Hoy intentaremos sondear el estremecimiento que pudo sentir Pedro en todo
su ser al saber que Jesús confiaba en él y ponía en sus manos sus ovejas, para
que se las apacentase. Recordemos que eran ovejas que Él había rescatado al
precio de su Sangre (1 Pe 1,17-18). El
aturdimiento de nuestro amigo, tuvo que ser ensordecedor. Aun así, tuvo lucidez
para comprender que Jesús, era realmente el Hijo de Dios en quien se cumplían
las profecías de las Escrituras. Seguro que más de una vez había oído esta:
"Sacaréis agua con gozo de las Fuentes de la Salvación" (Is 12, 3).
Comprendió entonces que junto con la misión que le encomendaba, Jesús le
iba a dar la Sabiduría para poder conducir a sus ovejas hacia las Aguas de la
Vida, como había sido profetizado: "El Señor es mi Pastor, nada me falta,
hacia las aguas de la vida me conduce”
(Sl 23,1-2).
Desde ese instante eterno, Pedro supo en lo más profundo de si, que Jesús,
abriría en su seno una Fuente de Aguas Vivas tal y como lo había proclamado:
"Si alguno tiene sed, que venga a mí, de su seno correrán ríos de Agua
Viva" (Jn 7,37-38). Pedro quedó tan desconectado y perplejo.
Ante tanto Amor que solo pudo decir a Jesús, lo que ojalá un día le
digamos nosotros: Tú sabes que te amo... que viene a significar: Aquí estoy,
¿Qué quieres de mí?
P. Antonio Pavía
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