No, no es que la felicidad sea un
cuento; la felicidad existe. Pero me llegó este mini-cuento, y, como tal,… ¡os
lo cuento!
Dice que estaban reunidos los demonios
pensando cómo esconder la felicidad del hombre.
Uno dijo: ¡Ya se! La
esconderemos en el monte más alto del mundo. Así nadie la podrá encontrar. Pero
el más sabio de la reunión dijo: No; porque siempre habrá uno que llegue algún
día, y se lo comunicará a los demás y todos la encontraran
.
Otro dijo: ¡escondámosla en el fondo
del mar! Ahí nunca darán con ella. Pero nuevamente le respondió: No; seguro que
alguna vez el hombre encontrará la manera de hallarla, y, una vez hallada, se
la comunicará a los demás y volverá la felicidad al mundo.
Otro dijo: Ya sé dónde no la encontrarán;
enviémosla a otro planeta. Pero el sabio dijo: Tampoco es la solución.
Inventaran una nave para llegar y algún día se harán con ella.
Había
un demonio que no había intervenido, siempre muy atento a las propuestas
de los demás. Y tomando la palabra dijo: Yo tengo la solución: ni en el monte
más alto, ni en el fondo del mar, ni en otro planeta. ¡Escondámosla en el fondo
de su alma! Ahí no la buscará!
Apliquémonos el cuento. Busquemos en
nuestro interior. Decía san Agustín que Dios es “interior íntimo meo”, es
decir: lo más íntimo dentro de nuestra alma. Como bien decían los demonios,
ahí, en nuestro interior, donde habita o quiere habitar Dios, está la
felicidad. Sólo en Él reside nuestra verdadera Felicidad.
Alabado sea Jesucristo
Tomas Cremades Moreno
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