¡Como que lo entendemos…! Pues no
mucho, creemos que con ir al confesor y soltar el rollo ya estamos limpios de
polvo y paja… ¡Ya quisiéramos!, el
perdón viene de otra manera.
¿Confesarnos?, sí ¡claro! pero después
de pedir perdón a nuestro hermano, si así no lo hiciéramos, la confesión sería inútil.
El camino del perdón de Dios pasa por ahí: “Anda ve y reconcíliate con tu hermano”. ¡Clarísimo!
- “Si has traído tu ofrenda al Altar y te
acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda y vete a
reconciliarte primero con tu hermano, entonces vuelve y ofrece tu ofrenda”.
Mateo 5:23,24.
Otra de las cosas que solemos decir
cuando nos hacen daño es: “Allá él y su conciencia, algún día lo
pagará”… Pues nada de eso, porque también Jesús dice: “Reprende
a tu hermano si ha hecho algo contra ti para que pueda arrepentirse, si se
arrepiente, perdónale…” Lucas 17:3-4. ¿Veis? nada parecido a lo que hacemos.
Y no os digo si hemos creado odio hacia
nosotros ¿le damos la ocasión del arrepentimiento?, o le hacemos reo de las
“tinieblas”; esa será nuestra responsabilidad, solamente nuestra. Por eso hay que ir corriendo en su búsqueda (sin
caernos) y no esperar a que venga, entonces la absolución tendrá valor.
Juan
Pablo II fue a ver a su “fallido asesino” para darle la oportunidad de arrepentirse.
Hay otro detalle crucial: Si pides perdón,
revierte el camino, no sigas haciendo lo mismo pues estarías mintiendo a Dios
(así que, mejor te quedas quieto).
¡Con
lo fácil que era ir directos al confesionario! La cosa no era tan simple
¿verdad?
Emma
Díez Lobo
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