El Adviento se abre con esta
exhortación de Jesús: Velad, orad y vuestra victoria sobre el Tentador está
garantizada. Él, se retiraba frecuentemente para rezar en soledad (Lc 5,16).
Velaba y oraba porque, en cuanto hombre necesitaba recibir la Fuerza del Padre
para cumplir la misión que le había encomendado. Lleno pues " del Padre
" fruto de su "velar y orar “, le vemos celebrando la Eucaristía (La
Ultima Cena) con los suyos. Lo cierto es que incluso en la Santa Cena, sus
Apóstoles dieron rienda suelta a su inhumanidad ambiciones, al discutir quien
era el mayor ... (Lc 22,24).
Podemos imaginarnos cómo
fue después al Huerto de los Olivos: con un dolor y tristeza innombrables. Por
si fuera poco, sus amigos Pedro, Santiago y Juan le dejan desamparado con sus
angustias: se duermen. Jesús lacerado hasta lo indecible vela y ora así
al Padre: " Si es posible aparta de mi esta copa, pero no se haga mi
voluntad, sino la tuya. Lucas nos dice que, ante tanto dolor y desvalimiento,
el Padre le envió un ángel para confortarle. (Lc 22,39-44).
El Padre confortó el alma
quebrantada y malherida de su Hijo, como estaba profetizado. (Sl 23,1-3). Velemos, oremos y Jesús
confortará también nuestra alma pues esa profecía se cumple también en sus
discípulos. Su Padre confortó su alma; Él confortará la nuestra. Velemos pues,
oremos y venceremos.
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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