Es la “voz” de ese niño que
debería nacer; es la pregunta en soledad de un pequeñín sin futuro.
Pero ¡Qué pena más grande! no escuchan su latido y late más
deprisa que ninguno, no enseñan su imagen y tiene rostro. No, nadie le arropa
ni protege porque han decidido contra su incipiente voluntad que no debe vivir.
Está tranquilo, crece en
silencio... Pero ¡Ay de su muerte indescriptible! La mujer que lo “porta” en su
vientre dice que con su cuerpo hace lo que quiere... Pero se miente, ese niño
no es miembro de su cuerpo.
Qué fácil abortar cuando no
es ella quien va a morir y los quirófanos de muerte se lucran de asesinatos legales.
¡Mujer! aunque seas “hogar”
temporal de un ser humano, según las reglas de Dios, no tienes poder ni derecho
para eliminar la vida. Hay amor de sobra
para criarle, no tienes que ser tú.
Y
el niño “grita” ¿Queréis verme? Lo podéis hacer... Ahí estoy, SOY. Tengo alma,
corazón, manitas y pies...
Ojalá y cada mujer pudiera
ver como ese niño se mueve cuando ella está quieta, cómo duerme cuando ella está
despierta, cómo... No no, no es parte de ella, él es ÚNICO.
Aborto, asesinato impune de
inocentes... ¡Dios! Tú que conoces las intenciones de esa fémina, pon todos los
medios para alejarla del mortal pecado, pero si declina tu ayuda y persistiera,
que redima su mal y pueda salvarse.
¡Pobre mujer ignorante!
Jamás lo olvidará así pasen 100 años...
Emma
Díez Lobo