miércoles, 31 de octubre de 2018

FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS


    


la vida tiene sentido

         Históricamente la festividad de Todos los Santos nació para recordar  a todos los cristianos que ya están en el cielo, gozando de la presencia de Dios, y que no han sido recordados de manera especial durante el año. En Occidente se celebra el 1 noviembre desde la época de Gregorio IV (siglo IX) para suplantar a la fiesta pagana, de origen irlandés, Haloween, que recuerda que en la noche del 31 octubre los difuntos vuelven a la tierra asustando a los vivientes. Para la Iglesia los difuntos no se dedican a asustar a nadie. Unos gozan de Dios (fiesta de Todos los Santos), otros necesitan de purificación (fiesta de Todos los Difuntos), otros han rechazado a Dios y Dios respeta su opción.

El día 1 los católicos recordamos a Todos los Santos, millones de personas que ya gozan de Dios y forman la Iglesia triunfante. Entre ellos hay familiares y amigos de todos. Algunos han sido canonizados oficialmente por la Iglesia y propuestos como ejemplos de virtud, incluso algunos recientes conocidos por todos, como san Juan XXIII, san Juan Pablo II, Sta Teresa de Calcuta, otros, la gran mayoría no lo han sido, pero han llegado a la meta y gozan de Dios, que es lo importante. Por ello se trata de una fiesta eclesial y familiar, eclesial porque la Iglesia la integramos todos los miembros de Cristo, los que peregrinamos y los que ya han dejado este mundo, unos purgando y otros gozando de Dios, familiar porque entre ellos hay familiares y amigos nuestros. 

        Esta fiesta recuerda uno de los artículos del credo: “Creo en la vida eterna y en la vida del mundo futuro”. No se trata de una evidencia natural, por eso creemos, es objeto de fe. Creemos porque Cristo ha resucitado como nuevo Adán y primogénito de entre los muertos. Si nosotros no resucitamos, tampoco Cristo resucitó y es vana nuestra fe (1 Cor 15).  Creer en la vida eterna implica que la vida tiene sentido. No nacemos para morir, sin más, sino para compartir la felicidad de Dios. El nacimiento nos coloca al comienzo de un camino que hemos de recorrer libremente con la ayuda de Dios hasta llegar a la meta, un camino que presenta muchos desvíos, por lo que hay que recorrerlo con atención, no sea que se yerre la ruta.

        Las tres lecturas de hoy ofrecen pistas sobre la meta y el camino que hay que recorrer. Son una invitación a imitar el camino que han recorrido los que han llegado a la meta y a afianzar nuestra fe en la meta. A veces se presenta el cielo como vida feliz aislada sin relación con los demás. Es una imagen falsa. Jesús emplea para referirse a él la imagen del banquete, que implica satisfacción plena existencial en compañía de los seres queridos, amando y sintiéndose amados. Las bienaventuranzas (Evangelio), en sus segundos miembros, ofrecen diversas imágenes: será vivir plenamente bajo el “Reino de Dios”, es decir, bajo el influjo total de Dios que es amor y por ello sentirse infinitamente amado; será poseer la tierra, es decir, la seguridad existencial sin ningún tipo de temor; será la plenitud del consuelo divino, que excluye todo tipo de dolor y lágrimas; será ver a Dios cara a cara en comunión plena con él (también la segunda lectura); será la plena conformidad con la voluntad de Dios; será la plenitud de la misericordia divina, que olvida nuestros pecados y nos concede gozar de su felicidad; será gozar plenamente en comunión con todos los hijos de Dios. Finalmente, la primera lectura presenta la meta como el triunfo de los perseguidos. Por otro lado, todas las lecturas aluden al camino como camino de dificultades que hay que afrontar con ánimo, pues Dios nos ha marcado con su protección (primera lectura), como camino que hay que recorrer en la oscuridad de la fe (segunda lectura) y con un corazón nuevo (Evangelio).

        Creer en la vida eterna tiene que estimular a afrontar las dificultades de la vida cristiana, sabiendo que nos espera una meta de plenitud (primera lectura), invita igualmente a relativizar los bienes y realidades de este mundo, es decir, a verlos con mesura, en sus justas dimensiones, colaborando con seriedad en las tareas de este mundo, pero sin absolutizarlas ni divinizarlas. Para el cristiano el primer valor es Dios amor, porque sabe que al final será examinado de amor.

Las paredes de los templos suelen estar llenas de imágenes o cuadros de santos, con varias finalidades, servirnos como modelo en nuestra vida cristiana y pedir su intercesión por nosotros ante Dios; pero una tercera, importante, y es recordarnos que los miembros de la Iglesia peregrina que nos encontramos en ese templo estamos rodeados de la Iglesia triunfante y, junto con ellos, ofrecemos Cristo al Padre. Nuestro culto terreno es el mismo que el culto celestial. 

Dr. Antonio Rodríguez Carmona

lunes, 29 de octubre de 2018

Dar fruto según la especie




Durante mucho tiempo hubo en mí una inquietud de la que no me podía librar.

El Shemá nos dice “…amarás a tu Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas tus fuerzas, con toda tu mente…” Y sin embargo esto producía en mí un choque tremendo.

Me explicaré: hay determinadas profesiones, tales como médico, abogado, periodista, ingeniero… que son diríamos, puramente vocacionales. No se ejercen porque sí, sino que, al menos en mi caso, había desde niño una determinada pasión incontrolada por ella.

Y, al ejercerla, al entregarme a ella con vocación y amor, latía en mi interior la inquietud: yo no dedico todo mi tiempo al Señor. No estoy cumpliendo el mandato, no me entrego con todo el corazón. Durante mucho tiempo consulté y sólo conseguí buenas palabras de aliento que no me dejaban satisfecho. Y, a pesar de dedicar mis ratos de oración, no estaba mi corazón todo entero para Dios. Quizá fuera “el aguijón de Pablo” que me mortificaba y me impedía servir a un solo Señor. Y el problema es que yo mismo me revelaba contra esta situación, sintiéndome sin posibilidad de conciliación para “no servir a dos señores” como dice Jesús en el Evangelio.

La Escritura siempre resuelve las dudas. Es verdad que no cuando uno quiere, con la celeridad que uno quiere.

“Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá…”palabras de Jesús que no pueden fallar. Y yo preguntaba, como decía antes, y las respuestas eran de lo que ahora se llama “buenismo”. No había algo rotundo y contundente a lo que agarrarme.

Hoy encontré la respuesta al fin. Fue leyendo una revista católica, que, en principio no pensaba leer. Dice el libro del Génesis: “…El Señor Dios fue creando todos los árboles y animales según sus especies, y daban fruto según sus especies…” “…Y además vio Dios que era bueno…”

Ahí está la clave, tan sencilla, tan clara, y, a la vez, tan oculta: dar fruto según la especie. Efectivamente el anacoreta, apartado del mundo, rezando en la soledad, da fruto según su especie. No se le pide que salga a evangelizar; la monja de clausura entrega su vida a Dios desde cuatro paredes de un convento desde nunca sale. Da fruto según su especie. Santa Teresa de Lisieux, desde su convento desde donde nunca salió, fue proclamada “Patrona de las Misiones”. El obispo sale a visitar a su grey, y, aunque tenga sus momentos de oración y silencios con Dios, Él le revela en esas horas los pasos a seguir en el camino de la evangelización. Da fruto según su especie.

El médico, el ama de casa, el conductor de tren, que realiza un servicio a la sociedad, si ofrece su trabajo a Dios, está dando fruto según su especie.

Yo, desde el ejercicio de mi profesión, enamorado de ella, también puedo y debo dar fruto según mi especie, según mi actividad, según mi trabajo. Todo encaja; san Josemaría Escrivá lo entendió muy bien cuando hablaba de la “santificación en el trabajo”. Gracias Señor, por tu respuesta, al fin.

Tomás Cremades Moreno


domingo, 28 de octubre de 2018

No te preocupes si estás “pocho”



                                      
Resulta que después de leer a varios Santos, me percato de que no hay uno sano… Será una exageración pero hasta ahora, todos pochos. Al principio de sus vidas, como que normales -algunos- pero después, cuando entran en los conventos y empiezan a hacer “vida de Santos”...  ¡Tate!, la salud por los suelos y un desastre de dolores.   

Y no es que sea una regla volverse “pocho”, pero casi casi. Lo cual me dice algo importantísimo: Que la enfermedad y la santidad están muy cerca si sabemos llevarla como ellos. La verdad es que no se preocupaban de sus males aún estuvieran muriendo.     
  
Hombres y mujeres de “otro mundo”, con un aguante espectacular y que se pasaban las noches hablando con Dios -pero de otras cosas-… Un perfecto ejemplo para nosotros, que aunque sí seamos de este mundo y no “olamos a flores” cuando nos vayamos… Sí podríamos intentar imitarles un poco. 
  
O sea, que si nos vemos hechos una pena y lo sabemos llevar con humildad y tranquilitos, Dios no nos deja en paz. Pues genial, ya sabía yo que ese sentir tenía premio. No seremos Santos porque es como imposible, pero nos tiene en cuenta más que a nadie.  

Es que, ser Santo conlleva mucho sacrificio, sonrisa -aunque te duela todo- y un montón de cosas que en verdad no somos capaces de comprender. Y eso que no tenían ni “Ibuprofenos” ni “Paracetamoles” ni nada…  

Lo dicho, cuando estemos “súper pochos”, confiemos, todo saldrá bien a la manera de Dios.  

La sonrisa de los Santos es una prueba de “salud” en la enfermedad. Tú también puedes sonreír.  
  
    Emma Díez Lobo


sábado, 27 de octubre de 2018

XXX Domingo del Tiempo Ordinario





Reconocer la ceguera PARA SEGUIR A jESÚS POR EL CAMINO

El Evangelio de hoy recuerda la curación de un ciego realizada por Jesús y que san Marcos presenta en sentido simbólico, como reconocen la mayor parte de comentaristas. En todo el contexto el evangelista está mostrando lo que favorece conocer a Jesús y seguirle de forma auténtica a Jerusalén, y lo que lo impide. Al final, la figura del ciego, que reconoce su ceguera y pide la curación a Jesús, es una invitación al creyente para que reconozca su ceguera y pida a Jesús que le libre de todos los impedimentos que tiene y que impiden ver su verdadero rostro para que le siga con ánimo a Jerusalén para compartir su muerte y resurrección.

El corazón tiene tendencias a inducirnos a  un autoengaño que justifique el tipo de vida que estamos llevando y la visión que tenemos de nosotros y de las cosas. Busca con ello una falsa paz, que en el campo religioso se traduce en un cristianismo amorfo y sin vida o en la negación de toda religiosidad. 

El que ama el engaño, en él perece. A los que no aman la verdad “Dios les envía un poder seductor que les hace creer en la mentira  para que sean condenados todos cuantos no creyeron en la verdad y prefirieron la iniquidad” (2 Tes 2,11-12). Al contrario, al que busca sinceramente la luz de la verdad, Dios no se la niega. S Agustín fue un amante de la verdad y después de un largo peregrinaje la encontró; John Henry Newman, otro amante de la verdad, después de una larga búsqueda, encontró la fe católica, y así otros muchos.

Jesús es luz y se entra en su mundo por medio de la luz: « Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida. » (Jn 8,12); es “la luz que brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron” (Jn 1,5). La palabra de Dios nos invita hoy a acoger la verdad y no rechazarla para alcanzar un verdadero conocimiento de Jesús. Para ello es básico que todos reconozcamos nuestras cegueras mayores o menores como primer paso para poder ver, reconocer a Jesús como Salvador y ser salvados por él: «Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos. »  Algunos fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: “¿Es que también nosotros somos ciegos?”. Jesús les respondió: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís: "Vemos" vuestro pecado permanece. » (Jn 9,39-41). El que reconoce su ceguera, acude a Jesús, pide ver, recibe la salvación y con ello la capacidad de seguir a Jesús por el camino con alegría.

Conocer la verdad sobre uno mismo es reconocer que somos mortales, con un principio y un fin. Esto es necesario, pero no basta, pues puede inducir a caer en un relativismo hedonista: Comamos y bebamos que mañana moriremos. Nuestra verdad completa incluye además reconocer que Dios ha puesto en nuestro corazón un hambre de felicidad infinita que nos capacita para reconocerlo como nuestro Creador y Salvador: “Nos has hecho, Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en ti”. (San Agustín). Esto implica reconocer que somos criaturas de Dios Padre que nos ha llamado a la existencia para que compartamos su gloria, siendo hijos en su Hijo (Ef 1,5) y que cuenta con cada uno de nosotros para crear un mundo mejor, viviendo una vida de servicio solidario. Reconocer mi verdad es aceptar que soy débil y pecador, necesitado de la salvación de Dios.

Conocer la verdad sobre los demás es reconocer que todos somos criaturas de Dios, iguales y llamados a vivir solidariamente, lo que excluye mirar al otro como competidor o enemigo. “Por tanto, desechando la mentira, hablad con verdad cada cual con su prójimo, pues somos miembros los unos  de los otros” (Ef 4,25).

Conocer la verdad sobre la creación es reconocer que Dios ha creado los bienes como medio para que todos se realicen como personas, lo que excluye la adoración de los bienes como si dieran la salvación. Conocer la verdad es reconocer el primado del amor sobre todos los demás valores, pues al final seremos examinados de amor.

Conocer la verdad es una tarea constante que hemos de afrontar, evitando las interferencias del orgullo, la avaricia, la ambición, el hedonismo... que impiden  reconocer a Jesús como salvador. Como dice san Pablo: “En otro tiempo fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor. Vivid como hijos de la luz; pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad. Examinad qué es lo que agrada al Señor,  y no participéis en las obras infructuosas de las tinieblas, antes bien, denunciadlas. Cierto que ya sólo el mencionar las cosas que hacen ocultamente da vergüenza; pero, al ser denunciadas, se manifiestan a la luz. Pues todo lo que queda manifiesto es luz. Por eso se dice: Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo (Ef 5,8-14).

En la tarea de conocer la verdad ayuda el examen de conciencia frecuente, la aceptación humilde de la corrección fraterna, la propia experiencia de las pruebas que nos hacen sentir nuestra debilidad...

Además de buscar la verdad para cada uno, tenemos que ayudar a ver a muchos hermanos que yacen tumbados a la vera del camino, aparentemente ajenos a la Verdad. Ciertamente que Cristo resucitado trabaja en el corazón de todos los hombres, pues Dios quiere la salvación de todos. Nuestra tarea consiste, primero, en no poner obstáculos a su búsqueda de la Verdad con nuestra falta de testimonio y, después, favorecer todo lo que sea búsqueda sincera, respetando su proceso personal.

        En cada Eucaristía pasa ante nosotros Jesús, que nos invita a salir a su encuentro reconociendo  nuestras cegueras y pidiéndole ver y seguirle por su camino de muerte y resurrección.

Dr. Antonio Rodríguez Carmona


El ciego Bartimeo (Mc 10, 46-52)





        Quizá nosotros de vez en cuando también estamos “sentados al borde del camino” pidiendo, si no limosna, sí un poco de compasión. Si estamos al borde del camino quiere decir que no estamos plenamente en el centro del camino. A veces, ojalá solo sea por poco tiempo, nos despistamos y nos salimos del mismo casi con toda probabilidad tras un tropezón, pero otras, es nuestra ceguera la que nos ha echado fuera.

Lo anterior está referido de forma metafórica, claro, a nuestra vida espiritual. Andamos en los límites del camino que nos lleva a Dios, pero, si no actuamos para salir de los límites o del borde, con toda seguridad acabemos “sentados” en esa situación. Lo malo es que con suma frecuencia ese asiento se convierte en un estado de comodidad, nos amoldamos a la rutina de estar pidiendo, la ceguera la convertimos en un modo de vida porque es más cómodo que continuar caminando con el cansancio que nos proporcionan los avatares del itinerario.

Menos mal que tenemos la gran suerte de que pasa Jesús; él pasa siempre y a todas horas, su misión es ir recogiendo los extraviados del camino y no se cansa de su cometido. Por tanto es cuestión de estar atentos y cuando oigamos que pasa Jesús, como el ciego Bartimeo, con todas nuestras ansias y fuerzas le gritemos “ten compasión de mí”. Y si las circunstancias, el ambiente e incluso los reproches de las propias personas nos instan a que nos callemos, no nos dejemos intimidar, sino que hemos de gritarle con más fuerza e insistencia hasta que Jesús se detenga y nos llame. Siempre habrá alguien  que nos diga: “Ánimo, levántate, que te llama”. Entonces es cuando nosotros debemos estar prestos a soltar el “manto” de las ataduras que nos tienen postrados en el borde del camino y daremos un salto y nos acercaremos a Jesús. Él, que es muy respetuoso con nuestra libertad y no quiere invadirnos ni forzarnos, nos preguntará: “¿Qué quieres que te haga?” Ahí, en ese momento, desde nuestra ceguera tenemos que pedirle la vista, esa vista que necesitamos para mantenernos dentro de los límites del camino correcto. Solo entonces, ante nuestra súplica, Jesús nos restablecerá la vista, esto es, nos devolverá al buen camino y nos salvará.

Y como de sabios es ser agradecidos, ya solo nos resta seguirlo por el camino el resto de nuestra vida.

Pedro José Martínez Caparrós

viernes, 26 de octubre de 2018

Pablo es genial


                                      
                                                          

El apóstol de Dios ¡Pobre hombre!, no paró ni de hablar, ni de escribir ni de ver cuán borrica era la gente con tanto dios merodeando por doquier. Era un hombre espectacular.  Cuando le lees te das cuenta de  que estaba en todos los tejemanejes de la vida.

Que si los matrimonios con el Privilegio Paulino, que si las solteras o viudas; que si la castidad; que si las comilonas; que si los escándalos que producimos en las conciencias; que si el cuerpo con sus miembros son partes de Dios; que si obrar conforme a los dones recibidos; que si deberes entre fuertes y débiles; que si las metas se han de conseguir con sacrificio y sapiencia; que sin caridad, no hay nada de nada…  Miles de temas de hoy en cada discurso o carta. Un hombre lleno de sabiduría.  

¿Os fijáis en que su lenguaje es muy parecido al de Jesús?, aunque para ser honestos, a veces no hay quien les entienda y te lo tienen que explicar. Pero es un crac.

Desde que se convirtió, ya no pudo parar de “bien decir”. Un ejemplo para todos los que deseamos “hablar” como cristianos. ¡Claro que ni parecido lo hacemos, ni nos subimos a las montañas, ni escribimos cartas a los chinos!, pero Dios sabe qué podemos hacer en nuestra medida y tiempos de “ordenata”, si no, no estaríamos muchos de nosotros tan enganchados en salvar almas. Quiero decir, que estemos poquico tiempo en el purgatorio.
  
¡Es un privilegio tener a “un Ananías” llamado Pablo -a ver si se nos caen las escamas de los ojos-¡ Genial, fantástico, comprensivo...

Emma Díez Lobo


miércoles, 24 de octubre de 2018

Dios y mi alma




"¿Si Dios viste así la hierba de los campos, no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe?"

Cojo hoy en nombre de Dios la pluma, para que mis palabras al estamparse en el blanco papel sirvan de perpetua alabanza al Dios bendito, autor de mi vida, de mi alma y de mi corazón.

Quisiera que el universo entero, con todos los planetas, los astros todos y los innumerables sistemas siderales, fueran una inmensa superficie tersa donde poder escribir el nombre de Dios.

Quisiera que mi voz fuera más potente que mil truenos, y más fuerte que el ímpetu del mar, y más terrible que el fragor de los volcanes, para sólo decir, Dios.

Quisiera que mi corazón fuera tan grande como el cielo, puro como el de los ángeles, sencillo como la paloma, para en él tener a Dios. Mas ya que toda esa grandeza soñada no se puede ver realizada, conténtate, hermano Rafael, con lo poco, y tú que no eres nada, la misma nada te debe bastar...


¡El que tiene a Dios! ¡Sí!, ¿por qué callarlo?...

¿Por qué ocultarlo?

¿Por qué no gritar al mundo entero, y publicar a los cuatro vientos, las maravillas de Dios?

¿Por qué no decir a las gentes, y a todo el que quiera oírlo?...

¿Ves lo que soy?...

¿Veis lo que fui?

¿Veis mi miseria arrastrada por el fango?...

Pues no importa, maravillaos, a pesar de todo, yo tengo a Dios...,

Dios es mi amigo..., que se hunda el sol, y se seque el mar de asombro...,

Dios a mí me quiere tan entrañablemente, que si el mundo entero lo comprendiera, se volverían locas todas las criaturas y rugirían de estupor.  
Más aún... todo eso es poco. Dios me quiere tanto que los mismos ángeles no lo comprenden.

¡Qué grande es la misericordia de Dios! ¡Quererme a mí..., ser mi amigo..., mi hermano..., mi padre, mi maestro..., ser Dios y ser yo lo que soy!...

¡Ah!, Jesús mío, no tengo papel ni pluma. ¡Qué diré!... ¿Cómo no enloquecer?...


(San Rafael Arnaiz Barón)

martes, 23 de octubre de 2018

El Pilar de la FE


               

                                                 
           
Desde Santiago Apóstol y yo, ha pasado un largo trecho de generaciones y batallas mil, pero veo que Tú, María, siempre estás ahí velando por los hombres así sucedan los siglos, con el mismo amor que diste a Santiago.

Tu columna de jaspe, entregada por los ángeles para el mundo, ahora está bajo tu imagen pequeñita… ¿Sabes María? No nos la dejan ver excepto por un boquetillo ridículo. Más valdría enseñarla en una urna de cristal y venerar tu deseo de pedirnos firmeza en la Fe.  

Santiago no nos describió tu semblante, pero eso no importa ya que en México apareciste con la cara bronceada y, en Zaragoza supongo que blanca como la nieve. Lo importante es que viniste a dejarnos el Pilar de la Fe en esta tierra de herejes. 
   
Con pilar o sin pilar, siempre protectora; con Rosario o sin él, siempre en la oración del Ave María; con Niño o sin Él, siempre Madre de Jesús; con escapulario o sin él, siempre con quien Te invoque. Siempre Tú, por nosotros.

Tienes infinidad de nombres dependiendo del lugar de tu aparición o de lo que llevaras en tus manos y, eso me encanta. En Lourdes y Marpingen (Alemania), Te preguntaron el nombre y dijiste que eras la Inmaculada Concepción -tu contestación debería servir a todos los protestantes…-. 

Sagrado Pilar que hace de España una tierra de esperanza y salvación. Gracias por este maravilloso milagro de conquista ancestral para Dios.

¡Qué suerte tuvo “Cesar Augusta”, qué apóstol de Jesús tan querido!

Emma Díez Lobo


lunes, 22 de octubre de 2018

Un recuerdo a mis Papas


                                   


                  
Con los que crecí y maduré. Hoy escribo en su recuerdo para aquellos que les cuesta leer su historia. Mis Papas han sido geniales y el Espíritu Santo encantado con las elecciones. Sí, está en medio de ellos pero no elije -por si alguien lo piensa-, de hecho, hubo antaño algunos que el Espíritu Santo jamás habría elegido.  

Pío XII (Eugenio Mª Pacelli). Fue el pontificado más difícil de los últimos tiempos. Vivió la II guerra mundial sin poder evitar el terror, la muerte y el genocidio. Fue la inteligencia y la sobriedad. No dejó pasar, en sus innumerables Encíclicas ni una brizna de comportamiento fuera de la Ley de Dios. Nombrado Venerable por Benedicto XVI. Un Papa de poderosa personalidad. 1939  
  
Juan XXIII (Ángelo G. Roncalli). Bondad, caridad y conciencia de FE. Todas las almas, malas o buenas, preocupan a Dios. Inició el Concilio Vaticano II. Evitó la guerra nuclear en la “Crisis de los misiles” escribiendo a Kennedy y Kruschev -13 días donde el planeta contuvo el aliento. Un día después, el mundo respiró-. Un Papa genial.1958  

Pablo VI (Giovanni B. Montini). De carácter, fue el Papa de cambios y modernización de la Iglesia. Opositor a regímenes totalitarios y conciliador entre confesiones cristianas. Defensor de la familia y la concepción. Amante de los pobres; nombró a María, Madre de la Iglesia. Fue un sabio de Dios. Proclamó a tres Cardenales: Roncalli, Luciani y Wojtyla, que le sucederían como Papas. Un Papa inteligente. 1963

Juan Pablo I (Albino Luciani). Era el párroco -que siendo nombrado Patriarca de Venecia-, no quería ser Papa si era elegido. Hombre cercano y sencillo; rechazó la coronación papal por una simple misa de investidura. Su entorno -ciertos Cardenales- le tildaron de debilidad intelectual… Nunca imaginaron cuán querido sería con solo 33 días de pontificado. Nombrado Venerable por su sucesor. Un Papa amado.1978  

Juan Pablo II (Karol Wojtyla). Hombre políglota, viajero y visitador de otros templos no católicos. Gran comunicador, incansable mientras vivió. Objetivo de atentados por “llevar la concordia a líderes comunistas”. Un regalo de Dios para los derechos humanos. Reconocido por su labor y carisma a nivel Internacional. Un agradecido de la Virgen que le acompañaría en todos sus sufrimientos. Un Papa para todos.1978

Benedicto XVI (Joseph A. Ratzinger). Un erudito teólogo y Profesor. Dios es amor por encima de cualquier otra confesión. El Papa que no pudo continuar con los terribles acontecimientos de la actualidad y se retiró para que otro Papa con más energía, pudiera lidiar el mundo de hoy. Su oración y retiro espiritual, nos salva cada día. Un Papa sabio y humilde. 2005

Francisco (Jorge M. Bergoglio). No, no lo tiene fácil. Le ha tocado vivir en un mundo alejado cada vez más del Evangelio. Austero y controvertido para los más ortodoxos. Desea que todos quepan bajo el manto de Dios. Un Papa con la “flauta de Amelín”. 2013

Emma Díez Lobo



domingo, 21 de octubre de 2018

El hombre prudente que edificó su casa sobre roca




“…Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y embistieron sobre la casa; pero la casa no cayó porque estaba cimentada sobre roca…” (Mt 7 24-26

Hermosas palabras de Jesús, para todo el que oiga y escuche su Palabra, su Evangelio, y lo ponga en práctica. El que así actúa es como aquellas “vírgenes sabias” que nos recuerda el Evangelio de Jesucristo según san Mateo, en (Mt 25,1-13).

Y es que Jesús nos interpela muchas veces con la “prudencia”: “…Mirad que os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas…” (Mt 10, 16)

A nadie se le ocurriría dejar un rebaño de ovejas entre los lobos…y sin embargo Jesús, el Buen Pastor, nos deja así. ¿Es que busca nuestra perdición? No, en absoluto. Nos da las claves para sobrevivir: sed prudentes como serpientes…

Y aquí nos aparece otra comparación que nos llena de inquietud: la serpiente.

De modo que la serpiente siempre ha sido el símbolo del pecado, el animal que Dios eligió para simbolizar al Tentador, como nos recuerda el Libro del Génesis… ¡Sed prudentes!

En la vida nos cae encima la lluvia, es verdad. Unas veces esta lluvia representa la Palabra de Dios, que nos purifica y nos limpia. A veces esta agua, tan preciada en la tierra de Israel por su ausencia, se convierte en agua caudalosa que arrastra lo que coge a su paso…El viento sopla en todas direcciones, y solo hay UNA, la del camino que conduce a Dios, que tiene palabras de Vida Eterna.

Los demás vientos chocan contra la casa. La casa que hemos construido con nuestras comodidades, pero donde no hay un lugar para Dios.

 ¿Cómo puede uno entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar,  si antes no ata primero al fuerte? (Mt 12,29) El enemigo Satanás, nos ata con nuestras pasiones. La casa que está “totalmente ordenada”, donde el enemigo puede entrar libremente y pasearse por ella, porque no está Dios. Es el orden que el hombre se construye sin la presencia divina.

Y no está Dios porque estorba…estorba porque no le conocemos, porque el enemigo nos presenta un dios (con minúscula) que no existe, un dios que nos exige, nos molesta, no nos deja vivir la vida, y seguirle es seguir a un dios de sufrimiento. Ese dios NO existe.

El Salmo 41 nos recordará: “...Una sima grita a otra sima con voz de cascadas; tus torrentes y tus olas me han arrollado…”  Estas simas, estos montes, donde habitan los dioses que hemos construido con nuestros pecados, con nuestras idolatrías, han sido arrollados por las olas de la conveniencia, pero fuera de Dios.

El hombre prudente, como la virgen sabia, edifica su casa sobre roca; pero Roca con mayúscula, Jesucristo, nuestra Piedra angular, sin la cual todo nuestra casa se cae. Esta es la verdadera prudencia a la que nos invita Jesucristo.

Alabado sea Jesucristo,

Tomas Cremades Moreno

sábado, 20 de octubre de 2018

XXIX Domingo del Tiempo Ordinario



Los cargos como servicio.

El relato del Evangelio continúa la temática de san Marcos sobre el conocimiento de Jesús: puesto que el corazón condiciona e interfiere muchísimo la capacidad de comprender del entendimiento, hay que examinar los valores y antivalores que anidan en él. Hoy en concreto el Evangelio afirma que la ambición impide conocer al verdadero Jesús, mientras que, al contrario, la actitud de servicio la facilita, pues Jesús ha venido a servir y dar su vida en rescate por todos (cf. también primera lectura).

La Iglesia es el Cuerpo de Cristo, cuerpo orgánico, en que Cristo es la cabeza y cada uno tiene una tarea o carisma al servicio de los demás. Cristo es la cabeza, el miembro que preside y del que viene toda la vida, los demás acogemos esta vida que él nos ha conseguido con su muerte y resurrección y nos servimos de ella para nuestro crecimiento y el de los demás. Todos absolutamente tienen su tarea, que reparte libremente el Espíritu según sus criterios siempre al servicio de la mayor vida del cuerpo. Unos han recibido un ministerio ordenado, otros una capacidad para enseñar en la catequesis o para ayudar en las diversas tareas de Cáritas o para servir al bien común en la vida pública con criterios cristianos... Son muchos los frentes de servicio que tiene el Cuerpo de Cristo. Todos nos integramos en este cuerpo por medio del bautismo y en él permaneceremos siempre como hogar estable, ahora en forma de peregrinos, después en forma gloriosa, compartiendo la gloria de Cristo resucitado.

Ahora es fundamental que sepamos vivir bien integrados, creciendo en el amor, que es el alma de todos los carismas, sin el cual no nos aprovechan los servicios que realizamos (cf. 1 Cor 13).  Pero se interfiere en nuestra tarea el orgullo y la ambición, causa de división, como aparece en el relato del Evangelio. Se confunde así el Cuerpo de Cristo con una sociedad humana, en la que los miembros luchan por motivos económicos, de poder y de honor. El resultado es la división, envidias, celos y reticencias en la vida comunitaria, que desgraciadamente se pueden dar en nuestras comunidades cristianas.

La postura evangélica es discernir el carisma que ha recibido cada uno, sea vistoso o sin relieve social, dar gracias a Dios y ponerlo al servicio de los demás, y , por otra parte, reconocer los carismas que Dios ha dado a los demás, dar gracias por ello, y recibir con humildad sus servicios. Cuando todos los miembros dan y reciben armónicamente crece el Cuerpo de Cristo en la alegría y eficacia.

En la Eucaristía, por una parte, todos los miembros del Cuerpo, gloriosos y peregrinos, celebramos y agradecemos el servicio redentor de Jesús, nuestra Cabeza. Por otra, nos acercamos al trono de la gracia para pedir ayuda en nuestra vida de servicio. La Eucaristía debe ser fuente de solidaridad fraterna.

Dr. Antonio Rodríguez Carmona


viernes, 19 de octubre de 2018

«Danos hoy nuestro pan de cada día»




        Queremos insistir en el triple privilegio de este "pan diario" que los hijos de la Iglesia le deben pedirle al Padre celeste, y esperar, en la confianza, de su providencia divina. Debe ser ante todo "nuestro pan", es decir el pan pedido en nombre de todos. "El Señor, nos dice san Juan Crisóstomo, nos invita en el Padre nuestro a enviarle a Dios una oración en nombre de todos nuestros hermanos. Quiere también que las oraciones que elevamos a Dios, conciernan tanto a los intereses del prójimo como a los nuestros. Piensa, por ahí, combatir las enemistades y reprimir la arrogancia."


        Debe ser, por añadidura, un pan "sustancial" (Mt 6,11 griego), indispensable para nuestra subsistencia, para nuestro alimento. Pero si el hombre está compuesto por un cuerpo, lo está también de un espíritu inmortal, y el pan que conviene pedirle al Señor no será sólo un pan material. Será, como nos la ha hecho observar con tanta ocurrencia este doctor de la eucaristía que es santo Tomás de Aquino, un pan espiritual ante todo. Este pan, es Dios mismo, la verdad y la bondad que hay que contemplar y amar; un pan sacramental: el Cuerpo del Salvador, testimonio y viático de la vida eterna.


        La tercera cualidad pedida a este pan, y no menos importante que las precedentes, es que sea "uno", símbolo y causa de unidad (cf 1Co 10,17). Y san Juan Crisóstomo añade: "lo mismo que este cuerpo está unido con Cristo, del mismo modo nosotros estamos unidos por medio de este pan".


jueves, 18 de octubre de 2018

El anuncio de la Samaritana




La fuente gloriosa de Aquel que se ha sentado,
junto al pozo, como el que apaga la sed de todos los seres,
derrama en cada uno en particular, según su voluntad,
diferentes torrentes adaptados a los que vienen a beber.

Del pozo un agua única, indiferenciada,
subía en todo momento para saciar a los sedientos;
la Fuente vivificante derrama variedad de bendiciones
para sus diversos destinatarios.

¡Oh, mujer!. Es una gran maravilla
la que veo en ti, comparable a la de María (…)
¡Dichosa tú, mujer; por tu boca has engendrado
la luz en las tinieblas!.

María, esa tierra sedienta en Nazaret,
ha concebido a nuestro Señor por medio de su escucha.
Tú también, mujer que tenías sed de agua,
has concebido al Hijo por tu escucha.
¡Benditos tus oídos; ellos han bebido de la Fuente
que sacia la sed del mundo!
María lo introdujo en una gruta
y tú en los oídos de quienes lo escuchan.

Tu voz, oh mujer, ha producido fruto,
antes incluso que la de los apóstoles, por la predicación de la Palabra.
A los apóstoles se les había impedido proclamarla
Entre los paganos y los samaritanos.
¡Dichosa tu boca, que Él ha abierto y confirmado!
El sembrador de la vida ha tomado de su granero, para dártelas a ti.
semillas para sembrar.
En la ciudad, tan muerta como el mismo sheol,
has entrado para dar vida a tus vecinos.

(Efrén el Sirio. Himno ”De Virginitate”)