miércoles, 31 de marzo de 2021

Jueves Santo. LA PRESENCIA

 

 Jesús instituyó la Eucaristía en la Cena Pascual previa a su crucifixión; la Eucaristía, es la plenitud de la Presencia del Señor entre nosotros. Es muy importante  saber que alcanzamos a vivir más intensamente está Presencia de Jesús si Él mismo se nos manifiesta  y comunica también en sus palabras que son "Espíritu y Vida" (Jn 6, 63b). Juan nos habla de su experiencia vital de la Presencia de Jesús en la Palabra por el hecho de poder "verla, oírla, tocarla y palparla… desde su alma " (1Jn 1,1).

Es la Fuerza y la Gracia de Dios presentes en el Evangelio lo que convierten este Libro Santo en el Libro de la Presencia. Conforme guardamos celosamente  sus palabras, como María, se activa la Presencia de Dios en nosotros… es Presencia de Comunicación... ver, oír, tocar y palpar... el Misterio de Dios que resplandece en el corazón que ha decidido guardarlas. 

Desde esta Presencia damos el salto cualitativo a la Presencia por antonomasia: la Presencia Eucarística... Presencia Abismal de Contemplación que convierte nuestro corazón de piedra en uno de carne (Ez 36,26-27) tanto al comer el Cuerpo del Señor como al contemplarlo en el Sagrario o en la Custodia… Es Presencia de La Intimidad… que no es de este mundo.

  ¡¡¡Feliz Jueves Santo!!! 

 P. Antonio Pavía - comunidadmariamadreapostoles.com

 

martes, 30 de marzo de 2021

Una Semana Santa distinta para volver a lo esencial

 

 La madurez cristiana de una persona, de una comunidad, de una parroquia se mide, por la capacidad de responder a los retos que nos surgen y que se pueden y se deben vivir “por Cristo, con El y en El”. Todos los retos los podemos vivir unidos Aquel que, con la encarnación, con su vida, con su pasión, muerte y resurrección nos ha dicho que todo lo humano es digno de ser vivido, unido a Cristo, el centro del Año Litúrgico y que vamos a celebrar en el Triduo Pascual, muerto y resucitado, para la vida del mundo

Tres son las claves que nos ayudan a vivir esta Semana Santa como una inmensa gracia de Dios, para identificarnos en el Corazón de Cristo con la humanidad más sufriente y vulnerable, que nos empuja a vivir este tiempo como un volver a lo esencial.

CELEBRAR POR DENTRO PARA SERVIR POR FUERA. Es verdad que todos queremos recuperar lo que siempre hemos vivido en el Templo y que luego en las calles se hacen catequesis y llamadas, como son las celebraciones litúrgicas, procesiones, viacrucis y tantas riquezas que tenemos en la Iglesia y que quizás nunca hemos valorado suficientemente como expresión de la fe de un pueblo que se vuelca con Cristo muerto y resucitado, la belleza que salva, que decía Dostoievski.

Nuestros templos, iglesias, capillas, guardando estrictamente la normativa sanitaria, tienen que ser preparados con mimo y delicadeza, para que cada persona, familia que acuda a las celebraciones, viva por dentro una Semana Santa distinta, pero no distinta de lo esencial, celebrando el misterio de la Redención de Aquel “que por nosotros y por nuestra salvación…” padeció, murió y resucitó.

Toda la humanidad está viviendo una noche oscura terrible, de auténtico conflicto, que nos impulsa y llama a dar respuesta compartiendo con los más necesitados e imitando “tu generosidad” como se dice en el prefacio de la Cuaresma.

MEDITAR EL MISTERIO CENTRAL DE NUESTRA FE. Son tantos los sacerdotes, vida consagrada, laicos, que en medio de esta crisis generalizada nos invitan con su vida y su palabra a vivir una Semana Santa profunda, contemplativa, solidaria con los pobres y siempre que transforme nuestro corazón de piedra, en un corazón de carne. Son momentos y tiempos recios y difíciles. No sería bueno “tirar la toalla” y revestidos de un realismo, estemos dando paso a nuestros pesimismos de siempre y a no vivir “con los sentimientos del Corazón de Cristo” nuestra vida en estos momentos nada fácil para nadie, en una humanidad que no parece encontrar la salida, cuando se aleja de Dios.

CINCO SUGERENCIAS PARA SEMANA SANTA.

Primero, una buena confesión para vivir el perdón de los pecados y la reconciliación tan necesaria siempre y que en estos momentos nos ayudará a caminar en vida y santidad.

Segundo, participar en tu parroquia en los oficios, como un volver a casa con el corazón esperanzado. Acude con la comunidad parroquial que te espera y te acoge siempre.

Tercero, preparar la riqueza litúrgica de estos días, para los que se tienen que quedar en casa, la sigan a través del Canal Diocesano de Televisión, Radio Santa María. No nos perdamos, por no prepararlo convenientemente, la riqueza inmensa del Triduo Pascual, donde celebramos los misterios centrales de nuestra fe.

Cuarto, acude a los templos a visitar los monumentos, siguiendo la normativa sanitaria, como en todo y a vivir este tiempo de gracia y salvación.

Quinto, en los templos, capillas, catedral, se va a celebrar muchas devociones que son riquezas especiales de estos días, como el Viacrucis, la Hora Santa, el Sermón de las Siete Palabras… Acude a vivir la alegría y el gozo, unido al Señor “que nos amó hasta el extremo”.

¡Feliz Triduo Pascual!

 

+ Francisco Cerro Chaves

Arzobispo de Toledo

Primado de España

lunes, 29 de marzo de 2021

Amo, Señor, tus sendas

 



Amo Señor tu sendas,

y me es suave la carga
que en mis hombros pusiste;
pero a veces encuentro
que la jornada es larga,
que el cielo ante mis ojos
de tinieblas se viste,
que el agua del camino
es amarga, es amarga,
que se enfría este ardiente corazón
que me diste;
y una sombría y honda desolación
me embarga,
y siento el alma triste
y hasta la muerte triste...

El espíritu es débil
y la carne cobarde,
lo mismo que el cansado labriego,
por la tarde,
de la dura fatiga quisiera reposar...

Mas entonces me miras...
y se llena de estrellas,
Señor, la oscura noche;
y detrás de tus huellas,
con la cruz que llevaste,
me es dulce caminar.

José Luis Blanco Vega, sj 


Entre virutas y buriles, en el taller de la vida

 


Era un artesano en su ciudad y muy respetado por toda la gente, ante la que se ganó el título de bueno y justo. Poco más nos dicen los Evangelios sobre él, pero hay elogios que no los hacen los labios ni las letras, sino los hechos de una vida discreta pero comprometida con lo verdadero, con lo bello, con lo auténtico. A José de Nazaret se le confió una vida que no había hecho él, pero que su custodia era importante. Una vida que tenía dos rostros: el de María, su joven prometida con la que luego se casó, y el de Jesús, el hijo milagroso en quien tuvo humanamente cabida nada menos que el mismo Dios. Amar a María sin apropiarse de ella, amar a Jesús sabiendo lo que su cuidado entrañaba. Es amar la vida tal y como se nos da, como se nos asigna, como se confía a nuestro cuidado sin ninguna posesión pretenciosa.

Damos gracias por José, porque quiso así a Jesús y a María, y felicitamos a cuantos luchan por la vida en todos sus tramos. Una vez le dije a una amiga enfermera que era madre de familia, tras haber evitado un aborto en una adolescente que lo pedía, que había vuelto a ser madre dos veces: salvando a ese niño y salvando a quien lo concebía. Amar es siempre apostar por la vida. Y así José amó a María, con la delicadeza de quien comprendió que su amor no era prohibido, sino orientado con todas las consecuencias al hijo divino que Dios mismo había puesto en medio de ambos naciendo virginalmente de María. El Papa Francisco ha querido dedicar este año tan convulso y complicado a San José. Y en su fiesta nos acogemos a su beneficio e intercesión, pidiendo especialmente por los padres en su importante misión dentro de cada familia.

Pero hay una fecundidad que igualmente da frutos desde la paternidad espiritual. En este sentido, en la festividad de San José pedimos también por los llamados a ejercer la paternidad espiritual como sacerdotes y por los que se forman en los seminarios que un día ejercerán esa paternidad ministerial. También a ellos Dios les confía la vida de tantos modos como hiciera con San José: no es la gracia que hacen sus manos, aunque sean éstas las que la repartan, y la palabra divina que anuncian sus labios no nace de su particular vocabulario, pero Dios ha querido distribuir en esas pequeñas manos el don más infinito, y balbucir en esos titubeantes labios la verdad más luminosa y bella.

No es bueno que el hombre esté sólo, porque Dios es compañía. En la comunión de amor Dios nos cuenta su propia historia. En la familia de sus hijos hemos nacido, en ella crecemos y en ella llegaremos a la plenitud de ser santos. De esto nos habla el amor puro que José tuvo por María, mirando con todo el respeto lleno de misterio a Jesús en aquella sagrada Familia. Podríamos meternos con delicadeza en los silencios de San José donde están sus secretos sobre Jesús y sobre María, con la certeza de encontrar en este artesano bueno lo que ellos dos hallaron en quien Dios puso el cuidado de sus vidas como auténtico custodio, dentro de la historia que juntos escribieron.

En un mundo huérfano de tanto donde damos tumbos por las incertidumbres de las varias pandemias en curso, la paternidad queda eclipsada tanto en su rostro divino como en su rostro humano, como decía el filósofo judío Martin Buber, San José nos acerca esa paternidad discreta, eficaz, amorosa, de quien abraza la vida sin apropiársela indebidamente, de quien respeta la vida sin poseerla con pretensión. Por eso decimos con el poeta ante San José: “Y, pues que el mundo entero te mira y se pregunta, di tú cómo se junta ser santo y carpintero, la gloria y el madero, la gracia y el afán, tener propicio a Dios y escaso el pan”. Carpintero de Dios, no dejes de acogernos y acompañarnos en el taller de la vida donde aprender a amarla con tu misma pasión.

Jesús Sanz Montes, ofm

Arzobispo de Oviedo

domingo, 28 de marzo de 2021

Basura en la calle

 

                                                           

Paseaba por la calle y vi un conteiner de mudanzas; sacaban muebles y más muebles que ubicaban en la calle  junto a la acera, pero un montón de basura, inexplicable, se mezclada con los enseres de valor.

No comprendía nada... Veía como hierros oxidados y comida putrefacta se aleaban con lacas chinas y mármoles de carrara; di vueltas al enjambre de riqueza y miseria cuando uno de la mudanza me invitó a que me apartara...   

- ¿Van a tirar todo eso?  Dije al hombre de azul inmerso en su trabajo.

- Ni se le ocurra tocar nada, nos han dicho que se destruya...

- ¡No!, si se limpia y restaura, yo  lo podría aprovechar, a mí no me importa el estado. 

No hubo respuesta... Un hombre que pasaba por allí, me cogió del brazo y me alejó unos metros diciéndome que no había nada que mereciera la pena, que me fuera con él a tomar un café y divertirnos que era mucho más productivo que limpiar cosas de valor...    

Cuando desperté, una imagen me vino a la mente, aquellos muebles en el arcén simplemente eran mi vida, la del mundo, plena de bondades e inmundicias juntas y  que  algunos prefieren arrancar “espiga y maleza” sin dar oportunidad a la espiga. Yo no estaba dispuesta y quería limpiar mi conciencia; pero uno me lo impedía y otro me embaucaba apartándome...  Ése era Legión.   

La aleada basura desapareció en un camión de recogida camino al vertedero...  Y yo detrás...   

 Emma Díez Lobo

 

sábado, 27 de marzo de 2021

Domingo de Pasión.

 

 ¡Dios mío! ¡Por qué me has abandonado!

 Con nuestro consentimiento o no, este gemido de Jesús surge de nuestro ser, de distintas maneras seamos creyentes o no y se hace oír cuando nuestra vida, incluso razonablemente bien trazada, se siente golpeada por las "leyes del tiempo"; leyes inmisericordes que  van mermando y hasta desmoronando nuestras capacidades.

 Un día creímos comernos el mundo y poco a poco somos nosotros los "comidos" por él. El Señor Jesús se abraza a este nuestro abandono existencial, lo hace suyo y lo eleva al Padre. Despoja a las leyes del tiempo de su aparente maldición y nos abre a la Bendición de la Vida sin fin. Así es como termina este Salmo. Recordemos;  empezaba con un gemido y culmina con este grito de victoria: ¡Me hará vivir para Él! (Sal 22,30).

 Es un canto a su y nuestra victoria sobre la muerte. Jesús agonizante vencidas las leyes del tiempo proclama su Resurrección y la nuestra.

 

P. Antonio Pavía - comunidadmariamadreapostoles.com

 

viernes, 26 de marzo de 2021

La Semana Santa está viva en el interior de cada persona

 

No hay día que abramos los periódicos o los medios de comunicación que se hable de cómo vivir la Semana Santa. Pero hay un punto del que, con pena, se pasa por alto o se les olvida y es la vivencia espiritual y litúrgica de la Semana Santa. Y esto es lo más importante puesto que la Semana Santa se vivirá como siempre aunque ciertos actos, más bien externos, no tendrán visibilidad como son las procesiones. El centro de la Semana Santa es la exposición más bella que pueda existir: La pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Pero lo más grande y hermoso que se ha manifestado, se manifiesta y siempre se manifestará, en la Semana Santa, nadie lo ha podido superar y nadie lo podrá borrar. No hay experiencia tan excelsa como la vida de Jesucristo que ha ofrecido su vida por puro amor al ser humano y nos ha salvado.

Si hiciéramos, como si se realizara un escáner que explora el cuerpo humano, veríamos las experiencias tan diversas y distintas en el interior de cada persona. Me voy a fijar en algunas de ellas y así podremos apreciar lo que significa la Semana Santa en la experiencia humana. Unas experiencias son positivas pero hay varias sufrientes que pueden admitirse como realidades negativas y dolorosas.

1. El sentido del dolor. Nadie quiere que en su vida exista el dolor, pero esto es un deseo no una realidad. El dolor y sufrimiento existe queramos o no queramos. Desde siempre así se ha manifestado y siempre ha existido. Ahora bien en el ambiente social y cultural existe, en el ser humano contemporáneo, la apetencia a ser dichoso, buscando en la dicha la evitación del dolor y pasa por alto puesto que cuando llega el dolor no sabe afrontarlo y no le da sentido profundo al mismo. Recuerdo con estupor y conmoción la experiencia de William Cowper, un poeta cristiano, que sufrió terriblemente. Cuatro veces se volvió loco, intentó suicidarse en varias ocasiones y se vio debilitado por depresión durante largos años. Pero la desesperación de este buen poeta no fue la suma ni lo total de su vida. Fue la esperanza y la fe en Dios. De ahí que escriba: “No juzguéis al Señor con vuestros débiles sentidos/Sino confiad en su gracia; detrás de una providencia de ceño fruncido/ Dios esconde un rostro sonriente/.Sus propósitos madurarán con rapidez, abriéndose hora tras hora/ El capullo tendrá amargo sabor, pero dulce será la flor/.” Tan real como sea el sufrimiento, Dios es más real. Tan profundo como pueda llegar el sufrimiento, Dios va más profundo.

2. El vacío de la vida. Más nos adentramos en las superficialidades de la vida como son el materialismo, el hedonismo, el pansexualismo… más vacíos y vicios provocan en la vida. Cuántas veces se oye decir: “Estoy desilusionado de la vida porque no encuentro satisfacción interior”. Es el sufrimiento del sinsentido vital. Se pierden los valores existenciales, se muestran las angustias interiores, los miedos se agolpan con frenesí, se descuelgan sentimientos de culpabilidad, se apropian fantasmas de ilusión sin contenido y se buscan caminos erróneos de adicciones viciosas de todo tipo. La única salida lleva como consecuencia a la desesperación y la única posible solución es la pregunta que emana de tal situación: “¿Por qué? En la respuesta auténtica está el camino de esperanza que es Jesucristo. Basta saber que el sufrimiento humano tiene un modelo de vida sufriente. Albert Camus, desde su dramática falta de fe, lo sentía profundamente y escribe: “La noche del Gólgota tiene tanta importancia en la historia de la humanidad porque en aquellas tinieblas, abandonando ostensiblemente su privilegios tradicionales, la divinidad (Jesucristo) ha vivido hasta el fondo, la angustia de la muerte”. Y se ha hecho cercano a todo sufrimiento humano, es más, se ha identificado poniéndose en el lugar del dolor humano.


Ante los dolores, sufrimientos y vacíos existenciales bien podemos decir que se sigue haciendo presente la Semana Santa en lo más íntimo del ser humano. Por eso, como decía el Papa San Juan Pablo II, que para poder percibir la verdadera respuesta al “¿por qué?” del sufrimiento, tenemos que volver la mirada a la revelación del amor de Dios, fuente última del sentido de todo lo existente. El amor es también la fuente más rica sobre el sentido del sufrimiento, que es siempre un misterio; somos conscientes de la insuficiencia e inadecuación de nuestras explicaciones. Cristo nos hace entrar en el misterio y nos hace descubrir el “¿por qué?” del sufrimiento, en cuanto somos capaces de comprender la sublimidad del amor divino. Todo dolor, todo sufrimiento y todo vacío encuentra su respuesta en la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.

+ Francisco Pérez González

Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela

 

jueves, 25 de marzo de 2021

La pandemia y el Buen Pastor

 

 A vueltas con la pandemia; no es que me guste el tema pero es que se está convirtiendo en una auténtica pesadilla. Apenas salimos de una ola y ya se nos anuncia la siguiente y además desde distintos frentes nos asustan alertándonos de efectos secundarios de las vacunas. Todo esto genera incertidumbres, miedos... etc., y nos falta un soporte que nos tranquilice.

 Explico lo del soporte. Tiempos atrás, en pandemias como por ejemplo la peste, diezmaban nuestros pueblos y ciudades pero con mayores o menores luces la gente tenía a Dios de soporte. Hoy el hombre se ha creído tan autosuficiente que -en general- prescinde de Dios... y de pronto sobreviene está pandemia que le coge sin soporte en el que apoyarse y un hombre sin "soporte" ante una pandemia así se vuelve "insoportable".

 Es lo que estamos viendo, que el hombre sin Dios es víctima de sí mismo, impotente para controlar sus miedos, su equilibrio mental se bambolea de parte a parte. La Buena Noticia es que podemos relegar a Dios pero Él a nosotros no y por eso vuelve a decirnos: "Venid a mí los que estáis abatidos y exhaustos… yo os daré descanso..." (Mt 11,28-30)

 Sí… vosotros… los que estáis de espaldas a mí, daos la vuelta, miradme… "Yo soy vuestra victoria" (Sl 35,3).

 P. Antonio Pavía - comunidadmariamadreapostoles.com

 

miércoles, 24 de marzo de 2021

Aborto y eutanasia

 

         Me sería imposible penetrar en el pensar y actuar de las personas abortistas y pro eutanasia. Solo voy a intentar ponerme en la piel de los que sí lo son, empresa difícil y arriesgada meterse en la interioridad del pensamiento del otro, máxime en tema tan delicado, pero haré un esfuerzo para indagar sus motivos y en la medida de mis pobres posibilidades, más que refutarles, al menos, reflexionar al respecto.

        Los animales irracionales parece que tienen un instinto de supervivencia a costa de los más débiles. Vemos en muchos reportajes televisivos cómo los menos dotados o que ya han llegado al límite de sus fuerzas, bien por estar cerca del fin de su vida o por haber salido malheridos en la lucha con otros más jóvenes, que vienen buscando la supremacía del liderato de la manada, quedan fuera de la protección de sus congéneres y su destino es acabar aislados y desprotegidos por lo que solo quedan como alimento de los depredadores carnívoros. Es la ley de la supervivencia. Son animales irracionales carentes de alma racional o espíritu, por lo que nos parece lógico ese comportamiento: muere el más débil en aras de la  salvación del resto.

        Algo así creo que pudiera pasar entre el género humano. Una parte ha evolucionado olvidando y negando que tenga un espíritu además del cuerpo mortal. Su concepción vital carente de la visión anímica les hace portarse cual depredadores, es más, piensan que su comportamiento rinde un favor al resto del género humano. Piensan que la supervivencia y progreso del grupo viene dada por la muerte de los más débiles e indefensos. El nasciturus y los ancianos nada aportan a la sociedad. Los primeros son unos inoportunos no deseados que se presentan sin haber sido invitados y en consecuencia serán un constante mal recuerdo para después; los segundos, unos parásitos de los que ya nada se puede sacar, una carga social. Pues quitémosles de en medio. Visto desde este punto de vista, cual si los viéramos como otro mundo ajeno, externo y distante, a los que sí tenemos la concepción espiritual ‒Dios‒ nos debería parecer lógico su comportamiento, deberíamos comprender su actitud, aunque lógicamente no la compartamos. Es como si la capacidad de entender de la evolución humana hubiera invertido los términos y echara marcha atrás; porque hubo un tiempo en que un grupo, los humanos, adquirió conciencia e inteligencia y evolucionó en el sentido de seguir la ruta del avance, progreso, desarrollo social… y así se convirtió en ser superior a los otros animales que no evolucionaron. Entonces, ¿qué pasa?, ¿es pura y fría deshumanización? Si la respuesta es afirmativa, ¿qué mundo hemos creado? Al respecto insertaré una cita del nada sospechoso Martin Luther King: “El hombre nació en la barbarie, cuando matar a sus semejantes era una condición normal de la existencia. Se le otorgó una conciencia. Y ahora ha llegado el día en que la violencia hacia otro ser humano debe volverse tan aborrecible como comer carne de otro”.

        Llegados a este punto parece entonces que lo que nos diferencia es la creencia en un Dios ‒porque su capacidad intelectual no debemos negársela‒ que infunde un alma para elevarnos de un estado más salvaje a otro más civilizado en el que la conciencia y el sentimiento de amor a los otros nos lleva a un comportamiento más compasivo y responsable de la vida ajena. Ellos, que rechazan la espiritualidad, se revisten de progresismo y a nosotros, creyentes, nos tildan de conservadores. Conservadores de vida frente a innovadores de muerte. Gran contrasentido: la innovación aliada con la destrucción, la muerte.

        Por otra parte está aquello de la preservación de la especie. En España creo que hay una ley titulada Ley del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad. En ella hay un largo listado de especies y subespecies protegidas para evitar su extinción, lo cual está muy bien, pero ¿en dicho listado no está incluido el ser humano? ¿Estamos más desprotegidos que animales y vegetales? Un sinsentido.

        Pero volviendo a la tesis principal. Me resisto a creer que solo sea una cuestión de creencia religiosa. Hay ‒no me cabe la menor duda, porque lo contrario sería una degeneración destructiva del género humano‒, entre los no creyentes personas que tienen conciencia del bien y del mal, de lo ético y de la ley o moral natural, gente con sentimientos humanitarios y piedad, que están contra estas dos prácticas de muerte: aborto y eutanasia. Entre los ateos o agnósticos hay personas sensatas y rectas, que están y se manifiestan públicamente en contra de estas técnicas. Ergo…

        Con respecto a la ley o moral natural transcribiré una cita de Marco Tulio Cicerón, político y orador romano al que no se le podrá acusar precisamente de católico, pues nació 106 A.C. En su obra político-filosófica  De re publica escribe al respecto de la ley natural: “Ciertamente existe una ley verdadera, de acuerdo con la naturaleza, conocida por todos, constante y sempiterna… A esta ley no es lícito agregarle ni derogarle nada, ni tampoco eliminarla por completo. No podemos disolverla por medio del Senado o del pueblo, Tampoco hay que buscar otro comentador o intérprete de ella. No existe una ley en Roma y otra en Atenas, una ahora y otra en el porvenir; sino una misma ley, eterna e inmutable, sujeta a toda la humanidad en todo tiempo…

        Para terminar, unas preguntas. ¿Y esos animales que también, esporádicamente se han visto que salvan al cachorro del contrincante? Serán entonces anomalías de la naturaleza. O ¿es que, en el fondo, todo ser vivo tiene inscrito el sentimiento de la conmiseración y solo por pura necesidad de supervivencia mata? ¿Solo el sentimiento religioso nos lleva a no matar? Entonces, ¿el abortista y el pro eutanasia es carente de ese sentimiento? Pues vaya progreso.

       Pedro José Martínez Caparrós.

martes, 23 de marzo de 2021

Mi Padre es vuestro Padre

 

Sondeamos esta profecía mesiánica del Salmo 89 que tanto nos conforta. Su autor incide en el cúmulo de desprecios y dolores que sufrirá el Mesías por parte de sus enemigos pero que no impedirán que Dios, su Padre, le haga victorioso en todas sus pruebas.

 Oigamos, para nuestra alegría, lo que dice Dios sobre su Hijo; digo que nos colma de alegría porque es también una profecía-promesa para nosotros: "El me invocará: ¡Tú eres mi Padre! … y yo le mantendré en mi amor, mi alianza con el será firme" (Sl 89,27-29).

 Hemos leído bien: Dios Padre testifica que está con su Hijo a lo largo de su misión venciendo el odio de sus enemigos. Por su parte el Hijo afronta el Misterio de la Cruz apoyada en promesas-profecías  que vencerá a su muerte: "Al despertar -de la muerte- me saciaré de tu Rostro Señor" (Sl 17,15). La cuestión es que si esto sólo se cumple en Jesús, no nos resuelve nada. La incomparable Buena noticia es que Jesús otorga a sus discípulos una relación con Dios Padre semejante a la suya de forma que en las pruebas podemos invocarle como Él: ¡Tú eres mi Padre..!

Veamos el encargo que dio a María Magdalena al resucitar: Ve donde "mis hermanos" y diles que subo a mi Padre y "vuestro" Padre, a mi Dios y "vuestro" Dios (Jn 20,17b).

 P. Antonio Pavía - comunidadmariamadreapostoles.com

 

lunes, 22 de marzo de 2021

¿Felices?

 

             Me pregunto si el hombre de la calle ha sido alguna vez feliz y no conozco a ninguno. Se confunde la felicidad con un estado de “conseguimiento” temporal; momentos de alegría que no se mantienen.         

Repasemos: De niño, “todo” el día llorando; de adolescente, la vida es una tortura, te quieres comer el mundo y no te dejan; de joven, los fracasos de amor, los estudios y la falta de independencia, te angustian; de casado, la responsabilidad, la rutina y el trabajo, te ahogan; cuando somos padres, ya no dejas de sufrir los sufrimientos de los tuyos; de mayor, dolencias y tristezas se hacen interminables y después la muerte, que podría ser brutal; amén de las desgracias inesperadas.

La frase: “Dios quiere que seáis felices”, no tiene fundamento ni es cierta, porque Dios conoce los males que hieren a su pueblo; a los “felices” les hace una seria advertencia: “El que ama su vida, la perderá...” (Jn 12,20-33). Ósea, de felicidad nada de nada y el “que es feliz como una perdiz”, lo lleva claro...     

- “Nunca dije que seríais felices en la tierra, sino que vivierais en PAZ, ¡nada que ver! ¿Te has dado cuenta de lo corta que hice la vida? Os pedí caridad y perseverancia; el sufrimiento, que Yo también padecí, y las obras, serán compensados en “su día” con AMOR verdadero y FELICIDAD completa. Mis promesas se cumplen”.

Ya decía yo... Solo algunos Santos, en contacto con Dios o la Virgen, la han “sentido” por segundos a pesar de sus dolorosas vidas.         

¡Aspiremos a la PAZ ofrecida que ya es soñar!    

   Emma Díez Lobo

 

domingo, 21 de marzo de 2021

Los paredones del odio

 

Un museo al aire libre resultó ser la muestra de un cáliz para la celebración de la misa, que aparecía con un disparo que perforó su copa, y con otro que lo rompió como si fuera una flor deshojada. Resultaba impresionante ver ese objeto religioso, que se prestaba a blanco en la distancia para probar la puntería de los secuestradores, como si fuera una lata de sardinas cualesquiera o un bote de refresco. Era un cáliz. Quedó destrozado impunemente, y es botón de muestra del salvajismo bárbaro con el que algunas facciones musulmanas tratan sin respeto, sin diálogo, sin fraternidad, lo que para otras personas puede representar un objeto sagrado digno de su más honda veneración. Se ha mostrado durante la visita del Papa Francisco a Irak.

Este cáliz había sido encontrado en Qaraqosh, la ciudad con mayor número de cristianos del país, en una iglesia siro-católica milenaria. Sin embargo, los que dispararon al cáliz no podían imaginar que en ese vaso sagrado se volvería a consagrar el vino para que la Sangre de Cristo volviese a llenar de gracia y luz, lo que el pecado más oscuro había intentado destruir. Es una parábola plástica de cómo más allá del daño que se inflige, que tanto sufrimiento suscita, los terroristas no logran borrar la presencia cristiana de todo Irak. De hecho, los cristianos están volviendo a la llanura de Nínive y la Iglesia no tiene constancia de que haya habido un solo cristiano que haya renegado de su fe.

En estos días también estamos asistiendo a un museo viajero en nuestras parroquias y templos asturianos con un icono profanado por yihadistas procedente de Homs (Siria) que está recorriendo nuestros lares durante esta Cuaresma. Desde la preciosa iniciativa de la Asociación católica Ayuda a la Iglesia Necesitada, podremos contemplar también aquí una muestra de la cerrazón violenta de quienes no entienden el significado de la religión, y se escudan nada menos que en Dios para hacerle cómplice de sus destrucciones culturales, los asesinatos de inocentes, las venganzas llenas de rencor, las pretensiones violentas. El Papa lo recordaba en este viaje a Irak: “Si Dios es el Dios de la vida —y lo es— a nosotros no nos es lícito matar a los hermanos en su nombre (…). Si Dios es el Dios de la paz —y lo es— a nosotros no nos es lícito hacer la guerra en su nombre. Si Dios es el Dios del amor —y lo es— a nosotros no nos es lícito odiar a los hermanos”.

Porque no es el arte únicamente lo que se pone en el paredón del odio para fusilar la cultura de los pueblos y las expresiones de la fe verdadera que nos abre al Misterio de Dios por diversos caminos. Es también –y sobre todo– la vida misma la que se pone en el disparadero de sus punterías para obligar al éxodo aterrador o a la degollación de tanta gente inocente que no la dejan vivir, ni educar, ni expresar de modo alguno su religiosidad. Todo esto cobra un tinte de especial ensañamiento cuando se trata de la vida cristiana, como vemos que sucede en cualquier parte del mundo, también en la vieja Europa, cuando se da la cristianofobia espontánea o calculadamente organizada. No obstante, la palabra última no la tiene la barbarie, pues como decía el Santo Padre, “la fraternidad es más fuerte que el fratricidio, la esperanza es más fuerte que la muerte, la paz es más fuerte que la guerra. Esta convicción habla con voz más elocuente que la voz del odio y de la violencia; y nunca podrá ser acallada en la sangre derramada por quienes profanan el nombre de Dios recorriendo caminos de destrucción”.

Pero no cabe el desaliento que como un virus nos atenaza y rodea, porque Dios nos ha vacunado con la esperanza, como concluía Francisco: “la esperanza que nace de la oración perseverante y de la fidelidad cotidiana a nuestro apostolado. Con esta vacuna podemos seguir adelante con energía siempre nueva, para compartir la alegría del Evangelio, como discípulos misioneros y signos vivos de la presencia del Reino de Dios, Reino de santidad, de justicia y de paz”.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm

Arzobispo de Oviedo

 

sábado, 20 de marzo de 2021

Domingo V de Cuaresma

 

 Lázaro somos tú y yo

 Jesús es el Enviado del Padre para iluminar a los que viven en tinieblas y sombras de muerte (Lc, 1,79). El grito de Jesús a Lázaro que hace en el tumba y le resucita, resuena sin cesar en su Evangelio despertándonos de la muerte que cargamos cada día (Jn 5,25).

Conocemos estos lazos de muerte que nos asfixian: fracasos, desprecios, soledades, enfermedades…etc., todo ello nos ata y necesitamos que alguien más fuerte que nuestras muertes grite… ¡Desatadlo, dejadlo andar! ¡El grito liberador de Jesús por antonomasia...! ¡Desatadlo, yo lo conduciré hacia el Padre!

He ahí la misión de la Iglesia... predicar el Evangelio que desata los lazos de muerte que a todos nos envuelven. Jesús, el que deshace los lazos que nos oprimen, fue atado y conducido por los escribas y fariseos ante Pilato (Mc 15, 1) y este le ató, clavó en la Cruz. Se dejó atar para desatarnos a ti y a mí.

 P. Antonio Pavía - comunidadmariamadrespostoles.com

 

viernes, 19 de marzo de 2021

¡No te soltaré de mi mano!

 

 Recordamos la queja que Marta lanzó a Jesús porque su hermana dio prioridad a la escucha de su Palabra sobre tareas de la casa, que podían perfectamente posponerse. Recordamos también la respuesta de Jesús: "María ha escogido la mejor parte y no le será quitada" (Lc 10,42).

 Más allá de esta desavenencia de Marta con su hermana, Jesús está señalando uno de los sellos que definen a sus discípulos de todos los tiempos: son y serán hombres y mujeres que viven en el mundo pero que no son del mundo, son… de la Palabra, porque la hacen suya… son de Dios (Jn 17,14). Porque son de Dios, de su Palabra, anteponen cada día el diezmo de su tiempo a escucharle con todo su corazón, con toda y su alma y con todas sus fuerzas para que su relación con Él esté cimentada sobre la Roca, no sobre la arena. (Mt 7,24-27).

 Estos hombres y mujeres, que son la Luz de Jesús en y para el mundo, serán una y mil veces incomprendidos e incluso despreciados, pero no es que les importe mucho; saben que han escogido la mejor parte de toda existencia humana y que no les será arrebatada como dijo Jesús a Marta. Nada ni nadie nos la arrebatará ni persecuciones, ni desprecios, ni soledades y ni siquiera la muerte, como dijo Jesús a estos primeros discípulos a quienes llamó "mis ovejas": "Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, nadie las arrebatará de mi mano" (Jn 10,28).

 P. Antonio Pavía - comunidadmariamadreapóstoles.com

 

jueves, 18 de marzo de 2021

Bajo la custodia de San José

 

Queridos diocesanos:

Hace sólo tres meses os escribía sobre el Seminario. La crisis provocada por la pandemia de la COVID-19 hizo que el Día del Seminario se trasladara hasta la solemnidad de la Inmaculada Concepción; os decía en aquel momento que este cambio era la oportunidad de “mirar al Seminario desde los ojos y el corazón de la Virgen”. Este año, volvemos a celebrar la Jornada en la fiesta de San José, que en esta ocasión tiene un sentido especial, conmemoramos el 150 aniversario de su declaración como Patrono de la Iglesia Católica.

El Seminario está puesto bajo su patronazgo para que lo cuide y lo custodie con corazón de padre como lo hizo con Jesús. Por eso, este año al hablar del Seminario queremos mirar a la figura de José para que nos sirva de ejemplo e intercesor en la tarea de la formación de los futuros sacerdotes. A este propósito responde el lema del Día del Seminario de este año: “Padre y hermano, como san José.”

Detengámonos, aunque sea brevemente en la figura de este hombre que hizo de padre de Jesús en la tierra. “Sabemos que fue un humilde carpintero (cf. Mt 13,55), desposado con María (cf. Mt 1,18; Lc 1,27); un «hombre justo» (Mt 1,19), siempre dispuesto a hacer la voluntad de Dios (..) Tuvo la valentía de asumir la paternidad legal de Jesús, a quien dio el nombre que le reveló el ángel: «Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1,21)” (Francisco. Carta Apostólica Patris Corde, 1).

¿Qué lugar ocupa San José en la vida del Hijo de Dios? Humanamente hablando podemos pensar que la figura de José es de segunda línea en el plan de salvación de Dios, pero no es así; El que hizo de padre de Jesús en la tierra ocupa un protagonismo grande en la historia de la salvación. Fue padre a la sombra del Padre. José cuidó de Jesús y de la familia de Nazaret como hace un padre; con su palabra y su testimonio acompañó el crecimiento de Jesús, ayudándolo así a encontrar la voluntad de Dios y a prepararse para su misión.

Así también, José cuida y custodia cada seminario y de aquellos que en él se forman. Su figura es también importante en la formación sacerdotal porque es el modelo de paternidad para aquellos que tienen que cuidar al Pueblo de Dios con corazón de padre, los sacerdotes.

No podemos olvidar, queridos hermanos y hermanas, la importancia del sacerdote en la Iglesia, lo insustituible de su misterio, y el bien que sacerdotes santos pueden hacer al pueblo cristiano; para ello es necesario que los formemos, centrados en Dios y al servicio del pueblo que se les confía. La Iglesia necesita de los sacerdotes, por eso, el Señor Jesús nos invita a pedir trabajadores para la mies que es mucha. La Iglesia, y cada fiel cristiano, cumple con el deseo del Señor cuando pide por sus sacerdotes y por las vocaciones al sacerdocio.

El sacerdocio es una gracia inmerecida, Dios llama a quien quiere según su designio de amor, y sólo necesita el sí libre de un hombre. El sacerdocio es un misterio de libertad y amor que se convierte en cauce de gracia para muchas personas.

Un sacerdote tiene como misión mostrar el rostro de Dios, ser instrumento de la presencia salvadora del Hijo, actuar según el Espíritu. Esto sólo es posible porque Dios que llama da la gracia y consagra al elegido, por eso, el sacerdote debe vivir centrado en Dios, contemplando el rostro de Cristo para ser verdadera transparencia del Misterio que transforma al hombre y lo hace partícipe de la vida divina. ¿Cómo se puede mostrar la paternidad de Dios sino a la sombra del Padre? ¿Cómo se puede actuar en la persona de Cristo sino viviendo en Él y poniendo la vida en sus manos?

Cuando el sacerdote llega a servir a una comunidad cristiana, lo hace después de una preparación sosegada y profunda, que no sólo es conocimiento humano, aunque éste también sea fundamental, sino experiencia para ser testigo. Un sacerdote lo es por gracia, por el don recibido en la ordenación sacerdotal, pero un sacerdote también se hace; se hace en el seminario y se hace en el contacto con el pueblo santo de Dios al que no va a comunicar unos saberes, sino a hacer presente a Dios mismo.

Ser padre como San José supone renunciar a sí mismo, entrar en el misterio siempre inabarcable de los designios de Dios, es rezar por tu pueblo; es perderse en el mar de la dedicación al servicio de los hermanos, es mostrar el rostro del amor y la misericordia. Ser padre es cuidar y custodiar al pueblo por el que se está dispuesto a dar la vida, es conocer y comprender, es compadecerse; es amonestar y conducir con paciencia el paso al ritmo de cada uno, porque no estamos hechos en serie; es, en definitiva, hacer que tu palabra y tu mirada reflejen la palabra y la mirada de Cristo, buen pastor de nuestras almas.

El sacerdote es también hermano llamado a guardar al hermano. Cada día escucha la palabra de Dios: “¿dónde está tu hermano?” El sacerdote debe ser como el buen samaritano que cura las heridas del corazón del hombre, las heridas físicas, pero también las morales y espirituales. Nuestros hermanos necesitan de la palabra y la compañía acogedora del sacerdote para recibir el perdón de Dios, para poder depositar su camino de fe en el corazón del que escucha como Dios escucha, para acompañar la fragilidad. El sacerdote no puede excluir a nadie porque en el corazón de Dios nadie es excluido. El sacerdote es servidor como Cristo, y el servicio es “cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo […], y el servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne, siente su projimidad  y hasta en algunos casos la “padece” y busca la promoción del hermano” (Francisco, Fratelli tutti, 115).

Para que todo esto sea una realidad existe el Seminario, por el que debemos rezar, por el que debemos preocuparnos, y al que debemos ayudar. Encomiendo nuestro Seminario, mayor y menor, al corazón maternal de María y al cuidado paterno de su esposo José.

Con mi afecto y bendición.

+ Ginés García Beltrán,

Obispo de Getafe

 

miércoles, 17 de marzo de 2021

Círculo cerrado

 


                                                                            

Y tanto… Me envían, os envío, me dicen, os digo, me pasan os paso y así transcurren los días “whatsupp en mano”, dedicando minuto tras a minuto a las “cosas” del alma, de Dios, de lo eterno, del bien; aunque el mundo, cuando levantas los ojos, nada tiene que ver con tanta belleza.

Nos animamos unos a otros cada mañana pero ¡Qué pena!, solo circula entre nosotros, entre los mismos; no lo puedes transmitir a todos los de tu lista. El “rebaño” no aumenta y los pastos fuera de la cerca han sido ocupados por los “modernos”, los incrédulos.    

Somos ovejas con una lana que ya no luce lozana, tampoco hay “Sanedrines” que nos interroguen, ni “mesas” que volcar a pie de los templos... -Y si los hubiera, ya nos habrían fulminado-.       

¡Hay que buscar solución! Pero ¿cómo?, no podemos hacer milagros, sacar demonios, ni regalar una Biblia... Son tiempos de muerte y nuestras voces no salen del círculo, no llegan...    

- Si llega o no llega, me corresponde a Mí. Vuestra labor, después de Mí, no es tirar mesas ni sacar demonios para que os escuchen; vuestra labor es alertar “cruzando continentes”; vuestra labor es apoyar a los que luchan por los cristianos; vuestra labor es rezar por los que pueden morir sin Mi y, más importante, vuestra labor es SALVAR VUESTRAS ALMAS. Yo las construí ¡Volved a casa!  

 Y yo creía que todo era inútil…         

   

Emma Diez Lobo

martes, 16 de marzo de 2021

El Corazón traspasado

 

 El día de Pentecostés, después de la predicación de Pedro, Lucas señala que los oyentes "con el corazón traspasado" - según texto original- le dijeron ¿Qué hemos de hacer? El -qué hemos de hacer- indica disponibilidad para poner su vida en las manos de Aquél a quien habían crucificado desmarcándose así del voluntarismo que había su vida. Su -qué hemos de hacer-  en vez de -voy a hacer-, indica un salto cualitativo de fe, propio de quienes se dejan traspasar el corazón por la Palabra (Hb 4,12).

 El  acontecimiento salvífico del día de Pentecostés supuso el cumplimiento de la  promesa que nos fue dada por Dios por medio de Ezequiel de que cambiaría nuestro corazón de piedra por uno de carne (Ez 36,26). Un corazón de piedra, en general lo hemos tenido todo, es diríamos, inmune al Evangelio… al ser de piedra la Palabra leída o escuchada rebota en ella.

 Vemos la maravilla insondable del Amor de Dios en el hecho de que para que Dios cumpliese la promesa dada por Ezequiel, permitió que en el Calvario, un soldado traspasase con una lanza el Corazón de su Hijo clavado en la Cruz. Juan, lo vio y dio testimonio de ello (Jn 19,31-37). En esa tarde santa del Calvario Dios cumplió por medio de su Hijo, el del Corazón traspasado, la promesa de darnos un corazón traspasado como el suyo… promesa que vimos cumplida en primicias en los que escuchando con el oído abierto a Pedro, se dejaron traspasar por la Palabra que Él puso en sus labios…

Es una promesa para quienes buscan y desean ser sus Discípulos con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas.

 

P. Antonio Pavía - comunidadmariadreapostoles.com-