Conocemos el amor que tú nos has dado, amor sin
límite, indecible, que nadie puede abarcar; el amor que es luz inaccesible, luz
que actúa en todo.
¿Qué es lo que no hace esta luz, qué es lo que no es esta
luz?
Ella es belleza y gozo, dulzura y paz, misericordia sin límite, abismo de
compasión. Cuando la poseo no la percibo; sólo la veo cuando se aleja. Me echo
a correr para retenerla y ella se escapa del todo. No sé qué hacer y me siento
consumido por el anhelo. Aprendo a pedir y buscar con humildad y entre
lágrimas; aprendo a no considerar como posible aquello que sobrepasa la
naturaleza, ni considero como efecto de mi capacidad y esfuerzo humano aquello
que proviene únicamente de la compasión de Dios y de su infinita
misericordia...
Esta luz nos coge de la mano, nos fortalece, nos enseña pero ser revela huidiza cuando más la necesitamos. No viene en nuestra ayuda cuando nosotros lo queremos- esto sólo es de los perfectos-, sino cuando nos encontramos turbados y completamente agotados. Aparece de lejos y se hace sentir en mi corazón. Me pongo a gritar hasta ahogarme por el deseo de agarrarla, pero todo permanece en la noche y me quedo con las manos vacías. Olvido todo, me siento a llorar, sin esperanza de volverla a ver nunca más. Cuando cesa el llanto y consiento en pararme, entonces, misteriosamente, me coge entre sus manos y me deshago en lágrimas sin saber quién está conmigo iluminando mi espíritu de una suave luz.
Esta luz nos coge de la mano, nos fortalece, nos enseña pero ser revela huidiza cuando más la necesitamos. No viene en nuestra ayuda cuando nosotros lo queremos- esto sólo es de los perfectos-, sino cuando nos encontramos turbados y completamente agotados. Aparece de lejos y se hace sentir en mi corazón. Me pongo a gritar hasta ahogarme por el deseo de agarrarla, pero todo permanece en la noche y me quedo con las manos vacías. Olvido todo, me siento a llorar, sin esperanza de volverla a ver nunca más. Cuando cesa el llanto y consiento en pararme, entonces, misteriosamente, me coge entre sus manos y me deshago en lágrimas sin saber quién está conmigo iluminando mi espíritu de una suave luz.
(Simeón, el Nuevo Teólogo (hacia 949-1022) monje ortodoxo
Himno 18, SC 174 pág. 74-82)
Himno 18, SC 174 pág. 74-82)
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