Mis Palabras son Espíritu y Vida (Jn 6,63b) (III)
Hablamos de una alegría más Divina
que humana de este "amigo de Dios ". Entrevemos que este hombre tiene
no solo prisa, sino también urgencia por dar a conocer a todos " los
hambrientos de Trascendencia” las maravillas que Dios está haciendo en su
corazón y en sus entrañas...como siglos después proclamó María de Nazaret (Lc
1,49).
Es sorprendente la perentoria
necesidad que atisbamos en Él, por hacernos partícipes de lo que Dios ha
sembrado en su alma...primicia de la fe adulta que Jesús siembra en todos
aquellos que trasladan amorosamente su Evangelio hacia su corazón, conscientes
que sus Palabras son las semillas de Vida, que engendran la fe, y con ella,
nuestro nacer de nuevo como nos dijo Pedro (1Pe. 1,23-25).
El Salmista profetiza el porqué de la Evangelización, al decirnos que
no escribe para "convencer a nadie”; sino para hacer partícipes de la
Gloria de la Palabra que habita en Él, y a todos los que quieran, no solo para
conocer a Dios sino para ... ¡HACERSE CON ÉL EN SUS ENTRAÑAS!
Esto y no otra cosa es la Evangelización que está a años luz de cualquier
tipo de proselitismo o de sabiduría del mundo como nos dijo San Pablo (1 Co
2,1...). La vivencia y urgencia de este Salmista nos recuerda el grito tan
angustioso como amoroso del Apóstol: “¡Ay de mi si no predicara el Evangelio!"
(I Co 9,16).
P. Antonio Pavía
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