viernes, 30 de noviembre de 2018

Os anuncio que comienza el Adviento.




Alzad la vista, restregaos los ojos, otead el horizonte.
Daos cuenta del momento. Aguzad el oído.
Captad los gritos y susurros, el viento, la vida...
Empezamos el Adviento,
y una vez más renace la esperanza en el horizonte.
Al fondo, clareando ya, la Navidad.
Una Navidad sosegada, íntima, pacífica,
fraternal, solidaria, encarnada,
también superficial, desgarrada, violenta...;
mas siempre esposada con la esperanza.
Es Adviento esa niña esperanza
que todos llevamos, sin saber cómo, en las entrañas;
una llama temblorosa, imposible de apagar,
que atraviesa el espesor de los tiempos;
un camino de solidaridad bien recorrido;
la alegría contenida en cada trayecto;
unas huellas que no engañan;
una gestación llena de vida;
anuncio contenido de buena nueva;
una ternura que se desborda...
Estad alerta y escuchad.
Lleno de esperanza grita Isaías:
"Caminemos a la luz del Señor".
Con esperanza pregona Juan Bautista:
"Convertíos, porque ya llega el reino de Dios".
Con la esperanza de todos los pobres de Israel,
de todos los pobres del mundo,
susurra María su palabra de acogida:
"Hágase en mí según tu palabra".
Alegraos, saltad de júbilo.
Poneos vuestro mejor traje.
Perfumaos con perfumes caros. ¡Que se note!
Viene Dios. Avivad alegría, paz y esperanza.
Preparad el camino. Ya llega nuestro Salvador.
Viene Dios... y está a la puerta.

¡Despertad a la vida!

(Ulibarri, FI)


miércoles, 28 de noviembre de 2018

Religión vs Espiritualidad



“La religión no es sólo una, hay cientos.
La Espiritualidad es una.

La religión es para los que duermen.
La Espiritualidad es para los que están despiertos.

La religión es para aquellos que necesitan que alguien les diga qué hacer y quieren ser guiados.
La Espiritualidad es para aquellos que prestan atención a su voz interior.

La religión tiene un conjunto de reglas dogmáticas.
La Espiritualidad invita a razonar sobre todo, a cuestionar todo.

La religión amenaza y asusta.
La Espiritualidad da Paz interior.

La religión habla de pecado y culpa.
La Espiritualidad dice: “aprender del error”.

La religión reprime todo, y en algunos casos es falsa.
La Espiritualidad trasciende todo, te muestra la diferencia entre la realidad y la Verdad!

La religión no es Dios.
La Espiritualidad es todo y, por tanto, es Dios.

La religión inventa.
La Espiritualidad encuentra.

La religión no pide ninguna pregunta.
La Espiritualidad cuestiona todo.

La religión es humana, es una organización con reglas.
La Espiritualidad es Divina, sin reglas.

La religión es la causa de las divisiones.
La Espiritualidad es la causa de la Unión.

La religión te busca para que creas.
La Espiritualidad necesita que investigues que busques.

La religión sigue los preceptos de un libro sagrado.
La Espiritualidad busca lo sagrado en todos los libros.

La religión se alimenta del ego.
La Espiritualidad nos permite trascender.

La religión nos hace renunciar al mundo.
La Espiritualidad nos permite vivir en Dios, no se da a él.

La religión es el culto.
La Espiritualidad es la meditación.

La religión nos hace soñar la gloria y el paraíso en el futuro.
La Espiritualidad nos permite vivir la gloria y el paraíso aquí y ahora.

La religión se alimenta del miedo.
La Espiritualidad verifica y se alimenta de la confianza y la fe.

La religión está viviendo en el pensamiento.
La Espiritualidad es vivir en la conciencia.

La religión se ocupa de hacer.
La Espiritualidad tiene que ver con el ser.

La religión vive en el pasado y en el futuro.
La Espiritualidad vive en el presente.

La religión en-claustra nuestra memoria.
La Espiritualidad libera nuestra conciencia.

La religión cree en la vida eterna.
La Espiritualidad nos hace conscientes de la vida eterna.

La religión promete después de la muerte.
La Espiritualidad es encontrar a Dios en nuestro interior durante toda la vida.

No somos seres humanos que pasamos por una experiencia espiritual…
Somos seres espirituales que pasamos por una experiencia humana”
[Teilhard de Chardin]


martes, 27 de noviembre de 2018

Dios y el azúcar





Una Profesora preguntó en clase a sus alumnos: ¿Quién es Dios?

Uno de los niños respondió: Dios es nuestro Padre, el más sabio, creador del mundo y de cuanto existe; nosotros somos sus hijos y un día nos llevará al Cielo.

¡Muy bien! Contestó la profesora. Y ahora decidme: ¿Cómo sabéis que existe Dios, si no lo habéis visto nunca? La clase enmudeció. Todos los planteamientos que se habían hecho de Dios caían súbitamente, abriendo en los niños como un vacío que les sumergían en el engaño recibido de sus padres y profesores.

Pero Dios, que siempre habla por boca de sus pequeños, los “anawim” de Dios, los más humildes, inspiró a otro:

Mi madre dice que Dios es como el azúcar que me echa todos los días en la leche del desayuno. Yo no la veo, pero siento su dulzura. Si no estuviera, yo sentiría que la leche es como ácida, no tendría sabor. Dios está siempre con nosotros aunque no lo veamos, es nuestra azúcar que nos endulza en las penas, los sufrimientos de nuestra vida.

Y este azúcar sólo engorda el alma y el espíritu, y te acompaña en los momentos más amargos de tu vida. Hay que tenerla siempre a mano, para que Él no nos falte.


Es verdad, Tú eres un Dios escondido
El Dios de Israel, el Salvador (Is 45,15)

Tomas Cremades Moreno

lunes, 26 de noviembre de 2018

Cargar con la cruz




Siempre la Palabra de Dios, revelada en su Evangelio es una “Buena Noticia”. 

Pero en esta situación, no parece serlo tanto, ya que Jesús nos indica algo sorprendente: Posponer, cuando no “odiar” a los familiares más cercanos. Todo según las diversas traducciones. La más sueva es, quizá, la de Mateo (Mt 10,37); cuando  dice: “…El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de Mí…”

Cuidado con la interpretación de las palabras. Dios-Jesús, paradigma del Amor, no puede predicar odio!! Es el abandono a otros dioses a lo que se refiere
Mucha gente acompañaba a Jesús; Él, se volvió y les dijo: “Si alguno viene a Mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.

 Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.

Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío”. (Lc 14, 25-33)

 Efectivamente mucha gente acompañaba a Jesús; pero, ¿era por conocer su doctrina, o era por conseguir algún tipo de prebenda adicional? Porque sabemos que la madre de los Zebedeos, Santiago y Juan, le pidió un puesto a la derecha y otro a la izquierda de Jesús, en su Reino.

Mucha gente le seguía a Jesús cuando realizó el milagro de los “panes y los peces”. Comieron hasta saciarse. En otras ocasiones pedían curaciones, milagros…Y ya que el hombre es incapaz de convertirse, tiene que ser el Maestro el que se vuelva (que es lo que significa convertirse, “volverse hacia”) a ellos.

Llama la atención la humildad de Jesús: “…si alguno viene a Mí…”. De sobra sabe que le siguen por interés, como nosotros quizá…Y esta frase la repetirá en otro momento cuando dice: “...si alguno me ama guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él…”

Y dice “haremos morada”.  Y es que el verbo “hacer” es sinónimo en la Escritura del verbo crear. No hay más que leer el Génesis, cuando Dios “hace “…el mar, los montes, los ríos, los animales…el hombre. Dios “hace”,  que es lo mismo que “crea”. De ahí que “hacer morada en nosotros” es crear de nuevo, es cambiar el corazón de piedra por uno de carne, como dice el profeta Ezequiel.

Pero el punto central de esta catequesis es el del abandono de la familia, bienes, etc.
No se trata de abandonar a los padres, la familia… incluso los bienes materiales, salario, trabajo…NO. A veces, incluso con buena voluntad, decimos: “… para mí, Dios es el primero…”. Dios no ha de ser el primero, sino el ÚNICO. Si no es así, fácilmente habrá un segundo, un tercero, un cuarto…que en algún momento pasarán a ser el primero.

Cada cosa, cada situación, debe estar controlada, y éstas no pueden apartarnos de Dios. “no podéis servir a Dios y al dinero” nos dice Jesús. No podemos tener dos señores. No se puede hacer cualquier cosa por dinero, por lograr un mejor puesto.

Y nos dice estar dispuestos – pero de verdad -, a cargar con la cruz. Hay otro Evangelio que nos dice: “…mi yugo es suave y mi carga ligera…” Y ésta interpretación puede ser más clara: el yugo se lleva entre dos. Si tiramos de nuestra vida contando con el Otro, y ese Otro es Él, la cruz= la carga, es más suave y ligera.

Por último, dice el Señor: “…el que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío”. Se trata de tener la confianza de que todo está bajo las Manos bondadosas de su Providencia. “Pedid el Reino de Dios y su justicia, y el resto,- lo que nos falta, lo que pedimos con tanta insistencia, los bienes terrenales…-, se os dará por añadidura…” Y aquí  la palabra “justicia” se refiere a “ajustarse” a Dios. Esto es: buscar el Reino de Dios, pero ajustándonos a Él, acoplándonos,  como una mano se adapta a la otra en perfecta armonía.

Hubo un santo que decía: “… Haz todo como si dependiera de ti, sabiendo que todo depende de Él…”

Pues tengamos esa “confianza” en Jesús, nuestro Divino Maestro. Confianza que tiene la misma raíz etimológica que “fiar”, e igual que “fe”. 

Tomas Cremades Moreno

domingo, 25 de noviembre de 2018

¿Tenemos fe?


    


                                                                                                 

Ni “mijita” ¿Sabéis como lo descubrí? Con el Evangelio (Mc 12,38 -44). Resulta que una mujer pobre solo tenía unas monedas para comer, pero al entrar en el Templo y ver el “Arca del Tesoro”, dio todo el dinero que llevaba. Para Dios fue la única persona con fe, pues sabía que Él le ayudaría en su pobreza.   

Eso es fe y lo demás, tontería. Pues cuantas veces decimos: “Jopé, no puedo dar nada porque no tengo ni para mí”… Y ahí queda la cosa, no sea que nos vaya a faltar y después ¿Qué? El “Dios proveerá” de Teresa de Calcuta”, ni por asomo. Muchas veces, la comida que compraba la Santa para la Fundación, la iba dando por el camino a otros pobres y volvía con las manos vacías; pero por arte de Dios, nunca le faltaba…    

¡Qué FE!!! Qué nos digan -a los que no nos llega- simplemente, que compartamos… Nos entra un “yuyu” que ya me diréis. No, no tenemos un gramo de fe  y ¡Claro! Dios no se nos puede expresar como a Teresa.  

Es que da miedo hacer la prueba y no nos fiamos de la Providencia… A esto poco arreglo veo yo.

Pero debe haber una salida ¡Espíritu, ilumíname porque estoy seca!   

- Aunque no te llegue ni trabajando, no te preocupes, da tu limosna en el Templo y quédate tranquila porque sé que eso que das por poco que sea, lo necesitas. Da amor, comprensión, sonrisas y no te faltará mi protección.

Y ahí me veis con mis 20 cts. como si fuera oro en paño… En fin, en la medida que doy, Dios me da ¡qué desastre de limosna, no puedo esperar mucho, no!!! Y sin embargo…

Emma Díez Lobo


sábado, 24 de noviembre de 2018

XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario: JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO






Jesús ahora es rey, pero como Dios oculto

        Termina el año litúrgico con la celebración de Cristo como rey. Es una invitación al optimismo, pero un optimismo realista, sabiendo que Cristo es rey y que tiene las riendas de la historia en sus manos, pero ahora lo ejerce como Dios oculto. Esto explica que ahora aparentemente no se note y dé la impresión de  que la historia esté en manos del mal. Las lecturas que se proclaman manifiestan este contraste. Por una parte, Daniel habla de un dominio eterno que no pasará y el Apocalipsis del príncipe de los reyes de la tierra, por otra, en el evangelio Jesús proclama  su realeza en contexto de humillación y fracaso ante Pilatos.

        Solamente hay un reino, el reino de Dios. Jesús es rey al servicio del reino del Padre. Toda su vida gira en torno a esta finalidad.  Este reino consiste en transformar la humanidad. Si reinar es ejercer un dominio sobre alguien, Dios-amor reina cuando ejerce su amor transformador sobre una persona y sociedad y las transforma. Dios ha creado al hombre libre y éste ha optado por el odio, el egoísmo, que se traduce en la propia destrucción de la humanidad. Ante esta realidad Dios quiere reinar, invitando al hombre a aceptar su amor transformador. Ahora lo invita a transformar su corazón y a capacitarse para que trabaje por un mundo mejor, después lo resucitará y le hará compartir plenamente su gloria.

        Hay dos modos de cambiar una situación, desde fuera y desde dentro. Desde fuera es el modo normal de actuación de los poderes humanos, que dictan normas y las imponen con la persuasión y especialmente con la amenaza de la violencia para lo que crean un sistema judicial y represivo. No es  éste el modo de obrar de Dios, pues anula la libertad del hombre y en el fondo nunca consigue una sociedad justa y feliz. Puesto que la historia está en mano de los hombres, el modo de actuar de Dios es actuar sobre el corazón de los hombres y transformarlo, de forma que el hombre transformado transforme el mundo que está en sus manos: familia, trabajo, comercio, relaciones sociales... Por esto se nota que Dios reina en una persona y en un grupo cuando  con un corazón nuevo se trabaja por un mundo mejor. Lo expresa muy bien el salmo 145,7-10, que describe el reinar actual de Dios en liberar: “Dios  hace justicia a los oprimidos, da el pan a los hambrientos, Dios libera a los encadenados. El Señor abre los ojos a los ciegos, el Señor endereza a los encorvados. Ama Dios a los justos,  protege al forastero, a la viuda y al huérfano sostiene, mas el camino de los impíos tuerce; Dios reina para siempre”.
Toda la predicación de Jesús habla de esta realidad, especialmente en las parábolas, que hablan de reino de Dios como una realidad que ahora es pequeña, pero que en esta pequeñez esta oculta la grandeza del futuro (parábola del grano de mostaza), como un campo en que hay ahora trigo y cizaña, pero después habrá siega y solo quedará trigo (parábola de la cizaña), como  un sembrador que siembra sabiendo, que a pesar de aparentes pérdidas, al final habrá cosecha (parábola del sembrador)… Todo ello invita al optimismo, pero a un optimismo realista, sabiendo que Cristo es rey y que tiene las riendas de la historia en sus manos, pero todo esto como Dios oculto en un campo en que sus seguidores son un pequeño grupo, sociológicamente poco relevante, en medio de  cizañas y resistencias poderosas. El reinado de Dios es un proceso creciente, ahora  actúa en la debilidad, invitando a los hombres a aceptar el perdón de los pecados y con él la transformación del corazón, después se manifestará plenamente todo su poder salvador sobre una humanidad nueva y glorificada.

        Jesús en su ministerio terreno actuó al servicio del reino, primero como heraldo, pregonero, que anunciaba el plan de Dios con sus palabras y acciones. Anunció el comienzo del reinado y realizó milagros que, como signos, tenían la finalidad de manifestar de forma concreta qué significa que Dios comienza a reinar: cura para hacer ver que el reino de Dios es un no al dolor y que enjugará toda lágrima, resucita muertos para hacer que el reino de Dios es un no a la muerte y que resucitaremos, perdona los pecados para hacer ver que el reino de Dios es la transformación del corazón, se rodea de discípulos para hacer ver que el reino de Dios es creación de una nueva familia de hijos de Dios y hermanos entre ellos... Al resucitar de entre los muertos Jesús, en cuanto hombre, es la primera persona en que Dios reina plenamente, en cuanto que su humanidad está plenamente bajo el dominio de Dios-amor, sin dolor ni muerte, glorificado. Por eso Jesús se convierte en personificación del reino de Dios.  Esto explica que nosotros aceptamos el reino de Dios, aceptando a Jesús, uniéndonos a él y viviendo como él vivió. Nos ha transformado el corazón y nos ha hecho un pueblo de sacerdotes, reyes y profetas. Sacerdotes porque unidos a él hacemos de nuestra vida un sacrifico existencial, reyes porque somos señores de toda nuestra persona y del mundo que nos rodea, y profetas porque anunciamos la palabra del reino. Ahora Jesús resucitado reina en nosotros como Dios oculto, en medio de dificultades y debilidades, después reinará de forma plena y manifiesta.

        La fiesta de hoy  invita a tomar conciencia de nuestra situación como individuos y como comunidad, que ha recibido la tarea de transformar su ambiente; invita a dar gracias a Dios porque reina sobre nosotros y por los ambientes que hemos podido transformar, por la meta que nos ofrece y los medios que nos proporciona, y por otra parte, invita pedir perdón por todas las facetas en que no dejamos que Dios reine en nuestra vida y en nuestro ambiente.

En la Eucaristía se actualiza el presente y futuro del reino de Dios y como pueblo sacerdotal ofrecemos al Padre a Jesús y nuestra vida unida él, damos gracias por el reino y pedimos que seamos reyes de nuestro mundo y que el reino llegue a su plenitud: Venga tu reino.

Dr. Antonio Rodríguez Carmona

domingo, 18 de noviembre de 2018

¿Y después qué?



En las carreras ciclistas, todos los que compiten luchan por alcanzar la meta, a poder ser, en los primeros puestos. En los encuentros de fútbol, todos se esfuerzan por estrujar al máximo esos minutos de propina que, concluido el tiempo, concede el reglamento y administra el árbitro. Y en el campo de los negocios, todo lo que se emprende es con miras a sus resultados... En definitiva, todos trabajamos por elaborar un futuro confortable para llegar sin agobios al final de nuestros días... Y después, ¿qué?
Jesús lleva ya tiempo anunciando que "el hijo del hombre tendrá que sufrir, que será juzgado, condenado, sometido a un sinfín de torturas y, por último, vilmente cosido a una cruz y muerto".
Y hoy dice que está acercándose el final de los tiempos; que entonces "el sol se oscurecerá, la luna perderá su brillo y las estructuras del universo se tambalearán y que veremos llegar al hijo del hombre revestido de poder y gloria, y que él enviará a los ángeles para que convoquen a sus elegidos de los cuatro puntos cardinales".
Y después, ¿qué? La respuesta la tenemos en el evangelio: el Cielo es el maravilloso restaurante donde se nos servirán suculentos platos de "felicidad"; allí disfrutaremos del "tesoro" que había sido escondido en el campo; no habrá odios ni rencores ni malos quereres, todo será amor verdadero y miles y millones de sonrisas; todos los "hijos pródigos" estaremos con la cabeza bien alta y felices porque por fin estamos ya en nuestra casa...
Es una pena que nuestra razón no llegue a comprender del todo la riqueza que se encierra en Dios y en su regalo: el Cielo...
En unos Ejercicios espirituales de mis tiempos de seminarista, el ponente se lamentaba de que nuestro lenguaje y nuestra mente estuviesen a una distancia infinita de "kilómetros-luz" de estas realidades y que, por tanto, al hablar de ellas, utilizábamos un lenguaje antropomórfico, esto es, a nivel humano. Y lo ilustró con un pequeño cuento:
"En un lujoso palacio se celebraba una gran fiesta donde se comía, se bebía, se cantaba y se prodigaban risas y más risas. Debajo, se encontraba la caballeriza donde la extrañeza se habla apoderado de las reses. Para comprobar qué era lo que sucedía, acordaron delegar en el caballo más "inteligente" para que investigase el tema.
Fue, vio, bajó y contó: "Es un festín". "Y qué es un festín?", le preguntaron los compañeros.
Él contestó: "Pues mirad. Es un gran campo de hierba fresca, verde, suculenta, que da envidia ver cómo se la comen"...
Eso nos pasa con Dios y con el Cielo: que no podremos nunca, con nuestra mente humana, describir todo lo que se contiene en estas realidades... ¿Y después, qué? Pues ya lo sabemos. Aunque sea "a vista de caballo".
Pedro Mari Zalbide


sábado, 17 de noviembre de 2018

XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario




Futuro de la Historia de la salvación

En este penúltimo domingo del tiempo ordinario la liturgia proclama el final del Discurso sobre el futuro de la historia, la última intervención pública de Jesús, en que ofrece unas pinceladas sobre lo que será la Historia de la salvación que culminará con su venida gloriosa. De acuerdo con este pasaje se proclama como primera lectura la profecía de Daniel en que anuncia también la consumación del reino de Dios. La segunda lectura sigue hablando del sacrificio existencial de Jesús, que ha capacitado a todos sus discípulos para tomar parte de este reino.

La visión que Jesús ofrece a sus discípulos sobre el futuro de la historia es genérica: vendrán falsos mesías y profetas que intentarán engañar a muchos ofreciendo falsas salvaciones; habrá guerras, catástrofes, y especialmente los discípulos serán perseguidos, por lo que es necesario vigilar constantemente para perseverar en la fe, aunque el Espíritu Santo les ayudará. Y todo culminará con su venida gloriosa, que se describe con un lenguaje simbólico tomado de la apocalíptica judía. Si las personas se ponen nerviosas e incluso tiemblan ante una persona muy importante, también el monte Sinaí tembló  cuando Dios vino a contraer alianza con el pueblo (cf. Éx 19); y si tembló cuando vino a algo positivo, ¡qué será cuando venga a juzgar! Cielo, sol y luna se estremecerán... Este lenguaje se aplica aquí a la venida de Jesús, que es el juez divino, pero los elegidos no tienen que temer, pues viene a reunirlos de todos los puntos del mundo para instaurar el reinado definitivo y eterno de Dios.

Jesús, con su muerte y resurrección, ha conquistado toda la salvación. Lo hizo actuando en la tierra como Dios oculto y ahora, en el tiempo de la Iglesia, continúa también como Dios oculto invitando a la humanidad a recibir su salvación. Lo hace especialmente por medio de la predicación de sus discípulos, que es eficaz, pero no obliga a nadie, pues es fundamental respetar la libertad de las personas. En el fondo toda la obra redentora de Jesús se resume en hacernos hijos de Dios por amor y a esta condición sólo se puede acceder libremente y por amor. Y esto exige que Jesús actúe ahora sin imponerse a nadie, en aparente debilidad. Pero llegará un día, al final de la historia, en que aparecerá claramente ante toda la humanidad la grandeza de la obra que ha realizado, inspirada en el amor: Nos amó y se entregó por nosotros (Ef 5,2).

Creer en la parusía de Jesús es creer que en la historia Jesús tiene la última palabra, tanto en nuestras historias personales como en la historia universal  que aparentemente está en manos del mal. Por otra parte, invita  a trabajar incansablemente por la causa del reino de Dios, que exige un mundo más humano, filial y fraternal. Aunque ahora se experimenten grandes dificultades y esté el pecado encarnado en estructuras, aunque se sufran derrotas parciales, hay que luchar porque la victoria final es de Jesús. Participar en este trabajo forma parte de nuestro sacrificio existencial de los que van siendo consagrados como dice la segunda lectura, es decir, llegaremos a la consagración o santificación final y unión gozosa con Dios en la medida en que trabajemos por los valores del reino. Ahora, los reunidos en la comunidad eclesial,  somos la reunión de los elegidos provisionalmente, entonces lo seremos definitivamente.

 En la Eucaristía “celebramos el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección y ascensión a los cielos, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos ... (Plegaria Eucarística III), es decir, en la espera de la parusía, unimos nuestro sacrificio existencial al de Jesús y así nos vamos consagrando.

Dr. Antonio Rodríguez Carmona



viernes, 16 de noviembre de 2018

¡Ay de aquel que provoque!!!




                                                                 
Señor, ¡estamos rodeados! Todo el día provocando y todo el día defendiéndonos. 

Es un trabajo extra en nuestro día a día. País de ataque a todo lo que huela a Palabra; seres sin conciencia porque dicen no tener alma y por tanto, se permiten el odio, la mofa, la mentira, la muerte al no nacido y al que se le acaba la vida.   

Si escucharan el Evangelio (Lc17, 1 -6) donde están nombrados, “Más les valdría ponerse una soga al cuello con una piedra y ahogarse en el mar”…  ¡Pero qué malos son Señor!   

¡Con lo difícil que es ser tan malo! Me pregunto sin son gente de este planeta…

 Y alguien  me dijo: Son los “hijos” de los creadores de mártires, de los del odio al Rosario, a la familia natural, a la castidad y al orden… Se me escapa tanta sinrazón. La verdad es que cuando Dios no está en la vida del hombre…   

El Evangelio Habla y condena las provocaciones. No, no se librará nadie del que comete escándalo ante un inocente. ¡Ay! De aquel que por su causa, se pierdan almas… Pero no seremos nosotros quien les juzgue pues ya existe un Juez que les espera.

Recemos por ellos todo lo que podamos y devolvamos amor por violencia, que nunca falte el apoyo y la caridad de un católico. 

Pero por si quisieran arrastrarnos, digamos siempre a María: “Apártame de mis enemigos”…  
        
 Emma Díez Lobo


lunes, 12 de noviembre de 2018

Barriendo voy


                                     

                                                     

Me levanté, tomé café y seguidamente me puse a barrer el suelo… Me dije, lo que no deseo está a mis pies y el cubo de la basura espera con ansia de llenarse. Mientras más limpio, mejor queda la casa. ¿Por qué no hacer lo mismo con lo que no se ve y llevo dentro?

Mi porquería era más doliente, más tremebunda… Y volví a tomar café. Me quedé pensando un buen rato y seguidamente hice un acto de conciencia ¡Casi me da algo!

Había tanto que barrer… Que me fui al espejo a mirarme y… ¿? , no vi “nada sucio”. Pensé: ¡Cómo engañan los espejos, cómo oculto mi podredumbre!, ¡claro! con razón la gente me habla… Dios, en los principios, debió hacer algo con respecto a la visibilidad de la miseria en el rostro, pero no lo hizo y así nos va, de “modelito en modelito y pasarela” con una mugre interna que ya nos vale… 

A lo que Dios contestó que sí había “estudiado el caso” y decidió que en la libertad, estaba la honestidad, la caridad y el bien; que la conciencias grita cuando le haces caso... No era bueno ir por la calle con caras repugnantes porque todos tenemos la oportunidad de cambiar y, debíamos ayudarnos unos a otros.   

¡Con razón, me veo tan “mona”! Pero cogeré “la escoba” con la ayuda de mi Iglesia y, ¡lo bueno!, no seré yo quien barra de mí tanta miseria, sino Él.

De momento sigo barriendo el suelo -con mi cara de siempre-… Y Dios mi alma.    
Emma Díez Lobo