Queridos Hermanos Obispos, Querido
Secretario General de la Conferencia Episcopal, Queridos Premiados de esta
edición (ya la número 47 de los premios ¡Bravo!), familiares y amigos de los
galardonados, amigos todos.
Esta casa, sede de la Conferencia Episcopal Española, como cada año, abre hoy
sus puertas a un acontecimiento festivo, celebrativo. El salón de la Plenaria,
donde se reúnen todos los obispos de España, os acoge hoy a vosotros para
celebrar la entrega de los Premios ¡Bravo! otorgados por la Comisión Episcopal
de Medios de Comunicación Social. Tiene lugar, como hacemos habitualmente, en
torno a la fiesta de S. Francisco de Sales, patrono de los periodistas. Es un
acontecimiento alegre porque premiar es reconocer y significar un trabajo bien
hecho. En el mundo de la comunicación, las instituciones no siempre sabemos
situarnos. Además, en los últimos años, una nueva comunicación ha irrumpido en
nuestras vidas de manera creciente a través de nuevos medios y nuevas
tecnologías, y por todos los cauces posibles e imposibles.
En la Iglesia, sin embargo, os queremos sentir como compañeros de viaje;
compartimos con vosotros un deseo de conocer la verdad y de darla a conocer y,
en la medida en que compartimos esos objetivos, estamos con vosotros en el
mismo camino.
Además de un reconocimiento, en este día queremos hacer un agradecimiento,
porque nuestra sociedad no debe sólo reconocer lo que hacéis sino también
agradecerlo. Pocas instituciones como nosotros aprecian lo difícil que es
comunicar bien. Por eso, nuestro agradecimiento se dirige al servicio que
prestáis a la sociedad y a vuestra aspiración de construir una sociedad más
amable y, por tanto, más humana. Ese servicio que se concentra en la
responsabilidad de acercar la verdad. Los profesionales soléis decir que sin
periodismo no hay democracia. Esta afirmación es consecuencia de otra anterior:
sin verdad no hay democracia. Por tanto son necesarios servidores de la verdad,
comunicadores, periodistas que hagan posible la democracia con su trabajo.
Agradecimiento y reconocimiento por tanto a todos los premiados.
Algunos como Julián del Olmo, nuestro ¡Bravo! especial este año, acumuláis ya
experiencia en estas lides y no por la edad, como pensarán algunos, sino por la
calidad. Una calidad profesional que está, en tu caso, al nivel de la calidad
personal y humana de la que tantos de los que estamos por aquí somos testigos y
beneficiarios. La Iglesia en España, y esta Comisión Episcopal en particular,
te agradece y te reconoce hoy por este premio tu trabajo en RTVE, en el
programa Pueblo de Dios. Tu buen hacer que nos ha acercado al mundo real, a los
que no tienen voz, pero también tu trabajo sacerdotal que te acredita delante
de tus compañeros, creyentes o no, como un pastor cercano y acogedor. Gracias,
querido Julián.
David Arratibel, Sergio Martín o Pepe Domingo Castaño, también tenéis larga
experiencia en recoger premios. No sé si alguno de los que tenéis ya en radio,
televisión, o los que han venido este año en cine, os han llegado de la
Iglesia. Si es el primero, os deseo que no sea el último, porque sería un signo
manifiesto de que vosotros y nosotros estamos en un camino apropiado.
Antonio Pampliega e Íñigo Pírfano utilizáis la comunicación para acercarnos a
los que están al otro lado: al otro lado del Mediterráneo, al otro lado de la
valla, al otro lado de la paz, y a los que tristemente se han quedado en el
medio de su viaje. Muchas gracias y os pedimos, no os canséis de hacerlo.
Hirukide con 2más2Comunicación y 2:59 Films también han puesto nuestra mirada
en quienes no están lejos pero a veces están olvidados, y Aleteia ha puesto su
portal entre quienes construyen digitalmente una imagen del ser y de la misión
de la Iglesia más real, alejada de tópicos, intereses o imágenes prefabricadas.
Al final, pero no las últimas, las diócesis de Cartagena y Santander, que
siempre con medios limitados han realizado un trabajo ilimitado para dar a
conocer los Años Santos de Caravaca y Liébana.
¡Enhorabuena!
En la función de enseñar del Obispo no está la función de enseñar comunicación,
pero el contacto con vosotros me lleva a algunas reflexiones como un
destinatario más de vuestro trabajo. En vosotros y en vuestros compañeros del
imprescindible mundo de la comunicación pongo mi confianza para informarme de
aquello a lo que yo no alcanzo.
La comunicación es una función social muy importante en este tiempo porque el
relativismo de hace unos años está dejando paso a un nuevo panorama en el que
surgen nuevas y serias dificultades nada pequeñas. Citaría tres. En primer
lugar la aparición de una nueva verdad, definitiva, absoluta, indiscutible: la
posverdad. Esa verdad que no tiene vínculos con la realidad sino con los
sentimientos, los deseos, los consensos, las preferencias o las apetencias. El
mundo sigue necesitado de la verdad para crecer, y por tanto necesita
servidores de la verdad en la comunicación.
La segunda dificultad, ocasionada por la expansión de la comunicación a través
de las redes sociales, ha sido llamada filtros burbuja. Como denunció Eli
Pariser hace algunos años, internet iba a ser la clave para ofrecer una
sociedad transparente que permitiera a la democracia extenderse y consolidarse
en todos los países. Sin embargo, la red y las redes aprenden nuestra forma de
pensar y empiezan a ofrecer contenidos adecuados a lo que somos y lo que
creemos, recortando notablemente la realidad. Internet está actuando como un
filtro más que limita mi conocimiento del mundo. Por otra parte, el
conocimiento tan profundo de las personas que genera internet y la consecuente
capacidad de segmentar las audiencias con una precisión inimaginable le ha
convertido en una herramienta indispensable para la difusión de ideas,
productos y servicios. Hoy, el control de la sociedad, de lo que pensamos y de
aquello sobre lo que pensamos, es más posible con internet.
Una tercera dificultad es la proliferación de noticias al servicio de
ideologías. El riesgo permanente de comunicar nuevos escenarios que no
responden ni a la realidad de lo que ocurre, ni al interés de las personas, ni
al servicio público. Es comunicación al servicio de intereses particulares que
fácilmente desembocan en división, separación y enfrentamiento. Es verdad que
la tensión, el quebranto y la polémica dan más réditos de audiencia, pero también
dejan una sociedad más deshilachada y menos cohesionada. Es imprescindible
superar el discurso del enfrentamiento en nuestros medios, el de la
confrontación, la tensión o el odio que estira y visibiliza los extremos y
acaba por romper la sociedad.
El periodismo no puede contribuir al quebranto de la sociedad sino a la
cohesión de sus miembros; al conocimiento de las razones de los demás y de las
propias para facilitar la comprensión de que todos buscamos lo mejor. El
servicio al bien común es un servicio a los proyectos comunes que no dividen ni
fracturan sino que suman y acaban multiplicando.
Los medios de comunicación, los profesionales y las empresas tienen que estar
al servicio de las personas y apartarse de las servidumbres a las que obligan
las ideologías, las cifras de audiencias y las cuentas de resultados.
Dentro de unos días celebraremos S. Francisco de Sales, patrono de los
periodistas, al que nosotros queremos pedir hoy la vuelta, a un periodismo de
prestigio. Un periodismo que contrasta las fuentes, que es riguroso con el
género periodístico, que ofrece datos y argumentos, que es capaz de rectificar,
que incluye su fe de erratas. Un periodismo con periodistas, con profesionales,
conscientes de su trabajo y amantes de la verdad y de la dignidad de una
profesión que humaniza. Sin periodistas de vocación y oficio la comunicación
acaba inundada de mediocridad, de medias verdades, acaba ahogado en intereses
extraños.
A esa comunicación verdadera contribuís vosotros y por eso estamos aquí. No
sólo por vuestro pasado, que hemos querido premiar con estos premios ¡Bravo!
sino, también por el futuro más luminoso en el mundo de la comunicación que
vosotros podéis alumbrar.
Muchas gracias,
† Ginés García Beltrán
Obispo electo de Getafe