miércoles, 13 de diciembre de 2023

Partiendo la Palabra El estremecimiento del Alma (II). (Lc 1,28-29)

 


 Vimos que María vivió el estremecimiento del alma ante la Palabra de Dios. No se inmutó ante la aparición del Ángel, porque no era sino el mensajero de la Palabra que Dios le transmitía. Palabra que provocó el temblor amoroso de su alma, que es lo que agrada a Dios como vimos en el texto del lunes (Is 66, 2). María con el alma estremecida, fue al encuentro de su prima Isabel, y fue tal el estremecimiento que vivieron juntas que, hasta Juan Bautista, en las entrañas de su madre, saltó de alegría (Lc 1,41). Desde lo que podríamos llamar una Teofanía en su alma, María dio rienda suelta a la Belleza y Magnificencia   de su Fiesta interior con palabras, no humanas sino celestes, dado que manaban del Manantial de Vida de su seno: ¡Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador ...! (Lc 1,46-47...).


María es Bienaventurada porque vivió el temblor del alma ante Dios- Palabra, que después se hizo carne en ella. Bienaventurados también los discípulos de Jesús porque al guardar su Evangelio amorosamente en sus entrañas, sienten tan inusitado temblor, que pueden decir cómo San Pablo: ¡Jesús vive en mí! (Gal 2,19- 20).

 

P. Antonio Pavía

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