En este ser de Dios, en el que tiene mucho que ver la toma de conciencia de que es una experiencia existencial, pues la ausencia de Dios en el alma la desvitaliza, volvemos a mirarnos en Pedro, que representa al hombre caído, arrollado por su debilidad. También es aquel, que fue elevado a lo más alto porque Jesús no consintió en absoluto que se le perdiera una oveja tan querida, como tampoco está dispuesto a perdernos a nosotros que estamos haciendo pasos fascinantes como discípulos suyos.
Los más predilectos de Jesús, son los que tienen conciencia de que, a pesar de tantos propósitos, apenas son unas "mechas humeantes” (Is42,3). Si, mechas humeantes, pero que no hemos renunciado a dar un paso tras otro, sostenidos por El, porque como el " Pedro caído " no renunciamos a ser discípulos de Jesús, el que dijo: " He venido a traer Fuego a la tierra... y que angustia hasta que se cumpla " (Lc 12,49-50) Si, angustia, porque solo entregándose a la muerte en la Cruz, se encendería con su resurrección el Fuego Divino capaz de transformar nuestro corazón.
P. Antonio Pavía
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