El Templo de Jerusalén
fue el mayor orgullo y honor de Israel, el Lugar Santo de su Gloria. Sin
embargo Israel da culto a Dios con el corazón más bien vacío y como dice Isaías
el culto que ofrecen a Dios es rico en los labios pero vacío con el corazón (Is
29,13).
El signo visible de la
ambigüedad de la piedad de Israel se hace patente a Jesús al ver el mercadeo
del Templo. Su reacción nos impacta; expulsa a todos los mercaderes
diciéndoles: "¡No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de
mercado!”.
Al actuar así les
anuncia que ha venido del Padre con la Fuerza liberadora para expulsar el
mercadeo montado en nuestro corazón incluso cuando creemos que oramos.
Sí, nos libera de esta
tara y nos da la Buena Noticia de que Él y su Padre levantarán su Casa en el
corazón de quienes guarden, como María, sus Palabras en sus corazones (Jn
14,23). ¿Podemos pedir a Dios algo más que esto?
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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