domingo, 28 de febrero de 2021

Tienes un cirineo

              

 “Recuerdo” cuando Jesús además de torturado, con una Cruz de casi 4m y con todo el peso de la humanidad, se cayó TRES veces… Nosotros, sin tortura ni peso mundial ¡Brutal diferencia!, “nos caemos” (pero en el sofá) tropecientas mil veces…

Después de aquél día trascendental, hoy es Él quien auxilia ¿Cómo?, cuando Lees el Evangelio o cuando te envía cirineos que levantan cruces de todas marcas.

¿Y cuántas veces sucede que el cirineo que te ayuda, también “se cae” por el peso de su propia cruz? ¡De traca, los dos en “el suelo”!... Pero al final, cargados con sendas cruces y doloridos, nos volvemos a levantar… Hasta la siguiente, que por cierto, es una tras otra.       

Demasiado frágiles y demasiados tipos empeñados en poner zancadillas, aunque después de lo sucedido con el Hijo de Dios, cualquier cosa…

La vida es muy complicada y hasta los Ángeles de la Guarda hacen su labor, “preguntad” al Padre Pío de Pieltrechina cómo recibía y enviaba a su Ángel en misiones de ayuda.

Pienso que si confiáramos de verdad en Jesús, todo sería mucho más fácil; la Fe es diminuta y pocas veces leemos las Bienaventuranzas. Pero ¡Ánimo!, al margen de los “besugos” zancadilleros, todos somos Simones de Cirene, se llaman Miguel, José, Lara, Lupe, Carlos… 

Entre las manos del cielo y las de la tierra, andamos el tortuoso camino de la existencia. A Jesús solo pudo ayudarle un cirineo, a nosotros más de uno; Él hace la fuerza de muchos.         

Emma Diez Lobo

 

sábado, 27 de febrero de 2021

Domingo II de Cuaresma

 

 La Transfiguración de Jesús y la nuestra

 Hoy vemos a Jesús transfigurado junto a Moisés y Elías ante Pedro, Santiago y Juan. Es tal el impacto sobrenatural de estos que Pedro movido por lo que ve exclama: Señor hagamos tres tiendas... Pedro ya tiene bastante con ser testigo de la Gloria de Dios que irradia Jesús. Pobre Pedro, qué cortas sus miras frente a las que Jesús tiene sobre los suyos.

 Recordemos lo que dijo al Padre antes de ir al Huerto de los Olivos: "Quiero que los que me has dado estén conmigo... y contemplen mi gloria" (Jn 17,24). Que contemplen mi gloria, es decir que participen de ella, esto es lo que significa contemplar en las Escrituras.

 Pablo nos lo transmite magistralmente: "Jesús transfigurará nuestro cuerpo corruptible en un cuerpo glorioso como el suyo" (Flp 3,21). El Evangelio de hoy se cierra con el broche de oro de la exhortación del Padre a los discípulos de Jesús de todos los tiempos… "Este es mi Hijo amado, escuchadle".

 Así es, escuchemos a Jesús pues su Evangelio irradia la Gloria de Dios (I Tm 1,11)…  la Fuerza de nuestra Transfiguración.

 P. Antonio Pavía

comunidadmariamadreapostoles.com

viernes, 26 de febrero de 2021

Fue solo un sueño

 

                                                                            

Hoy mientras dormía tuve un sueño triste.

En una habitación blanca con sillas pegadas a la pared se encontraban personas en fila esperando algo que no pude saber. En la penúltima silla estaba mi hija menor y en la última, el Presidente… El hombre comenzó a hablarle de lo que amaba a España, de su intachable gestión en la pandemia, de su gran equipo de gobierno a los que tanto debíamos agradecer.  

El semblante de este señor era de pura satisfacción pero no se reía en absoluto. Yo me encontraba frente a los dos, de pie, escuchando el monólogo… La cara de mi hija se desfiguraba por momentos y me miró… Pero le dije, no digas nada y observa cómo lentamente empequeñece, su palidez, sus ojeras azules… El tamaño de su cuerpo llegó a ser el de un niño de 8 años… Hija, ¿no te da pena?

Me daba tanta lástima que le advertí:

“Es lo que sucede cuando se miente, cuando se adora el poder, cuando “matas” y no sufres por nadie, cuando no se tiene a Dios. ¡Apártate! para que sus palabras no te hieran y “escupas”. Pero algo sí puedes hacer, reza por él y perdónale no sea que arranque de ti el odio y entonces, si la muerte te sorprende, serán dos almas menos en el cielo”.   

Me desperté rezando por una madre más que se moría en un hospital de Madrid…    

Invierno 2021

 Emma Díez Lobo

 

jueves, 25 de febrero de 2021

Palabra y Sabiduría

 

 Hay un abismo infinito entre la Palabra-Sabiduría de Dios y la de los hijos de este mundo que en su necedad no les importa apoyar su realización personal en cimientos de barro. Isaías dice de ellos: "¡Ay de los que son sabios a sus propios ojos!" (Is 5,21). Es una sabiduría en la que prima la apariencia, los que van tras ella se hacen acreedores de una mediocridad que les impide ver al Dios Vivo en su Palabra. El Apocalipsis llama tibias a estas personas (Ap 3,15-16).

 Tibios que aglutinan a su alrededor seguidores tan necios como ellos porque les viene bien que nadie remueva sus mediocridades. El resultado de los que se abrazaron a la tibieza-mediocridad nos lo señala el salmista: "Serán paja que se la lleva el viento" (Sl 1,4).

 Por el contrario los que escuchan la Palabra de Dios - no palabras de los hombres- y se abrazan a ella dejan que la Fuerza de Dios trabaje en su interior creando en ellos un corazón nuevo como señala Pablo (1 Ts 2,13).

 El testimonio de Jesús acerca de la relación entre sus Palabras y sus discípulos es inapelable: "Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres" (Jn 8,31-32).


P. Antonio Pavía

comunidadmariamadreapostoles.com

 

miércoles, 24 de febrero de 2021

Una ceniza para la pandemia

 

Podría parecer que estamos de nuevo ante un escenario conocido en sus gestos, en sus textos, y en su ambientación costumbrista. Nos pasa como en otras épocas del año cuando llegan las fechas de escenificar lo que está escrito con letras seculares en las calendas de nuestras agendas. Así, llega la cuaresma y damos comienzo a estos cuarenta días de conversión con la consabida ceniza en el miércoles que toma este sobrenombre para un nuevo punto de partida. ¿Pero es así? De ser así estaríamos ante una trampa: la de caer en la rutina de quien repite gestos y textos, por la inercia que impone simplemente el calendario de nuestra agenda.

Precisamente, esa ceniza con la que comienza la cuaresma, tiene este año una mordiente novedad que nos pone delante otras cenizas que han acompañado estos meses tan aciagos. Demasiada ceniza ha venido con la pandemia de marras, y la Covid-19 nos ha esparcido su peor telón cinerario viendo contagiados a tanta gente tras el anonimato de una fría estadística, a veces falseada y trucada, pero que te hacían temblar las carnes cuando el contagiado, el fallecido, era de tu propia familia, o del círculo de tus amigos, de tu gente querida y conocida. Sí, una ceniza pandémica que ha oscurecido el horizonte de nuestra esperanza, sembrando dudas en la fortaleza de nuestra fe y enfriando el ardor de nuestra caridad. Porque ante la severidad que nos asola, el miedo puede confinar también tantas cosas esenciales para nuestra vida, cuando nos encierra y extraña, cuando nos evade e inhibe, cuando nos deprime y vapulea.

Pero la ceniza cristiana con la que comenzamos toda cuaresma, siempre es un gesto humilde que pone la fecha de nuestros días y contextualiza la circunstancia que nos embarga, para hacernos ver que no es una repetición cansina y aburrida, un año más viejos por el paso de la vida. Esta ceniza cuaresmera viene a recordarnos la humildad de nuestro origen desde el barro del que fuimos modelados, como literariamente describe el relato bíblico de la creación, y a asomarnos a la meta última de un destino hacia el que esperanzadamente caminamos.

Los tres gestos que nos propone la cuaresma cristiana, son los que el papa Francisco ha querido recordar en su mensaje de este año: “El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6,1-18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante”.

Efectivamente, hay siempre una conversión pendiente en nuestro camino cristiano, cuando con el ayuno aprendemos a prescindir de lo que es superfluo y dañino, tantas cosas que son inútiles y nocivas que nos tienen secuestrados como fieles usuarios. Igualmente, orar con una mayor entrega en nuestro tiempo dedicado a la plegaria. Porque es verdad que nosotros los creyentes no negamos a Dios, pero la pregunta es si siempre y en todo lo afirmamos. Volver a Dios el corazón, ventilar ante Él las preguntas, esperar con gratitud sus respuestas: esto es orar. Y, finalmente, la limosna, que no consiste únicamente en dar un dinero solidariamente, sino darnos a nosotros mismos con amor: nuestros talentos, nuestro tiempo, los dones que Dios nos ha regalado para repartirlos y compartirlos con nuestras manos. Esta es la cuaresma única e irrepetible de este año, en medio de las cenizas, viendo en ellas resurgir la vida que no fenece porque es eterna.

+ Jesús Sanz Montes, ofm

Arzobispo de Oviedo

 

martes, 23 de febrero de 2021

Jesús, el único virólogo

 


        Llevamos un prolongado tiempo con la pandemia del Covid-19. Solo nos queda la esperanza de la vacuna. Vacuna en la que los científicos han ido trabajando de prisa y corriendo para salvar el mayor número de vidas humanas. Pero por la premura de tiempo no inmuniza al 100% ni cubre las distintas mutaciones del virus. Además se administra en dos dosis, dado que la primera sola no es suficientemente eficaz.

 

        Quiero buscar en esta situación un parangón o paralelismo con el virus del pecado que contagió el alma de los humanos desde su creación. Dios Nuestro Señor, el único virólogo al respecto, nos limpió con su sangre, pero conocedor de nuestra debilidad y propensión a volver a infestarnos quiso dejarnos también un par de vacunas. Por el contrario de lo que sucede con estas de la pandemia, sí es totalmente inmunizante la primera dosis sola: el Bautismo. Nos deja limpios para siempre. Pero dada nuestra propensión a volver a infestarnos porque no guardamos las distancias sociales con el pecado y por nuestra permisividad con el mismo, quiso dejarnos una segunda dosis de eficacia multiplicativa hasta el infinito en su inmunidad: el Sacramento de la Penitencia.

 

        Así que aquí estamos con una situación muy parecida entrambas pandemias: la física, que atañe a la salud corporal, y la espiritual, que toca a nuestra alma. Al igual que determinados grupos sociales burlan la normativa y de vez en cuando descubrimos desmanes intolerables, esto mismo nos pasa a los cristianos. Parece que le hemos perdido el respeto al pecado y una y otra vez caemos en él, debido a nuestra debilidad humana, por el encanto y atracción del mal y nuestro continuo coqueteo con el maligno; de esta manera sucumbimos ante la atracción de la tentación por no tomar precauciones, fiarnos de nosotros mismos y sobre todo por la falta de un rotundo rechazo. Nos ponemos en riesgo por multitud de causas y al final pecamos.

 

        Al contrario de la falta de vacunas contra el virus del Covid-19, sí tenemos en abundancia la del alma. Sobreañadiríamos una gran vileza al pecado si además jugáramos con la facilidad del perdón, porque siempre encontramos, sin colas ni necesidad de esperar cita, un desprendido enfermero dispuesto a escucharnos en confesión para inmunizarnos con la sola condición del arrepentimiento y el firme propósito de enmienda a fin de inyectarnos esas inmunológicas gotas de “…yo te perdono…” Lo ideal sería no tener que recurrir a la vacuna, pero dada nuestra fragilidad, acudamos todas las veces que sea necesario al confesionario y permanezcamos inmunes para no tener que pasar por la UCI con sus respiradores artificiales cuando seamos llamados definitivamente.

 

Pedro José Martínez Caparrós

lunes, 22 de febrero de 2021

Las Tablas del corazón

 

En su caminar por el desierto Israel toma conciencia de que es un pueblo distinto a los demás, que necesitaron inventarse dioses que les salieran al paso de sus inquietudes y necesidades. Israel sabe que ha sido escogido por Dios para proyectar su luz en el mundo (Sb 18,4). Conoce en el desierto a Dios que le cuida, protege, fortalece… pero sobre todo, y esto supone un salto dimensional respecto a los demás pueblos, le oye, ha podido escuchar su Voz en medio del Fuego  en el Sinaí y deja constancia de ello (Dt 4,12-14).

 Aun así, los israelitas se chocan con un muro insalvable a la hora de guardar en su corazón la Palabra escuchada. Sus profetas  exhortan incansablemente al pueblo a pasar las Palabras de las Tablas de la Ley a las de su corazón pero el muro cierra implacablemente el paso a sus propósitos (Prv 3,3). Sólo Dios podría derribar la muralla que a todos nos separa de Él. Lo hizo encarnándose.

 Vemos a Jesús, una vez resucitado, ir como Buen Pastor al encuentro de sus dos discípulos de Emaús… imagen de los que nos frenamos ante el bloque de granito, y  grabó con su Fuego el Evangelio en sus corazones. Oigamos su testimonio: ¿No ardía nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba-partía las Escrituras? (Lc 24,32).

 P. Antonio Pavía

comunidadmariamadreapostoles.com

sábado, 20 de febrero de 2021

Domingo I de Cuaresma

 Convertíos y creed en el Evangelio

 Atentos a esta exhortación de Jesús: ¡Convertíos y creed en el Evangelio! No es una orden. El Evangelio es el don por excelencia de Jesús; es su Fuerza para quien cree en Él. Atentos sin embargo pues para abrazarnos al Evangelio de Jesús antes hemos de vadear el abismo del escándalo; hasta los mismos apóstoles se escandalizaron de Jesús en su obediencia al Padre al aceptar su muerte ignominiosa (Mt 26,30).

 Ante este escándalo que a todos nos alcanza ¿Qué podremos hacer? Podemos tapar el Evangelio con prácticas y rezos ingenuamente como si Jesús no se diese cuenta, o... mirémonos por ejemplo en Pablo. Abrumado por tanta persecución y desprecios suplicó al Señor que le librase de ellos. El Señor le dijo: ¡Te basta con mi Gracia! (2 Co 12,9) El Apóstol comprendió que la Gracia-Fuerza de Dios, siempre asociada a su Ternura (Sl 103,4), era la carta victoriosa contra el Mal y su mentor, Satanás, que Jesús había puesto en sus manos y dijo al Señor una vez más: ¡Aquí estoy!

 Los discípulos de Jesús no somos héroes; somos sabios que sabemos jugar con la carta ganadora que Él nos ofrece... como Pablo.

  P. Antonio Pavía

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jueves, 18 de febrero de 2021

Si supiéramos rezar…

 

                                                 

 ¡Cuán importante es aprender a rezar y a orar! Con la oración reclamemos la Fe, que ni se estudia ni se comprende, se adquiere con la ayuda de Dios. El día que esto sucede, se Lee la Biblia con pasión.       

En la enfermedad, es necesaria la oración. Imaginemos a Jesús “enfermo” a punto de Morir y a María a sus pies orando, aceptando la injusta tragedia. Éste hecho de humildad  deberíamos aplicarlo en nuestra vida.    

Hoy la madre de mi amiga con medio pulmón y 72 años, enferma gravísima de Covid, ha mejorado casi de repente. Los Rosarios por ella y la Fe hacen milagros. Dios dijo: “Pedid y se os dará”.

El nieto de 8 años, lloraba y lloraba por infectar a su abuelita… No era culpable pero no tenía consuelo. “Mañana”, cuando Claudia deje el hospital, la alegría inundará el hogar, ese niñito dormirá feliz y la familia vivirá en la paz de Cristo.

A veces los milagros suceden por algo más grande. Cuando Dios es el centro de nuestra vida, acoge nuestras penas y las resuelve de la mejor manera, aunque no siempre como quisiéramos -la Virgen también habría deseado que su Hijo viviera, pero Jesús se fue por NOSOTROS-. 

Desde México a Granada pasando por Madrid, pido por los amigos enfermos y Dios hará el milagro, bien por el enfermo, bien por los demás como sucedió Aquél día…  

Pero han pasado semanas y les has dejado aquí, supliendo la pena incomprendida por la alegría deseada y Te doy las gracias, Señor.       

Emma Díez Lobo          

 

miércoles, 17 de febrero de 2021

Miércoles de Ceniza

 

Entremos en la Cuaresma a la luz de esta Promesa de Dios: "Arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne" (Ez 36,26) El simbolismo de Ezequiel es de una riqueza y belleza indescriptibles. Un corazón de piedra es incapaz de detectar las semillas divinas propias de su Palabra; como mucho la analiza semánticamente, como un forense reconoce uno a uno los órganos de un cadáver.

 Otros sacan "moralina" de la Palabra reduciéndola a consejitos... Hasta ahí lo que da de sí un corazón de piedra. Un corazón de carne tiene sus propios sentidos, como dice la Escritura y corroboran los Padres de la Iglesia; me limito a citar a San Agustín... recordando antes que en la Biblia corazón y alma son sinónimos: "Si el cuerpo tiene sus propios sentidos... ¿No los va a  tener el alma?"

 Vamos a algún testimonio de las Escrituras acerca de los sentidos del alma... "Correremos al olor de tus perfumes" dice la esposa del Cantar de los Cantares (Ct 1,3). "Qué dulce al paladar tu Palabra, más que la miel en la boca" (Sal 119,103). Por su parte Pablo nos habla de los ojos del corazón (Ef 1, 17-18) Ahora bien, el testimonio por antonomasia es el del Señor Jesús que llama Bienaventurados a sus discípulos de todos los tiempos porque sus ojos ven y sus oídos oyen lo que ni siquiera los profetas llegaron a ver y a oír (Lc 10,23-24).

Todos ellos ven cumplido el deseo del salmista de encontrarse con... "El Dios Vivo" (Sal 42,3).

  

P. Antonio Pavía, Misionero Comboniano

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martes, 16 de febrero de 2021

Las tres hambres que unen nuestras manos

 

 Pudiera parecer algo superado y obsoleto hacer una campaña contra el hambre. Hace años teníamos esos dos gestos que convocaban a nuestra solidaridad más hiriente y herida: la campaña contra el cáncer y contra el hambre, que junto a la campaña a favor del Domund o del Seminario, formaban las citas extraordinarias a las que por ese distinto motivo se nos invitaba a los cristianos (y no sólo) a una toma de conciencia solidaria que moviera nuestra oración y nuestros bolsillos. La campaña contra el hambre tiene ya un largo recorrido, desde que unas mujeres de Acción Católica, hace más de 60 años, sintieron en sus corazones que Dios les pedía dar la batalla al hambre. No era un hambre abstracta, sin rostro, anónima, sino que tenía la concreción de apuntar a tres maneras de inanición: el hambre de Dios, el hambre de pan, el hambre de cultura y educación.

La organización católica de Manos Unidas, tiene en sus comienzos esa triple hambre en su programa y cada año se lanza a una campaña para poner la fecha de nuestros días y el domicilio de una circunstancia a fin de seguir escribiendo esa historia inacabada por la que nuestras manos se entrelazan como los dedos alargados de Dios, para sostener, acariciar, levantar, proteger, a quienes puedan estar adoleciendo de esas tres hambres que las primeras mujeres hicieron suyas.

Es importante que las tres hambres estén unidas como las manos que se entretejen para el bordado de una caridad bella y cristiana. Porque no es sólo el pan, sino también la educación y la cultura, y sobre todo Dios, lo que todos necesitamos para vivir, sobrevivir y convivir. Si alguna de estas tres hambres viniera a faltar en Manos Unidas como inquietud primera y última de sus campañas, algo grave se habría desvirtuado en su razón de ser y en su vocación de compromiso humano, cristiano y eclesial.

Nuestro mundo está hambriento de Dios. No siempre lo sabe, a veces lo censura y lo excluye, pero todo escenario de violencia, de injusticia, de inhumana desigualdad, hace las cuentas con ese eclipse de Dios, como decía el filósofo judío Martin Buber y tantas veces recordaron San Juan Pablo II y el papa Benedicto XVI. Hacer un mundo sin Dios, es hacerlo siempre contra el hombre, como recordaba el teólogo Henri de Lubac. El hambre de Dios debe ser señalada y nutrida debidamente, porque el corazón humano estará inquieto hasta que descanse en su Señor, como bellamente decía San Agustín.

Pero nuestro mundo tiene hambre de pan también. Un pan que tiene tantas formas, especialmente en estos días en los que una circunstancia como la pandemia ha puesto al borde del precipicio o ha despeñado en el abismo, a tantas familias que han perdido hasta los recursos mínimos por la penuria laboral a la que esta situación nos está empujando. ¡Cuántas filas de hambrientos vemos por doquier, en donde la falta del pan del alimento, de la salud, de la libertad, de la paz… están señalando el nuevo rostro de un hambre que nos reclama la comunión cristiana más solidaria que aprendemos de Jesús!

Y, como siempre sucede, toda opción hecha desde Dios y su Evangelio, genera también una cultura nueva, una manera concreta y original de asomarse a las cosas. La educación es, entonces, un desafío que nos plantea esta tercera hambre que ya entrevieron las primeras mujeres de Manos Unidas. No una educación que se asimila a los criterios del poder dominante, a las ideologías de género en boga, o al buenismo neutral que no sabe por Quién hace las cosas, sino una educación que acompaña a cada ser humano en su necesidad real abrazando su pobreza, ayudándole en su promoción más verdadera e integral. Tres hambres, la de Dios, la de pan y la de cultura, con las que nuestras manos se unen para dar gloria al Señor y ser bendición para los hermanos.

+ Jesús Sanz Montes, ofm

Arzobispo de Oviedo

 

lunes, 15 de febrero de 2021

Tu currículum y el Libro de la Vida

 

 A lo largo de nuestro existir, nuestras obras: buenas, mediocres e incluso las detestables se van imprimiendo en nuestro currículum vital. En este documento quedan impresas manchas  indelebles tan corrosivas que nos avergüenzan.

 Así es hasta que nos encontramos con Jesucristo cara a cara, es decir, con sus Palabras frente a las nuestras, las mismas con las que Adán y Eva prescindieron de Dios (Gn 3,6), en realidad, prescindieron de la Vida con Él.

 Cuando acogemos a Jesús y nos abrazamos a su Evangelio, Él coge nuestro vergonzante currículum, lo hace pedazos y en su lugar nos ofrece el Libro de la Vida (Ap 20, 12) En él quedan impresos todos los pasos que vamos dando desde que empezamos a ser sus Discípulos hasta que dejamos este mundo al son de su última llamada: "Venid benditos de mi Padre...." (Mt 25,34).

 Las obras de los Discípulos de Jesús nacen de su Evangelio… es decir de su Fuerza.

 P. Antonio Pavía

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domingo, 14 de febrero de 2021

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA CUARESMA 2021

 


«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén...» (Mt 20,18).

Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad.

 

Queridos hermanos y hermanas:

Cuando Jesús anuncia a sus discípulos su pasión, muerte y resurrección, para cumplir con la voluntad del Padre, les revela el sentido profundo de su misión y los exhorta a asociarse a ella, para la salvación del mundo.

Recorriendo el camino cuaresmal, que nos conducirá a las celebraciones pascuales, recordemos a Aquel que «se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2,8). En este tiempo de conversión renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el “agua viva” de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo. En la noche de Pascua renovaremos las promesas de nuestro Bautismo, para renacer como hombres y mujeres nuevos, gracias a la obra del Espíritu Santo. Sin embargo, el itinerario de la Cuaresma, al igual que todo el camino cristiano, ya está bajo la luz de la Resurrección, que anima los sentimientos, las actitudes y las decisiones de quien desea seguir a Cristo.

El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6,1-18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante.

1. La fe nos llama a acoger la Verdad y a ser testigos, ante Dios y ante nuestros hermanos y hermanas.

En este tiempo de Cuaresma, acoger y vivir la Verdad que se manifestó en Cristo significa ante todo dejarse alcanzar por la Palabra de Dios, que la Iglesia nos transmite de generación en generación. Esta Verdad no es una construcción del intelecto, destinada a pocas mentes elegidas, superiores o ilustres, sino que es un mensaje que recibimos y podemos comprender gracias a la inteligencia del corazón, abierto a la grandeza de Dios que nos ama antes de que nosotros mismos seamos conscientes de ello. Esta Verdad es Cristo mismo que, asumiendo plenamente nuestra humanidad, se hizo Camino —exigente pero abierto a todos— que lleva a la plenitud de la Vida.

El ayuno vivido como experiencia de privación, para quienes lo viven con sencillez de corazón lleva a descubrir de nuevo el don de Dios y a comprender nuestra realidad de criaturas que, a su imagen y semejanza, encuentran en Él su cumplimiento. Haciendo la experiencia de una pobreza aceptada, quien ayuna se hace pobre con los pobres y “acumula” la riqueza del amor recibido y compartido. Así entendido y puesto en práctica, el ayuno contribuye a amar a Dios y al prójimo en cuanto, como nos enseña santo Tomás de Aquino, el amor es un movimiento que centra la atención en el otro considerándolo como uno consigo mismo (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 93).

La Cuaresma es un tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle “poner su morada” en nosotros (cf. Jn 14,23). Ayunar significa liberar nuestra existencia de todo lo que estorba, incluso de la saturación de informaciones —verdaderas o falsas— y productos de consumo, para abrir las puertas de nuestro corazón a Aquel que viene a nosotros pobre de todo, pero «lleno de gracia y de verdad» (Jn 1,14): el Hijo de Dios Salvador.

2. La esperanza como “agua viva” que nos permite continuar nuestro camino   

La samaritana, a quien Jesús pide que le dé de beber junto al pozo, no comprende cuando Él le dice que podría ofrecerle un «agua viva» (Jn 4,10). Al principio, naturalmente, ella piensa en el agua material, mientras que Jesús se refiere al Espíritu Santo, aquel que Él dará en abundancia en el Misterio pascual y que infunde en nosotros la esperanza que no defrauda. Al anunciar su pasión y muerte Jesús ya anuncia la esperanza, cuando dice: «Y al tercer día resucitará» (Mt 20,19). Jesús nos habla del futuro que la misericordia del Padre ha abierto de par en par. Esperar con Él y gracias a Él quiere decir creer que la historia no termina con nuestros errores, nuestras violencias e injusticias, ni con el pecado que crucifica al Amor. Significa saciarnos del perdón del Padre en su Corazón abierto.

En el actual contexto de preocupación en el que vivimos y en el que todo parece frágil e incierto, hablar de esperanza podría parecer una provocación. El tiempo de Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos (cf. Carta enc. Laudato si’32-33;43-44). Es esperanza en la reconciliación, a la que san Pablo nos exhorta con pasión: «Os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20). Al recibir el perdón, en el Sacramento que está en el corazón de nuestro proceso de conversión, también nosotros nos convertimos en difusores del perdón: al haberlo acogido nosotros, podemos ofrecerlo, siendo capaces de vivir un diálogo atento y adoptando un comportamiento que conforte a quien se encuentra herido. El perdón de Dios, también mediante nuestras palabras y gestos, permite vivir una Pascua de fraternidad.

En la Cuaresma, estemos más atentos a «decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan», en lugar de «palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian» (Carta enc. Fratelli tutti [FT], 223). A veces, para dar esperanza, es suficiente con ser «una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia» (ibíd., 224).

En el recogimiento y el silencio de la oración, se nos da la esperanza como inspiración y luz interior, que ilumina los desafíos y las decisiones de nuestra misión: por esto es fundamental recogerse en oración (cf. Mt 6,6) y encontrar, en la intimidad, al Padre de la ternura.

Vivir una Cuaresma con esperanza significa sentir que, en Jesucristo, somos testigos del tiempo nuevo, en el que Dios “hace nuevas todas las cosas” (cf. Ap 21,1-6). Significa recibir la esperanza de Cristo que entrega su vida en la cruz y que Dios resucita al tercer día, “dispuestos siempre para dar explicación a todo el que nos pida una razón de nuestra esperanza” (cf. 1 P 3,15).

3. La caridad, vivida tras las huellas de Cristo, mostrando atención y compasión por cada persona, es la expresión más alta de nuestra fe y nuestra esperanza.

La caridad se alegra de ver que el otro crece. Por este motivo, sufre cuando el otro está angustiado: solo, enfermo, sin hogar, despreciado, en situación de necesidad… La caridad es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la cooperación y de la comunión.

«A partir del “amor social” es posible avanzar hacia una civilización del amor a la que todos podamos sentirnos convocados. La caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo, porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos» (FT, 183).

La caridad es don que da sentido a nuestra vida y gracias a este consideramos a quien se ve privado de lo necesario como un miembro de nuestra familia, amigo, hermano. Lo poco que tenemos, si lo compartimos con amor, no se acaba nunca, sino que se transforma en una reserva de vida y de felicidad. Así sucedió con la harina y el aceite de la viuda de Sarepta, que dio el pan al profeta Elías (cf. 1 R 17,7-16); y con los panes que Jesús bendijo, partió y dio a los discípulos para que los distribuyeran entre la gente (cf. Mc 6,30-44). Así sucede con nuestra limosna, ya sea grande o pequeña, si la damos con gozo y sencillez.

Vivir una Cuaresma de caridad quiere decir cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19. En un contexto tan incierto sobre el futuro, recordemos la palabra que Dios dirige a su Siervo: «No temas, que te he redimido» (Is 43,1), ofrezcamos con nuestra caridad una palabra de confianza, para que el otro sienta que Dios lo ama como a un hijo.

«Sólo con una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad, que le lleva a percibir la dignidad del otro, los pobres son descubiertos y valorados en su inmensa dignidad, respetados en su estilo propio y en su cultura y, por lo tanto, verdaderamente integrados en la sociedad» (FT, 187).

Queridos hermanos y hermanas: Cada etapa de la vida es un tiempo para creer, esperar y amar. Este llamado a vivir la Cuaresma como camino de conversión y oración, y para compartir nuestros bienes, nos ayuda a reconsiderar, en nuestra memoria comunitaria y personal, la fe que viene de Cristo vivo, la esperanza animada por el soplo del Espíritu y el amor, cuya fuente inagotable es el corazón misericordioso del Padre.

Que María, Madre del Salvador, fiel al pie de la cruz y en el corazón de la Iglesia, nos sostenga con su presencia solícita, y la bendición de Cristo resucitado nos acompañe en el camino hacia la luz pascual. 

Roma, San Juan de Letrán, 11 de noviembre de 2020, memoria de san Martín de Tours.

 Francisco

 

sábado, 13 de febrero de 2021

Domingo VI del T. O.

 

Señor: ¡Límpiame por dentro!

 Un leproso se acerca suplicante a Jesús: Si quieres puedes limpiarme. Jesús que había dado primeramente su sí al Padre (Sal 40,7-9) proclama el ¡Sí quiero! a este hombre que a todos nos representa pues en la Espiritualidad bíblica la lepra simboliza la impureza interior. Impureza de corazón que se manifiesta en nuestras inconsistencias con Dios más allá de las apariencias, como frecuentemente dice Jesús respecto a su  pueblo, tan cumplidor externamente.

 Que todos tenemos esta llaga impura en nuestro interior, lo sabemos, entre otros, por Moisés llamado por Dios para liberar a Israel. Para que no se engriese por la vocación recibida, para que viese que era igual que los demás le dijo "Mete la mano en tu pecho. Moisés la metió y estaba llena de lepra..." (Ex 4,6-7).

 Jesús sabía y sabe perfectamente cómo es el hombre más allá de la fachada amable que presenta; lo que tenía que hacer y lo hizo fue hacerse cargo de nuestra lepra-impureza interior y subir como el Gran Impuro de Israel a la Cruz.

 Allí en el Calvario nació nuestra libertad… libres quedaron sus verdugos al verle morir con su perdón en los labios… y como dice Lucas… se volvieron  golpeándose el pecho impuro (Lc 23,47-49), igual que el publicano a quien tanto detestaban (Lc 18,13-14).

 Así es como El Señor nos limpia por dentro.

P. Antonio Pavía

comunidadmariamadreapostoles.com

 

viernes, 12 de febrero de 2021

DESEAR ENCONTRARTE

 

 Desear encontrarte es ya tu camino porque para querer buscarte uno se desprende de la arrogancia del saber y confía en ti para caminar por lugares desconocidos donde Tú ciñes la cintura y abres las puertas para entrar.

Buscarte  implica cansancio de la vida vieja y anhelo de una vida nueva.

Buscarte es un riesgo, riesgo de perder la vida y atreverse a ganar la tuya.

Buscarte es abrazar la incertidumbre, es salir de casa cada día a encontrarse en una cita donde ni siquiera tenemos la certeza de que acudirás, pero, antes de que cunda el desánimo, tú nos darás pinceladas de tu presencia.

Buscarte es ya amarte, anhelarte. Es haber construido en nuestra mente una vida contigo.

Buscarte es la renuncia de buscar otras cosas, es volver de un mundo donde hemos encontrado todo y hemos descubierto nada.

Buscarte es responder al instinto de respirar, de volar alto, de no conformarse con el suelo que uno pisa con sus pies.

Buscarte es la antesala, la preparación del encuentro.

Buscarte es ya pertenecerte, es haber sido embriagados por el perfume de nuestro Dios y no poder renunciar a perseguir ese aroma.

Buscarte es ya poseerte y en esa búsqueda ser ya parte de ti porque hemos sometido nuestra voluntad a la tuya y hemos elegido soltar amarras y salir…….salir a buscarte.

 

Olga Alonso Pelegrín

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