domingo, 30 de agosto de 2015

No hay vuelta atrás





Nací para este tiempo 
yo lo viviré 
tus planes y tus sueños 
yo no me perderé 
Mi vida y mi futuro 
en tus manos están 
Jesús yo te seguiré 
¡No hay vuelta atrás! 


Casi me rendí pero decidí 
voltear hacia ti 
tú me salvas Señor. 
Perdido sin ti 
me encontraba yo 
pero con tu voz 
tú me salvas Señor. 
Tú no me olvidas 
siempre me guías 
hacia adelante contigo yo iré 



(Israel Houghton)

sábado, 29 de agosto de 2015

La gracia del perdón



Un fruto muy claro de la gracia, es pedir perdón. Las vestiduras blancas no son refractarias al pecado. Así somos los hombres. Traemos una herencia que no nos deja limpios mucho tiempo. Son como 'tics' de comportamientos interiores, rutinas anteriores, que se ven mejor justo en la comparanza con la gracia de pascua. Los contrastes aportan un poco de consuelo, con su viceversa. Uno solo conoce lo blanco, cuando ve lo negro, descubre lo sucio, cuando ve lo limpio, y mensura el pecado, cuando ve la enormidad de gracia que se nos da en la cruz. Ante tu humildad, Jesús crucificado, uno conoce su soberbia; ante tu sencillez, uno ve su complejidad, que dificulta la simpleza del amor; ante tu dolor, se descubre todo el dolor de la humanidad de todos los tiempos. Solo viendo tus ojos de luz sobre los hombres, uno descubre que no sabemos mirarnos unos a otros con limpieza, sin juicio, sin condena. Y así no podemos amarnos como tú nos amas. Nuestro sufrir, queda escondido en la ignorancia del hermano.

Un sentido enriquecedor del "perdónanos" que elevamos al Padre nuestro, en la oración maestra, no sería solo el comparativo: "como nosotros perdonamos", sino el fundamental: "perdónanos para que aprendamos a perdonar". La parábola del rey que perdonó a un gran deudor, y luego lo castigó por no perdonar a su vez una deudilla, fundamentaría ese sentido.

Le pedimos el pan de cada día, sin alegar que lo vamos a compartir, sino porque tenemos hambre. ¿Y el perdón lo pedimos condicionado a "como nosotros perdonamos"? ¡Mal negocio pedimos! Quizá un sentido de nuestra oración sería: "danos el pan, que vamos a compartir, como nos enseñó tu Hijo, y perdónanos para que aprendamos a perdonar como Él perdonó". Incluso cuando nos maten, nos crucifiquen, nos insulten, y nos pregunten "de qué vamos nosotros los cristianos"...!

Quizás la gran sabiduría sea descubrir que lo esencial no es el pan, ni el perdón siquiera, sino el llegar a comprender y compartir. Por eso es Padre nuestro, Señor nuestro, pan nuestro, y pecados nuestros, nuestra iglesia y nuestra Pascua inmolada, nuestro Espíritu Santo.


Manuel Requena

lunes, 17 de agosto de 2015

Dichoso



Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado

Jn15,11

Dichoso quien comprendió que escucharte salvaba su vida.

Dichoso aquel que eligió vivir y caminar a tu lado.

Dichoso quien no dudó en apostar por lo que no veía, pero, escuchando la música de su corazón, supo que nada podía compararse a tu belleza.

Acortando el espacio para la duda, apoyado en la certeza de tu susurro, dichoso el que abandonó todo y te siguió.

Dichoso el que esperó, más allá de lo imaginable, el que apoyó su esperanza en tu promesa y el que supo con la certeza que da tu amor, que no se equivocaba.

Dichoso el que continúa acortando el espacio entre su corazón y la eternidad, el que levanta sus manos hacia ti cada día, esperando con la esperanza de Abraham.

Dichoso el que teme pero persevera, el que conoce la oscuridad de su corazón y te la ofrece, el que sabe que escogió el tesoro que siempre permanece.

Dichoso el que abrió su mano y soltó lo que poseía, para dejar espacio a tu mano, a tu guía.

Dichoso el que permitió que Tu ciñeras su cintura y emprendió el camino , puestos los ojos en ti.

Dichosos todos los que te obedecemos, los que somos bendecidos por la certeza de que se cumplirá lo que un día nos prometiste.

DICHOSOS…


Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.
Salmo 111,1-2


 Olga Alonso Pelegrin

domingo, 16 de agosto de 2015

¡ Déjame primero ir a enterrar a mi padre!




Jesús está subiendo a Jerusalén, mientras, por el camino, las gentes con las que se encuentra intercambian saludos unas veces, preguntas las más; y Jesús no desperdicia ningún momento para enseñar a la gente su doctrina. Una doctrina quizá exigente, otras veces no comprendida, según los supuestos del pueblo judío, oprimido durante años por el pueblo romano; Israel espera su liberación, y cree en cualquiera que él intuya le sacará de su opresión y de su esclavitud. De eso sabe mucho Israel, como nos demuestra la historia, con multitud de invasiones de los pueblos vecinos.

Hay quien le quiere seguir a cualquier sitio donde Él vaya. Ha crecido tanto la fama no buscada por Jesús, pero imposible de ocultar por las maravillas de su predicación, su santa forma de vivir, la forma de enseñar: ”se maravillaban de sus enseñanzas porque enseñaba con autoridad, no como los escribas…”(Mt 7, 28-29), que el pueblo está dispuesto a seguirle aun a costa de no entender todo el Mensaje; Jesús les aclara que el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza(Lc 9, 58).

 A otro le dice: “Sígueme”. Él respondió: Déjame primero ir a enterrar a mi padre. Le responde: Deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú anuncia el Reino de Dios.”(Mt 9, 59-61)

Por último, en el mismo contexto, hay quien le dice:”Te seguiré, Señor, pero déjame antes despedirme de los de mi casa”. Jesús le dice: “Nadie que pone la mano en el arado y mira atrás es apto para el Renio de Dios”(Mt 9, 61-62)
Llama la atención la petición de Jesús: ¡Sígueme! Es igual a la llamada de Mateo: ¡Sígueme! Y es igual a la que te hace a ti y me hace a mí: ¡Sígueme! No te reprocha nada de tu vida, no te echa en cara tus idolatrías, simplemente te ama.

Nuestra respuesta es la misma ahora que entonces hace ya más de dos mil años. ¡Déjame ir a enterrar a mi padre!

Hay quien trata de buscar radicalidad o incluso intolerancia en Jesús. Son los enemigos de Dios. Siempre buscando la parte negativa de las cosas. Naturalmente, que Jesucristo, bondad y comprensión infinita, como infinitos son todos sus atributos, no dice que lo que los “malintencionados” quieren explicar. Si a alguien se le ha muerto su padre, ¡claro que hay que enterrarlo! Es que en este “enterrar al padre” está la disculpa mucho más sutil: Estoy tan apegado a las cosas de este mundo,-enterrar al padre-, que tengo otras cosas más urgentes que hacer antes de seguirte. Pero no te preocupes, que luego te sigo.

O la disculpa de otro: ¡Déjame despedirme de los de mi casa! Es la misma cuestión. Es la tentación de mirar hacia atrás. Es la visión del pueblo de Israel al caminar por el desierto: “…Toda la comunidad de los israelitas murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto,. Decían. Ojalá hubiéramos muerto a manos de Yahvé en el país de Egipto cuando nos sentábamos junto a la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos. Nos habéis traído a este desierto para matar de hambre a toda esta asamblea…”(Ex 16, 1-4)

 Es lo que diríamos de otra forma: amar al Señor NO  con todo el corazón NI con toda la mente, NI  con todas tus fuerzas, que nos dice el Shemá. Sólo con una parte.

“Amarás al Señor, tu Dios, con TODO  tu corazón, con TODA tu alma, con TODAS tus fuerzas…”(Dt, 6,6) Nos lo recuerda el Shemá= escucha.
Y nosotros, la palabra TODO la traducimos por “sí, pero…”. Es lo que en refrán español diríamos: “poner una vela a Dios y otra al diablo”. Más que nada por dejar las cosas claras.

El que mira para atrás no es apto para la Vida eterna. El diablo, el acusador de los hermanos como dice el Apocalipsis, nos tienta con esto; con la mirada hacia tras: ¡fíjate lo que hiciste! Lo tuyo no tiene perdón de Dios, fuiste injusto, te dejaste engañar, eres culpable…Y tantas y tantas mentiras, que, si es verdad que fueron ciertas, nos oculta la Misericordia de Dios.

El Amor de Dios no es como lo pinta el Enemigo. El amor de Dios es AMOR. El pecado confesado y arrepentido, entregado al Señor con lágrimas verdaderas, lo recogió Jesús y lo clavó en la Cruz Redentora. Él se hizo maldito, se hizo pecado por nosotros, de forma que nada tenemos que pagar. ¡Él pagó por nosotros!
“Y a vosotros, que estabais muertos en vuestros delitos y en vuestra carne incircuncisa, os vivificó juntamente con Él, y nos perdonó todos nuestros delitos. Canceló la nota de cargo que había contra nosotros, la de las prescripciones con sus cláusulas desfavorables, y la quitó de en medio, clavándola en la Cruz…” (Col 2,14)

Es estremecedor este relato de Pablo. Deberíamos escribirlo y leerlo todos los días, para darnos este baño de amor a Dios.

Por ello ¡Abramos nuestro corazón a la Verdad, que es Cristo y su Evangelio! ¡Abramos el corazón, para que Él lo purifique! ¡Enterremos a nuestro padre el diablo que un tiempo fue señor de nuestros corazones! ¡Abramos los brazos a Cristo! Él nos sigue llamando con gemidos inefables, en palabras de la Escritura para con su

¡Sígueme!


Alabado sea Jesucristo


Tomás Cremades

sábado, 15 de agosto de 2015

La Asunción de la Virgen María




No se nos pierde, no.
Se va y se queda.
coronada de cielo,
tierra añora
y baja en descensión
de Mediadora,
rampa de amor,
dulcísima vereda.

Recados del favor
nos desenreda
la mensajera,
la reveladora,
la paloma de paz.
Heridla ahora:
ya se acabó
el suplicio de la veda

Hoy sobre todo
que es la fiesta en Roma
y se ha visto volar
otra Paloma

y posarse
en la nieve de una tiara.

La Asunción de María
 -vítor, cielos-,
corazonada ayer
de mis abuelos,
en luz, luz,
luz de Dogma se declara. 
(Gerardo Diego)


Salve, Madre,
en la tierra de mis amores
te saludan los cantos
que alza el amor.
Reina de nuestras almas,
flor de las flores,
muestra aquí
de tu gloria los resplandores,
que en el cielo tan sólo
te aman mejor.

Virgen Santa, Virgen pura,
vida, esperanza y dulzura
del alma que en ti confía,
Madre de Dios, Madre mía,
mientras mi vida alentare,
todo mi amor para ti,
mas si mi amor te olvidare,
Madre mía, Madre mía,
aunque mi amor te olvidare
tú no te olvides de mí.



viernes, 14 de agosto de 2015

La Pasión




Cuando tengas dolor, tristeza o angustia, piensa en esto: La Pasión.

¿Qué crees que fue este pasaje? Pues ni más ni menos que tu dolor, tu angustia, tus lágrimas, tu soledad, la injusticia que has recibido o la incomprensión  y abandono que has sentido.

Él sufrió lo que tú estás viviendo ahora más el lento suplicio hasta morir, es decir, todo y lo de todos en 24 horas de un día: Su Pasión.

¡Imagínate como fue! ¿Puedes? Haz un intento y verás como en su amargura te observa, te mira y se para delante de ti para decirte: “Sé muy bien por lo que estás pasando, pero escucha: Mi Pasión sucedió por ti, por tus penas y tus males ¡Mírame!

Aquí me tienes, ensangrentado en el sufrimiento sólo pata ti. ¿Sabes cuánto te amo? Pues llévame contigo en cada lágrima y Yo la secaré, llévame en tu herida y Yo la sanaré, llévame, llévame y refúgiate en Mí… Yo no te tenía en el tormento, en cambio tú a Mí, sí. Bajé y sufrí para después ayudarte y Yo era Dios. ¡Imagínate el cuadro!

Recuerdo cuando veo a mi Madre desgarrada e impotente ante la barbarie de mis hermanos… Fue entonces cuando  le dije:  

Madre, amo al mundo tanto o más que a ti y por ellos, hijos tuyos ante La Cruz, debo llevármelos conmigo y, mientras recorren el camino hacia la muerte por la VIDA, me tengan de imagen y semejanza en el dolor; se refugien en Ti y en Mí para darles la fuerza que obtuve de mi Padre y no se sientan solos sino amparados por todos Nosotros que ya somos un “porrón” mirando hacia la tierra...

Mi Madre lo entendió aquel día y hoy en cada Eucaristía, me entrega y me entrego por el amor que te tenemos. Ella habla mucho de Mí ¡Te habrás dado cuenta de que la pobre Mujer no para!, a veces  hasta llora como Yo con mi Sangre en vuestras estatuas Consagradas ¡Para que veas!   

Ya sabes, en momentos angustiosos: Mi Pasión y rememora mis ojos clavados en ti. ¡Así que alégrate porque me vas a deshacer! ¿Es que no sabes que desde aquel día estoy contigo? Pues no lo parece… Cuéntame y Yo lo resolveré, pero ¡ojo al dato!: Mi voluntad sólo te llevará donde Yo pueda protegerte ¡Ahí queda eso! Te lo digo por si crees que no te hago caso ¡Qué siempre decís lo mismo!


De momento, parecerte a Mí me glorifica y me conmueve. Prometo estar contigo hasta el final del mundo, te lo dije. Verás cómo surge una sonrisa porque entre los dos llevaremos juntos tu carga y aunque tropecemos, no te preocupes, ya sabes que las sandalias tienen cintas y nos la podemos pisar o también tropezar con las piedrolas. 

Pero estamos juntos para llegar…      

 Emma Díez Lobo

jueves, 13 de agosto de 2015

Dios toca tu corazón.-



Hay un episodio en el Libro de los Reyes, concretamente en el capítulo 19 que profetiza lo que después en diversos episodios evangélicos podríamos llamar como “el paso de Yahvé”.

Sucede que el profeta Elías ha matado a los cuatrocientos cincuenta Baales y es perseguido por el ejército de la reina Jezabel para matarlo. Él ha dado testimonio público de que el verdadero Dios es Yahvé, y se ha ganado el odio y la persecución de todo un pueblo. Elías sale huyendo y se refugia en  Berseba de Judá, como nos narra el versículo 3: “…anduvo por el desierto una jornada de camino hasta llegar y sentarse bajo una retama…”. Se recostó y quedó dormido, pero un ángel le tocó y le dijo:”…Levántate y come…”Miró a su cabecera y vio una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió y bebió y se volvió a acostar. El ángel de Yahvé volvió por segunda vez, le tocó y dijo: “…Levántate y come pues el camino ante ti es muy largo…”. Se levantó, comió y bebió y con la fuerza de aquella comida caminó durante cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de Dios, el Horeb.

Elías se sienta bajo una retama; es la imagen del que está vencido, derrotado, no tiene fuerzas para continuar. Son tan graves los acontecimientos que le esperan que se desea la muerte y no puede seguir. La imagen de “sentarse” ya nos indica que es un perdedor, se identifica con la muerte que intuye le espera, y está como el ciego de Jericó, al borde del camino, aceptando su mala suerte y el abandono de Yahvé.

Quizá a veces nos encontremos en esos momentos  ante una determinada situación de nuestra vida. Probablemente en los tiempos actuales nadie nos persigue para matarnos, pero los problemas del día a día se nos hacen tan pesados y la solución, si existe, es tan lejana, que  deseamos “apartar de nosotros ese cáliz amargo”. Nos recuerda algo ¿verdad? Hasta el mismo Jesucristo tuvo que pasar por este trance para redimirnos.

Aparece en la escena el ángel de Yahvé, que le toca. Lo dice dos veces. Y le pide levantarse y comer. Por decirlo de otra forma, le exige “ponerse en pie”. Es decir, tomar la postura del Resucitado, el estar en pie. Y le ordena comer para coger fuerzas. No un alimento cualquiera, le presenta una torta-suponemos de pan- y un jarro de agua.

Con este alimento se alimentaban tradicionalmente los presos a quienes se les mantenía a pan y agua para que no muriesen en la cárcel. “A pan y agua”.
En este texto hay algo mucho más fuerte: Este pan y esta agua son los alimentos que el Señor Jesús nos da como alimento cuando nos dice YO SOY EL PAN VIVO, YO SOY EL AGUA VIVA.

Es pues una imagen preciosa que ya profetiza lo que ha de ser para nosotros el alimento para el camino de nuestra vida, camino muy largo, como nos indica el texto.

En la Escritura vemos que no sobra ni falta ni una sola palabra. Ya decía Jesús: “…mientras duren el cielo y la tierra no dejará de estar vigente ni una i ni una tilde de la Ley…”(Mt 5,18).

 Y el ángel de Yahvé- que no es sino el mismo Dios-le toca.

Entrando en una ciudad, se presentó un leproso que, al ver a Jesús, se echó en tierra, y le rogó diciendo: “…si quieres puedes limpiarme…”Él extendió la mano, le tocó, y dijo: “Quiero, queda limpio”(Lc 5,12-26) Y al instante quedó curado.
Veamos ahora la curación de dos ciegos que narra Mateo en (Mt 9, 20-29):
“…Cuando Jesús se iba de allí, le siguieron dos ciegos gritando: ¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David! Y al llegar a casa, se le acercaron los ciegos, y Jesús les dice: ¿creéis que puedo hacer eso? Dícenle: Sí, Señor. Entonces les tocó los ojos diciendo: Hágase en vosotros según vuestra fe. Y se abrieron los ojos.

Son  impresionantes las palabras de Jesús. Aunque el interés de esta catequesis es reflexionar cómo Dios toca al hombre en el paso de Dios por su vida, no puedo por menos de detenerme en el cuadro que nos pinta el Señor.

Los ciegos le piden a Jesús su curación, y da la impresión de que Él no les hace caso, puesto que le siguen hasta casa. No les cura inmediatamente. Nosotros, dentro de este “cuadro” también estaríamos solicitando urgentemente el milagro. ¡Cuántas veces pedimos sin saber!

Dios sabe lo que nos hace falta, y nos lo da por añadidura cuando pedimos lo que Él quiere darnos. (Mt 6, 25-34): “Buscad el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura”. Y esta justicia no es tanto la justicia distributiva como la entendemos nosotros, de dar a cada uno la recompensa que corresponde, sino la forma de “ajustarnos” a Dios, como una mano se entrelaza o ajusta a la otra. Así hemos de ajustarnos a Él buscando su justicia.

El Señor les pide fe; sólo eso, que crean en Él. Igual te pide a ti y a mí. Tener fe, que nos fiemos de Él; sabemos que todo lo puede, nos fiamos de su Bondad y Misericordia en grado tal, que sabemos que nos dará lo que pedimos si lo hacemos con fe y con la seguridad de que ya lo hemos conseguido. “…Cualquier cosa que pidáis al Padre en mi Nombre Yo lo haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo…” (Jn, 14,13)

Al ver la fe de los dos ciegos, les tocó los ojos diciendo, como hemos visto: Hágase en vosotros según vuestra fe.

Entre los innumerables textos del Evangelio en que Jesús toca a la gente, me detengo en el conocido de la curación de la hemorroisa, según relata Marcos en  (Mc 5, 21-43). Y dice así: “…Una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó el manto diciendo: si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré…”La sangre, en el contexto del pueblo de Israel, representa la vida; esta mujer perdía su vida sin poderla contener. Y llevaba doce años padeciendo este problema. Y nos podemos preguntar: ¿importa tanto que sean doce, o diez o siete? Los números, en la espiritualidad del pueblo de Israel, tiene significado. El número doce es el número de la plenitud: Las doce tribus de Israel, los doce Apóstoles, los doce años de padecimientos de la hemorroísa perdiendo su vida…

En este caso es el ser humano representado en la hemorroisa la que se acerca a Jesús para tocar su manto. El manto, en la espiritualidad bíblica representa el espíritu o la personalidad del que lo lleva. Recordemos las palabras del profeta Eliseo cuando le pide su manto a Elías antes de ser éste arrebatado a los cielos. (2R 2, 1-18) Y observad sobre todo el versículo 13, en el que el manto de Elías se parte en dos, quedándose Eliseo con una parte.

Jesús, entre las apreturas del momento, se siente “tocado “de una manera especial; tanto que pregunta a su alrededor: ¿quién me ha tocado? La hemorroisa confiesa su acercamiento y Jesús, al ver su fe, le dice: “Hija tu fe te ha salvado, vete en paz”. Y quedó curada la hemorroisa.

¿Cuántas veces nos toca Jesucristo? No nos damos cuenta. Él tiene infinita paciencia, nos espera hasta el fin. Nos toca o nos llama a la conversión, sigue enviando profetas a la tierra; profetas-anunciadores de su Palabra. Ahí estamos nosotros, los que le buscamos, los que queremos ser sus discípulos. Somos por el Bautismo un reino de SACERDOTES, PROFETAS Y REYES, y esa gracia que Dios nos ha concedido gratuitamente, no la podemos enterrar como el siervo perezoso que enterró sus talentos. Hemos de hacerla producir, a la manera de Dios, contando a los demás sus maravillas, las que hace en cada uno de nosotros cada día. La hemos de contar con palabras y con hechos, con lágrimas y con sonrisas, llorando con los que lloran y riendo con los que ríen (Rom 12,15). Llevando la cruz de cada día al hombro, no arrastrándola.

Mi yugo (la Cruz) es suave y mi carga ligera (Mt 11,30).El yugo lo llevan los animales enlazados entre dos; así unen sus fuerzas y, avanzando, les cuesta menos.

Jesús toma este ejemplo para indicarnos que en nuestra vida, con nuestro yugo, (nuestra cruz, pero la llama yugo), al otro lado, Él nos acompaña y tira con nosotros. ¿Te imaginas a Jesús a tu lado acompañándote en todos tus problemas? Si lo pensamos así, como nos lo ha prometido, ¡qué liviana se nos convierte nuestra carga!

Si un día, cuando te levantes por la mañana para los quehaceres de cada día, recibes una llamada que te dice: ¡no te preocupes por el pago de tu hipoteca! O te llama el Banco para decirte. ¡Tu deuda la han pagado, no me debes nada! Primero no te lo creerías, y después saltarías de gozo.

El Señor Jesús pagó con su sangre y su muerte la deuda que teníamos contraída clavándola en la Cruz. Él pagó por nosotros. ¿Hay AMOR más grande? Tanto amó Dios al mundo que entregó a su único Hijo (Jn 3,16).

¿Alguien te amó así alguna vez? Este es Jesús de Nazaret, nuestro Dios, Jesucristo el Hijo único del Padre.

Que sea Él quien en este día haya tocado tu corazón, como tocó el mío, cuando, en mi pobreza, me inspiró estas reflexiones.

Alabado sea Jesucristo

Tomás Cremades





miércoles, 12 de agosto de 2015

¡Frágiles?




O bien las personas somos hoy más frágiles o el mundo que vivimos es más inhóspito. Hay demasiada presión sobre el individuo como para que la vida no resulte más incierta. Las causas son muchas y ninguna explica totalmente la situación: es evidente que la precariedad laboral o el desempleo no ayudan a la estabilidad de las personas y las familias, pero también es innegable que la cultura del consumo, el presentismo y el individualismo determinan notablemente los sentimientos, las actuaciones y aspiraciones de todos. El fuerte cambio de valores y la actual situación sociocultural están generando una grave soledad en el sujeto que se convierte en un superviviente de un mundo difícil. Está solo, como un náufrago, rodeado de otras soledades.

La escalada de fracasos de todo tipo (familiares, laborales, profesionales, escolares...) no puede pasarnos inadvertida. Curiosamente, cuando el mundo tiene más medios se diluyen los fines. Así es más difícil vivir. En cualquier caso estamos invitados a poner manos a la obra para mejorar no solo la calidad de vida, sino la ilusión por vivir. Tenemos que recuperar fuerza para afrontar la existencia y redescubrir los auténticos valores que dan (buen) sentido a la vida. Nuestra vida está interrelacionada; ni estamos solos, ni podemos estarlo. Cada mañana se abre ante nosotros el buen camino del vivir, ¿sabremos transitar por él? En la necesaria búsqueda de seguridades hemos llenado nuestro equipaje de cosas y hemos desechado los auténticos valores indispensables para recorrer la existencia.

La Biblia es una auténtica guía de peregrinos que nos puede orientar hoy. Son siglos de historia recogidos en infinidad de experiencias reflexionadas desde la sabiduría creyente. Es una buena enseñanza para los tiempos de dificultad. En ella encontramos historias de sufrimiento y decepción, tanto individuales como colectivas. Son realidades duras, imprevistas, no deseadas... por las que todos pasamos. Son los caminos oscuros de la vida. En medio de esas dificultades, el mensaje es claro: Dios camina a nuestro lado, aunque no lo veamos, aunque no le escuchemos, aunque no lo sintamos. Vengan bien o mal dadas, con aplausos o abucheos, en tiempo de lágrimas o de risas... el Señor está cerca. Su compañía no determina el éxito o el fracaso, pero sí nuestra experiencia. Él no es un seguro contra la adversidad, sino un buen amigo que está al lado y acompaña, a pesar de los problemas. La riqueza del creyente es reconocer a Dios que se hace presente en nuestra vida. Ahora bien, para poder reconocerlo es importante pararnos, respirar, escuchar y sentir; solo así descubriremos su discreta y absoluta presencia.


Santiago Aparicio
  

martes, 11 de agosto de 2015

Silencio por favor



Deduzco de lo que expresa el Génesis que El universo real del creador es un universo de sonidos según reza este libro: “Dijo Dios: Haya un firmamento… …e hizo Dios el firmamento; dijo Dios: Haya luceros en el firmamento… ….y se hizo; dijo Dios: Produzca la Tierra vegetación,… …y se produjo; dijo Dios: Produzca la tierra animales vivientes… …y fueron creados”, etc. En definitiva todo fue hecho por el Poder de la Palabra de Dios.

También el Evangelio de San Juan comienza diciendo que en el principio era la Palabra y que ésta era en el principio con Dios y que todas las cosas fueron hechas por ella.

En principio, no tenemos por qué pensar que el Génesis y San Juan nos fueran a contar mentiras. No veo que interés podrían tener en ello.

Lo sorprendente es que esta descripción que puede sonar a cuento de hadas, cada vez toma más consistencia con los últimos descubrimientos de la física de partículas (pido perdón a los Físicos desde este mismo instante) y de la evidencia del Bosón de Higgs que explica la existencia de la masa como la interacción de partículas sin masa y un campo energético, al fin y al cabo, materia surgiendo de energía como la luz o el sonido.

Partiendo de este punto, hay una pregunta que me surge para usted, a saber: ¿Si llamamos realidad al universo creado por la Palabra de Dios cómo llamaríamos al universo particular creado por palabras y sonidos dentro de la mente humana?

Porque lo que a todas vistas es incuestionable es que los hombres viven la mayor parte del tiempo en un universo particular y paralelo que interpreta la realidad.

Este universo particular también es un universo de sonidos, pero falsos, un universo paralelo, donde usted imagina que suenan cosas que, en realidad, no suenan, pero que le impiden escuchar la realidad, enmascarando ésta con sonidos inventados, normalmente de juicios y opiniones, cancioncitas, conversaciones del pasado o del futuro, ruiditos, etc. En definitiva, cualquier sonido es válido con tal de no escuchar la creación del Padre.

Creo que cuando Jesús decía aquello de “El que tenga oídos que oiga”, seguramente no lo decía por decir, tal vez nos estaba invitando a dejar la sordera voluntaria, ésa que usted también padece. Pero no para escuchar los ruidos particulares repetitivos y aburridos de su cabeza que, en realidad, no suenan sino en su imaginación, y que a nadie interesan (incluido usted mismo) sino para escuchar el mundo creado por Dios, hecho por su Palabra, el único que solo puede ser verdad.

De las palabras de la verdad reconozca que sólo escucha un 10%, y de éste 10% recuerda otro 10%. Por tanto, realmente se ha enterado de muy poco. Si, por la gracia, alguna vez se abrió su oído y oyó la verdad por un instante, es cuando ésta llegó al corazón, conectó con su verdadero ser y le hizo reconocer la verdad en lo que escuchó. Y digo reconocer, porque la verdad ya está dentro de usted como hijo de Dios, sólo tiene que dejar de empeñarse en taparla con ruido.

Si ha probado alguna vez a escuchar los sonidos de la creación sin emitir juicios ni poner nombres a todo lo que ve, experimentará que estos sonidos siempre alimentan y aportan energía. Sin embargo, sus sonidos particulares de rechazo, juicio y demás ruidos, sólo le restan energía, sólo fabrican límites a lo que usted es, creando elementos para identificarse, es decir, buscarse en su propio pensamiento.

Cuando los santos y los sabios invitan al hombre a venir al silencio no es huir del ruido del tráfico, ni del río, ni del agua, ni de la voz de un hermano o de los gritos de un niño, sino de su propia aburrida y nunca interesante conversación interior, de su mundo particular, de su creación.

Los ruidos internos hay que mantenerlos a cada instante como a cada instante es mantenida la creación. Esto conlleva un gran trabajo y un gran esfuerzo agotador para usted que a la larga terminará por enfermarle.

Usted se dará cuenta del silencio cuando realmente empiece a oír y se dará cuenta que no había escuchado nunca o muy pocas veces. Entonces experimentará un maravilloso descanso, una profunda paz y alegría al escuchar la creación del Padre sin juicios, sin ruido interior. Qué maravilla al darse cuenta que no es obligatorio vivir en el mundo de temores y sonidos imaginarios que ha inventado.

Silencio por favor, y si tiene oídos pues oiga,……………… vuelva usted al Paraíso.


J. J. Prieto Bonilla.

lunes, 10 de agosto de 2015

Miraba en Google



 Miraba yo el universo a través del telescopio Hubble…  ¡Wow! mi mente no alcanza a entender tal magnitud de trillones y trillones infinitos de estrellas, planetas, galaxias y soles. Dios, ¿Por qué tan extenso y sin fin? No comprendo el motivo de tal Creación.

Nosotros “no somos” absolutamente nada, no se nos ve en la inmensidad del espacio y, ¿Tú elegiste este infinitesimal mundo para morir por esta diminuta humanidad?

Debe haber alguna razón Señor que Tú sabes y yo quiero saber, para que me tranquilice la visión de los cielos ¿Podrías contestarme? Yo soy incapaz...

- A ver cómo… Sí, yo creé cuanto ves hoy en el firmamento y verán dentro de miles y miles de años, como otros ya lo están viendo desde hace millones; pero nunca acabarán de verlo porque no tiene principio ni fin…

Lo hice tan grande y eterno como Yo, para ser compartido por todos los seres del universo. Ni sois únicos, ni os cree los primeros. Construí una ley física y eterna para el cosmos por la cual debe expandirse…. Y donde haya espíritus de bien que me elijan con fe, conocimiento y amor, inundan éste, mi sentido de la total creación.   

Fui a vuestro mundo porque para mí es tan grande y hermoso como otros. Mi razón: Salvaros de las manos del ángel que envié a los infiernos desde el Edén. Ni el cielo ni el infierno están en el firmamento. Es un Reino aparte, es una hoguera aparte, en otros “lugares” más extensos en amor y condena que el propio firmamento.

Todos los seres han sido creados a mi imagen y semejanza. No importa el aspecto después de millones de años pasados y futuros en cualquier lugar del universo. La extraordinaria semejanza es inmaterial: Voluntad propia, racional y dominio de la criatura inteligente sobre lo creado.

Al primer ser con raciocinio de la tierra llamado “Adán”, le hice a mi imagen, perfecto y sin muerte pero sobre todo con libertad (esencia del espíritu) para tomar decisiones… ¡Pues vaya la que tomó!... No me interrumpas; después, semejantes a mí  también les hice en dolor y sufrimiento: Jesús, mi Hijo.

- Eso sí que me lo sé y lo que he entendido es que somos alma como Tú, libres como Tú, con inteligencia, que es tu reflejo (unos más y otros menos ¡pero qué vamos hacer!) y doloridos como Tú. Y cuando nos vayamos de este gran planeta azul, poder decir: “Y veo lo que hice y estuvo bien”… Como dijiste “un día” también Tú.

Dios gracias por darnos a tu Hijo después del estropicio que montaron en el paraíso y poder estar de nuevo en comunión contigo, el gran Creador, mi Padre.

¡Mira que todo lo has hecho perfecto!!! Eres lo Más y hay cada planeta gigante que te “mueres”, terroríficos. ¡Alucinante Dios, alucinante! ¡Qué pena no estar todos contigo!   

   Emma Díez Lobo

domingo, 9 de agosto de 2015

Conoces nuestra masa


Conoces nuestra masa.
Sabes que somos de barro.
El pecado nos angustia.
No podemos librarnos de Él.
Tú nos aceptas de barro.
Sientes ternura hacia nosotros.
Podemos empezar de cero cada día.
No abandones la obra de tus manos.

 
Patxi Loidi


El alimento que Jesús nos da es el pan vivo

que es Él mismo, y nos hace felices.

EEJ2015 Homilía del Cardenal Blázquez en el Encuentro Europeo de Jóvenes Ávila 2015.
Homilía del Cardenal Blázquez en el Encuentro Europeo de Jóvenes Ávila 2015
Ávila, 9 de agosto de 2015
Desde este lugar, cargado de recuerdos, saludo cordialmente a todos los presentes, también a quienes a través de la TV y radio participan en la Eucaristía. Lo dicho en un rincón del mundo hoy resuena y puede ser escuchado al mismo tiempo en el mundo entero.  En esta pendiente, junto al lienzo norte de la muralla de Ávila presidió el Papa San Juan Pablo II la Eucaristía el día 1 de noviembre de 1982, con ocasión del IV Centenario de la muerte de Santa Teresa. Frente a nosotros está el convento de la Encarnación, en que vivió muchos años Teresa de Jesús, y desde donde contemplaría las murallas rematadas con la espadaña de la iglesia en que vivió San Juan de la Cruz varios años. Precisamente a este lugar, mientras esperábamos la llegada del Papa para la Eucaristía nos llegaba el ruido del jolgorio de varios miles de religiosas de clausura que escuchaban entusiasmadas al Papa; en la huerta del convento tuvo lugar aquel encuentro orante y alegre. Nos unimos desde aquí al Papa Francisco, cuyo mensaje hemos acogido con gratitud.
“Yo soy el pan de la vida” (Jn 6,48). El pan es síntesis del alimento corporal y es también símbolo de otro alimento en el que Jesús va introduciendo a sus oyentes, entre el estupor y el escándalo. Jesús multiplicó los panes para que en el descampado pudiera alimentarse una multitud incontable. Los cinco panes del muchacho bastaron y sobraron para nutrir a miles de hombres. Lo insuficiente se hizo don abundante a través de Jesús. ¿Qué es esto para tantos? Santa Teresa, consciente de su pequeñez, “mujer, ruin e imposibilitada”, ofreció a Dios lo poquito que estaba en ella (cf. Camino, 1,2) para responder a las ingentes necesidades de aquellos “tiempos recios”. Dios no desprecia lo pequeño; lo recibe y convierte en respuesta magnífica. No digamos a Dios: Yo no sé, yo no puedo, yo no valgo, ¿a dónde voy a ir yo En manos del Señor nos reparte como don para los demás.
El verdadero pan del cielo, el pan para la vida del mundo, no era el maná llovido providencialmente del cielo, que comieron los padres en el desierto camino de la tierra de promisión. El pan prometido por Jesús tiene la capacidad de sostener la vida del hombre para siempre. ¿Qué buscamos en la vida? ¿Anhelamos y pedimos a Dios, más allá y en medio de nuestras necesidades, el pan que sacia el corazón del hombre?
Este pan es Jesús, que con su Palabra y con su Cuerpo y Sangre en el sacramento de la Eucaristía viene a nuestro encuentro. “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,68). Jesús se hace Palabra que acogemos con fe, y se hace alimento en la Eucaristía para fortalecernos. El sentido del pan es alimentarnos y sostener la vida; comemos para vivir; pues bien, solo la Eucaristía realiza plenamente lo que significa el pan ya que, en ella, recibimos la vida eterna.
Elías, cansado y agotado, fue sostenido en el desierto con un pan y un jarro de agua ofrecidos por el ángel del Señor, “porque el camino era superior a sus fuerzas” (1Re 19,7). Santa Teresa, al morir, nos dijo: “Es tiempo de caminar”. La Eucaristía es el Pan de los caminantes, el pan para la vida del mundo, medicina de inmortalidad. No digas, no puedo más. Acércate a la mesa del Señor, con tus agobios y desánimos, y el Cuerpo del Señor, recibido con fe, se convierte en tu interior en fuente de vida. “Jesús es ayuda y da esfuerzo, nunca falta; es amigo verdadero (Vida, 22,6).
Una pregunta y una invitación nos hace el Señor esta mañana, en este lugar en que resuenan los ecos de admirables testigos: “Oíd, sedientos todos, acudid por agua; venid, también los que no tenéis dinero… ¿Por qué gastar dinero en lo que no alimenta y el salario en lo que no sacia? Venid a mí, escuchadme y viviréis” (Is 55,1ss). Si el alimento es pobre, arrastramos la vida como famélicos. Todos tenemos experiencia de lo que alimenta realmente y pacífica, de lo que saca del egoísmo y conduce a la fraternidad; también sabemos lo que no resiste la prueba del tiempo, lo que después de un momento de exultación paga con resaca, vacío y tristeza. Estas experiencias tuvo también Santa Teresa; y una vez convertida al Señor brilló la luz en medio de su cruz. Lo insoportable se le volvió ligero y gozoso. “Por qué ha de ir la devoción de la mano con la tristeza?” “Un santo triste, es un triste santo”. Queridos jóvenes, caminad con decisión, esfuerzo, esperanza y paciencia. Abrázate a Jesucristo que es Luz, Fuente, Camino, Pan, Amigo que nunca falla. Los amigos fuertes de Dios son oyentes asiduos de su Palabra, en silencio oran, trabajan, cargan con la cruz siguiendo los pasos de Jesús, abren su vida a los indigentes, acompañan a los desamparados. En la oscuridad no pierden la esperanza. Sabemos, queridos amigos, que los tiempos actuales tiene para vosotros la reciedumbre particular del desempleo, amplio y duradero. Os debe la sociedad mayor solidaridad; no os quedéis en el desánimo ni en la indignación.
San Pablo nos ha dicho en su carta: “Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda maldad. Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo” (Ef 4,31-32). Si una persona está interiormente en tinieblas, verá todo el mundo oscuro; si la amargura envenena su espíritu, nada posee para él el gusto de la vida. Santa Teresa es maestra del espíritu evangélico y por ello es maestra en la difícil asignatura de aprender a vivir. Una monja contemplativa del siglo XVI merece ser escuchada, también por jóvenes, al comienzo del siglo XXI. ¡Qué el cultivo de la amistad con Dios derrame en nosotros serenidad, amor y alegría!
De unos mártires del siglo IV, escuchamos en el momento culminante de su testimonio: “Sin la Eucaristía no podemos vivir”. Estas palabras, pronunciadas por unos testigos “amigos fuertes de Dios”, que rubricaron la fe y el amor a Jesucristo con su sangre, fueron atinadas desde el principio y su vigencia pervive de generación en generación. En la Eucaristía se forjan los amigos fuertes de Dios. Jesús resucitado nos invita a su Mesa el domingo. La Eucaristía, por ser encuentro con Jesús crucificado y vencedor del pecado y de la muerte, es manantial de amor fraterno y de solidaridad con los pobres, cercanos y distantes. La Eucaristía que es el centro de la Iglesia nos envía a todas las “periferias”. En la celebración eucarística, según el testimonio de la primera comunidad cristiana (cf. Act 2, 46), “partían el pan” con alegría y sencillez de corazón. La Misa del domingo es una fiesta de la fe. Es oportunidad estupenda para encontrar a los hermanos, para compartir la vida, para fomentar la amistad. En nuestro mundo, en que más allá de muchos ruidos, la soledad campa a sus anchas, ¡qué importante es el encuentro dominical con el Señor y con los hermanos!
Queridos jóvenes, colaborad con vuestra presencia y vuestro ánimo a que la Eucaristía sea comunicación fraterna, alegría festiva y surtidor de alegría porque participamos del Pan de la vida eterna. En la Eucaristía se regenera la amistad con el Señor, se fortalece nuestra valentía y nos convierte en fermento de esperanza para el mundo. ¡Es un don de Dios que la Eucaristía sea celebrada en todos los rincones del mundo!
Queridos amigos, este Encuentro Europeo de Jóvenes, en Ávila, donde el eco de Santa Teresa se escucha por todas partes, es una ocasión preciosa para aprender las grandes lecciones de la vida. En un momento decisivo, siendo adolescente, al morir su madre Dña. Beatriz, el año 1528, acude a la imagen de Ntra. Señora de la Caridad, conservada ahora en la Catedral. La Virgen María es madre de Teresa huérfana. Nos acogemos hoy a la intercesión de nuestra Señora del Monte Carmelo, en cuyo trasfondo aparece la historia impresionante del profeta Elías, defensor vibrante de la fe en Dios, perseguido y sostenido providencialmente en el camino de fidelidad. En tiempos recios fue amigo fuerte de Dios