¡Recordemos el grito suplicante de
David! ¡Lávame Señor, y quedaré más blanco que la nieve! ¿Qué respuesta podría
dar Dios ante este hombre empecatado de arriba abajo?
Sondeamos su respuesta, subrayando, que, en
mayor o menor grado, todos somos David; nadie es inocente ante Dios como dice
este salmista (Sl 143,2). La respuesta de Dios fue, es y será: La Encarnación
de su Hijo. David pidió un imposible y.…dejemos hablar a Pablo: “... A Aquel,
que tiene poder para realizar todas las cosas, incomparablemente mayor de lo
que podemos pedir o pensar... (Ef 3,20).
David pidió con lágrimas a Dios que
revistiese su alma de una blancura fulgurante. Dios nos respondió a todos
mostrando en la Transfiguración de su Hijo a Moisés y Elías - pecadores como
todo hombre - envueltos en un resplandor glorioso.
Leemos: "Mientras Jesús oraba,
el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos eran de una blancura fulgurante.
Con Él estaban Moisés y Elías resplandecientes también de gloria (Lc 9,28-31).
Si, este es nuestro Dios, este es nuestro Padre....y
con razón, podemos llamar a David: ¡El padre de la Mística!
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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