Madre, sin ti, no hay
Gracia de Dios. Tú eres quien siempre lleva cargadas las manos de nuestras
peticiones y angustias… Además, fuiste terrenal, como yo, como tu Hijo, Hijo
del Amor Universal. Portadora de un Todo
y Madre de lo Absoluto.
Eres quien mejor nos comprende
y tu Hijo quien pone las normas… Sin ellas, no sería posible el cielo, y Tú, tu
ayudas a lograrlo con tu mediación.
Pero a veces cuando rezamos,
“te saltamos” como creyendo que es más seguro y eficaz ir directos a Dios… ¡Qué
equivocados, Madre mía! Tanto tiempo para entender que en nuestras oraciones tu
presencia es vital, no sólo es rezar Ave Marías…
También he pensado en
los Santos, hermanos de la tierra, quienes median de una manera extraordinaria.
¡Oh Dios mío! Es Ella, son Ellos, nuestros aliados ante Ti. Perdóname María,
perdonadme todos por no pediros nada.
Genial, tenemos todo un
ejército en nombre de Dios para nosotros. ¡Esto es magnífico, cuántos a nuestro
favor!
María, guárdame bajo tu
manto, no dejes que me hunda con mis cruces y que sean para mí, “parte” de una
imitación de tu vida. Dame esa alegría de parecerme en algo a ti, aunque sea en
“las orejas”, porque supiste aceptar con lágrimas pero en silencio, cruces
tremendas desde la Anunciación de Jesús, mi Hermano mayor, quien siendo el
Primer Profesor del alma, nos abrió el cielo a Ti, al mundo y a mí.
Amén
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