Con este versículo del Evangelio de Mateo, titulo esta carta en la estela de las que desde hace unas semanas estoy centrando en los más jóvenes. Sabéis que participé en dos experiencias que me ayudaron a fijar la mirada y mi corazón de pastor en los jóvenes. La primera, en 2015, el encuentro europeo de jóvenes en Ávila; la segunda, la Jornada Mundial de la Juventud, Cracovia 2016, en el contexto del año jubilar de la Misericordia. Seguidamente, el Papa Francisco convocó a toda la Iglesia a la celebración del último Sínodo queriendo fijar la mirada en los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. Fue en 2018. Ellos nos pueden ayudar a rejuvenecer el rosto de la Iglesia. También nuestra diócesis trabajó, y trabaja, en esta conexión entre la pastoral vocacional y la pastoral juvenil.
Ahora nos encontramos en un momento delicado, el de la acogida de la
doctrina sinodal. Estamos viviendo el momento de la
recepción del Sínodo. Lo primero es situarnos en nuestra propia realidad.
Es fácil identificar, en nuestras parroquias de ciudades y pueblos, quiénes en
la comunidad se dedican a la pastoral de la salud, a la acogida y
acompañamiento en Cáritas, limpieza y mantenimiento de las iglesias y ermitas,
cofradías y hermandades, fiestas y tradiciones. Hasta aquí, todos adultos.
Naturalmente, sepamos quién es la catequista de los niños de primera comunión,
porque este sacramento aún se mantiene vivo y eficaz. Pero, ¿y lo siguiente?
Está fácil la respuesta: ¡comulgan… y se van!
Lo
siguiente es seguir educando en la fe, a los adolescentes y a los
jóvenes. La celebración del Sínodo de los Jóvenes,
que con alegría hemos vivido activamente en la Diócesis de Barbastro –Monzón,
ha permitido volver a dibujar el rostro, recuperar la voz y valorar el esfuerzo
de tantas manos de catequistas, animadores y agentes de pastoral que se están
entregando en este camino de la pastoral juvenil, que no es otra cosa que la de
seguir educando en la fe a los niños, adolescentes y jóvenes para su posterior
incorporación en la comunidad cristiana eligiendo una vocación y asumiendo un
compromiso apostólico.
Por tanto, una primera concreción es la del agradecimiento. Ciertamente, la
pastoral de adolescencia y juventud no ha nacido hoy, ahora, con nosotros, pero
tenemos que reconocer y agradecer a los que antes y ahora están y quieren
seguir caminando juntos. Gracias, gracias y gracias a los voluntarios,
catequistas, animadores y coordinadores de esta acción concreta y con rostro,
con propuestas y actividades, con organización y coordinación de la pastoral
juvenil de la Diócesis. El Sínodo nos ha indicado que
la ruta que veníamos siguiendo no estaba desencaminada. No hemos agotado el
camino, pero seguimos caminando. Este agradecimiento quiero que os sirva de
gran ayuda. ¡Creéroslo!
Con mi
afecto y bendición,
+ Ángel
Pérez Pueyo
Obispo de
Barbastro-Monzón
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