maría, madre del rey de la paz
La liturgia de esta fiesta se centra en dos ideas básicas, la maternidad
de María y el don de la paz. Dos ideas que están inseparablemente unidas, ya
que María, por su maternidad, nos ha dado al rey de la paz. Ha sido la mejor
contribución a la tarea de colaborar en el establecimiento de la paz; por ello
es de una manera especial bienaventurada:
bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos
de Dios.
La paz es fruto de la justicia, es
decir, sólo existe cuando se da la debida armonía en un conjunto, cuando cada
uno está en su sitio, tiene todo lo que debe tener, y colabora para que los
demás estén en la misma situación. Por eso los hebreos la designaban con la
palabra shalom, que etimológicamente
significa armonía. Esta armonía se puede conseguir desde arriba, por medio de leyes justas y un
sistema judicial que asegure este fin (es lo propio de un Estado), o desde abajo, capacitando a la persona con un corazón nuevo,
capaz de vivir en paz y de colaborar en la paz de los demás. Éste es el camino
elegido por Jesús, rey de la paz, porque por medio de su Espíritu nos ha dado
un corazón, capaz de amar, nos ha hecho hijos de Dios y hermanos entre nosotros y nos urge a
trabajar por la fraternidad universal.
Pero
el don de la paz es también una tarea que tenemos que realizar en sus diversas
facetas, primero creando armonía en nuestra persona, consiguiendo una madurez
afectiva en nuestras relaciones con los demás. El que no está en paz consigo
mismo difícilmente creará paz. Irá proyectando por ahí sus desarmonías
internas, normalmente “en nombre de la justicia” Después trabajando por la justicia en la
sociedad, promoviendo los legítimos derechos de los hombres, derecho al respeto
de la vida del nasciturus, derecho al
trabajo, derecho a la libertad... La paz es obra de la justicia. De la
conjunción armoniosa de un orden social justo y su aplicación por personas
justas con el corazón pacificado nacerá la verdadera paz. Finalmente los
cristianos tenemos el deber de promover la debida armonía en la comunidad
eclesial, asumiendo cada uno su responsabilidad.
En este año nuevo se nos invita a
realizar este trabajo en contexto de misericordia, pues la paz implica
ciertamente justicia, pero superada por
la misericordia, único medio de trascender situaciones humanamente imposibles,
especialmente aquellas en que hay ofensas mutuas. La técnica del ventilador que
echa en cara las ofensas mutuas no lleva a ninguna parte, el camino del perdón
al que no lo merece lo consigue todo. Este es el camino escogido por Jesús, que
perdona en la cruz, que deben seguir sus
discípulos. Misericordia implica actitud de comprensión y benevolencia hacia el
otro, un amor fuerte que supera la ingratitud y la ofensa.
En el mensaje de este año el papa
Francisco recuerda una faceta importante del camino de la misericordia: evitar
la indiferencia ante el sufrimiento ajeno, postura que se debe especialmente al
egoísmo del que solo vive para sí. El indiferente no puede comprender al
necesitado y está muy lejos de vivir la misericordia y de contribuir a la paz.
Al comienzo del año, ponemos en
manos de María el deseo de colaborar por un mundo más pacificado. La Eucaristía
celebra el don de la paz, la pedimos como don de Dios y nos une al Príncipe de la paz. Por eso nos
damos un saludo de paz, que debe ser un compromiso por ella.
P. Antonio Rodríguez Carmona