Vimos que el Padre tomaba en sus manos los sarmientos
de la Vid (Jesús) para que no se echaran a perder por los parásitos, insectos...etc.
Es decir, por Satanás, el que envenenó con su propuesta los corazones de Adán y
Eva. Por ese afán de destruirnos Jesús le llama "padre de la mentira"
(Jn 8,44).
Los que hemos tenido la audacia de acoger el don del Discipulado,
estamos en las manos de Dios Padre, como proclama el Salmista: "Yo digo,
tú eres mi Dios. En tus manos está mi destino ..." (Sl 31, 15-16).
A veces nos
asaltan tinieblas que nos desestabilizan; es el momento de fiarnos totalmente
de Dios; momento de llevar al corazón lo que le dijo a Israel cuando, tentado,
creyó que Dios se había desentendido de él a causa de sus infidelidades. Escuchamos:
" Israel dice, Dios me ha abandonado” ... ¿Acaso puede una mujer olvidarse
del hijo de sus entrañas? Pues, aunque así fuese, yo no te olvido. ¡Mírame,
en las palmas de mis manos te llevo tatuado! (Is 49,15-16). Tengamos esto presente:
del transfundo del Evangelio resuena esta divina noticia: ¡Somos hijos de las
entrañas de Dios Padre y en sus manos estamos...tatuados! Bienaventurados
los que descubren y acogen este incomparable Tesoro de Dios...escondido en el
Evangelio de su Hijo. (Mt 13, 44)
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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