Ante
el juicio de Dios, las oportunidades no existen, las tenemos mientras somos libres.
¿Por qué no apelar al “sistema” de Dios en nuestro sistema legislativo?
Nuestro código penal es una completa mofa,
un despropósito, dónde el “culpable” se ampara frente a la víctima… Tal vez, según
criterio, un pequeño paso por un “internado” que ya quisieran los “home less”
(los sin techo) acceder.
No hay “golpes de pecho”, no hay remisión sino
reincidencia; no hay pena, sino privación de extramuros y por poco tiempo. Son “sanciones”
concebidas a la sombra de leyes que nada tienen que ver con la justicia. Su
mediocridad clama.
Legisladores, jueces, prisiones y reos,
“fortalecen” maldades… Unos y otros son culpables de la desgracia del inocente,
de heridas abiertas y traumas eternos.
Con
Dios no se reincide… Es Legislador y Juez sin benevolencia. Su prisión quema y
purifica, se sale impoluto.
Copiemos su Prisión sin indulgencia y preservaremos la oportunidad de un día
más de vida para la VIDA del inocente.
Si no las imitamos a tenor de las de
Dios, la venganza, el asesinato, el “rearme”, la depravación, el odio, se multiplicarán.
He querido escribir sobre nuestra
penosa legislación porque mi País se está convirtiendo en cueva de malditos consentidos
(no maldecidos), poniendo la vida de conciudadanos en peligro, incluso la FE.
No podemos vivir mirando hacia atrás,
no podemos ir a un lago solitario ni acampar en un bonito bosque, no podemos
vivir con miedo y sin embargo así vivimos. De
la Ley Penal depende ese día truncado del inocente y su oportunidad de
conciliación con Dios.
A mi País no le importa.
Emma Díez Lobo
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