Todos tenemos en nuestro interior lo que podemos
llamar: "El Aliento de Dios; el Alma". Que nuestra alma crezca hasta
que alcance su plenitud, como nos han dicho no pocos Santos, depende de cómo la
cuidemos. Jesús nos habla hoy de unas vírgenes, que representan el alma.
Unas son sabias y otras necias.
Las necias, lo son, porque sus portadores, nunca
dieron valor a la riqueza que tenían en sí: estaban llamados a participar de la
Gloria de Dios (Jn 17, 22) pero en su necedad se dejaron deslumbrar por las
vanidades del mundo, que al final, serán sus mortajas perennes.
Las vírgenes sabias están bellísimamente descritas
así, en el Cantar de los Cantares: "En mi lecho, por las noches, he
buscado el Amor de mi alma. Lo busqué y no lo hallé. Me levantaré, recorreré la
ciudad... Pregunté a los guardias: ¿Habéis visto al Amor de mi alma? Apenas los
dejé atrás, encontré al Amor de mi alma, le abracé y no lo soltaré..." (Ct
3, 1-4a).
Alma sabía o alma necia: Tu escoges.
P. Antonio Pavía
comunidadmariamadreapostoles.com
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