El anciano Simeón recibió de Yahvé la promesa de que
vería al Mesías, antes de morir y esperaba con ansias al que llamaban: El
Consuelo de Israel. Este hombre guardó fielmente en su corazón la promesa
recibida y por eso iba día tras día al Templo donde el Mesías tenía que ser
presentado ante Dios al nacer. Uno de esos días vio a Jesús en brazos de su
Madre que con José entró en el Templo.
Jesús, no tenía una estrella en la frente, ni le
brotaba un rayo de luz del pecho, pero Dios que no se deja ganar en amor y
fidelidad le movió hacia Él. Alborozado lo tomó en sus brazos y proclamó: ¡Ahora
mi Dios, ya puedes dejar a tu siervo morir en Paz...tengo a tu Hijo en mis
brazos, conmigo!
Después movido por el Espíritu Santo se dirigió a
María y anunció la esencia de la Misión de la Iglesia al decirla: "Una
espada te atravesará el alma” Si, una espada atravesó con saña el alma de
María, también la de Juan, en el Calvario: La espada del odio del mundo,
profetizado por Jesús: (Jn 15,18-19).
Espada de odio que, abriendo una herida en las almas
de los Discípulos de Jesús, libera el Fuego de Dios oculto en ellas: Es este
Fuego el que nos mueve a predicar el Evangelio "a tiempo y a
destiempo" (2 Tm 4,2) ... el que nos empuja a cuidar a los
necesitados, los enfermos, los desposeídos...etc. Si, la misión que Jesús
confía a los suyos, no es una carga heroica, ¡¡¡es...!! participar de su Fuego!! ...y entonces, como
pirómanos de su causa, incendiamos las almas inertes.
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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