lunes, 1 de marzo de 2021

Cuaresma, tiempo de renovar nuestra vida

 



La llegada del tiempo de Cuaresma enciende en nuestro interior una alerta: hemos de renovar nuestra vida, tenemos que convertirnos.

La conversión es el primer paso de toda vida de fe. El encuentro con Dios nos llama y exige un cambio en el rumbo de la existencia. El protagonista principal de la conversión es Dios mismo, porque es su amor el que nos cambia. Convertirse es volverse a Dios y a su amor. Sentir el abrazo de Dios es el comienzo de la conversión.

La Cuaresma es tiempo de gracia porque es una llamada a volvernos a Dios, al tiempo que iniciamos el camino que nos llevará hasta la Pascua. La conversión es siempre un camino por hacer, un proyecto inacabado. Cada año este tiempo se abre ante nosotros como una nueva posibilidad.


En el camino cuaresmal, tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad, se nos dan tres armas preciosas: la oración, el ayuno y la limosna. El Papa Francisco, en su mensaje para la Cuaresma de este año, nos invita a renovar nuestra fe sirviéndonos de estos medios que nos propone la Iglesia, tejiendo un proyecto de vida que nos hace mirar a la meta: la resurrección del Señor.

Muchas veces tenemos la tentación de querer construir nuestra existencia sobre un sentimiento trágico de la vida; somos los cristianos de Cuaresma que nunca llegan a la Pascua. Si el camino tiene pruebas, si en la vida hay sufrimiento y derrota, no es menos cierto que éstas no tienen la última palabra. En este tiempo de pandemia no podemos quedarnos en el lamento. Tenemos que vislumbrar en el dolor y en las lágrimas la luz de Cristo resucitado y vencedor del pecado y de la muerte.

La situación presente es el anuncio ya de un día sin ocaso, del día de la salvación. Sigamos el camino de la pobreza (ayuno), del amor (limosna) y de la intimidad con Dios nuestro Padre (oración). En este tiempo, dejémonos alcanzar por la Palabra de Dios, acudamos a su encuentro en la lectura, en la escucha, en la meditación, en la oración, para que nos transforme, para que cambie nuestro corazón. La oración es siempre aliada de la esperanza. El que reza, espera; y espera porque confía, porque se sabe envuelto por una presencia.

Somos pobres. Así lo estamos experimentando en este tiempo, pero la pobreza no es un inconveniente; todo lo contrario. La pobreza aceptada nos acerca a Dios y nos acerca al hermano. No nos acercamos al otro desde la autosuficiencia o la seguridad en nosotros mismos, sino desde la pobreza compartida.

Dice el Papa: “Lo poco que tenemos, si lo compartimos con amor, no se acaba nunca, sino que se transforma en una reserva de vida y felicidad”. El ayuno es la expresión de nuestra pobreza y de la necesidad que tenemos de Dios. Es un buen momento para repetirnos: tenemos necesidad de Dios; sin Él, el horizonte de la vida se empequeñece y se desvanece la esperanza. La limosna es la caridad realizada con sencillez, la que busca ayudar al cercano en lo concreto. “Vivir una Cuaresma de caridad quiere decir cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de covid-19. En un contexto tan incierto sobre el futuro, recordemos la palabra que Dios dirige a su Siervo: «No temas, que te he redimido» (Is 43,1)”, nos recuerda el Santo Padre. Os invito a vivir esta Cuaresma con los ojos fijos en el Señor que por nosotros se entregó a la muerte y resucitó para darnos nueva vida, acompañados siempre de la presencia maternal de María, la Madre del Salvador.

+ Ginés García Beltrán

Obispo de Getafe

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