Sondeamos
esta profecía mesiánica del Salmo 89 que tanto nos conforta. Su autor incide en
el cúmulo de desprecios y dolores que sufrirá el Mesías por parte de sus
enemigos pero que no impedirán que Dios, su Padre, le haga victorioso en todas
sus pruebas.
Oigamos,
para nuestra alegría, lo que dice Dios sobre su Hijo; digo que nos colma de
alegría porque es también una profecía-promesa para nosotros: "El me
invocará: ¡Tú eres mi Padre! … y yo le mantendré en mi amor, mi alianza con el
será firme" (Sl 89,27-29).
Hemos
leído bien: Dios Padre testifica que está con su Hijo a lo largo de su misión
venciendo el odio de sus enemigos. Por su parte el Hijo afronta el Misterio de
la Cruz apoyada en promesas-profecías que vencerá a su muerte: "Al
despertar -de la muerte- me saciaré de tu Rostro Señor" (Sl 17,15). La
cuestión es que si esto sólo se cumple en Jesús, no nos resuelve nada. La
incomparable Buena noticia es que Jesús otorga a sus discípulos una relación
con Dios Padre semejante a la suya de forma que en las pruebas podemos
invocarle como Él: ¡Tú eres mi Padre..!
Veamos el
encargo que dio a María Magdalena al resucitar: Ve donde "mis
hermanos" y diles que subo a mi Padre y "vuestro" Padre, a mi
Dios y "vuestro" Dios (Jn 20,17b).
P.
Antonio Pavía - comunidadmariamadreapostoles.com
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