Me levanté, tomé café y seguidamente me
puse a barrer el suelo… Me dije, lo que no deseo está a mis pies y el cubo de
la basura espera con ansia de llenarse. Mientras más limpio, mejor queda la
casa. ¿Por qué no hacer lo mismo con lo que no se ve y llevo dentro?
Mi porquería era más doliente, más
tremebunda… Y volví a tomar café. Me quedé pensando un buen rato y seguidamente
hice un acto de conciencia ¡Casi me da algo!
Había tanto que barrer… Que me fui al
espejo a mirarme y… ¿? , no vi “nada sucio”. Pensé: ¡Cómo engañan los espejos,
cómo oculto mi podredumbre!, ¡claro! con razón la gente me habla… Dios, en los
principios, debió hacer algo con respecto a la visibilidad de la miseria en el
rostro, pero no lo hizo y así nos va, de “modelito en modelito y pasarela” con
una mugre interna que ya nos vale…
A lo que Dios contestó que sí había
“estudiado el caso” y decidió que en la libertad, estaba la honestidad, la
caridad y el bien; que la conciencias grita cuando le haces caso... No era
bueno ir por la calle con caras repugnantes porque todos tenemos la oportunidad de cambiar y, debíamos ayudarnos unos
a otros.
¡Con razón, me veo tan “mona”! Pero
cogeré “la escoba” con la ayuda de mi Iglesia y, ¡lo bueno!, no seré yo quien
barra de mí tanta miseria, sino Él.
De momento sigo
barriendo el suelo -con mi cara de siempre-… Y Dios mi alma.
Emma Díez Lobo
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