viernes, 5 de diciembre de 2025

Partiendo la Palabra Dm II Adv. (Mt 3,1-12) Ante ti Señor

 

 Preparad el camino al Señor, exhorta fogosamente Juan Bautista a la multitud congregada. Al ver entre los oyentes, a un grupo de escribas y fariseos les llama a convertirse en términos más que atrevidos: les llama raza de víboras. Posiblemente tiene presente al Salmista que a los que vivían de apariencias, les comparó con las víboras que arrastran su vida con el veneno en sus labios (Sl 140,4).

 Efectivamente, como víboras venenosas, se apostaron unos escribas y fariseos, junto a Jesús Crucificado soltándole toda clase de injurias y desprecios (Mc 15,29-32...).

 Junto a Jesús Crucificado había también cuatro personas, de pie. María de Nazaret, María de Cleofás, María Magdalena y el Discípulo Amado. Repito, estaban de pie. El verbo que utilizó Juan para decir que estaban de pie, es el que se usa cuando, por ejemplo, una guardia real, recibe al presidente de un país extranjero; están homenajeando con gallardía a este visitante ilustre. Los cuatro que estaban junto al Crucificado (Jn 19,25-27) estaban con su cuerpo erguido, dando culto al "Rey de Reyes y Señor de Señores" (Jn 17,14).

 P. Antonio Pavía 

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miércoles, 3 de diciembre de 2025

Partiendo la Palabra Sl 45 (XXVI) Mis Palabras son Espíritu y Vida (Jn 6,63)

 


 Israel da culto a Dios con gran esplendor, y le reza sobre todo con los Salmos. Sin embargo, la mayoría se estanca en la tibieza porque rezan, pero no abren el oído para escuchar a Dios con disposición obediencial. Es como si no confiarán en las palabras que recitan, a veces incluso con lágrimas.

Al salir del Templo dejan de lado los rezos recitados con sus labios, no con su corazón. A Dios le duele el formalismo de su pueblo a quien exhorta una y otra vez en términos como este: "Ay, si mi pueblo me escuchase..." (Sl 81,11-13).

 De nada sirvió el lamento de Dios que entregó a Israel a la cautividad en Babilonia, no para castigarle sino para tomase conciencia del deterioro de su corazón. Al final y para que el hombre no llegue a ser una marioneta en manos del Tentador, enviará a su Hijo para que nos abra a todos los oídos y nos enseñe a escuchar y rezar como discípulos. (Is 50,4-5...) Solo así, Dios con su Palabra crea en nuestras entrañas la Fidelidad.

 

P. Antonio Pavía

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lunes, 1 de diciembre de 2025

Partiendo la Palabra (Sl 45) XXV Mis Palabras son Espíritu y Vida

 

 Oímos al Padre decir desde el Cielo: "Este es mi Hijo Amado en quien me complazco".

Con estas mismas Palabras recibe Dios en el Cielo al morir, a los Discípulos de su Hijo. Para que nos demos cuenta de la importancia de estas Palabras salidas de la boca del Padre, fijémonos que las repitió en el monte Tabor con un broche de oro: "Este es mi Hijo Amado en quien me complazco: Escuchadle" (Mt 17,5).

 Escuchadle, dice el Padre, si, Escuchadle, porque... ¡Él es mi Palabra! Esto era tan determinante para los primeros cristianos, que llamaban a Jesús: ¡La Palabra del Padre!

 Los tres Apóstoles que estaban con Jesús: Pedro, Santiago y Juan, en el Tabor, y oyeron estas Palabras del Padre, representan a los discípulos de Jesús de todos los tiempos. No caminemos por atajos atrayentes o sensacionalistas que no proceden del Padre.

El mismo Jesús nos lo hace saber en su Santo Evangelio: "...las ovejas le siguen porque conocen su voz, pero no seguirán la voz de un extraño...porque no conocen la voz de los extraños" (Jn 1O, 4b-5).

 A final de cuentas, María dijo esto mismo, a los sirvientes de la boda en Caná de Galilea, cuando se acabó el vino: "Haced lo que Él Os diga" que es lo mismo que dijo El Padre en el Tabor: ¡Escuchadle! (Jn 2,5).

 

P. Antonio Pavía 

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viernes, 28 de noviembre de 2025

Partiendo la Palabra Adviento (I Dom.) Ven Jesús, junto a mi

 


 Entramos en el Adviento, que nos prepara para la Venida de Jesús al mundo.

Partimos de esta pregunta: ¿De qué nos sirve esperar ansiosos la Navidad, vibrar con las fiestas que la acompañan, si no deseamos y buscamos con toda nuestra alma al Hijo de Dios que viene a nuestro encuentro?  Fijémonos en que Jesús viene a nosotros y nos traza el Camino que nos conduce al Padre (Jn 14,6) Si, vuelve al Padre haciéndose El mismo Camino hacia el Él.

El Adviento es la Encarnación de la Vida. Jesús está permanentemente en y con la Humanidad; Él nos hace hijos de su propio Padre por medio de su Palabra (Jn 1,9-12), y en la Eucaristía Alimento y Fuente de la Contemplación de Dios, en Espíritu y Verdad (Jn 4,23-24).

 El que entra -sea cual sea su historia de alejamiento de Dios- en este Espíritu del Adviento "saltará de gozo"  al saber que también iba por él, lo que dijo Jesús a María Magdalena, en su resurrección, para que lo supiéramos todos: "Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mí Dios y a vuestro Dios" (Jn 20,17,b). A este tesoro celeste, nos prepara el Adviento.

 

P. Antonio Pavía 

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miércoles, 26 de noviembre de 2025

Partiendo la Palabra (Sl 45) (XXIV) "Mis Palabras son Espíritu y Vida" (Jn 6,63b)

 


  A un cierto momento el autor, depositario de la profecía que Dios, hace de su Hijo, y como viendo a lo lejos su Encarnación, exclama: "Por eso Dios te ha ungido con óleo de júbilo entre todos tus compañeros. Descripción que se hizo gloriosa, en su Bautismo, en el río Jordán.

Allí el Padre anunció por medio de la inmersión de Jesús en las aguas, su descenso al antro de la muerte, para dar a continuación paso a su exaltación gloriosa, en su emersión, como Señor, en el rio Jordán.

Fue entonces que el Padre, viendo en su Hijo pisoteando la muerte, la Redención de la Humanidad, proclamó alborozado: "Este es mi hijo amado en quien me complazco" (Mt 3,17).

 En la elevación de Jesús, venciendo a la muerte, Dios Padre, se alegró por nosotros, vencedores también de nuestra muerte gracias a Jesús, su Hijo. 

 

P. Antonio Pavía 

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lunes, 24 de noviembre de 2025

Partiendo la Palabra (Sl 45) XXIII "Mis Palabras son Espíritu y Vida" (Jn 6,63b)

 

  Analizamos catequéticamente   la alabanza dada por el Salmista al Mesías: "Has amado la justicia y odiado la impiedad...".  La impiedad, llamémosla también maldad, es propia de quien, desdeñando la gloria de Dios, se deja seducir por la gloria que le ofrece Satanás, sin importarle que sea un engaño sostenido por globos de fantasía, abocado a su evaporación, como el rocío mañanero. Es propio del hombre que considera que Dios es superfluo, o bien alguien a quien no hay que tener muy en cuenta.

El hombre que asentándose en el vacío se va alejando más y más de la Roca que Jesús le ofrece con su Palabra (Mt 7,24-27). La impiedad no se asienta en el corazón del hombre por casualidad, tampoco por pecados ocasionales; la impiedad se escoge pertinazmente, como nos lo hace saber el autor inspirado de este Salmo: "Este es el camino de los confiados, el destino de los hombres satisfechos, son un rebaño para el abismo, la muerte es su pastor" (Sl 49, 14-15).

 A todo hombre se nos ofrecen dos glorias:  la de Dios, que nos ajusta a Él, que es Eterna, y la que presentó Satanás a los ojos de Jesús que nos es un simple fraude sino el peor regalo envenenado existente a lo largo de la historia. (Mt 4,8-10).

 

P. Antonio Pavía 

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viernes, 21 de noviembre de 2025

Fiesta de Cristo Rey (Lc 23,35-43) ¡Acuérdate de mí Señor...!

 


 Vemos en el Calvario a Jesús Crucificado, rodeado por una furiosa multitud, injuriándole. Con su Evangelio, Jesús había sacado a la luz, sus demonios internos con las falsas apariencias, que ocultaban en sus corazones, emponzoñados por la soberbia, y es que fariseísmo y   soberbia encajan perfectamente.

 En el Calvario la victoria satánica parece imponerse, cuando de pronto Dimas, condenado con Jesús, por malhechor, proclama su Realeza: ¡Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino!

 Recordemos que Jesús había dicho a sus Discípulos que serían la Luz del mundo (Mt 5,14) Dios que repele las apariencias, escogió a este malhechor, arrepentido, para dar Testimonio de la Inocencia de Jesús, siendo así la Luz iluminadora, que curó la ceguera de sus corazones. Luz salvífica, pues como dice Lucas..."Todos se volvieron  como publicanos (Lc 18,13)” golpeándose el pecho.

 

P. Antonio Pavía 

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