Este ciclo de Catequesis, tiene como centro, la experiencia de Pedro que, a
pesar de su traición a Jesús, no renunció a seguirle; tenía demasiada sed de
Él, tampoco quería privarse de "la otra sed" que Jesús había sembrado
en su alma: "la de pertenecerle a Él". Por eso supo esperarle;
confiaba en su perdón. Jesús fue a su encuentro; nuestro amigo, se preguntaría
después, una y mil veces... ¡Como pudo sobrevivir a tanto amor! Nos asomamos
temblorosos a ese encuentro (Jn 21,15...).
El Señor encontró a Pedro, pecador,
pero con una sed infinita, de su abrazo de acogida; con esa sed de
la que nos habla David: "Dios mío, mi alma tiene sed de ti, como tierra
reseca, agotada y sin agua..." (Salmo 63,2). Esa sed que queramos o no
todos tenemos. Así estaba el alma de Pedro. Jesús, que es siempre el Buen
Pastor lo sabía y por eso, aquella mañana, le tomó aparte y selló en su corazón
su definitiva pertenencia a Él al preguntarle: ¿Me amas? Apacienta mis ovejas. ¡Le
confió sus ovejas para que se las apacentase con las palabras propias de Él
mismo y que son “Vida y Espíritu” (Jn 6,63 b)!
¡Así es como nos ama Jesús...! ¡A todos sin excepción, hayamos hecho lo que
hayamos hecho!
Seguimos el miércoles.
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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