Nos quedamos sin palabras al ver a Jesús llorando
sobre Jerusalén, que a pesar de albergar en su seno " El Templo de la
Gloria de Dios " le rechazó; si, al Mesías, que "al menos de boquilla"
con tantas ansias esperaban.
Jesús, no sólo fue rechazado y humillado, sino que se
lo quitaron de encima. A Él, la Palabra del Padre; a Él por quien todos
suspiraban en sus rezos y lágrimas. Jesús, predicó el Evangelio testificando su
autenticidad con milagros y sin embargo fue rechazado porque sus palabras eran
luces que les hacían descubrir el templo idólatra de sus corazones.
Al despreciable, cumplieron la profecía de Dios a
Ezequiel: " Te rechazan a ti porque no quieren escucharme a mi " (Ez
3,7). Esta perversión del corazón provocó el llanto inconsolable de Jesús sobre
la que llamaban: "La Ciudad Santa" Lloró y profetizó: " Vuestra
Casa quedará desierta "(Lc 13,34-35).
Desierto de la Presencia y de la Gloria de Dios quedó
el Templo de Jerusalén aquel día en el que Jesús cargando con la Cruz se
encaminó hacia el Calvario. Nadie reparó en ello, pero bien supo Él ese día,
que la Gloria de su Padre abandonando el Templo se posó sobre El, y acampó en
el Calvario. Fue allí donde nació la Iglesia, el Discipulado.
(Lo veremos el miércoles).
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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