Veamos una faceta de la historia de amor, más Divina que humana, entre
Pedro y Jesús, que quizás nos haya pasado desapercibida. La faceta es la siguiente:
Nadie puede apacentar el rebaño de Jesús, rebaño, que nace y crece en el "frondoso
prado" del Calvario, si el pastor no es previamente apacentado por El, con
sus " Palabras de Vida Eterna" (Jn 6,68).
Jesús fue apacentando a sus
discípulos a lo largo de tres años. Aparentemente, sus Palabras no tuvieron
mucho efecto, visto que en el Calvario solo estaba Juan. Pero tenemos pistas en
el Evangelio que revelan las primicias de su efecto convertidor, como, por ejemplo,
aquella vez en la que, de lo más profundo del corazón de Pedro, surgió su bellísima
confesión de fe: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mt
16,15-16).
Si, al igual que los demás
Apóstoles, Pedro recibió la Sabiduría para "partir la Palabra" y así,
apacentar las ovejas que Jesús le confiaba, no desde su propia sabiduría sino
desde la Sabiduría del Hijo de Dios. Esto hace que la predicación sea una
Fiesta Divina en el alma, de los que la escuchan.
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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