Cuando el Ángel dijo a María que Dios la había elegido
para ser la Madre de Jesús, sus entrañas ya estaban habitadas por El; por eso
el Ángel la dijo: "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo".
María tenía ya a Dios en ella, porque, como dice San Agustín, ya antes había
acogido su Palabra en su corazón, al escucharla en la sinagoga.
Tengamos en cuenta que, en la espiritualidad bíblica,
Palabra y Gracia son sinónimas. Probablemente, San Agustín vio, también en
María, el cumplimiento de la profecía de este salmista: "Dios mío, me has
abierto el oído; ...en lo más profundo de mi ser, me complazco en tu Palabra”
(Sl 40,7-9). Al acoger así la Palabra de Dios, María fue libre para aparcar el
proyecto de vida que había tejido esmeradamente con José; proyecto, sin duda de
inmensa altura espiritual. Proyecto que dejó de lado, para hacer suyo el de
Dios.
María rompió sus fronteras, que siempre son limitadas,
y se adentró en la...Inmensidad del Amor y Protección de Dios. Por eso es Madre
de la Iglesia; porque también los discípulos de Jesús somos invitados por Él a
abrazarnos a su Gran e Inmenso Proyecto: "Ser su Luz en el mundo" (Mt
5,14). Lo somos cuando llevamos, como María, la Palabra, el Evangelio en
nuestras entrañas.
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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