miércoles, 29 de noviembre de 2023

Partiendo la Palabra ¡Lávame Señor! (Sl 51) (II)

 

 ¡Recordemos el grito suplicante de David! ¡Lávame Señor, y quedaré más blanco que la nieve! ¿Qué respuesta podría dar Dios ante este hombre empecatado de arriba abajo?

  Sondeamos su respuesta, subrayando, que, en mayor o menor grado, todos somos David; nadie es inocente ante Dios como dice este salmista (Sl 143,2). La respuesta de Dios fue, es y será: La Encarnación de su Hijo. David pidió un imposible y.…dejemos hablar a Pablo: “... A Aquel, que tiene poder para realizar todas las cosas, incomparablemente mayor de lo que podemos pedir o pensar... (Ef 3,20).

 David pidió con lágrimas a Dios que revistiese su alma de una blancura fulgurante. Dios nos respondió a todos mostrando en la Transfiguración de su Hijo a Moisés y Elías - pecadores como todo hombre - envueltos en un resplandor glorioso.

 Leemos: "Mientras Jesús oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos eran de una blancura fulgurante. Con Él estaban Moisés y Elías resplandecientes también de gloria (Lc 9,28-31).

 Si, este es nuestro Dios, este es nuestro Padre....y con razón, podemos llamar a David: ¡El padre de la Mística!

 

P. Antonio Pavía

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