"¿Si Dios viste así la hierba de los campos, no
hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe?"
Cojo hoy en nombre de Dios la pluma,
para que mis palabras al estamparse en el blanco papel sirvan de perpetua
alabanza al Dios bendito, autor de mi vida, de mi alma y de mi corazón.
Quisiera que el universo entero, con
todos los planetas, los astros todos y los innumerables sistemas siderales,
fueran una inmensa superficie tersa donde poder escribir el nombre de Dios.
Quisiera que mi voz fuera más
potente que mil truenos, y más fuerte que el ímpetu del mar, y más terrible que
el fragor de los volcanes, para sólo decir, Dios.
Quisiera que mi corazón fuera tan
grande como el cielo, puro como el de los ángeles, sencillo como la paloma,
para en él tener a Dios. Mas ya que toda esa grandeza soñada no se puede ver
realizada, conténtate, hermano Rafael, con lo poco, y tú que no eres nada, la
misma nada te debe bastar...
¡El que tiene a Dios! ¡Sí!, ¿por qué callarlo?...
¿Por qué ocultarlo?
¿Por qué no gritar al mundo entero,
y publicar a los cuatro vientos, las maravillas de Dios?
¿Por qué no decir a las gentes, y a
todo el que quiera oírlo?...
¿Ves lo que soy?...
¿Veis lo que fui?
¿Veis mi miseria arrastrada por el
fango?...
Pues no importa, maravillaos, a
pesar de todo, yo tengo a Dios...,
Dios es mi amigo..., que se hunda el
sol, y se seque el mar de asombro...,
Dios a mí me quiere tan
entrañablemente, que si el mundo entero lo comprendiera, se volverían locas
todas las criaturas y rugirían de estupor.
Más aún... todo eso es poco. Dios me
quiere tanto que los mismos ángeles no lo comprenden.
¡Qué grande es la misericordia de Dios! ¡Quererme a mí..., ser mi amigo..., mi hermano..., mi padre, mi maestro..., ser Dios y ser yo lo que soy!...
¡Ah!, Jesús mío, no tengo papel ni pluma. ¡Qué diré!... ¿Cómo no enloquecer?...
(San Rafael Arnaiz Barón)
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