Querida
y apreciada solidaridad: Qué admirable es tu nombre, pero inmensamente mejores
tus hechos y acciones. Te escribo para darte las gracias por el ejemplo que
estás dando en estos días a causa de la DANA en esta bella tierra valenciana. Gracias
por tu edificante alma. Gracias por ser un referente social. Gracias por la
lección de vida. Tú siempre estás ahí dispuesta, vigilante día y noche, haga
frío o calor, llueva o escampe, no aguardas a que te llamen, pues te presentas
sin ser invitada y todos agradecemos tu “intrusismo”. Eres como un poliedro de
infinitas caras porque infinitas son tus actividades: lo mismo te presentas con
aspecto juvenil pletórico de fuerzas que vives en la débil ancianidad de noble
voluntad. No te quejas, aunque te fatigues, sacas fuerzas de flaqueza, siempre
sonriente para empapar las lágrimas de los damnificados o afectados. Tu lema es
ayudar. Pero no eres jactanciosa, no presumes de hacer, sino que por el
contrario quieres, por humildad, pasar desapercibida. Todos te queremos y no
tienes enemigo alguno, –bueno, sí, uno, después me referiré a él–. No guardas
rencor, siempre se te olvidan los malos modales con que algún despistado u
orgulloso puede recibir en contadas ocasiones tu altruismo, pero no se lo tomes
en cuenta son personas que solo tienen un mal pronto, como se suele decir, pero
si les das un poco de tiempo te toman cariño, aunque su forma de ser no le permita
mostrar su agradecimiento.
Tienes
también la gran virtud de presentarte tanto de forma aislada como en forma
colectiva: grupos que tengan en común el pertenecer a un mismo nexo de unión.
Basta que uno exponga una necesidad para que otros muchos se le adhieran:
compañeros de clase o trabajo, cofrades, gentes con iniciativa… ¿O qué decir
del voluntariado y donantes de órganos?
Eres
hermana de la caridad, pero, yo diría, que con otra perspectiva aledaña a ella,
sin embargo algo más universal. Me explico. La caridad, por ser una virtud
teologal –“teo”: raíz griega que significa dios– está motivada por un perfil
religioso, algo propio de los cristianos; en cambio tú no estás imbuida por
matiz alguno de creyente o espiritualidad. Transciendes lo religioso, pues lo
mismo anidas en el corazón de un misionero que te vinculas al agnóstico o al
ateo, mejor, todos los dioses son tu dios. Actúas por humanidad, moralidad o
por ética y no necesariamente por sentimiento espiritual e inmortal del ser
humano. Como todos los hermanos, os parecéis, pero con diferencias. Ella
aparenta ser más seria, tradicional y conservadora, tú, en cambio, das un aire
de liberalismo y jovialidad. Más juvenil.
Anteriormente
hacía referencia a que solo tienes un enemigo: por pura y estricta semántica es
el insolidario, sinónimo de egoísta, saqueador o acaparador porque vive únicamente
para sí mismo. Se cree que no necesita nada de nadie y por tanto… a la inversa.
(Lo de acaparador lo digo porque estos días inmediatamente posteriores a la arriba
referida DANA había gente que dejaban las estanterías de los supermercados
vacías, carros de compras hasta los topes con artículos multiplicados, yo a eso
lo llamo insolidaridad, pues te hacen una desleal competencia).
En
fin, aquí tienes un apasionado admirador que siempre estará a tu lado, un
servidor siempre solidario con la solidaridad.
Valencia, 1 de noviembre, Día de Todos
los Santos.
Pedro José Martínez Caparrós