TESTIMONIO
DE UNA VOCACIÓN
Este
testimonio tiene el reflejo, de aquel tiempo nocturno de oración, que tantos
años practiqué en la Trapa
de San Isidro de Dueñas, y que es aún fuente de mi vivencia en el Misterio al
que nos abre la fe.
Es tu llamada para el que sepa oírla, porque si Tú no llamas, nadie podría entrar. Ni siquiera se sabría que hay que ir, ni dónde ir, ni para qué ir.
Cuando
Tú llamas, se podrá ir o no, se podrá entrar o no a tu presencia, quedarse
contigo o marcharse, pero cuando pronuncias la llamada, cuando se escucha el
nombre escrito en la piedrecita blanca por el que tú nos conoces, se empieza a
producir el milagro de relación personal contigo. Es como apretar el botón que
pone en marcha el movimiento del alma, por el camino de Cristo hacia el Padre,
por la Iglesia
que canta, hacia Dios.
Llamada
de todos los sentidos que no escuchan la luz sino la noche, y no es fácil dejar
de estar en ti, ni fácil tampoco estar contigo. La única forma de vivir el
instante supremo de la vida, es estar ''hacia ti'', hacia tu rostro, como tú
mismo vas al rostro de tu Padre. La llamada es como el viento que me refresca
el alma, y me trae los aromas de tu cuerpo, el Espíritu tuyo me despeina el
recuerdo, me hace sentir que una fuerza hacia tu mar me impulsa, y yo abro mi
vela de recuerdos y salgo hacia tu adentro. Me llamas y te escucho, sabiendo
cada una de tus sílabas, que tienen todavía gotas de tu saliva curativa, hecha
barro en mi sangre. Y así quedo mirando, y viendo donde vives. Y me acerco poco
a poco a conocerte vivo en mi conciencia, el espacio de cielo que me toca, a
donde tu has subido, y vives a la diestra de tu Padre, esperándome, mi tierra
prometida.
Si
después quieres tú mismo pronunciar nuestro nombre unido, entrelazado, y decir
donde vives, entonces será mágico el encuentro, de esos que dejan huella para
siempre, y podremos seguirte en este siglo nuevo que también necesita que estés
dentro.
Pero
eso ya lo sabes, todos los siglos te necesitan, desde siempre, pero este con
mas urgencia desde que fuiste hombre en medio de esos siglos, y llamaste a los
hombres, y algunos al menos, dejaron sus trabajos y te siguieron, dejaron sus
redes y los hiciste pescadores de hombres. ¡Y aquí estamos pescados! En tus
redes, en el copo bendito de tu barca la Iglesia.
Vocación
de tu boca en la Palabra
leída y escuchada, vocación de mi boca que pronuncia tu nombre en el misterio. Vocación
de venida y de ida, que se convierte en instrumento de unión entre todos. Llamar
y responder, pedir y recibir, vocación y seguirte... eso para alguno es convertirse a ti, y Tú a
nosotros, preludio del encuentro profundo que nos una y no termine nunca. Cielo
del hombre, seguir tu vocación. Entrar en el misterio, y compartir la vida en
la rumia despaciosa y templada de la palabra viva, de la buena noticia de tu
reino. Acordarse de ti en la entrada aún estrecha que da paso a la tierra
prometida, y en el recuerdo, tomar la inercia necesaria para pasar el río de la
muerte.
Por
lo pronto, lo que me toca ahora es estar 'a la puerta', llamando y recibiendo
limosnas como un pobre, sin poder decidir en mi destino hacia la patria, más de
lo que se me regala. No es fácil vivir en la pobreza, porque en definitiva, ser
pobre no es sino estar en la presencia el reino, como dice la bienaventuranza.
Le
doy gracias a Dios porque me ha enseñado que ya no tengo que moverme mucho para
'ir a El', para responder con hechos de conciencia a la orden del salmo. Casi
toda mi vida he estado preocupado por lo que Dios querría que hiciese, o a
dónde tendría que ir para agradarle, y por fin encontrarle. Hoy reconozco algo
que era obvio, pero que por mi torpeza no había entendido bien: para alabarlo
basta entrar a la escucha de su voz, no hay que ir físicamente a ningún sitio. Los
auténticos alabadores lo alaban en todos espacios, y en el Espíritu, y en la Verdad de su Palabra. Como
dice luego el mismo salmo, la auténtica alabanza se realiza 'entrando a su
presencia'. Ese movimiento interior que lleva al alma entera, al cuerpo y al
espíritu del hombre, desde su ausencia hasta su presencia, es 'ir a El', y a
eso llama el salmo cuando dice VENID.
Manuel Requena
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