Todos quisiéramos, como
Juan en la Última Cena, recostarnos en el pecho del Señor. Sí, y Él nos dice:
¿Quién os lo impide? Sepamos que Las Escrituras preparan a recostarse en
el pecho de Jesús a quienes realmente lo desean. Por ejemplo el Salmo 23,
profetiza que Jesús, el Buen Pastor, conduce a sus ovejas a recostarse en los
verdes prados, es decir en la Palabra, que es Él mismo, como puntualiza San
Agustín.
La Espiritualidad de la
Palabra enriquece y ennoblece tanto a sus ovejas, que dejando de lado ambiciones
y vanidades que un tiempo las deslumbraron ,aprenden a recostarse en el regazo
de Dios, como proclama también este salmista (Sl 131).
Vayamos ahora al Cantar
de los Cantares y hagamos nuestro el testimonio que nos ofrece esta mujer -
imagen de toda alma- de su encuentro Dios su Amado: "...Así es mi amado
entre los mozos (los demás amores) a su sombra apetecida estoy sentada... me ha
llevado al banquete… Confortadme que estoy enferma de amor... su izquierda está
bajo mi cabeza y su diestra me abraza (Ct 2,3-6).
En fin... que no
envidiemos al Discípulo Amado... llegan a serlo los verdaderos buscadores de
Dios... os doy una pista… aunque ya lo sabéis: ¡¡En el Evangelio está nuestro
verdadero descanso; en sus divinas páginas encontramos el pecho de Jesús
en el que podemos recostarnos!!
P. Antonio Pavía
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comunidadmariamadreapostoles.com
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