Recordemos que nos quedamos con el deseo expresado por Pedro, ante la Luz que irradiaban Jesús, Moisés y Elías; su alma no pedía más, que ser testigo perenne de tanta Belleza y Esplendor. Para él era todo, no para Dios, cosa que ya había revelado veladamente por medio de Isaías: "Jamás se oyó decir a nadie, sino a ti Dios nuestro, que tanto hiciese por quien espera en ti" (Is 64,3).
En la Transfiguración de su Hijo cumplió esta promesa. Ante la petición de Pedro, Dios Padre, hizo resonar así su voz a los tres apóstoles:
¡Este es mi Hijo amado, escuchadle!
¡Bienaventurados los que envuelven sus corazones con ellas! ¡El Evangelio que yo le comunico a Él y Él a vosotros (Jn 12,49-50) “es la Luz verdadera que os ilumina “(Jn 1,9)!
P. Antonio Pavía
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