El Hoy de Dios para ti
"Vete hoy a trabajar a mi viña" dijo un padre
a sus dos hijos. El primero, desinteresado, le dijo que no, pero se arrepintió
y fue. El segundo, le dijo, voy, pero no fue. Le pasó lo de a San Pablo, que
experimento durante un tiempo en sí mismo esta debilidad: " Querer el bien
lo tengo a mi alcance, pero no el hacerlo…" (Rm 7,18b).
Creo que esta experiencia nos toca muy de cerca: ¡Cuántos
propósitos quedan después de unos días, perdidos en un papel! Hablemos
del primer hijo. Dice Jesús que se arrepintió y fue. Se arrepintió, le pesó el
corazón, según la Espiritualidad de la Palabra. Respondió mal a la voluntad del
padre, pero tuvo la sabiduría y honestidad de preguntarse: ´
¿A dónde voy yo por la vida con este peso interior que
por más que quiera negarlo, está ahí? ¿Voy a llevar esta carga, que no hace más
que aumentar, toda mi vida? Bien sé que todo lo que pueda llegar a
tener o alcanzar con el tiempo, no la va a aliviar. ¡Volvió junto a su padre y
con una alegría! que jamás había conocido ni disfrutado antes, le dijo: ¡Aquí
me tienes, voy a tu viña!
Es que, y muchos de los que leéis esto bien lo sabéis,
¡¡¡no hay alegría más profunda y perenne que...!!! ¡¡¡La santa audacia de
anunciar el Evangelio de Jesús!!! Es la alegría de las primicias
celestes, de "estar con él Padre y el Padre contigo” como Jesús (Jn
14,11).
P. Antonio Pavía
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