
jueves, 26 de diciembre de 2019
El establo de Dios
¡Madre mía! 117 Km
de Nazaret a Belén por un desierto en absoluta soledad para cumplir con el
edicto del Cesar y los designios de Dios…
Supongo que fue un
viaje apoyado por ángeles, demasiado arriesgado para una Mujer a punto de dar a luz y un hombre, rienda en
mano, cargado con toda la responsabilidad de la salvación del mundo.
Días y noches con
sus descansos y peligros hasta llegar, por indicación de un hombre de Dios, a
un establo fuera de Belén. Sí, el refugio era “perfecto” y, allí esperaba un buey
para dar calor a quien nacería milagrosamente.
María sentada sobre
una manta en el suelo descansaba mientras José se procuraba agua de un
riachuelo cercano… Aquél lugar se convirtió en un hogar de paz y esperanza.
Era media noche cuando
una luz cegadora inundó a María desde lo alto. José quedó inmóvil, sin
reaccionar… Y del vientre de María, milagrosamente nace el Niño Dios que un Ángel entrega en sus brazos. La luz
desaparece y José vuelve a la realidad reconociendo el Divino milagro.
Desde aquel día, año
cero, el mundo se rige; desde 33 años después, los pecados perdonados del mundo,
los absorbe Dios; desde la Inspiración del Espíritu Santo a los Evangelistas,
el mundo conoce el camino, la verdad y la vida que le llevará al “Establo” de
Dios.
Fue el día, es el
día de Emmanuel para nuestra liberación ¡Feliz Navidad!
Emma
Díez Lobo
martes, 24 de diciembre de 2019
Trompetas y Ángeles que hacen Navidad
Dos anuncios del
Arcángel Gabriel dan comienzo a nuestra historia de Salvación. Son dos
trompetas que suenan aún para nosotros en los Evangelios de Mateo y Lucas,
anunciando a José y María la Buena Noticia de un Niño, —la Buena Noticia en
persona—, engendrado por Dios en un vientre virgen. La esperanza salvífica de
Israel había empezado a ser realidad. Su función en el teatro del mundo y de la carne, había comenzado. Oigamos
cómo suenan.
MATEO
1,24
MT 1,18 La
generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada
con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra
del Espíritu Santo. 19 José, su esposo, como era justo y no quería difamarla,
decidió repudiarla en privado.”
1:20 Así lo tenía
planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José,
hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en
ella es del Espíritu Santo. 1:21 Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre
Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.»
1:24 Despertado
José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a
su mujer.
+++++++++
Desde el punto de
vista de José la Navidad comienza con una noticia desconcertante. Al principio una mala noticia para él, que
pronto iba a ser la Buena Noticia eterna para la humanidad: María su joven
desposada que aún no convive con él, ni había tenido relaciones carnales, está
embarazada y dice que era fruto del Espíritu Santo. José toma su propia
decisión inspirado en la justicia de Israel, matizada por su presentimiento de
hombre bueno: divorciarse en secreto, y que fuese María la que explicase a la
gente lo que estaba pasando. Seguramente se iría, -pensó José-, a vivir lejos
de Nazaret, con su pariente Isabel hasta que todo se calmase. Le daría algunos
bienes para que tuviese con qué llegar allí, y él se quedaría llorando su
tragedia en soledad. Estaba decidido. Pensaba que Dios estaría contento con él
en aquello, o eso parecía.
Rezó a su Dios, e
intentó dormir algo para llevar a cabo su plan al día siguiente con
tranquilidad. Pero no habían acabado las sorpresas para él, porque Dios tiene
sus planes por encima de los nuestros. Apenas se quedó dormido, entró en su
sueño un Ángel, que no era cualquier ángel, era el Ángel del Señor, el Arcángel
Gabriel.
Es el primer ángel
que aparece en el Evangelio, el primer noticiero en la Buena Noticia, y conoce
perfectamente todas las cosas (las rémata,
los hechos de la salvación) del pasado, del presente y del futuro. Gabriel no
tiene conversación alguna con José, porque José no pregunta ni dice nada, ni
siquiera un Sí como María, o “aquí estoy” como Samuel, o “ya voy”. Nada. Se
levanta y empieza allí mismo a obedecer en silencio.
El ángel recorre en
su breve anuncio el pasado, el presente y el futuro, sacando de ellos lo que le
interesaba para ilustrar a José en su misión y a la humanidad del regalo ya
eterno de Dios en nosotros.
En el pasado
justifica su orden a José recordándole que es el “Hijo de David”. Así pone en
escena toda la realeza que era espina dorsal de la historia judía y de la
promesa.
Del presente le
interesan, primero, la nueva realidad del vientre de María portando la
novedad más nueva que había
sucedido en el cosmos en los miles de
millones de años que venía desarrollándose para esto. Y enseguida le interesa
al Ángel, el estado de conciencia de José, atormentado y desbordado por aquel
ectópico y extraño embarazo de su esposa casi adolescente. La primera palabra
del ángel no fue “no temas de mí”, como
había saludado a todos los que se apareció en aquella misión, sino «No temas José de tomar a María tu esposa
contigo, porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo». Y es que eso
era precisamente lo que asombraba y atemorizaba a José, que los hechos presentes
y reales de una tan gran Noticia y misión recayeran en él. No le asustó el
Arcángel, ni su voz de música, ni su apariencia como luz de cielo, sino el
Misterio del Emmanuel, Dios entre nosotros. Y pretendió quitarse de en medio
como Jonás, despachando a María por su camino, pero no pudo. La palabra del
Ángel lo confirmó en la misión dándole a
entender: “Para lo que viene, se necesita gente valiente como tú; gente que
confíe totalmente en la obra de Dios aunque parezca una locura extraña y
misteriosa. Pero tú eres hijo de David, que mató leones y a Goliat. Aquí tus
leones y gigantes son tu propio orgullo de ser un israelita justo y cumplidor
de la Ley de Moisés”. Porque ese era el problema de José, ¿Cómo pasar por
encima de la justicia y la Ley de su pueblo santo y escogido, para recibir la
gracia y el amor, nuevos en sus formas de entregarse? Pero alguna gracia más le
daría el ángel —que no cuenta Mateo—, y así fue como José superó a David en
valentía, porque superó todo lo de su pueblo
en cultura, tradición y ley, y superó su propio orgullo, su propio
pensamiento lógico, su propio amor a la
Ley. Y aceptó sin decir una palabra, el Misterio de Jesús en María. Más bien en
eso se pareció a Abraham, aceptando la Palabra de Dios contra toda lógica de
aquellos tiempos. Quizás también por eso Mateo inicia la saga de José en
Abraham, y no en Adán como hace Lucas.
El Ángel de Dios
también quedó maravillado por el acierto de Dios al encargarle a un hombre tan
humilde, la misión más grande que había tenido nadie, ni hombre ni ángel: ser
imagen perfecta del Padre del cielo, para el Hijo Único perfecto de Dios en la
tierra. Pero José no estaría solo en el desempeño del mandato, tenía la ayuda
del mismo Espíritu Santo y de María, el Templo de la Gracia. Y legiones de miles
de ángeles esperando ansiosos —si es que los ángeles tienen ansiedad— que el
Niño, la Reina Madre o José, dijesen o deseasen la más mínima cosa para acudir
con ella. Pero teniendo aquella Luz tan fuerte junto a ellos, no se les ocurrió
pedir ni una vela a los ángeles que en su afán de servir tuvieron que irse a la
montaña a cantar su alegría a unos pobres pastores.
Los ángeles corren
por los tiempos como nosotros recorremos los espacios. Si hoy queremos saber el
género de un feto, vamos al ginecólogo y nos lo dice. Pero los ángeles lo saben
incluso antes de ser engendrado el niño. Y es que los ángeles pueden viajar por
el tiempo, hacia el pasado y hacia el futuro, en su visión y su palabra, como
espíritus que son. Por eso Gabriel le
abre una ventana del tiempo a José y le dice que María: “Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús”. Es decir, lo
lleva hacia el futuro, y le dice que aquel fruto del Espíritu Santo y del
vientre de María, iba a ser un varón, —y en ese tiempo no había ecografías, ni
los Ángeles la necesitan—. Pero ¿y si hubiese sido una niña? ¿Hubiese cambiado
totalmente la historia?. Pero el Espíritu Santo debe tener una técnica
selectiva infalible de engendrar, y quería en María a su Hijo Jesús de Nazaret.
Como había querido en Isabel a Juan, o en Rebeca a Isaac.
El Ángel y José, no
solo fueron al pasado y vivieron el presente, sino que hicieron un pequeño viaje al futuro, a
nueve meses después de su encuentro, donde estaba confirmada ya la verdad. No
había vuelta de hoja, iba a ser Jesús de Nazaret, el Salvador del pueblo de
todos sus pecados. Se supone que el Ángel del Señor, Gabriel, vería también la
Cruz como instrumento de esa Salvación, aunque no dijo nada. José lo creyó y
viajó con el Ángel hacia su futuro.
En cuanto despertó,
recibió a María, y comenzó el viaje desde su presente ya en paz con todo lo que
tenía, hasta llegar a aquella noche de Belén en que todo lo que había oído y
creído del Ángel, empezó a ser clara realidad.
La maravilla sigue
siendo que nosotros podemos viajar con otro vehículo temporal, otro “ángel
hermoso”, el Evangelio santo, a ese tiempo y esos momentos en los que se estaba
haciendo realidad nuestra filiación divina, y gozar así de la misma gracia y
gloria que gozaron María y José, cada uno en su medida regalada. La Palabra de
Dios, como un ángel o noticia que es, se convierte, con la energía de la fe, en
el mejor vehículo para recorrer la historia de nuestra Salvación.
Y sigue funcionando
en el presente. Basta asomarse a nuestras calles llenas de luces, de alegría,
de esperanza, de presencias y amores, para saber que caminamos hacia la
Navidad. La mayoría de hombres no sabrán siquiera por qué es Navidad y están
alegres. Si queremos saber más en profundidad qué significan esas luces, tendremos
que leer de nuevo y despacito el Evangelio. Palabra por palabra, letra por
letra, y hasta las comas, —que son como los mantecados—. Así redescubriremos
cada año que todo se sigue cumpliendo.
En cuanto José
despertó del sueño, fue a buscar a María y la llevó a su casa. Ya eran
matrimonio consumado en el amor de Dios y ante Israel. ¡Hasta un hijo tenían en
ese amor del cielo! Y estoy seguro de que siendo vírgenes empezaron a tener relaciones personales, íntimas, hasta
donde nunca había soñado el amor de un hombre y una mujer poder llegar. Su
unión tenía lugar en la Palabra y sus cosas. Se contarían cada día las palabras
del Ángel a cada uno de ellos. Se contarían sus impresiones, sus miedos y
alegrías, que ya tenían claro y lo que todavía les quedaba oscuro, por venir,
en las manos veladas de Dios. Pero en la pequeña palabra suya que explicaba su
relación personal con el verbo de Dios, encontraron que amarse mutuamente en
aquel amor que miraba hacia el Niño, era más grande, luminoso, saciativo y completo
que cualquier otro amor soñado entre mujer y hombre; más grande que amor de
amigos íntimos; más identificativo que el amor a la patria y al pueblo. María y
José empezaron a descubrir el amor de Ágape que Dios nos tiene y que es su
misma esencia de amor reflejada en el hombre. Sus vidas y valores anteriores
quedaron olvidados ante el amor presente, ya siempre así, presente. En ese amor
que brotaba del niño prodigioso, están todos los hombres pasados, presentes y
futuros, porque es la unión de toda vida
en un solo suspiro. Eso es el Niño de María que José recibió en su casa en
nombre de la Iglesia de todos los tiempos, el amor del Padre que desde el
principio se dirige a Él (Jn, 1) y que hizo público su Nombre, solo su Nombre, desde que pronunció en su primer balbuceo,
nos dijo todo lo que vino a enseñarnos: ¡ABBÍ!, Padrecito mío, el Poderoso.
Para gozarlo, solo
hay que hacer la prueba y llamarlo desde la conciencia de niño, si queda algo
en nosotros. Muy pronto sentiremos su mano y su abrazo.
Manuel Requena
La VERDAD ha brotado de la tierra
«La
misericordia y la verdad se
encontrarán, la justicia y la paz se besarán; la verdad brotará de la tierra, y
la justicia mirará desde el cielo; el Señor nos dará la lluvia, y nuestra
tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus
pasos» (Sal 85,11-14).
San Agustín explica así el cumplimiento de esta promesa: «En la fiesta de Navidad celebramos el día en que se cumplió la profecía: “La verdad ha brotado de la tierra y la justicia ha mirado desde el cielo”. La Verdad que mora en el seno del Padre ha brotado de la tierra para estar también en el seno de una madre. La Verdad que contiene al mundo ha brotado de la tierra para ser llevada por manos de una mujer. La Verdad a la que no le basta el cielo ha brotado de la tierra para ser colocada en un pesebre. ¿Para qué vino alguien tan grande con tanta humildad? Ciertamente, no vino para bien suyo, sino nuestro, a condición de que creamos».
San Agustín explica así el cumplimiento de esta promesa: «En la fiesta de Navidad celebramos el día en que se cumplió la profecía: “La verdad ha brotado de la tierra y la justicia ha mirado desde el cielo”. La Verdad que mora en el seno del Padre ha brotado de la tierra para estar también en el seno de una madre. La Verdad que contiene al mundo ha brotado de la tierra para ser llevada por manos de una mujer. La Verdad a la que no le basta el cielo ha brotado de la tierra para ser colocada en un pesebre. ¿Para qué vino alguien tan grande con tanta humildad? Ciertamente, no vino para bien suyo, sino nuestro, a condición de que creamos».
«A condición de que creamos». Esta observación es importantísima.
Dios ya lo ha hecho todo por nosotros: nos ha enviado a su Hijo eterno como
salvador nuestro, ya que «viene a buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc
19,10), pero a mí en concreto no puede salvarme si yo no se lo permito, ya que
él respeta mi libertad.
En
Cristo, ya se han besado la justicia y la paz, la verdad ya ha
brotado de la tierra y la justicia ya nos ha mirado desde el cielo, la
salvación ya nos ha sido otorgada y ya hemos sido bendecidos con la paz.
A cada uno de nosotros le corresponde ahora acoger personalmente a Cristo y colaborar con él para establecer en el mundo la justicia, la paz y la salvación que él nos ha regalado en su nacimiento.
Ser colaboradores suyos es una gran dignidad y una gran responsabilidad.
¡Feliz
Navidad!
lunes, 23 de diciembre de 2019
Navidad y Ternura de Dios
"La Palabra se
hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1,14).
Considerando las muchas veces que encontramos
la Ternura de Dios en el Antiguo Testamento y a la luz del espíritu de la
Navidad, podemos transcribir la cita anterior de esta forma. La Ternura de Dios
se hizo carne y habitó entre nosotros.
¡Cuántas veces vemos esta Ternura en los
gestos y actitudes del Hijo de Dios!. Recordemos por ejemplo cuando traspasó con su
mirada amorosa el corazón de aquella prostituta que sentada a sus pies se los
lavaba con sus lágrimas y cómo dijo con énfasis a los perplejos
comensales: "sus muchos pecados quedan perdonados porque ha amado
mucho" (Lc 7,47).
En las entrañas de
Dios, el poder y el amor van de la mano y esto es lo que celebramos en Navidad:
que no hay abismo personal que no sea sometido por la Ternura de Dios. Tengamos
en cuenta que los pies simbolizan el Evangelio en la Escritura, por lo que ésta
prostituta que se abraza a los pies de Jesús representa a todos los que buscan
su Ternura hasta hacerse con ella y cuando la alcanzan, alcanzan también la
Pasión Inmortal por el Evangelio es decir la única pasión con el sello de la
inmortalidad que nos es posible vivir en este mundo. Pues ésta es mi petición y
deseo para todos vosotros en esta Navidad: que nos hagamos con la Ternura de Dios...
está entre nosotros, se llama Jesús, se llama también. Su Evangelio.
(P. Antonio
Pavía-Misionero Comboniano)
comunidadmariamadreapostoles.com
sábado, 21 de diciembre de 2019
María, modelo de maternidad Virginal
Hay
dichos populares que encierran buena carga teológica, como la expresión Felices Pascuas (en plural) para
felicitar la Navidad. Realmente Pascua es solo la celebración de la
resurrección de Jesús, pero también se aplica este nombre a su nacimiento. Es
que para los cristianos la celebración de la Navidad solo tiene sentido a la
luz de la Pascua de Resurrección. En ella el niño que nació en Belén llegó a su
meta y ahora es el Señor resucitado, que está presente como salvador en toda la
historia, especialmente en su Iglesia: Yo
estaré con vosotros todos los días hasta la consumación del mundo (Mt
28,20). Celebrar Navidad es tomar conciencia del comienzo de esta presencia
dinámica de Jesús en medio de nosotros como salvador. Por ello esta celebración
es también Pascua. En ella los cristianos tenemos la tarea de hacer realidad
esta presencia dinámica con la ayuda del Espíritu Santo en nuestra vida y en la
de los demás.
En este contexto la Iglesia nos recuerda
hoy la maternidad virginal de María como modelo de la maternidad de la Iglesia
y de cada cristiano. Las tres lecturas hablan del nacimiento virginal de Jesús,
hijo de Dios y descendiente de David. En la segunda lectura Pablo habla de Jesús, hijo de Dios e
hijo de David. El Evangelio, por su parte, nos dice cómo es hijo de David,
recordando la anunciación a José, en la que el ángel anuncia a José que su
esposa ha concebido por obra del Espíritu Santo, pero que él tiene la misión de
darle su apellido y hacer de padre legal, con lo que Jesús será legalmente hijo
de David, de acuerdo con el plan de Dios. El evangelista además ve un anuncio
de la concepción virginal en el antiguo oráculo de Isaías, que se recuerda en
la primera lectura, en que Isaías
anunciaba al rey Acaz que su joven mujer
había concebido un hijo, cuyo nacimiento será signo de que Dios
continuará acompañando a la amenazada dinastía de David y de esta forma seguirá
siendo Dios-con-nosotros, Enmanuel.
Históricamente se trataba de la concepción natural del futuro rey Ezequías,
pero Mateo reinterpreta el oráculo a la
luz de la revelación cristiana que conocía la concepción virginal de Jesús.
Hoy día hay en ciertos sectores
cristianos reticencias para aceptar el hecho de la concepción virginal de
Jesús, sin tener en cuenta que el dato está presente en el NT y en las
confesiones de fe desde la antigüedad. Las reticencias se deben a varios motivos, por una parte, a
desconocimiento del sentido teológico de la concepción virginal, y, por otra, a
la revalorización de la sexualidad humana y del matrimonio. Es verdad que la
sexualidad humana es positiva y querida por Dios y, por ello, también el
matrimonio, que vivido cristianamente, es medio de santificación. Por eso Jesús
pudo haber nacido de un matrimonio normal. Si no lo acepta la fe de la Iglesia
no es porque hubiera sido menos digno para el Hijo de Dios, sino por fidelidad
a la revelación, a los datos del NT interpretados así por toda la tradición de
la Iglesia.. En el credo apostólico profesamos: Y fue concebido por obra y gracia
del Espíritu Santo, nació de María Virgen y en el Niceno-constantinopolitano: Y por obra del Espíritu Santo se encarnó de
María, Virgen y se hizo hombre.
En cuanto al sentido de la virginidad en
este momento preciso, en el umbral del Nuevo Testamento, la virginidad es una
realidad negativa. En Israel el ideal de la mujer es el matrimonio y la
fecundidad, por ello la virginidad es una pobreza, una desgracia. En este
momento, la concepción virginal nos revela que Jesús es un don de Dios para el
que se sirve de la colaboración de una mujer, cuya aportación básica es su
pobreza. María hace presente a Jesús solo por obra del Espíritu Santo. Después
vivió su vocación como entrega total al servicio del plan salvador de Dios. A
partir de ella la virginidad consagrada pasó a tener un sentido positivo en la
Iglesia, como expresión y al servicio de la entrega total a Dios.
María, virgen-pobre, es modelo de la
Iglesia y del cristiano, llamados a hacer constantemente presentes a Jesús virginalmente, solo por obra del Espíritu
Santo, excluyendo todo poder humano coactivo, y sirviéndose de medios
pobres, nuestra palabra, oración y ejemplo.
En Navidad vamos a celebrar el comienzo de la presencia humana del
“Dios-con-nosotros”, presencia que quiere continuar sirviéndose de nuestra
pobre colaboración, que hemos de ejercer con fe, humildad, amor y
agradecimiento, como María, nuestra madre y modelo.
En la Eucaristía Jesús sigue
siendo Dios-con-nosotros y Salvador de forma virginal, por obra del Espíritu
Santo. Es el regalo que el Padre ofrece a sus hijos para alimentarles y
ayudarles a hacer presente a Jesús en medio del mundo de forma virginal.
Dr.
Antonio Rodríguez Carmona
jueves, 19 de diciembre de 2019
miércoles, 18 de diciembre de 2019
Señor, ¿Qué quieres que haga?
Quizá sea esta una
buena disposición para entrar en oración. O quizá, mejor, la pregunta la
podríamos entonar así: ¿Cómo me puedo dejar hacer por Ti? Y, ahondando un poco
más, podríamos pedir: ¡Señor, indícame el camino que tienes preparado para mí,
que sea yo capaz de descubrir, a la Luz de tu Evangelio, cuál es el sentido de
mi vida!
La vida la vamos
llenando de experiencias que no nos satisfacen, aunque sean buenas…pero siempre
dejan un poso amargo de no llenar completamente nuestra alma. San Agustín lo expresaba
así: “…Nos hiciste para Ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que
descanse en Ti…” (Del Libro de las Confesiones)
La pregunta inicial ya
entraña un error semántico: “hacer”, sinónimo de “crear”, en el lenguaje
bíblico. Efectivamente, el libro del Génesis nos relata la Creación de mundo en
siete días: “…Hizo Dios el cielo, y la tierra, y todos los animales…”,
significando la creación de todos los elementos vivos e inertes del Universo.
Pero esta potestad de crear es sólo patrimonio de Dios. El hombre transforma lo
creado, descubre lo que Dios dejó en la Naturaleza para que complete la obra de
su Creación. Pero sólo Dios crea= hace.
Por ello, ¿cómo
preguntar qué hacer? Él es el único que puede hacer (crear) en nosotros. Y nos
dirá David: “… ¡Oh Dios, crea en mi un corazón puro…”(Sal 50), un corazón puro
que en el sentido de la Escritura quiere decir un corazón que no sea idólatra,
que no vaya detrás de esos ídolos de barro, que no pueden salvar. Sólo él puede
volver a crear un corazón nuevo, como le pide David.
Esos ídolos que
“…tienen ojos y no ven, oídos y no oyen, tienen manos y no tocan, tiene nariz y
no huelen…” (Sal 115, 5-7).
(Tomás Cremades)
lunes, 16 de diciembre de 2019
El Belén
El Belén signo del presente verdadero Evangelio vivo,
que nos pone en la contemplación del Hijo de Dios que nació en Belén
Estoy
seguro que ya cercana la navidad muchos de vosotros estáis poniendo el Belén o
al menos pensando en el Belén, ese hermoso signo del presente que es un
verdadero Evangelio vivo, que nos pone en la contemplación del Hijo de Dios que
nació en Belén.
El Papa
Francisco a principio de éste mes nos dio una carta apostólica
Es
también ponernos espiritualmente en camino, atraídos por la humildad del Señor,
el Papa Francisco a principio de éste mes nos dio una carta apostólica preciosa
sobre el Belén se puede leer aquí:
https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2019/12/01/bele.html
El Papa
quería en estos días previos a la Navidad alentarnos a preparar el Belén, a
poner el Belén como es costumbre, hacerlo en nuestras casas pero también en el
trabajo, en la escuela, en los hospitales, en las cárceles, en las
plazas.
El Belén
espiritualidad popular donde vemos reflejado el Misterio de nuestra Fe
Es un
modo de una fantasía creativa de una espiritualidad popular donde vemos reflejado
el Misterio de nuestra Fe, donde nos alimentamos del Evangelio, porque al fin y
al cabo el Belén es puro Evangelio pero al mismo tiempo un Evangelio también
imaginado, un Evangelio donde ponemos nuestro afecto, donde nos vemos
implicados en esa historia de la Salvación.
El origen
del Belén viene del propio San Francisco de Asís
No sé si
muchos de vosotros estoy seguro que muchos sí, sabéis cómo nació el Belén, cómo
nació la tradición del Belén, pues mirad: El inicio del Belén el origen del
Belén viene del propio San Francisco de Asís, a su vuelta de Roma y al llegar a
Greccio una ciudad italiana él le pide a un hombre de aquella ciudad, que haga
una representación de la cueva de belén y al mismo tiempo del pesebre, para
poder encarnarse en ésta historia tan preciosa. Pues bien la noche del 25 de
diciembre muchos hermanos franciscanos y mucha gente de aquella comarca fue
precisamente a ver ese Belén.
En el
Belén no había figuras como las tenemos nosotros hoy, pero sin embargo todos
volvieron a su casa felices con una gran paz, una paz esa paz del corazón,
incluso dicen las fuentes que hay quien vió al niño Dios allí en ese
Belén.
¿Por qué
el Belén nos engancha, por qué el Belén es tan importante para nosotros?
Por eso
Greccio se ha convertido dice el Papa Francisco en un refugio para el alma, que
se esconde en la roca para dejarse envolver en el silencio. Pero la cuestión es
¿Por qué el Belén nos engancha, por qué el Belén es tan importante para
nosotros?
Pues
mirad porque es la posibilidad de sentir, de tocar esa pobreza del Hijo de
Dios, de seguirlo en su humildad, de saber que Él se hizo por nosotros hombre,
de sentirlo cercano, de rememorar en el corazón a través de los ojos, a través
de todos nuestros sentidos el gran Misterio, el precioso Misterio de la
Navidad.
Queridos
amigos, queridos hermanos, yo os invito a poner el Belén en vuestras casas, si
no teníais pensado hacedlo, no importa que el Belén sea más o menos importante,
aunque sea sencillo, aunque sea pobre pero que tengáis ante vuestros ojos y
ante el corazón el Misterio de la Navidad, el Hijo de Dios que nació en un
pobre pesebre de Belén.
Os deseo
a todos una feliz semana,
Mons.
Ginés García Beltrán
Obispo de
Getafe
sábado, 14 de diciembre de 2019
III Domingo de Adviento
PRIMERA LECTURA:
Lectura del libro del profeta
Isaías 35,1-6a.10: Dios vendrá y nos
salvará
SALMO
145, 6c-7.8-9a.9bc-10: Ven, Señor, a salvarnos
SEGUNDA LECTURA:
Lectura de la carta del apóstol Santiago
5,7-10: Manteneos firmes porque la venida
del Señor está cerca.
EVANGELIO:
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11,2-11: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que
esperar a otro?
La esperanza cristiana pasa
a través de las esperanzas humanas
La esperanza cristiana es un don de
Dios, que hemos recibido gratuitamente, igual que la fe y la caridad. Hemos de
pedir humildemente la gracia de permanecer y crecer en ella, afrontando todas
las dificultades.
Una causa de dificultades suelen ser las
esperanzas humanas que nos acucian con sus agobios. Realmente cuando una persona está agobiada
por problemas inmediatos de subsistencia (trabajo, casa, alimentación,
salud...) no está en condiciones de oír hablar de esperanzas en un futuro
cielo, que aparentemente no le
solucionan nada de su problema presente.
Incluso se ha acusado a la religión de alienante, opio del pueblo,
porque adormece a las personas, haciéndoles olvidar las opresiones y sufrimientos del presente en
aras de un hipotético cielo. La acusación descansa en una visión falsa de la
obra de Jesús y del cristianismo. Es verdad que se pueden dar personas que
actúen de esta manera, pero realmente están equivocadas, pues la esperanza
cristiana pasa a través de las esperanzas humanas. Son inseparables.
Las lecturas de hoy nos lo recuerdan: el
profeta Isaías con ricas imágenes (el desierto florecerá, el débil se
fortalecerá...) recuerda el futuro de
felicidad que Dios nos ha prometido (primera lectura), futuro que ya debe tener su eco en nuestro mundo
haciendo justicia a los oprimidos, dando pan a los
hambrientos, liberando a los cautivos, dando vista a los cielos... (Salmo
responsorial). Es lo que hace Jesús, que
se acredita como el Mesías prometido porque ya ha comenzado a realizar
estos signos, garantía de la plenitud que ciertamente llegará (Evangelio) y
hemos de esperar con paciencia (segunda lectura). El que espera con certeza,
tiene paciencia hasta que todo se cumple.
Alcanzaremos la meta de la esperanza
cristiana, el cielo, en la medida en que nos dediquemos a satisfacer las
esperanzas humanas de nuestro prójimo. La explicación es sencilla. La meta de
la esperanza cristiana es ver a Dios, unión íntima con Dios amor, y esto
implica una vida en amor creciente, que se traduce en amor concreto con las
personas que nos rodean y en vivir como fermento de justicia en la sociedad en
la que estamos insertos, comprometiéndonos en conseguir un mundo más justo, que
ofrezca esperanzas a todos los hombres, especialmente a los pobres. El
cristiano tiene que acreditar su condición siendo instrumento de Dios para
colmar las esperanzas humanas de los que lo rodean. No podrá resolverlo todo,
pero tiene obligación de hacer todo lo que pueda. Al final seremos juzgados de
amor.
Por otra parte, la esperanza cristiana
ayuda a purificar y relativizar las esperanzas humanas. Ayuda a purificar,
cuando nos hace ver que algunas son falsas, como las promesas de felicidad en
el dinero, en el sexo, en el prestigio... Igualmente ayuda a reconocer que
todas las esperanzas humanas son limitadas y no tienen capacidad para llenar la
vida de la persona. Los cristianos debemos repasar de vez en cuando el examen
que hace el libro del Eclesiastés de todas las felicidades humanas cuando se
absolutizan y exclamar: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”.
La esperanza cristiana en una felicidad
total en la comunión plena con Dios amor es la única que puede dar sentido a
nuestra vida, porque llena el corazón humano, creado para lo infinito, y es
para siempre.
En la Eucaristía Jesús sigue alimentando
nuestra esperanza en un final de plena felicidad y para ellos nos capacita para
ser instrumentos de esperanza para tantas personas que a nuestro alrededor
sufren agobiadas pos sus problemas. Así realizaremos los signos de la presencia del Reino,
continuando la obra de Jesús.
Dr. Antonio Rodríguez Carmona
viernes, 13 de diciembre de 2019
Hace tiempo
Hace tiempo que no
busco la paz sino es en ti.
Hace tiempo que
abandoné otros lugares donde calmar mi sed porque ya no me sirven.
Hace tiempo que conozco
el lugar donde el ansia sector calma y la respuesta es segura.
Hace tiempo que no me interesa
nada más que Tú
Tú que no dejas espacio
para otro consuelo cuando se conoce el tuyo.
Tu que nos das a probar
una paz que no conocíamos.
Tú que colmas todo a lo
que aspiramos y que no se parece a nada.
Hace tiempo que olvidé
todo para solo pensar en ti.
Hace tiempo que mis
ojos solo desean verte y morar en tu tienda: nuestra tienda del encuentro.
(Olga)
comunidadmariamadreapostoles.com
jueves, 12 de diciembre de 2019
¿Dónde mi Belén?
Me puse a buscar el
Belén entre las cajas de mi armario y no apareció por ningún lado. Quise recordar dónde la había puesto el año pasado, pero sin éxito me quedé pensando en qué
hacer…
… Y lo ubiqué dentro
de mí. No era un establo hecho de corcho y madera, era una parte del corazón
ocupada por María, el Hijo de Dios y un Santo descendiente de la casa de David.
Entre ventrículos,
sangre y arterias se cobijaba un Belén viviente que hablaba al son de los latidos.
Fue genial. Ya no necesitaba mis mudas figuritas de barro, éste año el Misterio
era diferente, palpitaba con la vida.
María toca mi
obediencia y protección y, se sitúa a la derecha en el corazón; José me alienta
en la Fe, permaneciendo de pié a la izquierda; y el Niño Divino en el centro de
los dos, para la liberación de mi alma. A cada personaje real, una labor a
profesar por los sentidos de mi esencia.
También vi los tres
regalos que depositaron los Magos a Jesús: Reino, padecimiento y Divinidad, eran
para mi crecimiento y perdón.
Pero ni Reyes, ni pajes,
ni pastores, ni animales, estaban ahí, permanecían fuera del Misterio, eran mi
mundo, mi calle, mi gente preparando la Navidad con portal, barro, musgo,
corcho y papel de plata…
Mi casa no lucía
Navideña como la de los demás. Sí, es verdad, éste año no estaba fuera de mí en
una mesa del salón, sino dentro de mí, con luces de esperanza y calor de
gratitud.
Emma
Díez Lobo
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