Vimos el lunes que Jesús se presentó
como el Buen Pastor profetizado sobre todo en el Salmo 23. Él da su vida por
sus ovejas y las apacienta con Palabras de Vida Eterna: su Evangelio (Jn 6,68).
Efectivamente, Jesús haciéndose el último de
todos, debajo incluso de Barrabás, dio su vida por el mundo entero. Abrimos
nuestras entrañas intentando captar algo del Infinito Amor que resplandeció
sobre Pedro, una de sus " ovejas perdidas". Jn 21,18...).
Tenemos a los dos frente a frente; Jesús le
pregunta tres veces: ¿Me amas? Pedro, alcanzado por un Amor que rompe sus
esquemas, apenas acierta a decir: Señor, tú sabes que te amo. Nuestro amigo,
vencido ante el Misterio del Amor desconocido se queda sin habla ante la
propuesta de Jesús: Apacienta mis ovejas. Está atónito, fuera de sí. Sabe
bien que Jesús con su invitación de apacentar sus ovejas, le está confiriendo
el título de Buen Pastor: la profecía del pastoreo proclamada en el Salmo 23.
Pedro, el pescador que enfrentó mil
cansancios, no tiene palabras. Solo le queda mirar a Jesús, amarle, asentir con
la cabeza, sostenerse en El ...y llorar; llorar no como noches atrás dolido por
sus negaciones sino porque ha sido alcanzado por el Amor de aquel a quien Tomas
llamó: ¡Señor mío y Dios mío! (Jn 20,28).
Todos nosotros,
que hemos pasado por las mismas negaciones de Pedro pasamos también por el
mismo encuentro Glorioso (cada cual tiene el suyo) en el que Jesús nos dice: ¿Me
amas ?: Apacienta mis ovejas. Esto se llama: ¡Discipulado en vistas a
Evangelizar...a Apacentar las ovejas de Jesús!
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com