sábado, 30 de junio de 2018

XIII Domingo del Tiempo Ordinario



Jesús nos ayuda a caminar a la plenitud de la vida.

        El evangelio narra un doble signo de Jesús en los que presenta el Reino de Dios como plenitud de la vida y él se presenta a sí mismo como sabio pedagogo que nos ayuda a caminar hacia esa meta.

        Jairo cree que Jesús puede curar una enfermedad gravísima y pide ayuda a Jesús. Cuando más adelante le anuncian que su hija ha muerto, sus siervos opinan que ya es inútil la ayuda del Maestro, pues es impotente ante la muerte. Aquí interviene Jesús pidiendo a Jairo que continúe creyendo y revivifica a su hija. Este signo es un anuncio de que el Reino de Dios implica la destrucción de la muerte, que como enseña la primera lectura, ha entrado en este mundo por envidia del diablo (cf. Gén 3), pues, aunque el hombre es mortal por naturaleza, en los planes primitivos de Dios entraba mantenerlo en vida “comiendo del árbol de la vida” (cf. Gén 2). En nuestra situación actual Jesús, muriendo y resucitando, ha quitado el sentido negativo a la muerte física y la ha convertido en puerta para la resurrección. El cristiano, por la fe y el bautismo, tiene una vida con sentido, sabiendo que ahora le toca compartir la muerte de Jesús, viviendo como servicio todas las vicisitudes de la vida cristiana, y participando después de su resurrección (cf. Rom 6,1-11).

        El relato de la curación de la hemorroísa está intercalado en el relato de la hija de Jairo, por motivos literarios y teológicos. Literarios para dar “tiempo narrativo” a que muriera la hija de Jairo, y teológico, para afirmar que es verdad que Jesús puede curar de una enfermedad como signo del anuncio del Reino de Dios. Dios nos ha creado para la vida plena; la llegada del Reino pleno significará la desaparición de todo dolor y enfermedad. Mientras tanto algunos pocos pueden recibir el don de una curación, pero a todos capacita la fe para dar un sentido redentor al dolor.

En ambos relatos aparece Jesús como buen pedagogo de la fe. Si a Jairo ayudó a pasar de la fe en lo difícil a la fe en lo imposible, ayuda también a la hemorroísa a pasar de una fe mágica, caracterizada por el “tocar”, a una fe cristiana que se caracteriza por una relación personal de confianza con él. La hemorroísa sufría una larga y costosa enfermedad. El relato enfatiza la gravedad de la situación. Oyó hablar del poder de Jesús y se acerca a él para “tocarlo” con una actitud mágica, y quedó curada. Pero a continuación Jesús provoca que establezca con él una relación personal y lanza una pregunta que en aquel contexto de masas que se apretujan no tenía sentido: ¿Quién me ha tocado? Repetida varias veces la pregunta, la mujer se acerca a Jesús y habla con él y Jesús certifica la curación: “tu fe te ha salvado”. 

        Dios es el Dios de la vida, la felicidad y la alegría. Nos ha creado para que la compartamos con él. Ser cristiano es tener una vida con sentido y colaborar en la defensa y promoción de la vida, que sigue siendo signo de la presencia del Reino de Dios hasta que llegue a su plenitud. Como colaboradores del Reino, hemos de compartir el amor pedagógico de Jesús ante la religiosidad popular, con frecuencia mágica e incrédula ante la resurrección, ayudando a los hermanos a pasar de la fe mágica a la cristiana y de la fe en las cosas difíciles a la fe en la resurrección, que es lo específico cristiano. Desgraciadamente no son pocos los cristianos que no creen en la resurrección.

 La Eucaristía es el sacramento de la vida en que participamos de forma especial la resurrección de Jesús y nos alimentamos para participarla plenamente.

Dr. Antonio Rodríguez Carmona


viernes, 29 de junio de 2018

Jor­na­da de Res­pon­sa­bi­li­dad en el Trá­fi­co 2018




Este año se cum­ple el 50 aniver­sa­rio de la crea­ción del de­par­ta­men­to de Pas­to­ral de la Ca­rre­te­ra, den­tro de la Co­mi­sión Epis­co­pal de Mi­gra­cio­nes.

Una con­me­mo­ra­ción que mar­ca­rá la Jor­na­da de Res­pon­sa­bi­li­dad en el Trá­fi­co 2018, que se ce­le­bra el 1 de ju­lio, fies­ta de San Cris­tó­bal, pa­trono de los con­duc­to­res. Para re­cor­dar esta efe­mé­ri­de se ha ele­gi­do el lema, «Y sa­bed que yo es­toy con vo­so­tros to­dos los días» (Mt 28, 21).

El pre­si­den­te del este de­par­ta­men­to, Mons. José Sán­chez Gon­zá­lez, de­di­ca par­te del Men­sa­je para la jor­na­da a re­cor­dar la tra­yec­to­ria de esta Pas­to­ral. Pero tam­bién se­ña­la que “qui­zá no ven­ga mal re­cor­dar la gra­ve­dad y las con­se­cuen­cias de los ac­ci­den­tes via­les y la se­rie de in­con­ve­nien­tes y per­jui­cios -muy di­fí­ci­les de so­por­tar- que aca­rrean a nues­tra so­cie­dad”. “Los cen­te­na­res de per­so­nas que mue­ren o que­dan in­vá­li­das anual­men­te en nues­tro en­torno -con­ti­nua- cons­ti­tu­yen un pro­ble­ma dra­má­ti­co que afec­ta a toda la so­cie­dad”. Por eso, “in­vi­ta­mos a to­dos los ciu­da­da­nos, pea­to­nes y con­duc­to­res de cual­quier vehícu­lo, a la res­pon­sa­bi­li­dad en el trá­fi­co, pues, como dice el papa Fran­cis­co: «para in­cre­men­tar la se­gu­ri­dad no bas­tan las san­cio­nes, sino que se ne­ce­si­ta una ac­ción edu­ca­ti­va que con­cien­cie más so­bre las res­pon­sa­bi­li­da­des que se tie­nen so­bre quie­nes via­jan al lado»”.

«Y sa­bed que yo es­toy con vo­so­tros to­dos los días» (Mt 28, 21)

1 de ju­lio de 2018

(Fies­ta de San Cris­tó­bal)


jueves, 28 de junio de 2018

Los puentes



Abro el libro y sales a mi encuentro con Palabras que son puentes que tú construyes entre tú y yo.

Cada uno de ellos, un puente distinto que me lleva de ti a mí. De mi a tu eternidad.

Cada palabra es un puente que, una vez cruzado, abre mi vida al otro lado, donde estás Tú.

Allí se despliega un paisaje nuevo, brillantes, insólito, cálido.

Un lugar que rompe las barreras de mi mundo limitado por los sentidos y, donde mi alma encuentra su hogar.

Ahora vuelvo desde esos puentes, tus palabras, a mi mundo, al de aquí.

Lo recuerdo y espero de nuevo el momento en que Tú me invites de nuevo a cruzar otro puente hasta allí.

Intuyo que así, Tú me enseñas en esos encuentros, cómo es la Vida Eterna.

(Olga Alonso)
comunidadmariamadreapostoles.com

miércoles, 27 de junio de 2018

Aquí no se ven­den fru­tos, sim­ple­men­te se re­ga­lan se­mi­llas



Una mu­jer, mo­vi­da por la cu­rio­si­dad, se aden­tró en «la tien­da del cie­lo» que aca­ba­ban de inau­gu­rar en la pla­za del mer­ca­do de su pue­blo. De­trás del mos­tra­dor se en­con­tró nada me­nos que con Dios.

–Bue­nos días, dijo la se­ño­ra.

–Bue­nos días, le res­pon­dió Dios es­bo­zan­do una cá­li­da son­ri­sa.

–La ver­dad es que no es­pe­ra­ba en­con­trar­me con este ten­de­ro, co­men­tó la se­ño­ra.

–Nues­tra «ca­de­na» no cie­rra ni hace va­ca­cio­nes, re­pli­có Dios. Y a mí siem­pre me toca «es­tar al qui­te» (de guar­dia).

– ¿Qué se pue­de ad­qui­rir aquí?, pre­gun­tó con­mo­vi­da la se­ño­ra.

– ¡Todo lo que su co­ra­zón desee! Le res­pon­dió Dios sin ti­tu­bear.

To­da­vía sin dar cré­di­to a lo que es­ta­ba vien­do y sin­tien­do, co­men­zó a ha­cer su pe­di­do:

–Pón­ga­me un poco de paz in­te­rior, amor, fe­li­ci­dad, sa­bi­du­ría, li­ber­tad, au­ten­ti­ci­dad, no­ble­za, com­pren­sión, per­se­ve­ran­cia, hu­mil­dad, per­dón, se­re­ni­dad, pa­cien­cia, bon­dad, sen­ci­llez… Dios fue to­man­do pun­tual­men­te nota de todo en su ta­blet ce­les­te. A los dos mi­nu­tos, por un so­fis­ti­ca­do to­bo­gán en for­ma de ser­pen­tín, bajó el pe­di­do en­va­sa­do en di­mi­nu­tas bol­sas de plás­ti­co que di­li­gen­te­men­te en­tre­gó a la se­ño­ra. Vien­do su cara de asom­bro, re­pli­có Dios:

– Igual no supe ex­pli­car­me bien. Aquí, se­ño­ra, no ven­de­mos fru­tos, sim­ple­men­te re­ga­la­mos se­mi­llas.

La Pa­la­bra que se nos ha pro­cla­ma­do alu­de a la se­mi­lla en­te­rra­da que cre­ce poco a poco has­ta con­ver­tir­se en un gran ar­bus­to. Esto me evo­ca la gra­tui­dad y la fe­cun­di­dad del Reino de Dios que se des­cri­be elo­cuen­te­men­te en la his­to­ria que aca­bo de na­rrar. Con esta ima­gen Je­su­cris­to vi­si­bi­li­za el apa­ren­te fra­ca­so de su mi­sión, dada la len­ti­tud o la pre­ca­rie­dad de me­dios uti­li­za­dos, fren­te a las ex­pec­ta­ti­vas que los ju­díos te­nían so­bre la lle­ga­da e im­plan­ta­ción del Reino de Dios.

La se­mi­lla va cre­cien­do por sí sola has­ta la sie­ga. Su cre­ci­mien­to con­ti­nuo es in­de­pen­dien­te de la inac­ti­vi­dad del la­bra­dor. Esto po­dría ha­cer­nos en­ten­der equí­vo­ca­men­te la des­preo­cu­pa­ción del cam­pe­sino, y, por analo­gía, del mis­mo Dios. Todo lo con­tra­rio. El si­len­cio de Dios du­ran­te el desa­rro­llo de la co­se­cha es más apa­ren­te que real, lo mis­mo que la ex­pec­tan­te inac­ción del la­bra­dor. De­bi­do a su fuer­za in­ter­na, la se­mi­lla del Reino está ac­tuan­do ya des­de sus co­mien­zos in­sig­ni­fi­can­tes, lo­gran­do un cre­ci­mien­to len­to pero im­pa­ra­ble. Su efi­ca­cia está ase­gu­ra­da, pero no su es­pec­ta­cu­la­ri­dad.

La pa­cien­cia de Dios es una lec­ción para los que quie­ren co­la­bo­rar con Él en la ins­tau­ra­ción de su Reino en el mun­do. Dada nues­tra afi­ción al éxi­to rá­pi­do y es­pec­ta­cu­lar, a la pro­gra­ma­ción, a la efi­ca­cia pro­duc­ti­va, a la es­ta­dís­ti­ca y al por­cen­ta­je… es fre­cuen­te la im­pa­cien­cia por los re­sul­ta­dos y por los fru­tos vi­si­bles e in­me­dia­tos. Pero ésa no es la tác­ti­ca de Dios.

La in­fa­li­ble, aun­que a ve­ces des­con­cer­tan­te, tác­ti­ca de Dios re­si­de en la po­ten­cia­li­dad, en la fuer­za in­ter­na, en el in­con­te­ni­ble di­na­mis­mo ex­pan­si­vo que en­cie­rra en sí mis­mo cada se­mi­lla has­ta que emer­ge, flo­re­ce y fruc­ti­fi­ca.


Si con la pa­rá­bo­la de la se­mi­lla que cre­ce sola res­pon­de Je­sús a los im­pa­cien­tes que no acep­ta­ban el rit­mo len­to del cre­ci­mien­to del Reino, con la del grano de mos­ta­za sale al paso de quie­nes no en­ten­dían la pe­que­ñez y la po­bre­za de los me­dios em­plea­dos para la ma­ni­fes­ta­ción del es­pe­ra­do reino me­siá­ni­co. Ése es el es­ti­lo de Dios. Tam­bién con las se­mi­llas que Él ha sem­bra­do en nues­tro pro­pio co­ra­zón.

Cuán­tas ve­ces, tam­bién en las cir­cuns­tan­cias ac­tua­les, desea­ría­mos que Dios se mos­tra­ra más fuer­te. Que ac­tua­ra du­ra­men­te, que de­rro­ta­ra el mal y crea­ra un mun­do me­jor. To­das las ideo­lo­gías del po­der se jus­ti­fi­can así, ale­gan la des­truc­ción al pro­gre­so y a la li­be­ra­ción de la hu­ma­ni­dad. Los cris­tia­nos, como ex­pre­só ma­gis­tral­men­te el Papa emé­ri­to Be­ne­dic­to XVI en su ho­mi­lía al inicio de su Pon­ti­fi­ca­do, son bien cons­cien­tes de que el mun­do es re­di­mi­do por la pa­cien­cia de Dios y des­trui­do por la im­pa­cien­cia de los hom­bres. La Igle­sia, como nue­vo pue­blo de Dios, no debe te­mer el fra­ca­so del evan­ge­lio por la po­bre­za de me­dios y me­nos to­da­vía ce­der a la ten­ta­ción de téc­ni­cas so­fis­ti­ca­das de cho­que o de pro­pa­gan­da co­mer­cial. Cris­to po­día ha­ber ac­tua­do ful­gu­ran­te­men­te pero pre­fi­rió ser­vi­do­res po­bres e in­con­di­cio­na­les. Él mis­mo se con­vier­te en se­mi­lla y fer­men­to de ese Reino, pues mu­rien­do en la cruz, dio ori­gen al hom­bre y al mun­do nue­vo de la re­su­rrec­ción. Pi­dá­mos­le que cada uno de los hi­jos del Alto Ara­gón nos cons­ti­tu­ya­mos en ver­da­de­ro ger­men del  Reino de­fi­ni­ti­vo.

Con mi afec­to y ben­di­ción,
+ Ángel Pé­rez Pue­yo

martes, 26 de junio de 2018

Dios vino sólo por ti


                                    



Somos la parte más importante de la estructura de su Reino y fíjate lo esencial que eres, que sin ti, el cielo está medio vacío. Ya sé que hay Seres Extraordinarios que entraron directos en el cielo (estaban esperando) y no hace mucho -unos pocos siglos antes de que en España hubiera reinos-, pero amigo, Él NO vino por ellos, vino por ti.

Y no hubo otra razón para venir sino tú, porque tú eres único y muy especial.   

¡Claro! que si no quieres estar en su Reino y Le das la espalda… Para Él será una segunda crucifixión: La primera, Morir por ti; la segunda, qué fue inútil para ti, pero jamás te obligará a compartirlo.
   
Eres libre como el viento ¡faltaría más! Pero mira lo que pierdes y lo que ganas ¡Crucial!

Si pasas de su Palabra, irás a “la izquierda”… Demonios, odios anormales, fuegos de mil grados, torturas y asquerosidades múltiples…  eteeeeeernamente. No me lo invento, lo dijo Él: “…Y pondré los cabritos a la izquierda…” (Mt. 25:33).

Si acoges su Palabra, irás a “la derecha”… Amor, alegría, conocimiento, campos indescriptibles… eteeeeeernamente. No me lo invento, lo dijo Él: “…Y pondré las ovejas a mi derecha…” (Mt. 25:33). 

¡Chicos! La cosa es muy pero que muy seria y tenemos sólo un tiempo para elegir.  
  
Ante nuestra miseria (léete en el Evangelio lo gran pecador que eres), pidamos perdón en confesión y Comulguemos. Pero si tú creyeras otra cosa, está claro que Jesús no mereció morir por ti.

¡Piénsate muy bien que vas a hacer! Y no olvides que sólo vino a por ti.

Emma Díez Lobo

domingo, 24 de junio de 2018

Ma­dre, en­sé­ña­nos a ser dis­cí­pu­los mi­sio­ne­ros




La se­ma­na pa­sa­da, 25 años des­pués de que san Juan Pa­blo II de­di­ca­ra la ca­te­dral de San­ta Ma­ría la Real de la Al­mu­de­na, arran­có un Año Ju­bi­lar Ma­riano en nues­tra dió­ce­sis. Tan­to a los que vi­vís en Ma­drid como a los que lle­gáis de otros lu­ga­res, os in­vi­to a pe­re­gri­nar a nues­tra ca­te­dral; acer­caos al al­tar de la Vir­gen y po­sad vues­tra mi­ra­da so­bre Ella. En si­len­cio y re­co­gi­mien­to, pe­did­le que os en­se­ñe a ser au­tén­ti­cos dis­cí­pu­los mi­sio­ne­ros, como re­co­ge el lema que he­mos es­co­gi­do para este año de gra­cia que se pro­lon­ga­rá has­ta ju­nio de 2019.

La Vir­gen eli­gió la pro­pues­ta que Dios le hizo, to­dos po­de­mos apren­der mu­cho de Ella. Ple­na y to­tal­men­te abier­ta a al Se­ñor, dijo  para que to­ma­se ros­tro hu­mano y vi­vie­se como uno de tan­tos en­tre no­so­tros, en me­dio de esta his­to­ria. En Ella ve­mos que un dis­cí­pu­lo mi­sio­ne­ro o se abre to­tal­men­te a Dios o no lo es. Ma­ría no se com­por­tó como con­tro­la­do­ra, sino como fa­ci­li­ta­do­ra de la pre­sen­cia de Dios en me­dio de to­dos los hom­bres sin ex­cep­ción. Ma­ría no pi­dió nin­gu­na re­com­pen­sa, no qui­so ser adua­na, qui­so dar­le todo a Dios, por­que so­la­men­te así se le pue­de anun­ciar a los hom­bres.

En ese ca­mino, en el que tuvo que atra­ve­sar re­gio­nes mon­ta­ño­sas, Ma­ría nun­ca mos­tró mie­do ni se dejó lle­var por la des­es­pe­ran­za, nun­ca qui­so ti­rar la toa­lla. Des­de el ins­tan­te en que re­ci­bió la no­ti­cia, vi­vió en la ale­gría y la di­cha de ser lla­ma­da a cam­biar la his­to­ria y las re­la­cio­nes en­tre los hom­bres, no por sus fuer­zas, sino lle­van­do la pre­sen­cia real de Dios. ¡Qué bien lo ex­pre­sa el tex­to de la Vi­si­ta­ción! Asis­tien­do a su pri­ma Isa­bel, le hizo ex­pe­ri­men­tar que el Se­ñor es­ta­ba con ellas, le hizo re­co­no­cer el va­lor de su ad­he­sión y de­cir: «Di­cho­sa tú que has creí­do que lo que ha di­cho el Se­ñor se cum­pli­rá», al tiem­po que hizo sal­tar de gozo en su vien­tre a su hijo no na­ci­do, Juan, que ex­pe­ri­men­tó la cer­ca­nía de Dios. Y esta Bue­na No­ti­cia la lle­vó a to­dos sin ex­cep­cio­nes, pri­vi­le­gian­do a quie­nes sue­len ser los ol­vi­da­dos y des­pre­cia­dos. En Ella se hi­cie­ron así ver­dad las pa­la­bras de san Juan Cri­sós­to­mo: «No com­par­tir con los po­bres los pro­pios bie­nes es ro­bar­les y qui­tar­les la vida». Fue ca­paz de com­pa­de­cer­se de los cla­mo­res de los hom­bres, se in­tere­só por los de­más, por cui­dar­los.

Al igual que Ma­ría, como nos re­cuer­da el Papa Fran­cis­co en Evan­ge­lii gau­dium, un dis­cí­pu­lo no debe ob­se­sio­nar­se por la «trans­mi­sión des­ar­ti­cu­la­da de una mul­ti­tud de doc­tri­nas», sino que el anun­cio debe con­cen­trar­se en lo esen­cial para que la pro­pues­ta sea «más con­tun­den­te y ra­dian­te». Re­cor­de­mos las bo­das de Caná y la in­ter­ven­ción de la Vir­gen a aque­llas gen­tes en apu­ros: «Ha­ced lo que Él os diga». Dejó a un lado la an­sie­dad que to­dos te­nían y miró a los ojos de los otros y es­cu­chó, Ella que­ría ofre­cer a to­dos la vida de Cris­to. Sin­ta­mos el gozo, la pa­sión por ofre­cer­la, te­ma­mos más a en­ce­rrar­nos en no­so­tros mis­mos y a de­jar de mi­rar a los otros; sea­mos dis­cí­pu­los mi­sio­ne­ros como Ma­ría, pro­mo­to­res y ge­ne­ra­do­res de sen­ti­do en nues­tras ciu­da­des, don­de apa­re­cen otros len­gua­jes, sím­bo­los, men­sa­jes, pa­ra­dig­mas o mo­de­los, que ofre­cen nue­vas orien­ta­cio­nes de vida, a ve­ces en con­tras­te con el Evan­ge­lio de Je­sús. Se nos pide que no te­ma­mos a equi­vo­car­nos, que ima­gi­ne­mos nue­vos es­pa­cios de ora­ción y de co­mu­nión que sean más sig­ni­fi­ca­ti­vos y atrac­ti­vos, que ilu­mi­nen los nue­vos mo­dos de re­la­ción con Dios, con los otros, y con el es­pa­cio que sus­ci­te va­lo­res fun­da­men­ta­les, nada de bar­ni­ces. Hay que al­can­zar con la Pa­la­bra los nú­cleos más pro­fun­dos del alma de este mun­do. Ma­ría, nues­tra Ma­dre, nos ayu­da­rá.

Te­ne­mos un Año Ju­bi­lar Ma­riano por de­lan­te, con la San­tí­si­ma Vir­gen como pro­ta­go­nis­ta. Como Ella, pon­ga­mos la mi­ra­da en Je­su­cris­to. Sea­mos hom­bres y mu­je­res que no tie­nen mie­do a la san­ti­dad, hom­bres y mu­je­res que no tie­nen mie­do a que Dios qui­te fuer­za, vida o ale­gría, sino todo lo con­tra­rio, pues lle­ga­re­mos a ser fie­les a nues­tro ser. De­pen­der de Él nos li­be­ra y nos hace re­co­no­cer nues­tra dig­ni­dad, más san­tos y más fe­cun­dos para el mun­do. Nun­ca ten­ga­mos mie­do a de­jar­nos amar por Dios como lo hizo nues­tra Ma­dre, nos hace más hu­ma­nos al en­con­tra­se nues­tra de­bi­li­dad con la gra­cia.

Con gran afec­to, os ben­di­ce,

+Car­los Card. Oso­ro,
Ar­zo­bis­po de Ma­drid


sábado, 23 de junio de 2018

La Natividad de San Juan Bautista




Fidelidad a la vocación de precursores de Jesús

La festividad de san Juan es especial en el santoral, pues es el único santo, exceptuando a la Virgen María, del que se celebran dos nacimientos, el natural a esta vida y la llegada al cielo o “verdadero” nacimiento, que es el que se celebra de todos los demás santos. La razón de este trato especial es que se trata de un santo “canonizado” por Jesús, que lo aceptó como su precursor y declaró “el más grande entre los nacidos de mujer” (Mt 11,11).

Las diversas lecturas de la fiesta subrayan la fidelidad de Dios que salva por medio de Jesús y da a cada persona una vocación en función de este plan salvador.

El Evangelio manifiesta la fidelidad de Zacarías e Isabel al designio divino que manda que el niño se llame Juan, es decir, Dios es misericordiosa, de acuerdo con lo que dijo el ángel en la anunciación a Zacarías. Es sabido que el nombre en la antigüedad hace referencia a la vocación o tarea de la persona: el niño está llamado a manifestar la gracia y misericordia de Dios. Los padres respetan la vocación del hijo. De aquí la reacción de los presentes, reconociendo que el niño estaba llamado a una vocación especial.

Sabemos que esta vocación fue la de ser precursor de Jesucristo, el Salvador. La primera lectura hare referencia a la vocación del Siervo de Yahvé, llamado por Dios desde el seno de su madre a una tarea al servicio de la salvación; la conciencia de esta vocación le fortalece en las dificultades, pues se siente acompañado por Dios que le asegura que su trabajo tendrá un alcance salvador universal. Finalmente la segunda lectura recuerda las palabras de Pablo en Antioquía de Pisidia, en que presenta a Juan como el precursor, fiel a su tarea, que no cae en la tentación de suplantar al que anuncia.

        Dios Padre es fiel y ha cumplido su promesa salvadora enviando a Jesús para salvar a todos los hombres. Pero ha querido asociar a su plan a todos los hombres, dando a cada uno una vocación concreta como precursor de Jesús salvador. Juan Bautista recibió una vocación especial (“fue escogido portentosamente”, salmo responsorial) y la realizó fielmente, en medio de dificultades, siempre sostenido  por la conciencia de la vocación a la que Dios lo enviaba. Presentó a Jesús como el Mesías, sin caer en la tentación de suplantarlo, a pesar de las dificultades que creaba la forma peculiar de su mesianismo, como aparece en sus enviados a Jesús preguntándole si realmente era el Mesías. Y es que Juan esperaba un Mesías triunfal que actuara como juez del final del mundo a sangre y fuego, como deja entender su predicación, y se encontró con un mesianismo de perdón, realizado en la debilidad y esto lo desconcertó. ¿Por qué no dio Dios a Juan los conocimientos cristológicos necesarios que le facilitaran su tarea? Dios sabio le dio las ideas y fuerzas necesarias según su plan para que realice su vocación y a todo esto fue fiel Juan. Por eso Dios ha querido asociarlo de una manera especial al triunfo de Jesús y hoy lo celebramos en toda la Iglesia.

Igualmente todo cristiano tiene vocación de precursor de Jesús, es decir, desde el seno de nuestra madre Dios ha pensado en cada uno como precursor que prepara el camino a la llegada de Jesús, que siempre es el protagonista de la salvación. Cristo resucitado quiere ser reconocido y aceptado por todos y quiere servirse de nosotros como mediadores que preparan este reconocimiento. Lo preparan nuestra oración, nuestras palabras y especialmente nuestra vida que no pone obstáculos al evangelio sino que lo hace atractivo a los demás. Toda la Iglesia está al servicio de la obra de Jesús. Por ello la Iglesia no es para sí misma, está integrada por los que han aceptado a Jesús y tiene la tarea de preparar el camino de Jesús a los que no lo reconocen. Igualmente cada cristiano y cada comunidad parroquial tienen que ser precursores.

En cada celebración de la Eucaristía celebramos la fidelidad del Padre que nos continúa dando al Salvador, nos ha “escogido portentosamente” y envía como precursores. Pedimos fuerza y fidelidad para realizar esta misión en este contexto de nueva evangelización.

Dr. Antonio Rodríguez Carmona


viernes, 22 de junio de 2018

Juan Bau­tis­ta, «ami­go del es­po­so»




Para com­pren­der la gran­de­za que ocu­pa Juan Bau­tis­ta en el ca­len­da­rio y ve­ne­ra­ción de la Igle­sia, bas­ta­rían las pa­la­bras de Je­sús que lo pro­cla­ma «el ma­yor en­tre los na­ci­dos de mu­jer» (Mt 11,11). Su ho­nor re­si­de, no obs­tan­te, en su hu­mil­dad. Juan ha­bía crea­do una es­cue­la de dis­cí­pu­los, que lo te­nían por el pro­fe­ta es­pe­ra­do. Cuan­do apa­re­ce Je­sús, sin em­bar­go, no duda en se­ña­lar­le como Me­sías y orien­tar a sus dis­cí­pu­los ha­cia él. Se sien­te in­digno de bau­ti­zar a Je­sús y de desatar­le las co­rreas de sus san­da­lias. Su lema fue: «Él (Je­sús) tie­ne que cre­cer y yo ten­go que men­guar» (Jn 3,30). Y ese fue su des­tino: des­a­pa­re­cer cuan­do Je­sús se pre­sen­ta como el Un­gi­do de Dios. No des­a­pa­re­ció de cual­quier ma­ne­ra, sino de­rra­man­do su san­gre por de­nun­ciar el adul­te­rio de He­ro­des An­ti­pas. Es már­tir de Cris­to.

Cuan­do las au­to­ri­da­des de Je­ru­sa­lén le pre­gun­tan so­bre su iden­ti­dad, Juan nie­ga que sea el Me­sías o Elías o el Pro­fe­ta. Se de­fi­ne como la voz que pre­pa­ra en el de­sier­to el ca­mino del Se­ñor. Es la voz que re­mi­te a la Pa­la­bra. La lám­pa­ra que pre­sa­gia la Luz del mun­do, Je­sús. Su mi­sión es ser pre­cur­sor, abrir el ca­mino a Cris­to me­dian­te su pre­di­ca­ción ar­dien­te, que lo con­vier­te en el pro­fe­ta Elías re­di­vi­vo, como dice Je­sús. Así como Elías anun­cia­ba el jui­cio in­mi­nen­te de Dios, Juan Bau­tis­ta pro­cla­ma que Cris­to trae un bau­tis­mo de fue­go para san­ti­fi­car a su pue­blo. Todo en Juan apun­ta a Cris­to, como plas­mó ad­mi­ra­ble­men­te el pin­tor ale­mán M. Grü­ne­wald en su re­ta­blo de Isen­heim al si­tuar, de modo anacró­ni­co pero cer­te­ro, al Bau­tis­ta en el mon­te Cal­va­rio que apun­ta con su po­ten­te dedo al Cru­ci­fi­ca­do, re­cor­dan­do aque­lla ex­cla­ma­ción: «He ahí el Cor­de­ro de Dios que qui­ta el pe­ca­do del mun­do».

 Hay un ca­li­fi­ca­ti­vo de Juan Bau­tis­ta me­nos co­no­ci­do, que re­ve­la, sin em­bar­go, un as­pec­to de­ci­si­vo de su iden­ti­dad y mi­sión. Cuan­do los dis­cí­pu­los de Juan acu­den a él para de­cir­le que Je­sús tam­bién bau­ti­za­ba, aquel res­pon­de: «El que tie­ne la es­po­sa es el es­po­so; en cam­bio, el ami­go del es­po­so, que asis­te y lo oye, se ale­gra con la voz del es­po­so; pues esta ale­gría mía está col­ma­da» (Jn 3,29). Juan se de­fi­ne a sí mis­mo como «el ami­go del es­po­so», que es Cris­to. Esta ima­gen des­ve­la la con­cien­cia que Juan te­nía de Je­sús y de sí mis­mo. En el An­ti­guo Tes­ta­men­to Dios es pre­sen­ta­do como el es­po­so de Is­rael y, en un sen­ti­do más am­plio, de la hu­ma­ni­dad. La ima­gen de las bo­das sir­vió para re­pre­sen­tar la unión en­tre Dios y su pue­blo que se des­po­sa­rían en alian­za eter­na y de­fi­ni­ti­va, fuen­te de ale­gría des­bor­dan­te. No hay ma­yor in­ti­mi­dad que ésta: Dios uni­do para siem­pre con Is­rael y con to­dos los hom­bres. Al de­fi­nir­se a sí mis­mo como «ami­go del es­po­so», Juan afir­ma de modo in­di­rec­to que en Je­sús Dios se ma­ni­fies­ta como el es­po­so que con­su­ma­rá la alian­za con los hom­bres. En esa alian­za, Juan tie­ne el pues­to de «ami­go» que dis­fru­ta asis­tien­do a la boda y es­cu­chan­do la voz del es­po­so, de for­ma que su ale­gría está col­ma­da. No ne­ce­si­ta más. Por eso a ren­glón se­gui­do dice que él tie­ne que men­guar y Cris­to cre­cer.

Je­sús y Juan es­tán uni­dos en un mis­mo des­tino que se ini­cia en la con­cep­ción de am­bos. Cuan­do Ma­ría vi­si­ta a Isa­bel, am­bas han con­ce­bi­do mi­la­gro­sa­men­te. Al es­cu­char Isa­bel el sa­lu­do de Ma­ría, Juan sal­ta de gozo en su seno como signo de la cer­ca­nía del Me­sías. Es la ale­gría de la sal­va­ción que trae Je­su­cris­to.  Por eso, cuan­do, al na­cer, in­ten­tan po­ner­le el nom­bre de Za­ca­rías, como su pa­dre, éste es­cri­be en una ta­bli­lla: «Juan es su nom­bre». En he­breo, Juan sig­ni­fi­ca «Dios se com­pa­de­ce». Con su na­ci­mien­to, se anun­cia que Dios se dis­po­ne a vi­si­tar y com­pa­de­cer con su pue­blo en la per­so­na de Je­sús.

+ Cé­sar Fran­co
Obis­po de Se­go­via


jueves, 21 de junio de 2018

Fuera del redil…


                                                                                                                                     
Y… Ella miraba el whatsapp, hasta que me harté. Pues le venía hablando de que retomara la Iglesia, que bautizara a sus hijos, que “su pareja”, quien la había abandonado no era una unión de Dios… En fin, un alma más que daba la espalda a Dios, para no variar.

- … ¡Qué me voy a misa ya!, le dije.

- Espera, espera queeeeee… Voy contigo…

- ¡Pero si no tienes ni idea!, piénsalo bien, o vas con ganas de escuchar el Evangelio o mejor no vas. Los fariseos a Dios, no le gustan un pelo.

- Sí, quiero ir, pero no me acuerdo casi de nada… Hace tantos años…

- Eso es lo de menos, ya te enterarás, lo importante es que en verdad quieras ir, pero sin confesar ¿para qué vas?, necesitas la Comunión, es lo único que te dará fuerza y paz. 
   
- Pues me confieso.

- Jopé, si necesitas día y medio…

-Noooo, le digo que robé de pequeña y etc. etc.

- Yaaaaaa… y ¿lo gordo?, me dejas a cuadros… Pide al Espíritu santo que te ilumine… 

Whatsapp al canto…

- ¡Ah!, y piensa que es “Dios” con quien te confiesas. No le ocultes nada.      
- Emma, necesito sentirme bien, tengo tantos problemas…

- Pues para eso vamos y da gracias porque no ha sido fácil para ti (llevo mucho tiempo detrás) y verás como todo cambia. Ten paciencia, pide FE…  

- ¡Cierra el móvil, Emma, que no nos suene!  (¡ toma !)

Y allí que nos fuimos tan contentas. Ojalá que el Nuevo Testamento que le di se convierta en parte de su vida, si no, será imposible hacer que nazca la FE y con ella, la paz.     

Emma Díez Lobo


miércoles, 20 de junio de 2018

Operación bikini




Las semanas anteriores al verano se pueblan de mensajes en anuncios televisivos y radiofónicos que aconsejan ejercicios y dietas para ponernos a punto, para estar preparados, para garantizar que en los meses más calurosos del año, podamos lucir nuestros cuerpos con orgullo y sobresalir de entre el resto de los humanos gracias a nuestro “cuerpo 10”.

Meditando sobre esta avalancha de recomendaciones para cuidar nuestros cuerpos, recordé las palabras que el Papa Francisco dirigía a deportistas italianos hace algunos meses: «la Biblia nos enseña que la persona humana es un todo uno, espíritu y cuerpo. (…) los animo a cultivar siemprejunto a la actividad deportiva, también competitiva, la dimensión religiosa y espiritual».

Releer esta reflexión de Francisco, me ayuda a tomar conciencia de que urge el cuidado de ambas dimensiones, especialmente para los más jóvenes. Porque detecto que, de forma singular, quienes tienen la edad de mis hijos mayores, constituyen el público preferente a quienes se destinan estos mensajes. Con insistencia, pretenden concienciarles del apremiante cuidado del cuerpo, de la importancia de respetar una dieta sana, de hacer deporte con frecuencia, de aparecer musculosos y con el vientre plano o de luchar contra las “cartucheras”.

Por supuesto que algunos de estos consejos resultan saludables. ¿Cómo no estar de acuerdo en practicar algún deporte o en respetar una dieta saludable, por ejemplo?

Lo que quiero resaltar es la desproporción existente entre las repetidas llamadas al cuidado del cuerpo frente a los inexistentes reclamos a la vigilancia de la parte espiritual que caracteriza a todo hombre.

Por eso, conviene despertar a nuestros muchachos ante esta realidad. Los bienes espirituales son igualmente necesarios para una salud integral. ¿De qué nos sirve un cuerpo robusto si nuestra alma se encuentra abatida o enferma?

Con este fin, resulta decisivo en este tiempo vacacional, evitar aquellas compañías que alardean de su cuerpo pero tienen dormida el alma. Especialmente, en el caso de nuestros hijos, velaremos para que compartan estos días de descanso con personas y familias que puedan sacar de ellos lo mejor que llevan dentro, lo más sublime.

El cuidado en la forma de vestir puede ser un buen termómetro para detectar el tipo de relación que mantenemos con nuestro cuerpo. En este sentido, abundan los que piensan que el pudor en la vestimenta es algo ya superado, convencional, propio de otros tiempos o de culturas poco avanzadas. Sin embargo, quien cultiva esta virtud, es consciente de que posee una intimidad y no una mera existencia pública. Cuando obviamos esta circunstancia y aparcamos nuestro pudor, distorsionamos la realidad y cedemos ante la vanidad y el reclamo de los otros.

Por otra parte, el pudor encierra un importante valor antropológico porque reserva la parte más valiosa del hombre para ofrecerla en el tiempo conveniente y en el contexto adecuado. Descubrir lo íntimo de una persona no se logra quitándose la ropa.

Desconsuela contemplar a tantos padres que sucumben a las modas imperantes y consienten que sus hijos queden expuestos a relaciones superficiales en las que prevalecen las pasiones y se corre el riesgo de no ser tomados con la consideración adecuada. Nuestra vestimenta expresa, en definitiva, la imagen que tenemos de nosotros mismos y el respeto que ofrecemos a los demás.

En un tiempo en el que es habitual hacer del desnudo un espectáculo y un reclamo comercial, a muchos el pudor les parece un encogimiento ridículo propio de etapas de nuestra historia ya superadas. Sin embargo, como describe el Papa Francisco en la exhortación Amoris laetitia, el pudor «es una defensa natural de la persona que resguarda su interioridad y evita ser convertida en un puro objeto».

El verano, el calor, el ocio exagerado propio de las vacaciones, nos empuja a la relajación. El descanso es necesario pero nunca es prudente el tedio o la pereza espiritual. Como ocurre con las cuerdas de una guitarra, estas deben siempre estar bien templadas para que el sonido del instrumento sea óptimo. Si destensamos las cuerdas de nuestro espíritu, la melodía de nuestra vida resultará desafinada.

Las vacaciones no son sinónimo de sofá. Existe una frase popular que afirma que “la mente ociosa es el taller de Satanás”. O, dicho de otro modo, si no tenemos nada especial que hacer, el diablo te propondrá un montón de cosas que organizar.

Benedicto XVI lo expresaba con rotundidad: “El ocio es seguramente algo bueno y necesario, sobre todo entre la prisas alocadas del mundo moderno” pero “si carece de un foco interior, de un sentido total de dirección, entonces, en última instancia, se convierte en tiempo perdido que no nos fortalece ni nos reafirma”.

 Raúl Gavín Iglesia en Aragón


martes, 19 de junio de 2018

Imágenes santas



                                                                           
Grandes obras de arte, pero… Siempre hay un pero y éste sí que es importante. Resulta que los protestantes nos llaman idólatras, y si te pones a pensar en serio, sí que lo parecemos.

Veo “alabar” y besar imágenes sin importar lo más mínimo el Evangelio, cuando el Evangelio es cuna y guía de cada Personaje Santo hecho estatua. Desde el Libro, nos hablan, desde el Libro se imita… Pero eso no cuenta, y entonces, no entiendo nada.
   
Cuando sucede un milagro en alguna imagen, va el mundo y se sorprende ¡Pues no sé de qué!, a mí me parecería “hasta lógico”, pues aunque no la veamos moverse en su pedestal, ella se está moviendo siempre por ti, pero una estatua sin Evangelio no es más que madera -el mundo está repleto de dioses estáticos-.  

Si, es preocupante y me da mucha rabia. ¡Ah! y no digamos si la imagen la dejan hecha un estropicio como la del “Ecce Homo” (en Zaragoza), entonces ya no reza ni uno, pero si es de Berruguete, Juan de Juni  o la Macarena de Sevilla…   

¿Y el Cristo de Medinaceli?, desean ser los primeros en besar sus pies, sin detenerse a recordar el porqué de su trágica Pasión, pero no, lo que importa es la escultura bendita.  
  
Muchos tienen Biblia y no la leen, muchos van a misa y no se enteran de nada… Pues dejemos de besar pies y mantos, a no ser que sepamos lo que significa ser Cristiano “tragándonos” el Evangelio.

En fin, me retiro porque me espanta el fanatismo, con lo grandioso que sería reconocer que una imagen, antes que estatua, es Palabra viva.

Cuando miro el Cristo del Pardo, no veo la escultura sino el milagro de su cara yacente por mi causa. Me siento tan culpable y tan agradecida… 

Emma Díez Lobo