La Palabra en el corazón
La Palabra en el corazón
Palabras de Vida Eterna
P. Antonio Pavia
Madre, sin ti, no hay Gracia de Dios. Tú
eres quien siempre lleva cargadas las manos de nuestras peticiones y angustias…
Además, fuiste terrenal, como yo, como tu Hijo, Hijo del Amor Universal. Portadora de un Todo y Madre
de lo Absoluto.
Eres quien mejor nos comprende y tu
Hijo quien pone las normas… Sin ellas, no sería posible el cielo, y Tú, tu
ayudas a lograrlo con tu mediación.
Pero a veces cuando rezamos, “te saltamos”
como creyendo que es más seguro y eficaz ir directos a Dios… ¡Qué equivocados, Madre
mía! Tanto tiempo para entender que en nuestras oraciones tú presencia es
vital, no sólo es rezar Ave Marías…
También he pensado en los Santos, hermanos
de la tierra, quienes median de una manera extraordinaria. ¡Oh Dios mío! Es
Ella, son Ellos, nuestros aliados ante Ti. Perdóname María, perdonadme todos
por no pediros nada.
Genial, tenemos todo un ejército en
nombre de Dios para nosotros. ¡Esto es magnífico, cuántos a nuestro favor!
María, guárdame bajo tu manto, no dejes
que me hunda con mis cruces y que sean para mí, “parte” de una imitación de tu
vida. Dame esa alegría de parecerme en algo a ti, aunque sea en la forma de
mirar, porque supiste aceptar con lágrimas pero en silencio, cruces tremendas
desde la Anunciación de Jesús, mi Hermano mayor, quien siendo el Primer Profesor
del alma, nos abrió el cielo a Ti, al mundo y a mí.
Amén
Emma
Díez Lobo
Porque
eres imagen de Humildad con mayúsculas, esposa de Dios, Madre de quien nos
salvó la vida. Eres tanto que supera mi conciencia.
Problema:
Cuando intento rezar el Rosario me quedo “frita”, no hay manera de terminar ni
uno; y con eso de que cada día es una cosa y tienes que pensar si es martes o
jueves, me lío, pierdo el Rosario, me equivoco de dedos, vuelvo a empezar y…
¡Zas!, a dormir como los sapos.
Me
dan envidia esas personas que te tienen siempre en su mente, pero ten por
seguro que como Madre y mujer te admiro en lo más profundo. Tus sufrimientos
fueron más grandes que el dolor en sí.
La
tortura y la muerte de un hijo inocente son inconsolables e impensable lo que
pudiste llegar a sentir. ¡Qué horror! Te admiro con gran tristeza. Aquella
mirada entre vosotros, aquellos soldados que no te dejaban acercarte cuando
caía… No, no lo concibo.
Lo
siento tanto… Pero has de saber que la gratitud del mundo hacia ti es infinita;
quisiera que te aparecieras en mis sueños porque necesito tenerte como a tu
Hijo ¡Tienes tanta belleza!
Mira,
vivo en un punto azul del universo, la Vía Láctea, la Tierra, Europa, España,
Madrid ¿Has apuntado mi dirección? No es ninguna broma María, no lo es.
Emma Díez Lobo
Celebramos la Asunción de María, Madre de Dios al cielo, su Glorificación. Ya este salmista anuncia proféticamente el fin glorioso que Dios tiene preparado para quienes le aman (Sl 73,24).
P. Antonio Pavía
Ya
sé que eres prodigiosa por demás y estás en todos los menesteres terrestres y
celestiales. Pero sin ser Dios, María de mi alma, no descansas con tanto hijo
descontrolado, somos miles de millones; desde aquel día en que Jesús te dijo “Mujer
ahí tienes a tu hijo, hijo ahí tienes a tu Madre…” ¡Te la armó buena!
Ya bajo, ya subo, ya te llevo, ya me acerco, ya intervengo, ya me aparezco, ya…
¡No paras Madreee! Pero si no fuera por ti…
Este
es tu mes, pero tienes el corazón atravesado por nuestras malas artes. No puedo
decir que no te preocupes, me encantaría, pero me es imposible cambiar el mundo.
¿Sabes? Llevo tus lágrimas conmigo pues qué difícil es ser madre, y con tantos
haciendo el loco…
No
sé qué puedo darte, sino clamar que eres parte de Dios; Tu deseo es vernos en lo
alto el día de nuestra partida y yo prometo no ir “pabajo”, pero para que no
suceda ruega a Dios por mí... ¡No hay manera de dejarte tranquila!, lo sé.
Te
veo cómo cinta de seda portadora de almas... Gracias por el magistral acto de
amor.
Emma Diez Lobo
Cuando no se ha intentado nunca, uno cree que es fácil, y que basta con quererlo para hacer dentro de sí el silencio. Pero cuando se intenta de verdad, se ve qué difícil es, cómo es una de esas cosas para las que menos capaces somos, y sobre las cuales tiene menos poder nuestra voluntad.
Cuando un
alma ha descubierto la Presencia, la intimidad, la vida de oración, únicamente
desea estar humildemente delante de su Señor, en el vacío y en la plenitud del
silencio. Esa alma ha comprendido, ha conocido interiormente que Dios existe,
que está presente en ella, que la ama. Sólo está sedienta de una cosa: de
hundirse en ese silencio que responde a la Presencia, de permanecer en
esta atención y en esa simple mirada, en la que se resume la contemplación.
Y el alma trata de rehacer su silencio.
Entonces,
tal vez a partir de breves períodos de gracia, experimenta dolorosamente su
impotencia para eliminar el ruido. Por muy firme que sea su voluntad, se
sorprende a cada paso en flagrante delito de charlatanería interior, de
curiosidad, de dispersión. El ruido rezuma en ella por mil grietas
imperceptibles. Taparlas una tras otra es un trabajo agotador; vuelven siempre
a abrirse bajo los golpes de una resaca que nunca pasa.
Existen
algunas medidas indicadas a las que conviene acudir; preparación de la
oración, y también algunas técnicas psicológicas que nos permitan ser dueños de
nosotros mismos. Pero eso no es suficiente. El único recurso que queda, como
sucede siempre en el plano sobrenatural, es éste: pedir lo que ella no puede
adquirir, obtener a fuerza de súplicas y de humildad lo que por sí misma no
puede realizar. Implorar, mendigar, desde el fondo de su miseria y su
impotencia, el don regio del silencio.
“Alzo los
ojos a las montañas.
¿De dónde
me vendrá el socorro?
(Sal 121,
1)
(…) Si la Virgen inmaculada es la única que conoce, en su pureza de cristal, la
plenitud del silencio, Ella es también la única que lo puede, en su generosidad
de Madre dispensar.
Y he aquí
que ante nosotros se abre el secreto del silencio. No se encuentra al
término de una lucha o de una violencia: bastante hemos experimentado que
nuestros esfuerzos, demasiadas veces, crean una tensión que es, en sí misma,
destructora del silencio.
En
presencia del misterio de María, comprendemos que el silencio es más bien el
fruto de una adhesión, de un desposeernos, que pone en el alma la paz. Un gesto
de santo abandono es el que crea ese alto, esta parada, que es la condición
misma del silencio que estamos mendigando.
No hay
necesidad de frases ni de ruido de ninguna clase. Basta con entregarse con toda
la confianza de un niño.
Una madre
no deja a sus hijos envueltos en andrajos. Tan pronto como hayamos desgarrado
el silencio, volvamos a ella con la sencillez de los niños pequeños, diez veces
por minuto, si hace falta. Y cada vez que vayamos, La Virgen nos revestirá con
su silencio inmaculado.
Y
descubriremos cada vez un poco más el misterio de la Concepción Inmaculada y de
la maternidad espiritual.
Y de esa
manera, a lo largo de toda nuestra vida en que va madurando la alegría eterna,
iremos siempre penetrando más en el mismo silencio de María, Maestra de oración
y Madre de todas las gracias.
(Soeur Jeanne d´Arc, op_ María,
Madre del Silencio in Nuestra
actitud Bíblica, Un corazon que esche, pp 130-134)
Cuando la Palabra Prende
Señor, son muchos los que han dejado huella
en mí;
muchos los que me han ayudado a descubrirme,
a despertar, cambiar y enriquecerme.
He aquí una letanía de personas
que recuerdo con agradecimiento.
Aquel que, inesperado y oportuno,
supo escucharme comprensivo.
Aquel que, aun estando lejos,
experimenté cerca.
Aquel que, con su gran bondad,
me hizo ser sencillo.
Aquel que, corrigiéndome con cariño,
me hizo caminar.
Aquel que, experimentando su debilidad,
hizo que me sintiera pobres.
Aquel que, con su experiencia de gratuidad,
me abrió un mundo de relaciones fraternales.
Aquel que, con su vida incansable,
me invitó a luchar.
Soy lo que soy gracias a muchas personas
pequeñas y grandes, amigas y anónimas.
Aquel que siempre esperó de mí
la transparencia de mi yo.
Aquel que siempre me enseño
a ver lo positivo.
Aquel que me quiso como soy animándome a crecer.
Aquel que con su expresividad
me hizo más transparente.
Aquel que con su vida profunda
me hizo más libre.
Aquel que con su desacuerdo
me ayudó a descubrir la verdad.
Déjame darte gracias por quienes me han
marcado,
para siempre, con su vida y frescura.
Aquel que libremente cambió su vida
creándome interrogantes.
Aquel que me ayudó a desvelar
mi riqueza ignorada.
Aquel fortuito que descubrí un día
y se quedó en mí.
Aquel que por necesitarme
hizo que yo me sintiera “único”.
Aquel que se atrevió a decirme
“te quiero mucho”.
Aquel que desde su duda profunda
alimenta mi felicidad.
Aquel que anunció en mí la buena noticia
de que Tú me quieres.
Déjame darte gracias, cantarte y alabarte
por todos ellos, hijos tuyos y hermanos míos.
Florentino Urribarri
Me pregunto quién es Jesús para los que no escuchan su Palabra y dicen creer en Él. No entiendo.
¿Es que solo ven el
envoltorio del Legado de salvación?, Jesús no vino para ser visto sino para ser
escuchado. Él es la LENGUA DE DIOS.
No es que Dios
tuviera un “Hijo” porque quería ser Padre, no, es que tuvo que hacerse Hombre y
tener un cuerpo físico para poder dar su
Testimonio. Se podía haber llamado “PALABRA”.
Al final de su vida
cuando dijo: “Todo se ha cumplido”, es que ya no Le quedaba más que hacer (para
creer) ni decir (para cumplir). El N.T. es la culminación del Antiguo para
que el cielo se abriera; pero no para todos y así lo dijo: “Vengo en rescate de muchos”.
Es decir, de los arrepentidos ante Su
Iglesia. No es la bondad de Dios la que te salva sino el Espíritu Santo cuando te imponen las
manos.
Camino, Verdad y Vida significa Evangelio y sin
Evangelio, Jesús no te sirve para nada; es más, hacer “el
camino” sin escuchar a Dios, podría condenarte, pues la suma de la carga pecadora
sin remisión, se hace brutal (pecadito+pecadito, llenamos conteiners).
Pongo como ejemplo:
“Poner
la otra mejilla”, “tener solo una túnica
y dar la otra a quien la necesite”, etc. etc. ¿Somos capaces? Complicado.
Las Escrituras están
llenas de ejemplos para nuestra vida diaria. Si queremos salvarnos hemos de saber qué nos dice Dios=Palabra=Jesús, y el Espíritu Santo caerá sobre
ti.
Emma Díez Lobo
Llegada la época estival, el papa Francisco invita a todos los miembros de la Iglesia a aprovechar este tiempo para renovar y profundizar en la relación con Dios, a través del contacto con la Creación y la práctica del descanso, la contemplación y la compasión.
“Aprendamos
a detenernos y apagar el teléfono móvil para cultivar el silencio, contemplar
la naturaleza y regenerarnos en el diálogo con Dios” ha dicho el Santo Padre.
Al mismo
tiempo ha invitado a vivir este tiempo vacacional sin prisas, sin agobios por
querer realizar muchas actividades pendientes que durante el resto del año
hemos dejado aparcadas, y que sólo puede provocar, empezar el nuevo curso con
más cansancio del que se tiene antes del verano.
Descanso y compasión
Francisco
recuerda que Jesús se preocupaba por sus discípulos y no sólo de su cansancio
físico, sino también del cansancio interior, puesto que el Señor “quiere
ponerlos en guardia contra un peligro que está siempre al acecho, también para
nosotros: no caer en la trampa del activismo”.
“Corremos
el peligro de dejarnos llevar por el frenesí del hacer, caer en la trampa del
activismo, en el que lo más importante son los resultados que obtenemos y el
sentirnos protagonistas absolutos” explica el Papa.
El Santo
Padre también afirma que “si aprendemos a descansar de verdad, nos hacemos
capaces de compasión verdadera; si cultivamos una mirada contemplativa,
llevaremos adelante nuestras actividades sin la actitud rapaz de quien quiere
poseer y consumir todo; si nos mantenemos en contacto con el Señor y no
anestesiamos la parte más profunda de nuestro ser, las cosas que hemos de hacer
no tendrán el poder de dejarnos sin aliento y devorarnos”.
“De
hecho, sólo el corazón que no se deja secuestrar por la prisa es capaz de
conmoverse, es decir, de no dejarse llevar por sí mismo y por las cosas que
tiene que hacer, y de darse cuenta de los demás, de sus heridas, de sus
necesidades” subraya el Papa.
“Necesitamos
una ‘ecología del corazón’ compuesta de descanso, contemplación y compasión.
¡Aprovechemos el tiempo estivo para ello! Sigamos el ejemplo de la Virgen, que
cultivó el silencio, la oración y la contemplación, y que se conmueve siempre
con ternura por nosotros, sus hijos”.
Descanso físico y del corazón
El papa Francisco ha
insistido también en que en la Iglesia también hay muchas tareas y muchas
prisas y en el afán por hacer cosas “corremos el riesgo de descuidar a Jesús” y
añade: “no se trata sólo de descanso físico, sino también de descanso del
corazón. Porque no basta ‘desconectar’, es necesario descansar de verdad. Y
para hacerlo, es preciso regresar al corazón de las cosas: detenerse, estar en
silencio, rezar, para no pasar de las prisas del trabajo a las de las
vacaciones”.
Parar la carrera frenética de nuestras agendas
Recuerda
el Santo Padre que Jesús “no se sustraía a las necesidades de la multitud, pero
cada día, antes que nada, se retiraba en oración, en silencio, en la intimidad
con el Padre”, y explica que de su invitación a descansar se deduce que
deberíamos guardarnos “del eficientismo” y parar “la carrera frenética que
dictan nuestras agendas”.
Acoger, abrazar, extender los brazos hacia quien llega y cruza su mirada con la mía. Acoger porque le miro con los ojos del corazón, renunciar a mi juicio y desplegar misericordia, como hizo Jesús.
1.- Cinco panes y dos peces, cuando hay fe y buena disposición para compartir, son suficientes para colmar, calmar las aspiraciones y las carencias de aquellos/as que llaman a nuestra puerta. Lo más fácil escurrir el bulto. Lo más necesario y efectivo: hacer frente a tantas situaciones que son las nuevas caras y los nuevos rostros de Cristo que caminan a nuestro lado.
¡Dinos Señor!
Dónde ir y a quien alimentar con nuestras presencias y palabras,
con gestos y compromiso.
Los nombres y las calles donde multiplicar y hacer presente el pan
y los peces de nuestra misericordia y delicadeza.
Los corazones solitarios necesitados de la masa, de la harina que
es el pan de nuestra compañía.
¡Dinos cómo!
Permanecer atentos al sufrimiento humano sin necesidad de huir
despavoridos en dirección contraria o de cerrar los ojos para no sentir pena
alguna.
Compartir parte de nuestra riqueza sin, a continuación, mirar el
vacío que dejó en nuestros bolsillos.
Salir de nosotros mismos sin pensar que, es de necios, poner en la
mesa de la fraternidad el pan fresco de cada mañana o las horas gratuitamente
gastadas.
Cómo hacer posible ante los ojos del mundo la justicia cuando,
cada día que pasa, parece utópico y poco menos que un imposible.
¡Dinos Señor!
Una palabra ante la situación de la violencia para poder llevar el
pan de la Paz.
Una palabra ante el drama del egoísmo para que podamos ofrecer los
peces de la hermandad.
Una palabra ante la enfermedad para que compartamos el pan de la
salud.
¡Dinos cómo!
Dar de comer a quien no busca precisamente tu pan sino aquel otro
que endurece, perece y que en esta vida caduca
Presentar el mensaje de tu vida cuando hay tanta hartura de
golosinas que embaucan, endulzan y malogran el paladar de la humanidad.
Trabajar, y no caer en ese empeño, para que la fuerza del hombre
no esté en lo que aparentemente se multiplica sino en aquello que, por dentro,
de verdad le enriquece y que en el mundo escasea.
¡Dinos Tú Señor!! ¡Dinos cómo Señor!!
¡Cómo con tan poco pudiste Tú hacer tanto! cuando, nosotros con tanto, llegamos
a tan poco.
2.- Es cuestión, ahora (allá donde nos encontremos) pongamos sobre
la mesa, los cinco panes y los dos peces que todos tenemos en propiedad. Que no
pensemos que con ello, será insuficiente.
Lo importante es, en la medida de nuestras posibilidades, poner
todo lo que somos y parte de lo que tenemos en beneficio de alguien necesitado.
Dios, hará el milagro.
Los cinco y panes, y los dos peces, son las pocas o las muchas
capacidades que podemos tener, el consejo oportuno, la palabra de aliento, la
ayuda oportuna, la compañía a quien se siente solo, el silencio solidario con
el que sufre.
3.- Todos, ¡todos!, tenemos nuestros “personales cinco panes y dos
peces” con los que contribuir a mejorar muchas situaciones enquistadas o
delicadas.
Desde luego, quien nunca tiene, es aquel que nunca se mueve ni
hace nada por los demás.
Javier Leoz