No somos ni sabios ni reyes, ¿lo eres
tú?, pues yo no y tengo que ir a “Belén” como ellos; yo soy uno más de la
caravana.
La travesía es larga, a veces desértica
y a veces dudo porque pierdo la luz de la estrella, hasta que de nuevo aparece
para guiarme al Salvador. Es el mismo camino de ellos, extenuante y difícil,
pero hay que ir sí o sí. Hasta hoy y cada día, cada año, tengo que llegar a “Belén”
para reencontrarme con quien nació para amarme hasta morir por mí.
¿Cuántas veces mi pesebre se queda
vació?, pues un montón y eso no puede ser. Si pensara que mi corazón es el
refugio de Dios, esto no pasaría y mira que me lo recuerda siempre en Navidad,
pues en cuanto pasa… ¡Hala! otra vez con los olvidos de la cuna que llevo
dentro.
¿Es que Él se va? Ni hablar, él siempre
está pero yo Le meto por otros lugares, entre venas, tendones y ¡qué sé yo!, total
que Le pongo en sitios que ni Le veo. ¡Mea culpa y sólo mía! Arramplo con su
lugar y pongo en él al gato, al florero, la iniquidad, la desesperación… Ya lo
he dicho, mea culpa.
A ver si me sirve de algo el pedregoso
camino, las inclemencias, la oscuridad y lo mal que se pasa en la travesía y me
quedo para siempre cerca del establo, como Dios manda, para no tener que volver
de “Mesopotamia” que está muy lejos.
Niño Jesús cuando veas que en tu “cuna”
voy a poner a mi gata, por decir algo, pégame un grito de esos que hacen
historia o me quede sorda.
Un beso mi Niño querido.
Emma Díez Lobo
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